2016
Una receta para el aprendizaje
Octubre de 2016


Una receta para el aprendizaje

La autora vive en Utah, EE. UU.

Pon a prueba estas cuatro maneras de hacer que la palabra de Dios sea deliciosa para tu alma.

recipe for learning

Cuando era joven, pasé muchas horas observando a mi mamá en la cocina. Ella preparaba los platillos, panes, galletas y pasteles más deliciosos para nuestra familia. Después de algún tiempo, comencé a leer las recetas, seguir las instrucciones y preparar la comida. Ya no tenía que depender de mi mamá; lo podía hacer por mí misma.

De la misma manera que aprendemos a cocinar, aprendemos el Evangelio y desarrollamos nuestro testimonio cuando lo ponemos en práctica. Después de que Lehi relató a su familia su sueño del árbol de la vida, Nefi dijo que él también quería ver, oír y saber de esas cosas (véase 1 Nefi 10:17). En otras palabras, para Nefi no fue suficiente escuchar el testimonio de su padre; él quería llegar a saber lo que su padre ya sabía.

La receta para el aprendizaje del Evangelio consta de unos pocos pasos sencillos. Puedes utilizar las siguientes cuatro ideas para que te ayuden al aprender el Evangelio con tu familia, en la Iglesia o durante tu estudio personal.

1. Prepárate para aprender.

Comienza tu estudio personal con una oración; pide al Padre Celestial que te ayude a comprender lo que estés leyendo. Escribe una o dos preguntas y busca las respuestas. El Espíritu Santo testificará de la verdad a medida que leas, medites y ores (véase Moroni 10:5).

Prepárate para aprender el Evangelio en la Iglesia leyendo la lección antes de ir. Puedes encontrar las lecciones de Ven, sígueme en LDS.org y en la aplicación Biblioteca del Evangelio.

2. Toma parte en el aprendizaje.

  • Lee para comprender. La cantidad de páginas que leas o cuán rápido leas no es tan importante como entender lo que lees. Quizás tengas que volver a leer algunas frases varias veces. Utiliza el diccionario para buscar palabras que no sepas; por ejemplo: ¿qué significa dispensación? Puedes usar la Guía para el Estudio de las Escrituras a fin de averiguarlo.

  • Hazte preguntas sobre lo que estés leyendo. Tal vez te preguntes: “¿Qué estaba pasando en Jerusalén en la época en que Lehi y su familia se fueron de allí? ¿Por qué la gente no escuchaba a Lehi?”.

  • Trata de responder estas tres preguntas sobre cualquier principio del Evangelio que se enseñe: ¿Por qué era importante esto para las personas de esa época? ¿Cómo se aplica esto a nosotros hoy en día? ¿Cómo se aplica esto a ?

  • Busca patrones y conexiones. Por ejemplo: ¿Qué patrones se encuentran en la manera en que Nefi responde a la adversidad? ¿En qué forma se parece el viaje de su familia por el desierto al de los israelitas cuando se fueron de Egipto?

  • Escribe tus sentimientos e impresiones en un diario personal. “Al anotar tus preciadas impresiones, a menudo recibirás más. Además, el conocimiento que obtengas permanecerá contigo por el resto de tu vida” (Richard G. Scott, “Cómo adquirir conocimiento y la entereza de utilizarlo con sabiduría”, Liahona, agosto de 2002, págs. 12, 14). En especial, escribe lo que significan esas ideas en tu vida.

  • Haz un dibujo. Otra manera de registrar lo que aprendes es dibujarlo. Una vez, cuando estaba visitando a una amiga y participé de la noche de hogar, su abuela compartió relatos personales sobre la fe y la oración. Antes de que comenzara la lección, mi amiga les dio a sus hijos pequeños papel y crayones para que pudieran dibujar los relatos que contara su bisabuela. El dibujar los ayudaba a prestar atención y hasta hacían preguntas durante el relato para clarificar algunas partes del mismo.

3. Estudia y vive el Evangelio todos los días.

Aprender requiere esfuerzo; tenemos que poner dedicación para comprender (véase Mosíah 12:27). El élder M. Russell Ballard, del Cuórum de los Doce Apóstoles, nos aconsejó “apartar un tiempo y lugar para estudiar las Escrituras diariamente, aunque sea por unos pocos minutos” (véase “When Shall These Things Be?”, Ensign, diciembre de 1996, pág. 60). Cuando estudiamos con regularidad, aprender se vuelve más fácil. Por ejemplo, me di cuenta de que cuando leía los capítulos de Isaías en el Libro de Mormón (en vez de saltearlos), comenzaron a tener sentido para mí.

Cuando se trata del aprendizaje del Evangelio, no es suficiente saber algo intelectualmente; también necesitamos poner en práctica lo que aprendemos. Si actuamos según la verdad, el Espíritu Santo nos la confirmará y nuestro testimonio crecerá. Al vivir esa verdad continuamente, comenzamos a cambiar y llegamos a convertirnos a Jesucristo.

4. Comparte lo que aprendes.

Hablar a los demás sobre un principio del Evangelio en nuestras propias palabras nos ayuda a recordar ese principio y a sentir el Espíritu, el cual fortalece nuestro testimonio. Un buen momento para compartir es durante la noche de hogar. También puedes compartirlo cuando hables con tus amigos en la escuela o con los integrantes de tu familia durante la cena.

Al seguir estos cuatro pasos sencillos y procurar diligentemente conocer al Salvador, se nos ha prometido que “los misterios de Dios [nos] serán descubiertos por el poder del Espíritu Santo” (1 Nefi 10:19).