Sesión Cinco
Cómo Fomentar la Confianza
Los niños tienden a evaluarse a sí mismos según la manera en que otros les tratan, en particular sus padres y hermanos. cuando se les ama y acepta, procuran sentirse apreciados y aceptables.
Objetivos de la sesión
Durante esta sesión, ayude a los padres a hacer lo siguiente:
-
Entender por qué es importante que los hijos tengan confianza en sí mismos.
-
Entender cómo desarrollan los hijos esa confianza en sí mismos.
-
Saber cómo pueden ayudar a sus hijos a desarrollar mayor confianza en sí mismos.
La necesidad de infundir la confianza en sí mismo
Los hijos que tienen confianza en sí mismos son más sanos, optimistas, sociables y emocionalmente seguros que los que no la tienen, los cuales tienden a ser más ansiosos, tímidos, que se inhiben socialmente, frustrados, temerosos y propensos al fracaso.
Una joven de 24 años de edad con un gran empleo fue criada en un hogar afectuoso por padres que reconocían sus logros y habilidades. Ella tuvo éxito en el colegio, tuvo muchas amigos y participó en muchas actividades escolares y de la iglesia. Mirando su vida en retrospectiva, ella dijo: “No temía probar cosas nuevas porque sabía cuál era mi relación con Dios, con mis padres y con mis amigos más cercanos. Todos me animaban a poner mi mejor esfuerzo. El reconocimiento que recibía en casa era muy importante cuando era pequeña, pero a medida que fui creciendo, se volvió menos importante al saber que Dios me conoce y me ama. Yo sé que si vivo dignamente, de acuerdo a Su plan, todo lo que es más importante en la vida, acontecerá”.
A la mayoría de los padres les gustaría que sus hijos adquirieran un elevado nivel de confianza en sí mismos como el que tenía esa joven. Los hijos a menudo sienten confianza en ciertos aspectos y no en otros. Uno de ellos quizás sea un estudiante excelente, pero se siente sumamente inseguro en los aspectos social y físico. Otro hijo quizás sobresalga en los deportes pero no sea muy buen alumno. Los padres deben ayudar a sus hijos a adquirir confianza en los aspectos que sean importantes para su bienestar personal. Deben reconocer y respetar los intereses, talentos y habilidades de sus hijos.
Cómo ayudar a los hijos a adquirir confianza en sí mismos
Los padres pueden hacer muchas cosas para ayudar a sus hijos a tener confianza en sí mismos. Pueden tratarlos con amor y respeto, ayudarlos a tener fe en Dios y desarrollar su integridad personal, ayudarles a ser competentes en aspectos importantes para su bienestar y enseñarles a servir al prójimo.
Tratar a los hijos con amor y respeto
Los hijos tienden a evaluarse a sí mismos según la manera en que otros les tratan, en particular sus padres y hermanos. Cuando se les ama y acepta, procuran sentirse apreciados y aceptados. Si se les ama condicionalmente, a menudo piensan que sólo tienen valía cuando complacen a otras personas. Si se les maltrata, tienden a sentirse inseguros y a pensar que no valen nada.
A veces, los padres subestiman el impacto que sus acciones tienen en sus hijos. Algunos padres que en otras circunstancias son amorosos, a veces hacen comentarios que debilitan el sentimiento de confianza y de valía de sus hijos. Una madre que era propensa a criticar, cierta vez le dijo a su hijo de edad preescolar: “Tienes una nariz muy graciosa”. Casi medio siglo después, ese hijo les reveló a sus hermanos en una reunión familiar que durante toda la vida se había sentido acomplejado por su nariz a causa de ese comentario. Sus hermanos quedaron sorprendidos, ya que no veían nada extraño en la apariencia de su rostro.
El élder H. Burke Peterson, de los Setenta, afirmó el poder que tiene el amor para alterar la vida de las personas: “Los que tienen aquella confianza en sí mismos que se adquiere al ser verdaderamente amados escalan montañas imposibles. Por otro lado, las prisiones y otras instituciones, incluso algunos de nuestros hogares, están llenos de personas hambrientas de afecto”1.
