“Nueva esperanza para una sanación más profunda de la depresión y la ansiedad”, Liahona, julio de 2022.
Nueva esperanza de una sanación más profunda de la depresión y la ansiedad
Las historias de sanación a largo plazo de la depresión y la ansiedad ilustran que los cambios graduales en la vida que el Evangelio alienta pueden contribuir de maneras importantes a la sanación a largo plazo.
Jesucristo no solo fue un maestro maravilloso, sino también un sanador que conducía a las personas a un alivio duradero de aquello que les afligía. Eso se debe a que el Salvador tomó sobre Sí “los dolores y las enfermedades de su pueblo […], a fin de que según la carne s[upiera] cómo socorrer a los de su pueblo” (véase Alma 7:11–12).
Para aprender más acerca de la sanación duradera de la depresión y la ansiedad, he repasado más de cien historias de personas que han experimentado una sanación más profunda y a largo plazo de esos desafíos cada vez más comunes. Al hacerlo, he determinado varios temas útiles que aparecen en muchas historias de sanación, entre ellos, cambios físicos, emocionales, en las relaciones y también espirituales1.
Incluso antes de que la pandemia del COVID-19 aumentara el estrés, el aislamiento y el dolor, se apreciaba cada vez más la forma en que los modelos de estilo de vida influyen en la angustia emocional. Como dijo el Dr. Stephen Ilardi: “Los seres humanos nunca fuimos concebidos para el ritmo de vida del siglo XXI: mal alimentados, sedentarios, puertas adentro, faltos de sueño, aislados socialmente y ajetreados”2.
¿Qué medidas podemos tomar en nuestro propio hogar para contrarrestar esos modelos de estilo de vida que nos hacen vulnerables a la angustia emocional? Basándome en los temas que he determinado, a continuación figuran varios ajustes específicos que pueden hacer las personas que sufren emocionalmente para ahondar su sanación emocional.
1. Mantengan la esperanza en la posibilidad de una sanación más profunda
“[S]i tenéis fe, tenéis esperanza en cosas que no se ven, y que son verdaderas” (Alma 32:21).
Uno de los temas más comunes en las historias de sanación ha sido que hubiera esperanza de que los cambios crecientes hacia un mejor bienestar emocional eran posibles. Como dijo una persona: “La sanación consiste […] en mantener la esperanza”3. A muchas personas con enfermedades mentales se les ha dicho que su afección era permanente. Eso se basaba en la creencia de que el cerebro adulto no cambia, pero ahora sabemos que sí puede cambiar. Los descubrimientos en cuanto a la capacidad de cambio del cerebro han aumentado la esperanza de que los cambios fundamentales son posibles, incluso para aquellos que afrontan enfermedades mentales.
La posibilidad de cambios profundos no debería sorprender a quienes creen en Cristo. Al dirigirse a los afectados por enfermedades mentales, el élder Erich W. Kopischke, de los Setenta, enseñó: “Hagan todo lo que esté en su poder y luego ‘permane[zcan] tranquilos […] para ver la salvación de Dios y que se revele su brazo’ [Doctrina y Convenios 123:17]”4. Tener a otras personas a nuestro alrededor que no se den por vencidas puede ser de gran ayuda, tal como el Dr. Daniel Fisher descubrió en entrevistas con personas recuperadas: “Una y otra vez, escuchamos: ‘Necesitaba a alguien que creyera en mí’”5.
2. Hagan ajustes pequeños y grandes en la vida
“[P]or medio de cosas pequeñas y sencillas se realizan grandes cosas” (Alma 37:6).
Prácticamente en todas las historias de sanación se incluía a personas que aprendían cosas nuevas y crecían de diferentes maneras. A veces, hacían grandes cambios. Por ejemplo, una mujer dijo: “Llegué a darme cuenta de que tenía otras heridas, hábitos y traumas que debía atender en mi corazón. Dentro de mí había egoísmo, control, ira […] y mucho más, que no había sido capaz de ver”6.
Otras veces, había personas que descubrían que hacer ajustes pequeños marcaban una diferencia, tales como llevar un diario personal de gratitud, adoptar una mascota o exponerse más a la luz del sol. Una persona describió lo valioso de tener un poco más de quietud cada día: “Me levanto lo suficientemente temprano como para no tener prisa por la mañana. Tomo el sol de pie, junto a la ventana, durante unos minutos”. Luego se sienta a tomar un “desayuno lento, caliente y tranquilo”, sin la interferencia del teléfono7.
