Voces de los Santos de los Últimos Días
El capitán Moroni me ayudó a enseñar en la escuela
Estaba en la mitad de un año difícil en el que enseñaba a adolescentes de trece y catorce años. Acababa de llegar a casa de una reunión con el director adjunto en la que analizamos mi evaluación reciente. Puesto que era un maestro nuevo y tenía que desarrollar la mayoría de mis clases, estaba teniendo dificultades para mantener a los estudiantes concentrados en sus tareas e interesados. Básicamente, la conversación se redujo a que yo tenía que forzar a mis estudiantes a tomar una decisión —meterse de lleno en sus tareas o meterse en problemas— y cumplir con mis advertencias.
Salí de la reunión abatido y abrumado. Consideré hacer de esa reunión la inquietud del día al leer las Escrituras al día siguiente. Increíblemente, al leer el Libro de Mormón recibí respuestas.
Oré esa mañana para aprender de las Escrituras cómo ser un mejor maestro. El Espíritu Santo me instruyó a medida que leía sobre el capitán Moroni en Alma 44. En ese punto de la historia, el capitán Moroni y los nefitas habían rodeado a los lamanitas en el río Sidón y los habían amedrentado al punto de hacerlos abandonar las armas. Seguí leyendo, pensando en cuánto me gustaría ser como el capitán Moroni en mi salón de clases: imponente, confiado y exitoso.
Leí el diálogo y vi que Moroni le decía a Zerahemna y a los lamanitas que estaban siendo forzados a tomar una decisión: “… [entregad] vuestras armas de guerra, y… os perdonaremos la vida, si os vais por vuestro camino y no volvéis más a guerrear contra nosotros”, o de lo contrario, “… si no hacéis esto… mandaré a mis hombres que caigan sobre vosotros” (Alma 44:6, 7). ¡Me di cuenta de que él estaba haciendo lo que el administrador me había dicho que yo hiciera! “Deles dos opciones, y siga adelante”, me había dicho. Con eso en mente, adopté el lema de Moroni: “He aquí, terminaremos la lucha” (Alma 44:10).
Armado con los principios que había aprendido en el relato de las Escrituras sobre uno de mis héroes, volví a clase confiando en mi plan de batalla. Da la casualidad que yo tenía una estatuilla del capitán Moroni y la llevé en el bolsillo de mi camisa por el resto del año para recordarme la manera en que el capitán Moroni me había enseñado a manejar una clase de la escuela a nivel medio. Al dar a mis estudiantes dos opciones, su conducta mejoró, hicieron sus tareas y nos llevamos mucho mejor. El año concluyó y todavía era difícil, pero con la respuesta a mi oración y el poder de las Escrituras, pude “[terminar] la lucha”.