Recursos para la familia
Sesión Siete: Cómo Resolver Conflictos


Sesión Siete

Cómo Resolver Conflictos

“Satanás sabe que la manera más segura… de entorpecer la obra del señor es disminuir la efectividad de la familia y la santidad del hogar”.

Élder M. Russell Ballard

Objetivos de la sesión

Durante esta sesión, ayude a los padres a hacer lo siguiente:

  • Entender que las diferencias de opinión son inevitables y que las familias que resuelven los conflictos se vuelven más unidas y más fuertes.

  • Aprender maneras de resolver el conflicto en el hogar.

  • Entender cómo resolver con serenidad las diferencias.

El problema del conflicto no resuelto

El éider M. Russell Ballard, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que la familia es uno de los blancos favoritos de Satanás: “[Satanás] se esfuerza por abrir una brecha de discordia entre el padre y la madre. Tienta a los hijos a desobedecer a los padres… Eso es todo lo que hace falta, porque Satanás sabe que el medio más seguro y eficaz de crear problemas en la obra del Señor es disminuir la eficacia de la familia y la santidad del hogar”1.

Una mujer de edad avanzada recordó con gran pesar los resultados del conflicto no resuelto en su familia: “Cuando murió mi último hermano y asistí al servicio de entierro, medité acerca de trágicos sucesos infantiles que amargaron a mis tres hermanos, impulsándolos a abandonar el hogar y el Evangelio restaurado que ha significado tanto para mí. Mi padre, que era un hombre religioso, era exigente y contencioso, y reprendía verbalmente a sus hijos tanto en público como en privado. Al ir creciendo, mis hermanos comenzaron a pelearse con él. Esas peleas eran violentas y atroces, y se intensificaron hasta incluir también los improperios y los golpes físicos. Todos mis hermanos se fueron de casa a una edad temprana, y casi nunca regresaron a visitar a sus padres. Tampoco querían tener nada que ver con la religión de mi padre”.

Muchas son las causas de los conflictos. Algunos padres son demasiado indulgentes, y ceden a los caprichos de sus hijos hasta que la conducta de éstos queda fuera de control. Otros son demasiado restrictivos, y provocan la rebeldía de sus hijos. Algunos padres reaccionan de manera exagerada ante el celo normal de los hijos por lograr la independencia. Algunos hijos se rebelan y participan en conductas que violan las reglas y las normas de la familia.

Los miembros de la familia se unen y se fortalecen más cuando tienen éxito en la resolución de sus diferencias. Si éstas no se resuelven, los conflictos destruyen las relaciones familiares y causan pesar entre los miembros de la familia.

Cómo resolver los conflictos

Durante Su ministerio entre los nefitas, el Salvador censuró a los contenciosos:

“Aquel que tiene el espíritu de contención no es mío, sino es del diablo, que es el padre de la contención, y él irrita los corazones de los hombres, para que contiendan con ira unos con otros.

“He aquí… mi doctrina es ésta, que se acaben tales cosas” (3 Nefi 11:29–30).

Jesús aconsejó que las personas resolvieran sus contenciones con los demás antes de acudir a Él:

“Si vienes a mí, o deseas venir a mí, y te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti,

“ve luego a tu hermano, y reconcíliate primero con él, y luego ven a mí con íntegro propósito de corazón, y yo te recibiré” (3 Nefi 12:23–24; véase también 3 Nefi 12:9).

Esas enseñanzas se aplican a los padres y a la manera en que se relacionan con sus hijos. En la Proclamación sobre la familia, la Primera Presidencia y el Quórum de los Doce recomendaron de nuevo la fórmula del Salvador para criar con éxito a los hijos: “Los padres tienen la responsabilidad sagrada de educar a sus hijos dentro del amor y la rectitud, de proveer para sus necesidades físicas y espirituales, de enseñarles a amar y a servirse el uno al otro, de guardar los mandamientos de Dios y de ser ciudadanos respetuosos de la ley dondequiera que vivan”2.

Repase con los padres los principios para resolver conflictos que se encuentran a continuación.

