2022
Espacio para crecer
Julio de 2022


“Espacio para crecer”, Liahona, julio de 2022.

Envejecer fielmente

Espacio para crecer

El Señor sabía que yo crecería y florecería una vez más.

unas flores en una maceta

Habían pasado varios años desde que mi esposo, Jerold, había fallecido. El cáncer había llegado de manera rápida y agresiva, y en tres meses había partido. Estaba pensando en él mientras trabajaba en el jardín.

Mientras trasplantaba una planta, tuve un pensamiento. Antes de que yo interviniera, la planta estaba bien, estaba en casa, en la maceta en la que ya se encontraba, pero no estaba floreciendo. Yo sabía que, si no la trasplantaba en algún momento, lo más probable era que dejara de florecer y tal vez incluso que dejara de crecer. Ciertamente no sería capaz de dar lo mejor de sí misma.

Así que decidí darle a la planta espacio para crecer al trasplantarla a una maceta más grande. No se trataba de una maceta enorme, solo tenía unos cinco centímetros más de diámetro. Si le daba demasiado espacio, podría terminar con más agua de la debida y morir al pudrirse la raíz.

una regadera para plantas

Esperaba que la planta tuviera algunas dificultades al tratarse de adaptar. Había estado bastante cómoda, toda ajustada en la maceta, que se había acostumbrado a ella. No sabía que el cambio la ayudaría a seguir creciendo. Necesitaba nutrirla, dándole la luz adecuada, el agua y los nutrientes adicionales necesarios durante ese tiempo de adaptación. Sabía que, con el tiempo, crecería y florecería de nuevo.

Al pensar en mi vida como viuda, me di cuenta de que yo era como esa planta. Había estado cómoda, me había ido bien; pero cuando mi esposo falleció, escuché al Espíritu susurrarme que estaba entrando en una nueva etapa de crecimiento. Todavía tenía cosas que debía aprender y hacer en esta vida.

Durante los dos años siguientes, otros siete hombres de nuestro barrio también fallecieron. Empecé a pedirle a mis amigas que acababan de quedar viudas que nos reuniéramos para hablar, para visitarnos, para servir a los demás, de modo que cada una de nosotras se pudiera sentir un poco menos sola. Ninguna de nosotras habría elegido ser “trasplantada”. Pero a medida que me adapté a la vida terrenal sin mi esposo, me di cuenta de que podía brindar apoyo a otras personas que hacían frente a un desafío similar. También descubrí que había muchas oportunidades para pasar tiempo con mis hijos y nietos y asegurarles que, por medio de la expiación de Jesucristo, en la vida venidera nuestra familia puede volver a estar junta.

Nunca habría esperado el crecimiento que me sobrevendría debido a la pérdida de mi cónyuge. Sin embargo, el Padre Celestial intervino y me “trasplantó”, dándome espacio para crecer al colocarme en una maceta un poco más grande; un nuevo desafío que me brindó una oportunidad de crecimiento.

Todavía extraño a Jerold todos los días. Han pasado años y aún tengo dificultades al tratar de adaptarme al cambio de estar sin él; pero sé que el Señor me nutrirá a lo largo del camino. Con el tiempo y con confianza en Él, creceré y floreceré una vez más.

La autora vive en Idaho, EE. UU.