3. Prioricen la actividad física, la nutrición y el sueño
“[C]esad de dormir más de lo necesario; acostaos temprano para que no os fatiguéis; levantaos temprano para que vuestros cuerpos y vuestras mentes sean vigorizados” (Doctrina y Convenios 88:124; véase también 89:18–21).
Desde hace mucho tiempo se sabe que el aumento de la actividad física mejora el estado de ánimo. Los ajustes nutricionales también pueden marcar la diferencia en la reducción de la depresión8. Como escribió la Dra. Felice Jacka: “Comer una ensalada no cura la depresión, pero hay muchas cosas que puedes hacer para levantar el ánimo y mejorar tu salud mental, y pueden ser tan sencillas como aumentar tu consumo de vegetales y alimentos saludables”9. Del mismo modo, los investigadores han descubierto que irse a dormir una hora antes “implica un 23 % menos de riesgo de padecer un trastorno depresivo grave”10, así como beneficios para quienes ya padezcan depresión y ansiedad.
4. Modifiquen su dieta mental y actividad mental
“Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti se apoya” (Isaías 26:3).
Las personas que encuentran una sanación más profunda a menudo señalan que han aprendido a ver los pensamientos desesperados y oscuros que les acuden a la mente como algo que experimentan, en lugar de verlos como un reflejo de quiénes son. Como relató un hermano: “Aquellos pensamientos que antes experimentaba como una especie de tortura que me esclavizaba, ahora he podido apartarme de ellos y percibirlos como algo mucho más inocuo, como si estuviera tumbado a orillas de un río, mirando cómo pasa la corriente”11.
Aunque es normal que veamos nuestros pensamientos como la “realidad”, es posible que mediante prácticas como la oración, la meditación o la terapia aprendamos cómo ver nuestros pensamientos y sentimientos de manera más objetiva y menos personal. Eso, a su vez, nos ayuda a apreciar nuestra capacidad de elegir cómo responder a lo que sucede en nuestro interior; y a redirigir la atención hacia lo que es verdadero y bueno.
Prestar mayor atención a aquello en lo que ocupamos la mente también puede contribuir a una mayor sanación. Como advirtió recientemente el presidente Russell M. Nelson: “Si la mayor parte de la información que obtienen proviene de las redes sociales o de otros medios de comunicación, su capacidad para escuchar los susurros del Espíritu se verá disminuida”12.
5. Procuren el perdón y la sanación de los traumas del pasado
“[E]njugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá más muerte, ni habrá más llanto, ni clamor ni dolor, porque las primeras cosas han dejado de ser” (Apocalipsis 21:4).
Es común que las cosas dolorosas del pasado (desde el abuso o maltrato de la infancia hasta los traumas posteriores) influyan en la angustia emocional actual. Algo que tienen en común las historias de sanación es que no hay que ignorar esas conexiones y que, en vez de ello, hay que tomarlas en serio. En lugar de centrarnos en lo que está mal en las personas, una mujer que ha encontrado la sanación sugirió que examináramos más lo que les ha sucedido13. Afortunadamente, hay más conciencia y apoyo profesional orientado a los traumas para ayudar a las personas a hallar sanación de acontecimientos dolorosos del pasado.
6. Profundicen sus conexiones con Dios y con otras personas
“[H]an subido hasta aquí para oír la agradable palabra de Dios; sí, la palabra que sana el alma herida” (Jacob 2:8).
Me impresionó la cantidad de historias de sanación emocional más profunda que se centran en redescubrir una nueva conexión con Dios. Un hombre habló sobre “aferrarse a las promesas de Dios” de las Escrituras cuando nadie más a su alrededor parecía ser capaz de ayudarlo14. El élder Jeffrey R. Holland ha aconsejado a los que afrontan depresión: “Fielmente sigan las buenas prácticas de devoción que invitan al Espíritu del Señor a sus vidas”15.
Muchos otros afirmaron que el llegar a ver que sus vidas tenían valor, significado y propósito verdaderos fue parte importante de su sanación, al igual que la conexión con otras personas a su alrededor. Un miembro de la Iglesia encontró una dulce conexión con sus familiares fallecidos al dedicarse de lleno a la historia familiar. Dijo que poco a poco comenzó a darse cuenta de cómo empezó a “sentirse más ligero” a medida que se profundizaban esas conexiones, hasta el punto de que al final “ni siquiera notaba la depresión”16.