Resolver los problemas entre padres e hijos con una actitud cristiana

Al aplicar las enseñanzas del Salvador a sus funciones, los padres y las madres deben demostrar amor y la voluntad de resolver conflictos; deben hacer concesiones en un espíritu de arreglo mutuo a la vez que sustentan los valores y las normas, se esfuerzan por persuadir a sus hijos y rehúsan ceder a la manipulación. Los padres deben enseñar principios correctos a sus hijos y también las razones en que se basan las normas de la familia. Deben instar a sus hijos a que elijan lo correcto, persuadirles cuando discutan, imponer consecuencias cuando decidan desobedecer (véase la sesión 9), y rogarles con ternura cuando estén al borde de cometer errores serios.

Escuchar para entender

Se evitan muchos conflictos cuando los padres emplean la habilidad de saber escuchar y tratan de entender a sus hijos cuando estén molestos y enojados. En las Escrituras se nos enseña que “la blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor” (Proverbios 15:1). Los sentimientos de ira de un hijo a menudo se disipan cuando él o ella siente que el padre o la madre lo entiende y lo respeta. Los padres que escuchan pueden darse cuenta de que también cambian sus propios sentimientos y perspectivas.

Rehusarse a discutir

Uno de los principios básicos para la resolución de conflictos en el hogar es tan sencillo que a menudo se pasa por alto. Tiene que ver con cumplir la ley suprema de Cristo y rehusarse a discutir. Glenn Latham, un Santo de los Últimos Días experto en la crianza de los hijos, recalcó la magnitud del gran ejemplo de Cristo de rehusarse a contender con otros, aun cuando se le acusó injustamente y se le maltrató: “Cristo es el ejemplo perfecto de una persona que no injurió, ni siquiera cuando se le maltrató cruel e injustificadamente; bajo circunstancias en las cuales le escupieron, lo abofetearon, lo golpearon, lo provocaron, lo rechazaron y lo negaron, se burlaron de Él e incluso lo crucificaron (Mateo 26:67–70 y 27:29, 35), Él no injurió a sus enemigos. No se vengó de ellos. Aunque pudo haber invocado ‘más de doce legiones de ángeles’ (Mateo 26:53), Él ‘no respondía con maldición’. Desde el principio hasta el final de Su vida, fue víctima frecuente y casi continuamente de las injurias, aun de manos de los que sufrieron a Su lado: ‘También los que estaban crucificados con él le injuriaban’ (Marcos 15:32)… Cuando más suprema sea la bondad, más parece atraer a los injuriadores, y menos parece injuriar a su vez. Éste es el modelo que deben seguir los padres cuando sus hijos rebeldes los zarandeen: ‘¡No respondan con maldición!’”3.

Los padres que rehúsan discutir con un hijo contencioso no demoran en descubrir que la contención no dura mucho. No puede haber discusiones ni pleitos cuando una persona rehúse participar en ellos. Latham comentó: “En mi investigación acerca del tratamiento de problemas de conducta, me ha sorprendido determinar que si los padres se mantienen tranquilos, compenetrados y directos aun ante insultos excesivos, 97 de cada 100 veces, en la tercera directiva [la tercera declaración de las expectativas de los padres], los hijos obedecerán”4.

Algunos padres quizás piensen que una respuesta no combativa da la ventaja a los hijos, les permite ganar la discusión y les da el control de los asuntos familiares, pero ése no es el caso. Cristo permaneció valiente ante Sus torturadores, siempre en control de Su respuesta, nunca tratando de escapar. Ya que los amaba y reconocía su ignorancia, e incluso suplicó al Padre que los perdonara (véase Lucas 23:34).

En otras sesiones, los padres estudiarán las maneras de comunicar sus expectativas, dar a sus hijos opciones entre conductas aceptables alternas y, cuando los hijos desobedezcan, de imponer consecuencias acordadas con anterioridad. Cuando los hijos quieran discutir, los padres pueden volver a declarar sus expectativas de manera bondadosa y afectuosa, y recordarles diplomáticamente las consecuencias que ya se acordaron. Cuando los padres hayan hecho esto, sus hijos no tendrán mucho que discutir.

