Sesión Seis
Cómo Vencer el Enojo
¿Quién puede calcular las heridas, su profundidad y el dolor, causados por palabras expresadas con ira?”.
Presidente Gordon B. Hinckley
Objetivos de la sesión
Durante esta sesión, ayude a los padres a hacer lo siguiente:
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Tener conciencia de los efectos que el enojo descontrolado provoca en los miembros de la familia.
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Entender cómo llegan a enojarse y la necesidad de aceptar la responsabilidad de los problemas resultantes del enojo.
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Aprender maneras de controlar y superar el enojo.
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Elaborar un plan de preventión de recaídas para que no vuelvan a ocurrir los problemas resultantes del enojo.
El problema resultante del enojo
El presidente Gordon B. Hinckley ha enseñado: “El mal carácter es malicioso, corrosivo y destruye la unidad y el amor”1. Satanás busca incitar el enojo y provocar contención en las familias (véase 2 Nefi 28:20; 3 Nefi 11:29; Moroni 9:3).
Jorge
Jorge hervía de ira al observar a su hijo Benito, de quince años de edad, entrar con arrogancia a la sala, tomar del cuello a Sergio, de once años, y quitarlo de la silla enfrente de la televisión. “Estás en mi silla, tonto”, le dijo, amenazante. Sergio hizo un gesto de dolor y respondió débilmente: “Ésta no es tu silla”. Mientras Sergio se alejaba de él, Benito le pegó en la cabeza con la mano. Benito se dejó caer en la silla, levantó el control remoto, cambió el canal a una estación de música popular y le aumentó el volumen. Meses de mucha irritación habían abrumado el corazón de Jorge. Empezó a transpirar en abundancia y sus brazos comenzaron a temblar. “Ya no lo aguanto más”, pensó. “No sólo demuestra falta de respeto por los demás, sino que también está desafiándome deliberadamente. Sabe que no tolero esa clase de conducta”. Enfurecido, Jorge se abalanzó sobre Benito, le torció el brazo y le gritó: “¿Quién te crees que eres? No tienes ningún respeto por nadie. Sólo piensas en ti mismo”. Sacando a Benito a tirones de la silla, Jorge le gritó: “Vete a tu cuarto. No quiero ni siquiera mirarte”. Benito quitó de un tirón su brazo y se fue enojado, dando un portazo al salir.
Pocos días después, Jorge y su esposa le relataron el episodio a un terapeuta de Servicios para la familia SUD. “Me enojo tanto con él que no veo la salida”, se lamentó. “No puedo hablarle de manera civilizada. A veces digo cosas que después lamento. El problema parece estar empeorando”.
La mayoría de los padres se enojan de vez en cuando con sus hijos. Los sentimientos de ira pueden tener un propósito, ya que alertan a los padres en cuanto al hecho de que algo anda mal y debe corregirse; los padres prudentes toman las medidas necesarias para evitar que los problemas pequeños se intensifiquen. A veces, los problemas son complejos y no tienen una solución sencilla; los hijos pueden ser rebeldes e irrespetuosos y provocar sentimientos de ira en sus padres una y otra vez, pero éstos no deben ceder a tales sentimientos de ira ni tomar represalias de manera que intensifiquen el conflicto.
El élder Lynn G. Robbins, de los Setenta, describió la ira como “el pecado relacionado con el pensamiento que nos lleva a sentimientos y a conductas hostiles; es la causa de la ira hacia otros conductores en la carretera, la llama que se enciende en los campos deportivos y la violencia doméstica en el hogar”2. El presidente Gordon B. Hinckley advirtió sobre las trágicas consecuencias de la ira cuando preguntó: “¿Quién puede calcular las heridas, su profundidad y el dolor, causados por palabras expresadas con ira?”3. En todo el mundo, padres enojados agreden verbal, física y sexualmente a sus hijos. Cada año, se hacen millones de alegatos de maltrato infantil ante las agencias gubernamentales.
La ira se ha descrito como “la más seductora de las emociones negativas”4. Los que se enojan casi siempre piensan que esa ira es justificada. Algunas personas creen que la expresión de su ira les causa satisfacción y euforia, ya que se sienten poderosas y superiores cuando intimidan a los demás; sin embargo, la ira es adictiva; perjudica a los que resultan ser víctimas de su atractivo seductor y también a los que se enojan.
