“Lección 16 — Material de preparación para la clase: El Templo de Kirtland y las llaves del sacerdocio”, Fundamentos de la Restauración: Material para el maestro, 2019
“Lección 16 — Material de preparación para la clase”, Fundamentos de la Restauración: Material para el maestro
Lección 16 — Material de preparación para la clase
El Templo de Kirtland y las llaves del sacerdocio
El mandamiento de Dios de edificar “una casa de Dios” (Doctrina y Convenios 88:119) fue una parte esencial de la restauración del Evangelio. Los primeros miembros de la Iglesia estaban dispuestos a dar todo lo que tenían para recibir la bendición prometida de ser “investidos con poder de lo alto” (Doctrina y Convenios 38:32). A medida que estudies, busca las bendiciones que se recibieron por la disposición de los santos a hacer sacrificios para construir el Templo de Kirtland.
Sección 1
¿Qué puedo aprender de los sacrificios de los primeros santos para construir el Templo de Kirtland?
En una revelación recibida los días 27 y 28 de diciembre de 1832, el Señor mandó a los santos edificar un templo en Kirtland, Ohio.
Refiriéndose a este mandamiento, José Smith escribió: “Ésta es la palabra del Señor a nosotros, y debemos obedecerla, sí, y con la ayuda del Señor, la obedeceremos; pues con la condición de que obedezcamos, Él nos ha prometido grandes cosas; sí, visitarnos desde los cielos y honrarnos con Su presencia misma” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 441).
Eliza R. Snow, que vivió en Kirtland mientras se construía el templo, recordó:
Los santos eran pocos en número y la mayoría de ellos eran muy pobres; y si no hubiera sido por la certeza de que Dios había hablado y mandado que se edificara una casa a Su nombre […], todos los participantes habrían tildado de descabellado el intento de construir ese templo en aquellas circunstancias […].
Con muy poco capital, salvo intelecto, huesos y músculos, combinado con una confianza inquebrantable en Dios, los hombres, las mujeres y aun los niños trabajaron con todas sus fuerzas […]; la expectativa de participar de las bendiciones de una Casa construida bajo la dirección del Altísimo y aceptada por Él avivaba sus energías. (Véase Eliza R. Snow, an Inmortal, 1957, págs. 54, 57)
Otro desafío también retrasó el progreso de la construcción del templo:
La primavera y el verano de 1834 fueron épocas difíciles para la construcción del templo, porque la mayoría de los hombres de la comunidad fueron con José Smith a Misuri en el Campamento de Israel […]. Al faltar los hombres, las mujeres continuaron con la labor. Algunas hacían trabajos de albañilería, otras atendían el ganado y acarreaban roca, y aún otras cosían, hilaban y tejían para hacer ropa para los obreros. (Lisa Olsen Tait y Brent Rogers, “Una Casa a nuestro Dios”, Revelaciones en contexto, 2016).
Para ayudar a los santos en sus esfuerzos por construir el templo, el Señor reveló a José Smith y a sus consejeros de la Primera Presidencia una visión extraordinaria en la cual observaron planos detallados para el templo. Frederick G. Williams, el Segundo Consejero de la Primera Presidencia, comentó más adelante:
José [Smith] recibió la palabra del Señor de llevar a sus dos consejeros, [Frederick G.] Williams y [Sidney] Rigdon, y presentarse ante el Señor, y Él les mostraría el plano o modelo del edificio que había que construir. Nos pusimos de rodillas, invocamos al Señor y el edificio apareció al alcance de nuestra vista, siendo yo el primero en descubrirlo. Luego todos lo vimos a la vez. Después de ver bien el exterior, el edificio pareció aproximarse y nos encontramos en él. (Enseñanzas: José Smith, pág. 287)
Uno de los que sacrificó mucho para construir el Templo de Kirtland fue un converso llamado John Tanner:
[John] “recibió la impresión por medio de un sueño o visión nocturna de que […] debía ir inmediatamente al lugar donde estaba establecida la Iglesia” en Kirtland. Se deshizo de su propiedad —varias granjas fructíferas, un hotel y huertos—, cargó a su numerosa familia y a varios vecinos en carros en la mañana de Navidad, y atravesó los ochocientos kilómetros de distancia para llegar a Kirtland un domingo de enero de 1835.
En efecto, se le necesitaba. La hipoteca sobre el terreno del templo se estaba venciendo y, según algunos relatos, el empobrecido profeta José y algunos de los hermanos habían estado orando por ayuda.
John Tanner no lo dudó. Prestó al Profeta dos mil dólares y tomó su pagaré; prestó al comité del templo trece mil dólares; firmó un pagaré de treinta mil dólares para el Profeta y otras personas por mercancías compradas en Nueva York, e hizo “donaciones generosas” para la construcción del templo. (Leonard J. Arrington, “The John Tanner Family”, Ensign, marzo de 1979, pág. 46)
El presidente Thomas S. Monson explicó por qué los Santos de los Últimos Días siempre han estado dispuestos a sacrificarse para construir templos y adorar al Señor en estos sagrados edificios:
Cierto grado de sacrificio siempre ha estado asociado con la construcción de templos y con la asistencia al templo. Incontables son los que han trabajado y luchado a fin de obtener para ellos mismos y para sus familias las bendiciones que se encuentran en los templos de Dios.
