2024
“He aquí, yo soy la luz que debéis sostener en alto”
Noviembre de 2024


13:29

“He aquí, yo soy la luz que debéis sostener en alto”

Sostenemos la luz del Señor cuando nos aferramos a nuestros convenios y cuando apoyamos a nuestro profeta viviente.

A los muchos testimonios de esta conferencia, sumo mi testimonio apostólico de que Jesucristo es el Hijo de Dios, nuestro Señor y Salvador, el Redentor de todos los hijos de nuestro Padre. Gracias a Su Expiación, Jesucristo hizo posible que, si somos dignos, regresemos a la presencia de nuestro Padre Celestial y estemos con nuestras familias por la eternidad.

El Salvador no está ausente durante nuestro trayecto terrenal. Durante los últimos dos días, lo hemos oído hablar a través de Sus líderes escogidos para que podamos acercarnos más a Él. Una y otra vez, con Su amor puro y Su misericordia, Él nos sostiene al enfrentar el drama de la vida. Nefi describe: “Mi Dios ha sido mi apoyo; él me ha guiado por entre mis aflicciones […]. Me ha llenado con su amor”.

Ese amor se hace evidente cuando nos apoyamos los unos a los otros en Su obra.

Apoyamos a nuestro profeta viviente en la conferencia general, y también a la Primera Presidencia, al Cuórum de los Doce Apóstoles, a las Autoridades Generales y a los Oficiales Generales de la Iglesia. Apoyar significa sostener a otra persona, prestarle atención, ser fieles a su confianza y actuar de acuerdo con sus palabras. Ellos hablan por inspiración del Señor; entienden los problemas actuales, la decadencia moral de la sociedad y los esfuerzos crecientes del adversario por frustrar el plan del Padre. Al sostener en alto la mano, estamos comprometiendo nuestro apoyo, no solo en ese momento, sino en nuestra vida cotidiana.

Sostener incluye apoyar a nuestros presidentes de estaca y obispos, a los líderes de cuórum y de las organizaciones, a los maestros e incluso a los directores de campamentos en nuestros barrios y estacas. Más cerca de casa, sostenemos a nuestras esposas y nuestros esposos, hijos, padres, otros parientes y vecinos. Cuando nos sostenemos unos a otros, estamos diciendo: “Estoy aquí contigo, no solo para sostenerte los brazos y las manos cuando estén ‘caíd[o]s’, sino para darte consuelo y fortaleza, a tu lado”.

El concepto de sostener está fundamentado en las Escrituras. En las aguas de Mormón, los miembros de la Iglesia recién bautizados hicieron convenio de “llevar las cargas los unos de los otros para que [fuer]an ligeras; […] consolar a los que necesita[ra]n de consuelo, y ser testigos de Dios en todo tiempo, y en todas las cosas y en todo lugar”.

Jesús dijo a los nefitas: “Alzad […] vuestra luz para que brille ante el mundo. He aquí, yo soy la luz que debéis sostener en alto. Sostenemos la luz del Señor cuando nos aferramos a nuestros convenios y cuando apoyamos a nuestro profeta viviente cada vez que pronuncia las palabras de Dios.

Cuando prestaba servicio en el Cuórum de los Doce, el presidente Russell M. Nelson dijo: “Al sostener a los profetas hacemos un compromiso personal de que nos esforzaremos al máximo por defender sus prioridades proféticas”.

Sostener al profeta es una obra sagrada. No permanecemos sentados en silencio, sino que lo defendemos activamente, seguimos su consejo, enseñamos sus palabras y oramos por él.

El rey Benjamín, en el Libro de Mormón, dijo al pueblo: “Soy como vosotros, sujeto a toda clase de enfermedades de cuerpo y mente; sin embargo, he sido elegido […] y la mano del Señor [lo] permitió […]; y su incomparable poder me ha guardado y preservado, para serviros con todo el poder, mente y fuerza que el Señor me ha concedido”.