Hay tres maneras en que suele manejarse inadecuadamente la ira: mediante la agresión, la interiorización y la conducta pasivo-agresiva.
Agresión. La ira (enojo) se expresa por medio de la violencia física (al golpear, patear, dar bofetadas, pegar en el trasero, tirar del cabello y las orejas); el maltrato emocional y verbal (el gritar, insultar, blasfemar, amenazar, culpar, ridiculizar, manipular y degradar); el abuso sexual (el incesto, acoso y la humillación); y el control y el dominio de otra persona.
Interiorización. La ira se dirige hacia uno mismo, lo cual conduce al menosprecio de sí mismo, a la depresión o a los actos autodestructivos (el beber alcohol, consumir drogas, intentar suicidarse, mutilar el propio cuerpo).
Conducta pasivo-agresiva. La ira se expresa con hechos indirectos (la falta de puntualidad, la irresponsabilidad, la terquedad, el sarcasmo, la deshonestidad, la irritabilidad, el descontento, las críticas, la desidia).
Los padres enojados pueden intimidar a sus hijos hasta el punto de lograr que les obedezcan, pero los cambios de conducta resultantes a menudo son temporales. Es muy probable que si obedecen bajo coacción, los hijos se rebelarán más adelante.
Las consecuencias del enojo
Cuando el padre o la madre consideren el elevado costo de la ira, es menos probable que le respondan a su hijo con ira. Lamentablemente, muchos padres se enojan con sus hijos porque suponen que las repercusiones de su ira son relativamente pocas. Es mucho más probable que arremetan con ira contra sus hijos que contra un amigo, un jefe en el trabajo, un oficial de policía o un respetable líder eclesiástico; sin embargo, a largo plazo, las repercusiones de desahogar su ira ante sus hijos es mucho mayor que los posibles beneficios. Ese costo incluye lo siguiente:
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Pérdida del Espíritu.
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Pérdida de respeto (de uno mismo y de los miembros de la familia).
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Pérdida de amistad y de cooperación.
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Pérdida de confianza en sí mismo.
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Culpabilidad y soledad.
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Relaciones divergentes.
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Daño a sí mismo y a otras personas.
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Hijos que en lugar de amar a sus padres, les temen.
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Hijos que se rebelan, que tienen conducta delincuente y que abandonan su hogar a una temprana edad.
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Hijos que fracasan en sus estudios.
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Un mayor riesgo de problemas, tales como depresión, mala salud, conducta adictiva y problemas relacionados con el empleo.
Las causas del enojo
Algunos padres se valen de la ira para intimidar y controlar a sus hijos, sentirse superiores y evitar tener que enfrentar los problemas. La ira puede derivarse del orgullo y del egoísmo, por ejemplo, cuando una persona no consigue lo que quiere, o de la falta de mansedumbre (paciencia ante la provocación). Algunas personas se enojan cuando se sienten frustradas, heridas o decepcionadas.
La ira a menudo surge cuando la persona percibe una amenaza, una injusticia o el maltrato a sí misma o a otra persona. Dicha amenaza puede ser física o emocional; por ejemplo, la persona puede temer daños físicos, humillación o pérdida de la estima propia para sí misma o para otras personas. En el ejemplo que está al principio de esta sesión, Jorge presintió una amenaza ante su imagen como padre respetado que estaba en control de la conducta de sus hijos. Le preocupaba que otras personas lo juzgaran como un padre incompetente e ineficaz.
Percepciones distorsionadas
A menudo, la percepción de peligro está distorsionada. Con demasiada frecuencia surge la ira cuando una persona equivocadamente juzga las intenciones de otra persona: “Él está tratando de lastimarme”; “Ella está impidiendo que yo consiga lo que quiero”; “A él no le importan mis sentimientos”; “Él se está aprovechando de mí”.
Algunas personas se enojan casi sin pensar. Esa clase de ira a menudo es difícil de controlar porque ocurre tan rápido. En otras circunstancias, la ira aumenta lentamente cuando la persona percibe amenazas, injusticia o malos tratos continuos. También se incrementa cuando la persona piensa demasiado en una situación y se permite tener pensamientos que a menudo son sumamente distorsionados y exagerados.