A veces es difícil amar a los hijos irrespetuosos porque tienden a decir y hacer cosas que encienden la ira y los sentimientos de fracaso de sus padres. Al responder, los padres a menudo dicen y hacen cosas que profundizan en esos hijos un sentido de insuficiencia y el deseo de rebelarse.
Jesucristo influyó eficazmente en otras personas porque eligió con sabiduría la manera de responderles (véase Juan 8:11). Los líderes de la Iglesia y los profesionales a menudo pueden ayudar a personas que tienen problemas simplemente al escucharles sin reaccionar, al darles instrucciones sin predicarles y al comunicarles amor y apoyo sin rechazarlos. Los padres también pueden comunicar amor y respeto, aun cuando sus hijos les desobedezcan. Pueden tratar con bondad al hijo irrespetuoso y suavizarle así el corazón, y ayudarlo a encontrar paz y confianza en un mundo atribulado.
Las relaciones negativas se pueden reparar cuando por lo menos una de las dos personas esté dispuesta a romper el ciclo y sustituir la ira con bondad y una respuesta inteligente. Éstas son algunas sugerencias para los padres:
Buscar maneras de comunicar amor y respeto. Los padres deben buscar formas de comunicar su amor y respeto por sus hijos, aun cuando éstos sean irrespetuosos y desobedientes. Los padres pueden hacerlo sin aprobar la conducta inadecuada; de hecho, cuando aman a sus hijos, se interesan lo suficiente en ellos como para intervenir cuando sean desobedientes. En otras sesiones nos concentraremos en las formas en que los padres pueden amar y disciplinar a sus hijos al escucharles y hablar con ellos, amarlos, ayudarlos a resolver problemas, compartir expectativas, darles opciones e imponerles consecuencias naturales y lógicas. Todas estas cosas se deben hacer con amor, no con enojo. El amor es el principio rector que debe motivar y guiar todas las interacciones entre padres e hijos. Hay muchas formas en que los padres pueden comunicar amor y respeto a un hijo desobediente.
-
Pueden estar pendientes de los momentos en que el hijo se porte bien y felicitarlo: “Te agradezco tanto el que ayudes con los quehaceres”; “Me siento orgulloso de ti por ayudar a tu hermanita”. Los padres también deben cuidarse de no decir demasiado ni exagerar porque darán la impresión de ser falsos y disminuirán el efecto del elogio.
-
Pueden expresar afecto: “Samuel, quiero que sepas que te quiero y que me da mucho gusto que formes parte de nuestra familia”.
-
Pueden expresar afecto físico. A veces el solo tocar al hijo en el hombro o el brazo, y a la vez decirle palabras de afecto, tales como, “Me da mucho gusto verte”, puede ayudar. Los padres no deben ofenderse ni reaccionar de manera negativa si uno de sus hijos parece estar irritado con esa muestra de afecto, ya que ese afecto físico y verbal puede representar para el hijo mucho más de lo que esté dispuesto a aceptar.
Nunca digan nada negativo acerca de sus hijos. Si los padres han estado diciendo cosas negativas acerca de sus hijos, deben dejar de hacerlo inmediatamente y comprometerse a no volverlo a hacer nunca mas, no importa cuán enojados estén o cuán justificados se sientan. Cuando necesiten reprender a sus hijos, pueden hacerlo sin usar palabras negativas o degradantes. Las palabras negativas que digan los padres permanecerán grabadas prominentemente en la memoria de sus hijos y afectarán su conducta y el concepto que tengan de sí mismos. Las frases desconsideradas como “¿No puedes hacer nada bien?” o “Eres un tonto” pueden tener un efecto duradero. Aun los comentarios bien intencionados pero negativos pueden dañar, por ejemplo: “Daniel se esfuerza mucho, pero no es tan perspicaz como Enrique”.