¿Por qué hay tantos que están dispuestos a sacrificar tanto para recibir las bendiciones del templo? Aquellos que comprenden las bendiciones eternas que se reciben mediante el templo saben que ningún sacrificio es demasiado grande, ningún precio demasiado caro ni ningún esfuerzo demasiado difícil para recibir esas bendiciones. (Thomas S. Monson, “El Santo Templo: Un faro para el mundo”, Liahona, mayo de 2011, pág. 92)
Sección 2
¿Cómo pueden bendecir mi vida actual las llaves del sacerdocio entregadas por mensajeros celestiales en el Templo de Kirtland?
Dios recompensó el sacrificio de los Santos para construir el Templo de Kirtland con una abundancia de manifestaciones espirituales en los días anteriores y posteriores a la dedicación (véase Santos: La historia de la Iglesia de Jesucristo en los últimos días, tomo I, El estandarte de la verdad, 1815–1846, 2008, págs. 236–239, 241–243).
Muchos santos testificaron que seres celestiales estuvieron presentes durante las sesiones dedicatorias.
Eliza R. Snow recordó: “Las ceremonias de aquella dedicación se pueden narrar, pero no hay lenguaje terrenal que describa las manifestaciones celestiales de ese día memorable. A algunos les aparecieron ángeles, mientras que todos sentimos una presencia divina y todo corazón estaba lleno de ‘gozo inefable y pleno de gloria’” [véase 1 Pedro 1:8].
Esa noche, cuando el Profeta se reunió en el templo con unos cuatrocientos poseedores del sacerdocio, “se oyó un ruido, como un viento fuerte que soplaba, el cual llenó el templo, y toda la congregación se levantó simultáneamente, impelida por un poder invisible”. De acuerdo con lo que dijo el Profeta, “muchos empezaron a hablar en lenguas y a profetizar; otros vieron visiones gloriosas; y yo vi el templo lleno de ángeles y este hecho lo declaré a la congregación” (Enseñanzas: José Smith, págs. 325–326).
Las manifestaciones espirituales más significativas ocurrieron el domingo de Pascua de Resurrección, 3 de abril de 1836, una semana después de que el templo fuera dedicado. Mientras oraban en el templo, se les manifestó una visión a José Smith y Oliver Cowdery, y se les apareció el Señor Jesucristo. Declaró que aceptaba el templo y prometió derramar bendiciones sobre los santos (véase Doctrina y Convenios 110:1–10).
Esa visita fue seguida por la aparición de mensajeros celestiales que entregaron las llaves del sacerdocio necesarias para llevar a cabo la obra de Dios en los últimos días. En los siguientes pasajes, podrías marcar quiénes se aparecieron a José y a Oliver y qué llaves entregaron en las manos de esos líderes de la Iglesia:
El presidente Joseph Fielding Smith explicó:
Moisés entregó las llaves del recogimiento de Israel. Él condujo a Israel fuera de Egipto y a la tierra de Canaán. Su asignación en esta dispensación fue venir y restaurar esas llaves para el recogimiento en estos días. (Joseph Fielding Smith, Church History and Modern Revelation, 1953, tomo II, pág. 48)
“Un hombre llamado Elías aparentemente vivió su vida terrenal en la época de Abraham, y fue quien entregó la dispensación del Evangelio de Abraham a José Smith y Oliver Cowdery […]. No tenemos información específica sobre los detalles de su vida terrenal o su ministerio” (Diccionario bíblico de la Biblia SUD en inglés, “Elias”).
El élder Bruce R. McConkie explicó por qué apareció Elías en el Templo de Kirtland:
Elías trae otra vez el “evangelio de Abraham”, el gran convenio abrahámico por medio del cual los fieles reciben promesas de posteridad eterna, promesas de que por medio del matrimonio celestial su posteridad eterna será tan numerosa como las arenas de la playa y las estrellas del cielo. (Bruce R. McConkie, “Las llaves del reino”, Liahona, julio de 1983, pág. 30)
El presidente Joseph Fielding Smith enseñó:
El poder sellador conferido a Elías el Profeta es el poder que liga a marido y mujer, y los hijos a sus padres, por esta vida y por la eternidad. Es el poder para atar que existe en toda ordenanza del Evangelio […]. Mediante ese poder se atan, o se sellan, todas las ordenanzas pertenecientes a la salvación, y la misión de Elías el Profeta consistió en venir y restaurarlo. (Joseph Fielding Smith, Elijah the Prophet and His Mission, 1957, pág. 5)
La aparición del profeta del Antiguo Testamento, Elías el Profeta, cumplió las promesas hechas por el Señor a través del profeta Malaquías y reiteradas al profeta José Smith por Moroni cuando apareció por primera vez en la habitación de José, el 21 de septiembre de 1823.