Sosteniendo las manos de Moisés.

De manera similar, a sus cien años, el presidente Nelson ha sido guardado y preservado por el Señor. El presidente Harold B. Lee, por ese entonces miembro de la Primera Presidencia, citó el ejemplo de Moisés de pie en la cumbre del collado en Refidim: “Las manos del [Presidente de la Iglesia] podrán cansarse; podrán tender a decaer en ocasiones a causa de sus grandes responsabilidades; pero al sostenerle nosotros las manos, y al dirigir bajo su dirección, a su lado, las puertas del infierno no prevalecerán contra ustedes ni contra Israel. Su seguridad y la nuestra dependen de si seguimos o no a quienes el Señor ha colocado para presidir Su Iglesia. Él sabe a quién quiere presidiendo esta Iglesia y no se equivocará”.

El presidente Nelson recurre a años de servicio al Señor. Su madurez, su amplia experiencia, su sabiduría y su recepción constante de revelación son adecuadas específicamente para nuestros días. La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días está preparando al mundo para el día en que ‘la tierra estará llena del conocimiento de Jehová’ (Isaías 11:9). Esta obra fue facultada por un anuncio divino realizado hace 200 años. Consistía en solo seis palabras: ‘Este es mi Hijo Amado: ¡Escúchalo!’ [véase José Smith—Historia 1:17)”.

El presidente Nelson también ha dicho: “Nunca ha habido una época en la historia del mundo en la que el conocimiento de nuestro Salvador fuera más vital y relevante en lo personal para toda alma humana. Imaginen lo rápido que se resolverían los devastadores conflictos de todo el mundo, y los de nuestra propia vida, si todos nosotros decidiéramos seguir a Jesucristo y prestar atención a Sus enseñanzas”.

Hermanos y hermanas, necesitamos apoyar más y murmurar menos; defender más la palabra del Señor, Sus caminos y Su profeta, quien ha dicho: “Uno de nuestros mayores desafíos en la actualidad es distinguir entre las verdades de Dios y las falsificaciones de Satanás. Por esta razón, el Señor nos advirtió que ‘or[emos] siempre […], para que venza[mos] a Satanás y [nos] libre[mo]s de las manos de los siervos de Satanás que apoyan [la] obra [del adversario]’ [Doctrina y Convenios 10:5; cursiva agregada]”.

Rededicación del Templo de Manti, Utah

El pasado mes de abril, mi esposa, la hermana Rasband, y yo tuvimos el honor de acompañar a nuestro amado profeta y a la hermana Nelson en la rededicación del Templo de Manti, Utah.

El presidente Nelson sorprendió a todos cuando entró en la sala; solo unos pocos sabíamos que iba a asistir. En su presencia, de inmediato sentí la luz y el manto profético que lleva consigo. Siempre recordaré la expresión de gozo en los rostros de las personas al ver en persona al profeta.

En la oración de rededicación, el presidente Nelson pidió al Señor que Su Santa Casa sostuviera esencialmente a todos los que entraran en el templo para “que puedan recibir bendiciones sagradas y permanezcan dignos y fieles a los convenios que hagan aquí […]; que esta pueda ser una casa de paz, una casa de consuelo y una casa de revelación personal para todos aquellos que entren por estas puertas dignamente”.

Todos necesitamos que el Señor nos eleve con paz, con consuelo y, sobre todo, con revelación personal para contrarrestar el temor, la oscuridad y la contención que rodean al mundo.

Antes de la ceremonia, estuvimos afuera bajo el sol con el presidente y la hermana Nelson para contemplar el hermoso entorno. Los vínculos ancestrales del presidente Nelson con esa zona son profundos. Sus ocho bisabuelos se asentaron en los valles que rodean el templo, al igual que algunos de los míos. Mi bisabuelo, Andrew Anderson, sirvió en el equipo de construcción de los primeros pioneros que trabajaron once años para terminar el Templo de Manti, el tercero en las montañas Rocosas.

