Liahona
Adicta a una telenovela: Cómo permití que Dios prevaleciera
Marzo de 2024


“Adicta a una telenovela: Cómo permití que Dios prevaleciera”, Liahona, marzo de 2024.

Adicta a una telenovela: Cómo permití que Dios prevaleciera

Cuando dejé de ver esta telenovela, sentí que la influencia del Espíritu Santo se magnificó significativamente en mi vida.

Imagen
Una mujer viendo la televisión mientras un personaje sale del televisor y le toca el hombro

Ilustraciones por Benedetta Vialli/Salzman International

Elegir a Jesucristo trae consigo un gran poder “y cuánto necesitaremos Su poder en los días venideros”1. Nuestro mundo está muy conmocionado. El adversario parece tener mayor influencia sobre muchos de los hijos de Dios. La impiedad es glorificada y las tentaciones nos distraen y nos alejan de aquello que nos acercará más al Señor.

Para superar esto, debemos elegir activamente a Jesucristo en nuestra vida y renunciar a las cosas que ofenden al Espíritu. Moroni nos aconsejó: “Sed prudentes en los días de vuestra probación; despojaos de toda impureza” (Mormón 9:28) y nos hizo la siguiente invitación: “Venid a Cristo, y perfeccionaos en él, y absteneos de toda impiedad […] y ama[d] a Dios con todo vuestro poder, mente y fuerza” (Moroni 10:32).

¿Cómo podemos renunciar a las cosas mundanas y venir a Cristo con más intención? Cada uno de nosotros está en un nivel diferente en este proceso. Todos podemos dejar de lado algo que nos impide sentir más plenamente la influencia del Espíritu Santo. Necesitamos el poder de la Expiación del Salvador para lograrlo, lo cual comienza con el uso de nuestro albedrío para elegirlo a Él.

El deseo de encajar

En mi último año de la escuela secundaria, formé parte del equipo titular de animadoras. Todos los días en la práctica, las chicas de mi equipo de animadoras hablaban de lo que pasaba en una telenovela de la televisión. Nunca la había visto, pero sabía que era un programa con pocos valores morales. Sin embargo, me sentía excluida todos los días en la práctica mientras las chicas hablaban con entusiasmo del programa. El Espíritu me susurraba que no lo viera, pero deseaba desesperadamente participar en sus conversaciones, así que empecé a verlo.

No me pareció tan malo, pensé que no me afectaría. Sabía que no iba a hacer las cosas malas que veía hacer a los personajes. Me enganché y empecé a ver el programa todos los días. Cuando fui a la Universidad Brigham Young, organizaba mi horario de clases para poder verlo todos los días. No me perdía ningún episodio.

Me casé y tuve mi primer hijo. Lo acostaba a dormir una siesta todos los días durante el programa para poder verlo.

Con el paso de los años, el Espíritu me susurró muchas veces que dejara de ver ese programa, pero yo me negaba. Estaba muy involucrada con los personajes y sus vidas. Era mi manera de relajarme, así que lo seguí viendo. Estaba convencida de que no me hacía daño.

Imagen
Una mujer alejándose de la televisión mientras un personaje la alcanza y la agarra del brazo

La invitación

Diecinueve años después de la escuela secundaria, seguía viendo el programa todos los días. En la conferencia general, la hermana Sheri L. Dew, en ese entonces Segunda Consejera de la Presidencia General de la Sociedad de Socorro, estaba hablando acerca de alejarse del mundo y de las cosas impías. Entonces dijo: “Invito a cada una de nosotras a identificar por lo menos una cosa que podamos hacer para salir del mundo y acercarnos más a Cristo”2.

Cuando extendió esa invitación, sentí una gran manifestación del Espíritu y escuché las siguientes palabras en mi mente: “¡Tienes que dejar de ver ese programa ahora!”. Fue algo muy poderoso; fue como una bofetada. En ese instante supe que no podía seguir haciendo caso omiso de esa impresión. Sentí la necesidad imperiosa de no volver a ver el programa nunca más. Me di cuenta de que ningún personaje hacía nada virtuoso u honorable. Estaba trayendo basura a mi vida todos los días. Me comprometí con el Señor, en ese mismo momento, a no volver a verlo.

¡No fue fácil! Poner fin a diecinueve años de hábito y adicción fue difícil. Llegó el lunes y era hora de que empezara el programa. Me acerqué al control remoto del televisor. Tenía muchas ganas de encenderlo. Recordé mi compromiso con el Señor de no volver a verlo nunca más. Me alejé.

Entonces pensé en mi personaje favorito, me pregunté qué le pasaría y volví a acercarme al control remoto. Sabía que necesitaba la ayuda de Dios, así que me arrodillé y oré para que me diera la fortaleza para no verlo. Pensé en mi promesa al Padre Celestial y salí de la habitación. Decidí seguir las impresiones que había recibido del Espíritu Santo y honrar mi compromiso.

Esa situación se repitió todos los días de esa semana y de la siguiente. Cada día me arrodillaba, oraba y suplicaba que se me diera la fortaleza para no verlo, y cada día elegía a Jesucristo y me alejaba de ese programa de televisión que era inmoral. Recibí la fortaleza para vencer gracias al poder que el Salvador ofrece por medio de Su Expiación.

Después de hacer esto por un tiempo, ocurrió un milagro. Perdí por completo las ganas de ver el programa, después de haberlo visto a diario durante diecinueve años. ¡Fue increíble! También perdí las ganas de ver todos los programas cuestionables que había estado viendo, así que dejé de hacerlo por completo.

Mi conciencia se agudizó y reconocí el mal por lo que era. Sinceramente quería evitar cualquier apariencia de mal (véase 1 Tesalonicenses 5:22). Ya no era insensible a ello.

Imagen
Una persona utilizando el control remoto para apagar la televisión

La bendición más extraordinaria

Sin embargo, lo más asombroso que sucedió fue que sentí que la influencia del Espíritu Santo se magnificó en mi vida más allá de todo lo que había experimentado antes. Mi progreso espiritual se aceleró muchísimo. Todos esos años pensé que disfrutaba de la compañía del Espíritu Santo, pero había experimentado solo una pequeña parte de lo que podría haber sido. Me di cuenta de que ver esos programas todo ese tiempo sí me afectó. Perdí muchos años de tener un compañerismo más fuerte con Dios. Cuando usé mi albedrío para renunciar a las cosas impías y mundanas, el Espíritu tuvo la libertad de venir a mí en una medida mucho mayor, lo cual ha marcado una gran diferencia en mi vida para fortalecerme, consolarme y guiarme.

Tendemos a aferrarnos con mucha fuerza a cosas que no tienen valor, cosas que en realidad mantienen la puerta cerrada a las bendiciones que Dios quiere traer a nuestra vida. ¿Por qué intercambiamos la poderosa y habilitadora influencia del Espíritu por la diversión o lo popular? Quizás ver un programa de televisión no sea muy importante ni un pecado grave, pero me impidió recibir el Espíritu Santo en abundancia en mi vida y retrasó mi progreso espiritual.

Estoy muy agradecida de que el Señor no se diera por vencido conmigo, sino que con paciencia siguiera pidiéndome que renunciara a algo impío para que Él pudiera llenar mi vida hasta rebosar de Su influencia.

La autora vive en Utah, EE. UU.

Imprimir