Los hijos a menudo son gobernados en gran manera por las cosas que suceden a su alrededor. Una de las cosas que más quieren es la atención de los padres. Según Glenn Latham, “la atención de los padres es la fuerza o consecuencia más poderosa para moldear la conducta de los hijos”5. Cuando los hijos no logran obtener la atención de los padres en sus discusiones, usualmente se calman y demuestran una conducta socialmente aceptable.

Seguir las normas de las Escrituras para reprender a los hijos

Es posible que los padres tengan que reprender a un hijo “en el momento oportuno con severidad, cuando lo induzca el Espíritu Santo” y después demostrar “mayor amor”, no sea que el hijo los considere su enemigo (D. y C. 121:43). El presidente James E. Faust aclaró que el Espíritu Santo induce a la persona a reprender con severidad “sólo en raras ocasiones” y que “cualquier reprensión debe hacerse suavemente, en un esfuerzo por convencer a la persona de que la reprensión es para su propio bien”6. El élder Neal A. Maxwell, del Quórum de los Doce, enseñó que la frase “en el momento oportuno” significa que tiene que ser “en seguida o pronto”7, lo cual indica que la reprensión debe ocurrir poco después de la infracción a fin de que se entienda. La palabra severidad, en este contexto, no significa con ira ni con fuerza, sino con claridad y precisión. Los padres que son sabios a menudo continúan una sesión intensa con un hijo expresándole amor, brindándole el afecto físico adecuado, y participando a veces con su hijo en alguna actividad placentera.

Arbitrar, de forma selectiva, los conflictos entre los hijos

Los hijos a veces participan en discusiones para atraer la atención y conseguir que los padres se pongan de su lado. Esas discusiones suelen colocar a los padres en circunstancias de no poder ganar de ninguna manera. Nunca pueden saber cabalmente cómo empezó el conflicto y lo que ha ocurrido entre los hijos. Al tomar partido, es posible que recompensen al hijo que no se lo merece y así incrementen la separación con el otro hijo.

A menudo, la mejor manera en que los padres pueden ayudar es asumir una postura neutral al dar a los hijos la responsabilidad de resolver el problema. Esto pueden hacerlo si emplean las aptitudes de la buena comunicación, tal como se demuestra en el siguiente ejemplo (véase también la sesión 3).

Samuel y Víctor

Cuando papá entró a la habitación, Samuel, de 12 años de edad, y Víctor, de 9, estaban luchando en el suelo, con golpes y gritos. Víctor comenzó a llorar y Samuel le dijo que era un llorón. Papá intervino y separó a los niños.

Papá:

¿Qué ocurre entre ustedes?

Samuel:

Víctor fue el que empezó.

Víctor:

No es cierto. Tú empezaste.

Papá:

Entonces, los dos le están echando la culpa al otro de empezar el problema. (Les da la responsabilidad de resolver el problema.) ¿Qué piensan que debemos hacer para resolverlo?

Víctor:

Dile a Samuel que me deje en paz.

Samuel:

¿Dejarte en paz a ti? ¿Y tú qué? ¿Quién tomó mis tarjetas y las desparramó en el suelo? Si dejas en paz mis cosas, nos llevaremos bien.

Papá:

(Permanece neutral; escucha con gesto pensativo.) Entonces, Víctor, tú dices que Samuel lo empezó, y tú, Samuel, dices que Víctor lo empezó cuando tomó tus tarjetas sin pedir permiso.

Víctor:

¿Y quién tomó mi CD sin permiso?

Papá:

Los dos se están culpando entre uno y otro por tomar cosas sin permiso. Les voy a preguntar una vez más: ¿Qué tiene que ocurrir para que se resuelva este problema?

Samuel:

Dile a Víctor que ya no se haga el bebé.

Víctor:

¿Y por qué no dejas tú de ser un bebé?

Papá:

(Se prepara para imponer una consecuencia lógica.) A mí me parece que quieren seguir discutiendo. Tal vez lo mejor sea que cada uno se vaya a su habitación hasta que estén listos para resolver esto.

Samuel:

Yo estoy listo.

Víctor:

Yo también.

