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Enseñanzas de los profetas de nuestros días en cuanto a las bendiciones de estudiar las Escrituras
“Escudriñad las Escrituras; escudriñad las revelaciones que publicamos y pedid a vuestro Padre Celestial, en el nombre de su Hijo Jesucristo, que os manifieste la verdad; y si lo hacéis con el sólo fin de glorificarlo, no dudando nada, Él os responderá por el poder de su Santo Espíritu. Entonces podréis saber por vosotros mismos y no por otro. No tendréis entonces que depender del hombre para saber de Dios, ni habrá lugar para la especu-lación. No; porque cuando los hombres reciben su instrucción de Aquel que los hizo, saben cómo los salvará” (José Smith, Enseñanzas del Profeta José Smith, pág. 7).
“Agradezco el hincapié que se ha hecho en la lectura de las Escrituras; espero que esto se convierta en algo mucho más agradable que tan solo un deber, o sea, en un verdadero amor por la palabra de Dios. Les prometo que, a medida que las lean, su mente se iluminará y su espíritu se elevará. Al principio, quizás les parezcan un tanto tediosas, pero eso se transformará en una experiencia maravillosa con pensamientos y palabras de naturaleza divina”. (Véase de Gordon B. Hinckley, “La luz interior”, Liahona, julio de 1995, pág. 114.)
“Al leer sobre la vida y las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo, se acercarán más a Él, que es el Autor de nuestra salvación” (véase de Gordon B. Hinckley, “Alcanzad vuestro potencial divino”, Liahona, enero de 1990, pág. 96).
“Cuando seguimos el consejo de nuestros líderes de leer y estudiar las Escrituras, recibimos toda clase de beneficios y bendiciones. Este es el estudio más provechoso al que podemos dedicarnos” (Howard W. Hunter, “El estudio de las Escrituras”, Liahona, enero de 1980, pág. 96).
“Cuando los miembros en forma indi-vidual y como familias se compenetran en la lectura de las Escrituras en forma regular y constante… otros aspectos de la actividad llegarán en forma automática. Los testimonios aumen-tarán, la dedicación se afianzará, las familias se fortalecerán, la revelación personal abundará” (véase de Ezra Taft Benson, “El poder de la palabra”, Liahona, julio de 1986, pág. 74).
“¡No tratemos en forma ligera las grandes cosas que hemos recibido de la mano del Señor! Su palabra es uno de los dones más valiosos que nos ha dado. Les exhorto a volver a comprometerse a estudiar las Escrituras. Sumérjanse en ellas diariamente para poder tener así el poder del Espíritu como ayuda en sus llamamientos. Léanlas con su familia y enseñen a sus hijos a amarlas y a atesorarlas” (véase de Ezra Taft Benson, “El poder de la palabra”, Liahona, julio de 1986, pág. 74).
“Yo veo que cuando me siento indiferente en cuanto a mi relación con la Divinidad y cuando me parece que no hay oídos divinos escuchando y que no hay voz divina que esté hablando, yo estoy lejos, muy lejos. Si me sumerjo en las Escrituras, la distancia se acorta y la espiritualidad regresa. Me encuentro más lleno de amor, más cerca de aquellos a quienes debo amar con todo mi corazón, mente y fuerza; y amándolos más, encuentro más fácil sujetarme a su consejo” (Spencer W. Kimball, Un mandato a los maestros de religión [32686 002], pág. 90; véase también The Teachings of Spencer W. Kimball, pág. 135).
“Estoy convencido de que cada uno de nosotros, en algún período de nuestra vida, tiene que descubrir las Escrituras por sí mismo, y no solamente una vez, sino redescubrirlas muchas veces” (Spencer W. Kimball, “Las Escrituras: ¡cuán singular tesoro!”, Liahona, diciembre de 1985, pág. 4).
“Yo pienso que las personas que estudian las Escrituras reciben una dimensión en su vida que nadie más recibe y que no se puede obtener de ninguna otra manera. La fe aumenta y se reciben el deseo de hacer lo correcto y un sentimiento de inspiración y comprensión, el cual no se puede recibir de ninguna otra manera, que viene a los que estudian el Evangelio, en particular los libros canónicos, y que meditan en los principios” (Bruce R. McConkie, en Church News, 24 de enero de 1976, pág. 4).
“Quisiera al mismo tiempo exhortar a todo Santo de los Últimos Días a familiarizarse con las Escrituras y a comprenderlas; estos libros sagrados son la piedra angular de nuestra defensa contra un adversario despiadado” (véase de Marvin J. Ashton, “La nota más alta”, Liahona, febrero de 1978, pág. 104).
“Les prometo que la oración familiar cotidiana y el estudio diario de las Escrituras edificarán dentro de las paredes de sus hogares una seguridad y una unión que enriquecerán su vida y prepararán a su familia para enfrentar los desafíos de la actualidad y de las eternidades venideras” (véase de L. Tom Perry, “Volver a los principios básicos del Evangelio”, Liahona, julio de 1993, pág. 102).