Cuando las personas perciben una amenaza y responden con ira, su cuerpo se prepara para la acción. La presión arterial se eleva, los músculos se tensionan, la respiración se acelera y la mente se concentra en responder a la amenaza o a los maltratos. Ese estado de preparación puede desatarse en una sola respuesta, verbal o física, explosiva o puede crecer lentamente con el tiempo conforme las personas experimenten una serie de provocaciones. Los pensamientos que provocan la ira aumentan hasta que la persona estalla como resultado de una situación, a veces algo de menor importancia que normalmente se habría pasado por alto.
Estos cambios fisiológicos indican claves importantes para el control de la ira. El mejor momento para que un padre o una madre actúen es cuando se da cuenta por primera vez que ha aumentado la tensión. Entonces puede procurar información adicional acerca de la amenaza que ha percibido y llegar a comprenderla más claramente. Esa mejor comprensión puede reducir la percepción de peligro y disminuir así la posibilidad de reaccionar con ira. Los pensamientos negativos que producen la ira se pueden reemplazar con pensamientos más positivos y calmos conforme la persona analice la situación estresante con una mirada más positiva. Así, el padre o la madre pueden considerar maneras más productivas de responder a la amenaza o a la injusticia, respuesta que resolverá el problema en lugar de intensificarlo.
Un padre o una madre bajo tensión puede también evitar situaciones que probablemente provoquen más estrés hasta que él o ella esté más tranquilo y bajo control; entonces puede hacer lo necesario para resolver la situación sin enojarse.
Superar el enojo
Los siguientes principios pueden ayudar a los padres a superar los problemas relacionados con la ira. Al enseñar estos principios, pida a los padres que busquen y pongan en práctica los que mejor funcionen para ellos.
Orar
Los padres deben orar con verdadera intención, pidiendo ayuda para superar sus sentimientos de ira. El salmista enseñó que el Señor librará de las tormentas de la vida a los que se dediquen a la oración: “Entonces claman a Jehová en su angustia, y los libra de sus aflicciones. Cambia la tempestad en sosiego, y se apaciguan sus ondas. Luego se alegran, porque se apaciguaron; y así los guía al puerto que deseaban” (Salmos 107:28–30). El ayuno y las bendiciones del sacerdocio también ayudan a superar los sentimientos de ira. Las bendiciones del sacerdocio, las oraciones y el ayuno deben combinarse con el esfuerzo individual por cambiar.
Resolver los problemas subyacentes
Los padres deben hablar con sus hijos y resolver los problemas que les provoquen a la ira. La mayoría de los problemas se puede resolver de manera pacífica. Si desean ayuda, los padres pueden repasar la sesión 3 (“Cómo entablar comunicación con amor”), la sesión 7 (“Cómo resolver conflictos”) y la sesión 9 (“Cómo aplicar consecuencias”). Al tratar los problemas, los padres deben hablarles a sus hijos con el mismo respeto que tendrían por un jefe en el trabajo, un amigo o un líder de la Iglesia.
Asumir la responsabilidad de su propio enojo
Los padres que tengan un problema con la ira deben reconocerlo y asumir la responsabilidad antes de poder superarlo. Los hijos pueden provocar a sus padres, pero los padres son responsables de la manera en que responden; pueden aprender a controlar la ira y responder de una mejor manera.
Algunas personas justifican la ira afirmando que es parte de su herencia cultural. Por ejemplo, algunos padres agreden físicamente a los hijos, justificándose porque esa conducta se practica ampliamente en el grupo étnico al que pertenecen. Esos hechos no son aceptables para nuestro Padre Celestial. El élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que el ser miembro de la familia de Dios toma precedencia sobre la identidad cultural:
“Tu Padre Celestial te asignó para que nacieras de un linaje específico, del cual recibiste tu patrimonio de raza, cultura y tradiciones; ese linaje puede proporcionarte una rica herencia y grandes motivos de regocijo. No obstante, tienes la responsabilidad de determinar si alguna parte de ese patrimonio debe desecharse porque esté en oposición al plan de felicidad del Señor…
“…Ninguna familia puede mantenerse por el miedo ni por la fuerza; eso conduce a la contención y a la rebelión. El amor es la base de una familia feliz”5.
Una vez que las personas hayan reconocido y aceptado un problema, pueden arrepentirse y comenzar a superarlo.