Samuel:

Dile a Víctor, papá, que tiene que pedirme las cosas si las quiere tomar prestadas.

Víctor:

Samuel nunca me pide las cosas antes de tomarlas. Él también tiene que pedir permiso.

Papá:

Entonces, lo que quieren los dos es que el otro pida permiso antes de tomar sus cosas, ¿no es así?

Samuel:

Sí.

Víctor:

Supongo que sí.

Papá:

Me gusta esa sugerencia. ¿Están los dos de acuerdo?

Samuel y Víctor:

Sí.

En este caso, el arbitraje funcionó porque el padre pudo escuchar sin tomar partido y consiguió la cooperación de los hijos para sugerir y llevar a cabo una solución. La amenaza de recibir una consecuencia parece haber motivado a los hijos a buscar la solución de su problema. Aunque la consecuencia resultó no ser necesaria, habría sido una intervención adecuada si los hijos hubieran querido continuar discutiendo.

Probablemente no sea necesario entablar negociaciones con los hijos si los padres tienen algo que ellos quieren. Por ejemplo, si van a llevar a los hijos a un partido de fútbol y éstos están peleando en el auto, los padres pueden detener el auto y darles a elegir: pueden resolver la discusión o regresar a la casa. A menudo resulta que la solución menos drástica es la más eficaz.

Algunos profesionales que enseñan en cuanto a la crianza de los hijos recomiendan pedirles a éstos que salgan afuera cuando estén peleando y que no regresen hasta haber resuelto el problema, basándose en el hecho de que, una vez desprovistos de la atención de los adultos, no demoran en perder la razón para pelear. Es posible que eso sea cierto, pero los pleitos de los hijos tienen más razones que conseguir la atención de los adultos. El riesgo de dejarlos solos para que resuelvan conflictos es que el hijo más fuerte podría maltratar emocional y físicamente al más débil. Los padres deben prestar atención al mandato del rey Benjamín a su pueblo: “No permitiréis que vuestros hijos… contiendan y riñan unos con otros” (Mosíah 4:14).

Un modelo para solucionar problemas

Algunas familias han empleado con éxito el siguiente modelo de cinco pasos para resolver conflictos, el cual se ha adaptado del trabajo de la psicóloga Susan Heitler8. Este modelo funciona mejor cuando los miembros de la familia lo entienden y están de acuerdo en utilizarlo.

Paso 1: Declarar sus posiciones

Cada persona declara su posición o su preferencia para resolver el asunto, sin temer que se le interrumpa, ataque o ridiculice. A veces, una solución llega a ser evidente durante este proceso, aunque las soluciones normalmente surgen en el paso 4.

Ejemplo

Papá quiere que la familia empiece a tener la noche de hogar con regularidad. A mamá no le interesa mucho tener la noche de hogar. Alfredo, de 15 años de edad, quiere jugar al fútbol con los amigos el lunes por la noche. Marietta, de 10 años, sí quiere tener la noche de hogar.

Paso 2: Explorar las preocupaciones fundamentales

Los miembros de la familia exploran sus propuestas con mayor profundidad examinando las inquietudes que están detrás de sus propuestas.

Papá comparte su convicción espiritual de que la noche de hogar podría bendecir a su familia. También le preocupan las repercusiones de desobedecer a los líderes de la Iglesia cuando ellos han enseñado durante tantos años la importancia de este programa.

Cuando mamá era jovencita, vio que su familia discutía cada vez que trataban de tener una noche de hogar, y no quiere que suceda lo mismo con sus hijos. Aunque quiere obedecer el consejo de los profetas, teme que en vez de tener resultados positivos, la noche de hogar ocasione más conflictos.

Alfredo expresa sus sentimientos acerca de la importancia de estar con sus amigos y su renuencia a reunirse con la familia en una actividad espiritual.

Marietta expresa su deseo de hacer lo que el profeta ha pedido que su familia haga.

Durante esta fase, los miembros de la familia deben estar atentos a cualquier inquietud que sea común para todos.