Mientras estábamos con el presidente Nelson, tuvimos la oportunidad de sostener y apoyar al profeta de Dios en la celebración de la rededicación de la santa Casa del Señor. Fue un día que nunca olvidaré.

“Edificamos templos para honrar al Señor”, dijo el presidente Nelson en ese día sagrado. “Se edifican para la adoración y no para el espectáculo. Dentro de estos sagrados muros, hacemos convenios sagrados de importancia eterna”. Estamos recogiendo a Israel.

El presidente Nelson y los profetas que lo precedieron han acunado los santos templos en sus brazos. En la actualidad, alrededor del mundo, tenemos 350 casas sagradas del Señor que se encuentran en funcionamiento, anunciadas o en construcción. Como profeta, desde 2018, el presidente Nelson ha anunciado 168 templos.

Él ha dicho: “En nuestro tiempo es necesario que se lleve a cabo una unión entera, completa y perfecta de todas las dispensaciones, llaves y poderes (véase Doctrina y Convenios 128:18). Los santos templos ahora llenan la tierra para esos sagrados propósitos. Vuelvo a hacer hincapié en que la construcción de esos templos tal vez no cambie la vida de ustedes, pero el tiempo que pasen en el templo de seguro lo hará”.

“El Salvador y Su doctrina son la esencia misma del templo”, dice el presidente. “Todo lo que se enseña en el templo, mediante la instrucción y el Espíritu, amplía nuestra comprensión de Jesucristo. Sus ordenanzas esenciales nos unen a Él mediante convenios sagrados del sacerdocio. Luego, al guardar nuestros convenios, Él nos inviste de Su poder sanador y fortalecedor”.

“Todos los que adoran en el templo”, ha dicho el presidente Nelson, “tendrán el poder de Dios y ángeles que ‘los guard[a]n’ [Doctrina y Convenios 109:22]. ¿Cuánto aumenta su confianza el saber que, por ser una mujer o un hombre investidos [o joven que asiste al templo], armados con el poder de Dios, no tienen que afrontar la vida solos? ¿Cuánto valor les concede el saber que los ángeles realmente los ayudarán?”.

Ese sostenimiento a nosotros por parte de los ángeles se describe en las Escrituras cuando Jesucristo se arrodilló humildemente en el Jardín de Getsemaní. Mediante Su sufrimiento, Él proporcionó una Expiación infinita. “[Allí] tuvo lugar el mayor acto de amor de la historia”, afirma el presidente Nelson. “Allí mismo, en Getsemaní, el Señor ‘sufrió el dolor de todos los hombres, a fin de que todo hombre pudiese arrepentirse y venir a él’ [Doctrina y Convenios 18:11]”.

“Pasa de mí esta copa”, pidió Jesucristo, “pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.

“Entonces se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle”.

Hoy en día, tenemos ángeles a nuestro alrededor. El presidente Nelson ha dicho: “[En el templo] aprenderán a separar el velo entre el cielo y la tierra, a pedir a los ángeles de Dios que estén con ustedes”.

Los ángeles traen luz: la luz de Dios. A Sus apóstoles nefitas, Jesús les dijo: “He aquí, yo soy la luz que debéis sostener en alto”. Al sostener a nuestro profeta, testificamos que ha sido llamado por nuestro Salvador, quien es “la luz […] del mundo”.

Querido presidente Nelson, en nombre de los miembros y amigos de la Iglesia del Señor en todo el mundo, nos sentimos bendecidos de sostener sus enseñanzas, de sostener su ejemplo de vida semejante a la de Cristo y de sostener su ferviente testimonio de nuestro Señor y Salvador, el Redentor de todos nosotros.

Doy mi testimonio apostólico de que Jesucristo es “la luz […] del mundo”. Ruego que todos nosotros, como Sus discípulos, “sostengamos en alto” Su luz. En el nombre de Jesucristo. Amén.