Reconocer el ciclo de enojo
Si un padre o una madre se enoja de manera habitual, él o ella quizás participe en conductas cíclicas que incluyen cuatro fases. Los científicos expertos en conducta han asignado distintos nombres a las fases del ciclo de enojo, pero los elementos esenciales son los mismos. A continuación se ofrece una sinopsis del ciclo en cuanto al manejo de la ira que describen los especialistas Murray Cullen y Robert E. Freeman-Longo6. Las personas tienen más éxito en controlar la ira durante las primeras fases del ciclo, antes de que ocurra la acumulación fisiológica.
Fase de fingir que todo es normal. La vida transcurre sin contratiempos, pero la ira está latente bajo la superficie y afecta la manera en que la persona vive y piensa. Los sucesos y las situaciones fácilmente desencadenan modelos de pensar habituales y distorsionados. La persona da una explicación racional y justifica esas distorsiones.
Fase de acumular. A medida que se concentra en los pensamientos distorsionados, la persona comienza a sentirse amenazada o en peligro, por lo que empieza a reaccionar con ira. Sus pensamientos repiten temas habituales, tales como: “A él (ella) no le importa lo que yo le digo como padre (o madre)”, o “Yo hago todo el trabajo aquí; él (ella) nunca me ayuda”. Hay claves físicas que indican que la persona se está enojando (tensión, rigidez, corazón palpitante, respiración rápida, malestar estomacal o un sentimiento de alta temperatura). La persona fantasea y planea actuar de conformidad con su ira, y puede participar en conductas de enviciamiento que alimentan esa ira (abuso de drogas y alcohol, comer y trabajar en exceso).
Fase de actuar. La persona desahoga su ira ante otra; le grita, la denigra y la maltrata física o sexualmente; o la interioriza mediante la denigración de sí mismo, los intentos de suicidio o el uso de bebidas alcohólicas o de drogas.
Fase de la caída en espiral. La persona se siente culpable y avergonzada. Surgen luego las defensas y trata de cubrir la ira haciendo algo generalmente bueno para demostrar que es una buena persona. Entonces toma la determinación de controlar su temperamento. Cuando esa determinación empieza a desmoronarse, la persona retorna al ciclo en la “fase de fingir que todo es normal”.
Llevar un registro del enojo
El llevar un registro de enojo aumentará la conciencia del padre o la madre de su propio ciclo de enojo7. Empleando los principios que se enseñan en esta sesión, el padre o la madre puede aprender a interrumpir el enojo en sus primeras fases.
Calmar los pensamientos que provocan el enojo
Los padres deben buscar explicaciones alternas de las conductas que les hacen enojar. Por ejemplo, un hijo que es grosero con ellos tal vez tuvo un día difícil en la escuela. Un hijo rebelde quizás es aceptado sólo por compañeros que demuestran una conducta incorrecta. Al pensar en situaciones que les molestan, los padres tienen que considerarlas como problemas que deben resolverse y como oportunidades de acercarse a sus hijos, y no como sucesos amenazantes que exigen una respuesta dramática de ira.
Cuando los padres tienen pensamientos de ira, es muy importante que tomen medidas en el momento oportuno. Cuando una persona alcanza un alto nivel de ira, se vuelve irracional, y cuando los sentimientos llegan a tal punto, la persona debe alejarse de la situación y tomarse el tiempo necesario para calmarse.
Así como los atletas y los músicos se preparan con largas horas de práctica para tener una actuación aceptable en situaciones específicas, los padres pueden prepararse para responder correctamente cuando estén en situaciones que les provocan la ira. Raymond Novaco, de la Universidad de California en Irvine, indicó que las personas aprenden a reconocer los comienzos de una respuesta enojada y reemplazan los pensamientos distorsionados con declaraciones que fomentan una percepción más precisa de la situación8. En los momentos de calma, pueden repasar mentalmente declaraciones positivas como éstas: “¿Cómo puedo resolver este problema? Me siento molesto, pero yo sé cómo resolver la situación. Puedo manejar esta situación. Yo sé cómo controlar mi ira. Y puedo conservar mi sentido del humor”.
Cuando ocurra una provocación real, una persona puede usar estas declaraciones positivas y otras: “¿Qué quiero obtener de esta interacción? Si me enojo no voy a sacar nada positivo y pagaré un precio que no quiero pagar. Tengo que buscar lo positivo y no puedo suponer lo peor ni hacer conjeturas precipitadas. Mi enojo es señal de que es hora de darme instrucciones a mí mismo. Yo puedo razonar esto y puedo tratar a esta persona con respeto”.