Los miembros de la familia advierten que se preocupan unos por otros y que quieren que la familia sea feliz y que haya armonía en su hogar. Todos tienen por lo menos cierto grado de deseo de participar en actividades que fortalezcan a la familia, aunque no están de acuerdo en las actividades en sí.

Paso 3: Aportación de ideas de posibles soluciones

Cada persona sugiere soluciones sin que nadie la ataque o se burle de él o ella. Al considerar las soluciones, cada uno propone lo que podría hacer para contribuir a un plan de acción total que responda a las inquietudes de todos. Se anotan todas las soluciones, no importa lo imprácticas que sean. Esta libertad fomenta la creatividad de la cual puede surgir una solución viable.

Los miembros de la familia anotan estas posibles soluciones:

  • Llevar a cabo la noche de hogar todos los lunes antes del partido de fútbol.

  • No tener la noche de hogar.

  • Tener la noche de hogar, pero no incluir a los que no deseen participar.

  • Realizar la noche de hogar el domingo por la noche.

  • Tener una noche de actividad familiar sin el mensaje espiritual.

  • Tener la noche de hogar, pero que la participación en las actividades espirituales sea optativa.

Paso 4: Seleccionar una solución

Después de terminar la aportación de ideas, los miembros de la familia evalúan cada una de las sugerencias y elaboran un plan que responda a las inquietudes de todos. Ya que la solución usualmente necesita componentes múltiples para responder a las inquietudes de todos los miembros de la familia, deben pensar en “elaborar un conjunto de soluciones en lugar de simplemente… buscar la solución o una solución”9.

Los sentimientos son muy importantes, tanto de los padres como de los hijos. Por ejemplo, un matrimonio puede sentir que debe enseñar los principios del Evangelio durante la noche de hogar mientras que uno de sus hijos sólo quiera jugar. A fin de responder tanto a los sentimientos del hijo como de los suyos propios, los padres deben impartir la instrucción del Evangelio de una manera interesante y comprensible para el hijo.

Una vez que se haya elaborado un plan, los miembros de la familia aceptan la responsabilidad de llevar a cabo el plan de acción y se comprometen a hacerlo.

Después de evaluar las sugerencias, la familia decide que, cuando Alfredo tenga un partido de fútbol el lunes siguiente, llevarán a cabo la noche de hogar los domingos. Los padres preferirían que la familia siempre tenga la noche de hogar el día lunes, a menos que tuvieran que excluir al hijo.

Alfredo está dispuesto a estar presente durante las lecciones sobre el Evangelio en la noche de hogar, siempre y cuando no tenga que dar la clase. Mamá se siente bien con lo que han acordado, especialmente porque sus hijos han aceptado tener las reuniones. Papá tiene la responsabilidad de organizar y dirigir las reuniones. Papá, mamá y a veces Marietta enseñarán las lecciones.

Paso 5: Poner en práctica la solución

Al poner en práctica la solución, los miembros de la familia evalúan las modificaciones que sea necesario hacer. En algunos casos, quizás tengan que buscar otra solución.

Un nuevo convenio

El presidente James E. Faust, de la Primera Presidencia, indicó que durante el ministerio terrenal de Jesucristo, Él presentó un nuevo testamento: un convenio nuevo y mejor que requiere que los hombres y las mujeres cumplan una ley superior. Las personas (entre ellas los padres) ya no tenían que acatar la ley de retribución (véase Éxodo 21:24), sino que debían guiarse por el deseo de hacer el bien y de dar la otra mejilla a los que los hieran (véase Mateo 5:39). Debían amar a sus enemigos y orar por los que los ultrajaran y los persiguieran (véase Mateo 5:44). Debían procurar y seguir la inspiración del Espíritu Santo para guiarles en sus interacciones con los demás10.

El amor en el hogar

El presidente Thomas S. Monson relató una historia conmovedora que recalca la importancia de resolver las diferencias que pueden destruir la solidaridad familiar:

“Hay familias compuestas de madre y padre, hijos e hijas que, por comentarios irreflexivos, se han distanciado unos de otros. El caso de una tragedia de ese tipo que estuvo a punto de concretarse, le ocurrió hace muchos años a un joven al que, por conservar el anonimato, llamaré Jack.

