Historia de la Iglesia en el Área
Pioneros de la Iglesia en Copán, Honduras
La familia Villeda Justiniano agradece al Padre Celestial por enviar los misioneros a su hogar en 1981. Ellos fueron adquiriendo su testimonio a través de la perseverancia.
En enero del año 1981, se empezaba a establecer La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en la ciudad de Santa Rosa de Copán, en Honduras. Por las calles de esta ciudad, en el occidente de Honduras, caminaban dos jóvenes vestidos de camisa blanca y corbata, ellos eran el élder Elton y el élder Price, representantes de la Iglesia que servían como misioneros.
Esta es la experiencia de cómo la familia Villeda Justiniano conoció el Evangelio restaurado en Copán, Honduras:
La hermana Teresa de Villeda menciona: “Recuerdo que los misioneros llegaron a casa en enero de 1981, preguntando por la familia Villeda. Estaba lloviendo ese día y recuerdo que sentí gran alegría al verlos. Me pareció que eran ángeles, eran muy amables y me dijeron que querían hablar de Jesucristo con nosotros. Sentí una bendición grande en la casa. Me preguntaron por mi familia; yo les dije que mi esposo no estaba y ellos dijeron que regresarían”. Han pasado muchos años desde ese momento y la familia Villeda nunca se enteró quién les dijo a los misioneros que llegaran a su hogar.
Alfredo Villeda comenta: “Me sentí muy alegre de tener la visita de los misioneros en casa porque era lo que realmente quería buscar en mi vida, acercarme a una iglesia. Me di cuenta, a través del tiempo, de la veracidad de esta Iglesia. Al principio no podía comprender las cosas, pero me siento muy agradecido que Dios nos haya mandado estos dos jóvenes porque mi vida ha cambiado completamente tanto en mi familia como personalmente”.
El bautismo
“Ya que la Iglesia apenas estaba iniciando, para realizar el bautismo de mi familia tuvimos que viajar al río Higuito. Estábamos felices de poder unirnos a la Iglesia.
“También ese día nos preocupamos mucho, era domingo 8 de febrero y fuimos al rio después de las reuniones. Me asusté mucho ya que vi mucha gente que nos acompañó al bautismo. Ya habíamos planificado llevar almuerzo y mi preocupación se debía a que pensé que no nos alcanzaría la comida para todos. Luego de nuestro bautismo un misionero hizo la oración para bendecir los alimentos, pero realmente sucedió un milagro, al final del bautismo la comida hasta sobró y le dije al élder: ‘Usted hizo una oración muy fuerte’.
“Llegué a la Iglesia como llegan todos, deseando acercarse a Jesucristo, sin tener ningún conocimiento. Las bendiciones y los milagros del Padre Celestial nos afirmaron la veracidad de Su evangelio y ese día de nuestro bautismo vimos realmente un milagro, la comida abundó”, compartió el hermano Alfredo Villeda.
Un edificio nuevo
La hermana María Elena Villeda de Arita recordó: “La Iglesia inició en una casa rentada. Allí estuvimos hasta 1984, cuando se construyó el edificio nuevo de la rama Santa Rosa. Si hay algo que nunca olvidaré es el momento cuando estrenamos el edificio, todo tenía un olor especial, olor a nuevo. Tanto era el deseo que teníamos de estar en la capilla que incluso la empezamos a utilizar sin mobiliario. Recuerdo bien que nos empezamos a sentar en el piso utilizando periódicos. Los pocos niños que asistíamos a la capilla estábamos felices”.
“Cuando recuerdo esos días de sacrificio, amor y a grandes hermanos que lucharon para que la Iglesia se estableciera en Santa Rosa, no queda más que dar las gracias a nuestro Padre Celestial por Su amor, por Sus hijos y la fe de estos hermanos”, comparte Rubenia Villeda.
El viaje al templo, pruebas y testimonio
“Por muchos meses nos pusimos la meta familiar de ahorrar. Recuerdo que teníamos una alcancía grande de barro. Cuando nosotros, los niños, pedíamos a nuestros padres algo para comprar, nos respondían: ‘Quieren eso o viaje al templo’. Finalmente, en el año 1988, en el mes de abril, llegó el día de abrir la alcancía. La habíamos llenado solo con monedas y con otro dinero guardado en unos libros, fuimos al templo de Guatemala. Recuerdo que salimos de casa en la madrugada”, menciona la hermana María Elena Villeda de Arita.
El hermano Alfredo Villeda comentó que al llegar al punto donde tomarían el bus, tuvieron un descuido y los dejó. En un par de minutos apareció un señor en un bus pequeño y les preguntó a dónde iban. El hermano Villeda le dijo que a la Ciudad de Guatemala. El señor les dijo que él también iba para allá y se ofreció a llevarlos. El hermano Villeda mencionó: “Sin duda el Padre Celestial lo envió, nunca había visto a ese buen samaritano”.
También el hermano Villeda recordó que, en los días previos al viaje al templo, a su hija menor de cinco años le habían puesto un par de aritos (aretes), que le causaron alergia. Prácticamente tenía un agujero en la oreja, y el día que salieron para el templo, ella tuvo mucha fiebre por la infección. Él dijo: “La niña parecía no mejorar. Por un momento dudé del viaje. Unas horas antes de salir de casa, pregunté a mi esposa, ‘¿aun así vamos?’. Ella me respondió, ‘dele una unción’ y efectivamente eso hice. Al llegar al templo la niña no tenía absolutamente nada, había cicatrizado.
“Le agradezco sinceramente al Padre Celestial por enviar a los misioneros a mi casa; poco a poco fuimos teniendo el testimonio que esta Iglesia es la verdadera. No tenemos el conocimiento perfecto desde el inicio, pero si perseveramos, nos damos cuenta de las cosas realmente como son y sé que esta es la Iglesia verdadera, de ello no tengo ninguna duda”.
Los esposos Villeda Justiniano han servido en muchos llamamientos, en presidencias de rama y distrito y Sociedad de Socorro. Son padres de cinco hijos, veinte nietos y tres bisnietos. Actualmente tienen tres nietos en la misión.