Salir de la situación
El mejor momento de actuar para los padres es cuando se dan cuenta de que va aumentando su estrés. Pueden aprender a controlar su enojo; una forma de hacerlo es visualizar un termómetro que mide el nivel de enojo. Si pierden el control a los 30 grados, deben salir de la situación antes de que llegue a ese nivel. Deben decirle al hijo o a la hija: “Me estoy enojando y necesito tiempo para calmarme”. No es positivo culpar al hijo o a la hija diciéndole: “Me estás haciendo enojar”.
Encontrar actividades que les ayuden a calmarse
Las actividades que los calman podrían ser meditar, trabajar, correr, nadar, escuchar música o leer un libro. Los padres no deben tratar de calmarse desahogando su ira ni reiterar el incidente que lo haya provocado. Si lo reiteran o se desahogan, la ira probablemente se intensificará. Al repasar mentalmente el incidente una y otra vez, lo más probable es que continúen exagerando la situación. Cuando se desahogan, hacen lo mismo y mentalmente justifican la expresión violenta de su enojo.
Un sentimiento de gratitud y el esfuerzo de buscar lo positivo en los hijos puede ayudar a los padres a calmar la ira. Otra forma de calmarse es seguir el consejo del presidente Boyd K. Packer, del Quórum de los Doce, quien sugirió que reemplazáramos los pensamientos indeseables con música sagrada: “A medida que la música comience y las palabras se formen en la mente, estos pensamientos indignos se retirarán avergonzados. El himno cambiará toda la escena que se esté desarrollando en la mente. Puesto que [la música] es algo elevado y digno, desplazará el pensamiento indigno”9.
Compartir lo que realmente sientan
A menudo se expresa la ira en lugar de los sentimientos de dolor, temor, vergüenza o rechazo. Algunas personas vacilan en expresar esos sentimientos por temor a mostrar debilidad o vulnerabilidad.
Cuando las personas expresan con calma lo que realmente sienten, comienzan a hablar sobre cosas que realmente les molestan, no sólo de su animosidad. Cuando se conversa acerca de los verdaderos problemas, es más fácil resolver los conflictos.
A menudo se requiere más valor para ser honrado que para enojarse. Cuando los padres comparten lo que verdaderamente sienten, suelen darse cuenta de que los hijos se ponen menos a la defensiva y están más dispuestos a resolver los problemas. Eso mejora la relación entre los miembros de la familia.
A algunas personas se les dificulta reconocer y expresar los sentimientos relacionados con su ira. Tal vez les sirva explorar con su cónyuge por qué sienten ira y buscar motivos más allá de la obvia mala conducta de un hijo, tal como la preocupación de estar malográndose como padre o el temor de que su hijo no logre tener éxito. Una vez que el padre o la madre reconozca lo que en verdad siente, puede hablar de ello con su cónyuge o con su hijo sin manifestar enojo.
Beatriz
Cada vez que asistía a las actividades después de las horas de la escuela, Beatriz se horrorizaba al pensar en la respuesta de ira de su mamá. Después de tomar una clase sobre la crianza de los hijos, su mamá empezó a expresarle los sentimientos relacionados con su ira. “Temo que te vayas a meter en problemas, como le pasó a mi mamá cuando era adolescente. Ella se embarazó y me tuvo a mí”, le confió. “No quiero que eso te suceda a ti”. Beatriz respondió asegurándole a su mamá que estaba totalmente decidida a vivir la ley de castidad. Su mamá se sintió más tranquila y estuvo más dispuesta a apoyar a Beatriz en sus actividades futuras.
Procurar un cambio espiritual
El proceso de venir a Cristo tiene que ver con una transformación espiritual que da como resultado una conducta pacífica y amorosa. Tal como explicó el élder Marvin J. Ashton, del Quórum de los Doce, cuando realmente nos convertimos, “nuestro trato con los demás se va llenando cada vez más de paciencia, bondad, amable aceptación y un deseo de [ser]… una influencia positiva”10. Cuando eso ocurre, la ira ya no es un problema tan grande.
El Libro de Mormón describe un “potente cambio” de corazón que ocurre con la conversión, cuando una persona se transforma en discípulo de Jesucristo y desarrolla la disposición de “hacer lo bueno continuamente” (Mosíah 5:2). Pablo escribió que los frutos del Espíritu son “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza” (Gálatas 5:22–23). Mormón dio el siguiente consejo que se puede aplicar a los que estén luchando por cambiar su conducta de ira: “Pedid al Padre con toda la energía de vuestros corazones, que seáis llenos de este amor que él ha otorgado a todos los que son discípulos verdaderos de su Hijo Jesucristo; para que lleguéis a ser hijos de Dios; para que cuando él aparezca, seamos semejantes a él, porque lo veremos tal como es” (Moroni 7:48).