“Durante su vida, Jack había tenido serias diferencias con su padre y, un día, cuando Jack tenía diecisiete años, tuvieron una discusión muy violenta. Jack dijo a su padre: ‘¡Ésta es la gota que colma el vaso; me voy de casa y no regresaré jamás!’. Acto seguido, se fue a hacer su maleta. La madre le suplicó que se quedase, pero estaba demasiado enojado para escucharla y la dejó llorando a la entrada de la casa.

“Tras haber cruzado el jardín y casi al momento de pasar la acera, oyó las palabras de su padre que le decía: ‘Jack, reconozco que en gran parte es mi culpa que te vayas de casa y, sinceramente, lo siento muchísimo. Quiero que sepas que si alguna vez deseas volver a casa, siempre serás bienvenido. Procuraré ser un mejor padre y recuerda siempre que te quiero’.

“Jack no contestó y siguió camino a la estación de autobuses, donde compró un boleto para una ciudad distante. Mientras viajaba en el autobús y veía que la distancia se iba haciendo más larga, se puso a pensar en las palabras de su padre. Comenzó a darse cuenta del gran amor que hacía falta para hacer lo que su padre había hecho. Se había disculpado; le había invitado a regresar y había dejado resonando en el aire estival las palabras: ‘te quiero’.

“Entonces Jack comprendió que el próximo paso debía darlo él. Concluyó que el único modo de hallar paz consigo mismo era manifestar a su padre el mismo grado de madurez, de bondad y de amor que su progenitor le había puesto de manifiesto a él. Se bajó del autobús, compró un boleto de vuelta a casa y regresó.

“Llegó poco después de la medianoche, entró en la casa y encendió la luz. Allí, en la silla mecedora, estaba su padre con la cabeza entre las manos. Al ver a Jack, se levantó y ambos se abalanzaron a abrazarse. Jack solía decir: ‘Esos últimos años que estuve en casa se cuentan entre los más felices de mi vida’.

“Podríamos decir que ése fue un muchacho que se hizo hombre de la noche a la mañana y que ése fue un padre que, gracias a que ejerció el autodominio y a que superó el orgullo, rescató a su hijo antes de que se convirtiese en integrante de ese numeroso ‘batallón perdido’, que se origina por la desintegración de la familia. El amor fue el lazo de unión, el bálsamo sanador. El amor, que tan a menudo suele sentirse y que tan pocas veces suele expresarse…

“… Nuestra es la responsabilidad, sí, el deber solemne, de tender una mano de ayuda a los que… se han apartado del círculo familiar”11.

Según cumplan el nuevo convenio que presentó el Salvador y resuelvan sus diferencias de una manera afectuosa y amigable, las familias disfrutarán de mayor amor, paz y armonía en sus relaciones familiares.

Notas

  1. “The Sacred Responsibilities of Parenthood”, Brigham Young University 2003–2004 Speeches, Provo: Brigham Young University, 2004, pág. 89.

  2. “La Familia: Una proclamación para el mundo”, Liahona, octubre de 1998, pág. 24.

  3. Christlike Parenting: Taking the Pain out of Parenting, Seattle: Gold Leaf Press, 1999, pág. 66.

  4. Christlike Parenting, pág. 69.

  5. Christlike Parenting, pág. 67.

  6. En Conference Report, octubre de 1980, pág. 51; o Ensign, noviembre de 1980, pág. 35.

  7. “‘He aquí, el enemigo se ha combinado’ (D. y C. 38:12)”, Liahona, julio de 1993, pág. 88.

  8. From Conflict to Resolution: Skills and Strategies for Individual, Couple, and Family Therapy por la Doctora Susan M. Heitler. Derechos reservados © 1990 por Susan Heitler. Usado con permiso de W. W. Norton & Company, páginas 22–43.

  9. The Power of Two: Secrets to a Strong and Loving Marriage, California: New Harbinger Publications, 1997, págs. 202.

  10. Véase “El fiador de un mejor pacto”, Liahona, septiembre de 2003, págs. 3–6.

  11. “Tráele a casa”, Liahona, noviembre de 2003, pág. 58.