2024
Compartamos Su evangelio de consuelo, esperanza y paz
Enero de 2024


Mensaje del Área

Compartamos Su Evangelio de consuelo, esperanza y paz

Mi pasaje de las Escrituras favorito es cuando el Salvador extiende esta invitación: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil y ligera mi carga” (Mateo 11:28–30).

En las experiencias más difíciles que he tenido que sobrellevar, esta invitación de venir a Él ha sido un bálsamo para mi alma y un consuelo. Literalmente, Él ha aliviado mis cargas y en Él, mi alma ha encontrado descanso.

El presidente Russell M. Nelson ha dicho:

“Su Evangelio es la única respuesta cuando muchos en el mundo están aturdidos por el temor. Esto recalca la necesidad urgente de seguir la instrucción del Señor […] de ir por todo el mundo y predica[r] el evangelio a toda criatura’. Tenemos la sagrada responsabilidad de compartir el poder y la paz de Jesucristo con todos los que escuchen y todos los que permitan que Dios prevalezca en su vida […]. La oscuridad espiritual en el mundo hace que la luz de Jesucristo sea más necesaria que nunca […]. Cada persona merece saber dónde puede hallar la esperanza y la paz que sobrepasa todo entendimiento1.

Compartir el Evangelio forma parte de la obra de salvación y exaltación que Dios ha establecido y se nos invita a participar en ella. Sin embargo, muchas veces nos encontramos con el desafío de abrir nuestra boca ante el temor de ser rechazados o ridiculizados, entonces, ¿cómo podríamos vencer nuestros temores? y exclamar como Alma: “¡Oh, si fuera yo un ángel […]. Sí, declararía yo a toda alma, como con voz de trueno, el arrepentimiento y el plan de redención: Que deben arrepentirse y venir a nuestro Dios, para que no haya más dolor sobre toda la superficie de la tierra” (Alma 29:1–2).

Y luego, en el versículo 3, Alma reconoce su estado con las palabras: “Más he aquí, soy hombre”.

Conociendo nuestras flaquezas, el Señor nos ha dado herramientas y ejemplos a seguir. En tres simples palabras, Sus profetas y apóstoles en la actualidad nos alientan a amar, compartir e invitar.

El Salvador es un vivo ejemplo de ello. Al encontrar a la mujer samaritana, Él le habló libre de prejuicios y condenación, venció cualquier barrera social y condición moral que pudiera separarlos. Él la amó primero y, con ternura, la acompañó en su proceso de aprendizaje y conversión.

Al compartir el Salvador la verdad de quién era Él, poco a poco los ojos de la mujer se fueron abriendo y pudo saber que Aquel no solo era un profeta, sino el Cristo, el Salvador del mundo, la fuente de agua viva.

El Señor invitó a la mujer: “Más el que bebiere del agua que yo le daré no tendrá sed jamás, sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que brote para vida eterna” (Juan 4:14).

Conocido es el final de esta historia: “Muchos samaritanos de aquella ciudad creyeron en él por la palabra de la mujer, que daba testimonio […]. Y muchos más creyeron por la palabra de él” (Juan 4:39, 41).

Al ser bautizados hacemos convenio con el Señor de estar “dispuestos a llevar las cargas los unos de los otros […], a llorar con los que lloran […] y a consolar a los que necesitan de consuelo, y ser testigos de Dios […] aún hasta la muerte” (Mosíah 18:8–9). Ruego que, como el Salvador, podamos compartir el Evangelio con simpleza y amor, invitando a todos a venir a Cristo. Testifico qué Él es la fuente de agua viva, la sanación, el descanso y el consuelo para nuestras almas.

Notas

  1. Presidente Russell M. Nelson, “Predicar el Evangelio de paz”, Conferencia General de abril de 2022.