Cuando las personas cambian espiritualmente, comienzan a sentir menos ira y a obtener la confianza de que pueden controlar mejor sus sentimientos de ira. Para ayudar a que ese cambio ocurra y para ayudarles a continuar, pueden hacer lo siguiente:
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Leer diariamente las Escrituras e incorporar en su vida las enseñanzas que contienen.
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Orar diariamente pidiendo ayuda en todos los aspectos de la vida, incluso los problemas de ira.
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Arrepentirse y esforzarse por acceder al poder sanador de la Expiación.
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Pedir el consejo del obispo, según se necesite.
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Fijar metas personales para superar los problemas de ira o enojo; esforzarse por superar un problema hasta lograr el éxito y después comenzar con otro.
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Orar pidiendo ver a los demás como el Señor los ve.
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Renovar los convenios y rendir devociones en el templo y en las reuniones de la Iglesia.
Prevenir una recaída
La prevención de las recaídas es el proceso de interrumpir el ciclo de enojo al cambiar los pensamientos y la conducta, y al usar otras estrategias de intervención que la persona idea. Las estrategias de intervención ofrecen alternativas a la intensificación del enojo. La prevención de recaídas y las estrategias de intervención pueden incluir la ayuda de familiares, amigos, compañeros de trabajo, un obispo o un instructor. La prevención de recaídas usualmente ocurre durante las primeras dos fases del ciclo del enojo: la fase de fingir que todo es normal y la fase de acumular. La persona aprende a reconocer y a responder a los factores de riesgo (sucesos o emociones que provocan el enojo) en formas que interrumpen el ciclo y previenen la recaída. A continuación, figura un ejemplo de la manera en que una persona puede prevenir una recaída.
Fase de fingir que todo es normal. La persona reconoce que tiene un problema con el enojo, pero lo maneja de manera sana. Es consciente de las cosas que provocan el enojo y emplea estrategias para enfrentarlas, tales como evitar situaciones de alto riesgo, reposar y tomarse un descanso. La persona se esfuerza activamente por resolver los conflictos y los problemas que conducen al enojo11.
Fase de acumular. La persona emplea nuevas estrategias positivas para limitar el nivel y la intensidad del enojo. Corrige y reemplaza los pensamientos negativos con declaraciones positivas (“Yo puedo manejar esto” o “Puedo encontrar otras soluciones este problema”). Se da cuenta de los sentimientos dolorosos subordinados al enojo y reconoce que son normales. La persona pone un alto a las conductas de enviciamiento, incluso el imaginar cómo habrá de actuar en base a su enojo y planear cómo desahogar sus sentimientos de indignación. Habla en cuanto a los problemas o, si la situación no puede cambiarse, escribe acerca de ellos. La persona desprende energía mediante actividades físicas y aumenta su confianza en sí misma haciendo algo que le agrada hacer12. También se esfuerza por lograr el renacimiento espiritual.
La paz de Dios
El presidente Joseph F. Smith recalcó la importancia de ser amables con los hijos en lugar de enojarse: “Cuando les hablen, no lo hagan con ira ni ásperamente con un espíritu de reproche. Háblenles con bondad… lloren con ellos si fuere necesario… Suavicen el corazón de sus hijos; traten de enternecerlos. No utilicen el látigo ni la violencia, sino más bien… razonen con ellos con persuasión y con amor sincero”13.
Las personas que ponen en práctica los principios y las sugerencias de esta sesión pueden aprender a superar el enojo en vez de que ésta los controle a ellos. A continuación se da un ejemplo de la manera en que una persona superó el enojo:
“Antes yo solía pensar que quería lastimar a todas las personas a las que veía. La ira dominaba mi vida y no podía hablar con mi propia esposa ni con mis hijos sin estallar. Algunas personas evitaban estar en mi presencia. Me odiaba a mí mismo y los odiaba a ellos. Con frecuencia sentía que quería golpear a alguien, a cualquier persona. Estallaba con furia ante la más mínima provocación. Finalmente pedí ayuda. En la terapia, hablé de muchas cosas que me habían molestado por mucho tiempo: problemas relacionados con mi ira. Aprendí a pensar de manera diferente y a ver a otras personas de una forma más positiva. Apliqué los principios del Evangelio a mi problema: me apoyé en la oración, en el estudio de las Escrituras y en el perdón. Comencé a sentirme mejor conmigo mismo. Con el tiempo, mi ira se alejó, y de nuevo sentí que yo controlaba mi propia vida. Ahora puedo relacionarme con mi familia y disfrutar de reunirme socialmente con los demás. Siento que se me ha devuelto la vida”.