7. Disminuyan la dependencia
“[A]ctuar por sí mismos, y no [… ] que se actúe sobre ellos” (2 Nefi 2:26).
Es natural que cualquier persona que afronte depresión o ansiedad dependa de diversos apoyos externos: desde terapeutas profesionales, familiares o amigos, hasta medicamentos y alimentos. Lamentablemente, algunos recurren a sustancias ilegales y al alcohol al tratar de sobrellevar las emociones dolorosas. Aunque muchas fuentes de ayuda pueden proporcionar beneficios a corto plazo, las personas que encuentran la sanación a largo plazo comúnmente hablan de una dependencia cada vez menor de los recursos externos. El curso de resiliencia emocional de la Iglesia es un recurso que ayuda a las personas a desarrollar ese tipo de libertad creciente17.
Los cambios pequeños marcan una gran diferencia
Ninguno de los cambios descritos anteriormente, por supuesto, debe ocurrir de una sola vez. El neurocientífico Alex Korb escribe que “un pequeño cambio a la vez” puede revertir el curso de la depresión al crear una “espiral ascendente”. Cierta vez, visité a una familia cuyo deprimido hijo deprimido se sentía incapaz de comprometerse a nada, excepto a tomar un poco más el sol. Después de dos semanas de salir más al exterior para hacer deporte con su padre, el joven se sintió con la energía suficiente para experimentar ajustes en su dieta, lo cual condujo a otras mejoras y a un nuevo impulso de sanación gradual. Esto refleja “la agregación de ganancias marginales” que recalcó recientemente el élder Michael A. Dunn, de los Setenta18.
Otro hermano describió cómo el cambiar lo que permitía que entrara en su mente tenía beneficios que repercutían en otros aspectos de la vida: “Empecé a ser más exigente con [los medios de comunicación] que veía y con quién pasaba tiempo, porque tenía una idea muy clara de cómo me estaba afectando, y aquello influyó en mi ciclo de sueño. Empecé a descansar más; y me di cuenta de que me sentía muy bien cuando hacía ejercicio. Percibí qué alimentos me hacían sentir bien y cuáles me hacían sentir enfermo”. Describió esos cambios como un “efecto dominó […] que llevó a otros giros afortunados”19.
El Dr. Korb explica: “En sistemas complejos como el cerebro, incluso un pequeño cambio puede modificar la resonancia de todo el sistema. Por ejemplo, el ejercicio cambia la actividad eléctrica del cerebro durante el sueño, lo cual reduce la ansiedad, mejora el estado de ánimo y nos da más energía para hacer ejercicio [e interactuar con los demás]. Del mismo modo, expresar gratitud activa la producción de serotonina, lo cual mejora nuestro estado de ánimo y nos permite superar los malos hábitos, dándonos más motivos para estar agradecidos. Cualquier pequeño cambio puede ser justo el impulso que el cerebro necesita para comenzar a ascender la espiral”20.
Como pueden ver, una sanación más profunda no consiste en tratar de cambiar todo de manera drástica, lo cual sería desalentador incluso en condiciones normales, y mucho más cuando nos sentimos agobiados emocionalmente. Aun los ajustes puntuales pueden marcar una diferencia real y progresiva. ¡Así que no se den por vencidos!
Ver la forma en que ese cambio gradual es fundamental para la sanación duradera ha aumentado mi aprecio por ser parte de una comunidad del Evangelio dedicada al crecimiento continuo y al progreso eterno.
La buena noticia es que estas oportunidades de crecimiento son cosas que podemos priorizar en nuestras propias vidas y en nuestros hogares. Los profetas han dirigido nuestra atención repetidamente hacia los potenciales no aprovechados dentro de nuestra propia familia, y el presidente Nelson nos ha alentado en los últimos años a “transformar [nuestro] hogar en un santuario de fe”21. Con la inspiración del Espíritu, creo que también podemos hacer de nuestros hogares santuarios de sanación.
Nuestro Señor conoce la agonía del dolor emocional abrumador y aquello que puede ayudarnos a encontrar un alivio más profundo. Por muy confusas que sean las enfermedades mentales para todos nosotros, testifico que el Señor no está confundido. Él sabe exactamente lo que puede ayudarnos a encontrar una sanación emocional más duradera.