El apóstol Pablo dijo: “La paz de Dios… sobrepasa todo entendimiento” (Filipenses 4:7). Los que han luchado con el enojo saben lo liberado que uno se siente al tener esa paz y quedar libre de esa emoción. Los padres que han sido encadenados por la ira pueden liberarse de ese problema y experimentar la paz mental.
Los padres no deben olvidar ni subestimar la poderosa influencia del Espíritu Santo. Al procurar la ayuda del Señor, el Espíritu Santo les consolará, les apoyará y les dirigirá al manejar y superar esos sentimientos de ira (véase Juan 14:26–27; D. y C. 8:2–3).
Ejemplo de un Registro de Enojo
Información que se solicita |
Situación A |
Situación B | ||||||||||||||||||
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Fecha y situación o persona que provocó el enojo: |
10/19 Discusión con mi esposo. |
10/20 Los niños se portaron mal. | ||||||||||||||||||
Intensidad de mi enojo: |
Moderada |
Severa |
Moderada |
Severa | ||||||||||||||||
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Pensamientos que alimentaron mi enojo: |
Él es un tonto. No le importo para nada. |
Los niños nunca me escuchan. No me respetan. | ||||||||||||||||||
Sentimientos que me despiertan enojo: |
Siento que no me quieren; no me toman en cuenta; no me aprecian. |
Se aprovechan de mí; no me toman en cuenta. | ||||||||||||||||||
Qué hice como resultado de mi enojo: |
Le grité. Le dije que era un tonto. |
Con calma, les dije que fueran a su recámara hasta que pudieran portarse bien. | ||||||||||||||||||
Lo que me dije a mí mismo(a) cuando estaba enojado(a): |
Se merece un castigo. Me ofendió. Sólo le estoy dando su merecido. |
Sólo son niños. Su intención no era desobedecerme. | ||||||||||||||||||
Éxito en controlar mi enojo: |
Ninguno |
Excelente |
Ninguno |
Excelente | ||||||||||||||||
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Lo que pareció ayudarme: |
Nada de lo que hice me ayudó. Todo lo que hice empeoró la situación. |
Me tomé un descanso. Salí a caminar y después hablé con los niños. | ||||||||||||||||||
Suprimí, desahogué o resolví el enojo: |
Suprimí mis sentimientos después de gritarle. |
Hablé de mis frustraciones. | ||||||||||||||||||
Lo que haré mejor la próxima vez: |
No reaccionaré. Me calmaré antes de hablar. |
Nada. Lo hice bien esta vez. |
Adaptado de Murray Cullen y Robert E. Freeman-Longo, Men and Anger: Understanding and Managing Your Anger, Holyoke, Massachusetts: NEARI Press, 2004, págs. 33–34; ISBN# 1-929657-12-9.
Registro de Enojo
Información que se solicita |
Situación A |
Situación B | ||||||||||||||||||
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Fecha y situación o persona que provocó el enojo: | ||||||||||||||||||||
Intensidad de mi enojo: |
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Pensamientos que alimentaron mi enojo: | ||||||||||||||||||||
Sentimientos que me despertaron enojo: | ||||||||||||||||||||
Qué hice como resultado de mi enojo: | ||||||||||||||||||||
Lo que me dije a mí mismo(a) cuando estaba enojado(a): | ||||||||||||||||||||
Éxito en controlar mi enojo: |
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Excelente |
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Lo que pareció ayudarme: | ||||||||||||||||||||
Suprimí, desahogué o resolví el enojo: | ||||||||||||||||||||
Lo que haré mejor la próxima vez: |
Adaptado de Murray Cullen y Robert E. Freeman-Longo, Men and Anger: Understanding and Managing Your Anger, Holyoke, Massachusetts: NEARI Press, 2004, págs. 33–34; ISBN# 1-929657-12-9.