Esteban
Para cuando Esteban llegó a la escuela secundaria, ya estaba suspendiendo (reprobando) la mayoría de las materias. Faltaba a clases con frecuencia y se quedaba en casa (ambos padres trabajaban y no estaban en casa durante el día), empezó a fumar y a usar drogas y fue arrestado por robar en las tiendas. Ya hacía varios años que había dejado de asistir a la Iglesia. Discutía a menudo con su padre, incluso al grado de amenazarlo con violencia física.
El obispo de Esteban le extendió una mano de amor y amistad, y lo animó a dejar las drogas y cambiar su vida. Esteban comenzó a responder de manera positiva. Dejó de fumar y de discutir con sus padres y empezó a asistir a la reunión sacramental. Cierto día, su padre, que luchaba con sus propios problemas, le dijo en un momento de ira: “¿Por qué no dejas de fingir que eres algo que realmente no eres?”. Aunque Esteban no le contestó nada, quedó devastado. A partir de ese momento, volvió a su conducta anterior. El obispo ya no pudo influir en él ni lograr que regresara a charlar con él.
Dar un buen ejemplo a los hijos. Los padres deben hacer el esfuerzo de ser felices, de sentirse bien consigo mismos y, sin jactarse ni sentir orgullo, hablar con respeto acerca de sus propias habilidades y cualidades. Si los padres tienen problemas que les impidan hacerlo, deben resolverlos para no legarles esos problemas a los hijos. Si es necesario, deben conseguir ayuda. Una adolescente deprimida recordó que desde que ella tenía memoria, su madre siempre decía abiertamente que se sentía inepta y se odiaba a sí misma: “Yo decidí que si mi mamá no era lo suficientemente buena, yo nunca podría ser mejor que ella, porque soy parte de ella”. A veces, los hijos a quienes sus padres les caen muy mal, terminan pareciéndose a ellos. El ejemplo de los padres influirá grandemente en sus hijos, aunque parezca que éstos los rechazan.
Demostrar interés y cariño por los hijos. Por otra parte, es posible que a los padres se les dificulte demostrar interés y cariño si sus hijos son desobedientes y los rechazan, pero vale la pena. Cierto padre de recursos limitados compraba entradas para los partidos de hockey sobre hielo porque lo acompañaba su hijo, que había abandonado los estudios y usaba drogas, y a quien le gustaba ese deporte. El hijo recientemente había terminado un tratamiento contra la drogadicción y le costaba trabajo mantenerse alejado de las drogas. Esa experiencia reafirmó la relación, lo cual les permitió hablar de un interés común y desarrollar buenos sentimientos mutuos.
Ayudar a los hijos a tener fe en Dios
Los hijos adquieren gran confianza en sí mismos cuando sienten que tienen una relación firme con nuestro Padre Celestial y confían en su habilidad para recibir bendiciones, promesas y guía espiritual en su vida. Jesucristo enseñó: “Al que cree, todo le es posible” (Marcos 9:23). Sin fe, nadie puede sentir confianza en sí mismo. Esa confianza también se deriva de vivir una vida limpia y virtuosa.
El presidente Gordon B. Hinckley dijo que la virtud es “la única manera de ser libres del remordimiento. La paz de conciencia que se deriva de ella es la única que no es falsa”. También comentó:
“La voz de la revelación de nuestros días nos da una promesa sin par que se recibe al cumplir con un mandamiento sencillo:
“Éste es el mandamiento: ‘…deja que la virtud engalane tus pensamientos incesantemente’, y ésta la promesa: ‘…entonces tu confianza se fortalecerá en la presencia de Dios…
“‘El Espíritu Santo será tu compañero constante… y tu dominio será un dominio eterno, y sin ser compelido fluirá hacia ti para siempre jamás’ (D. y C. 121:45–46)…
“En varias ocasiones he tenido la oportunidad de conversar con Presidentes de los Estados Unidos y con hombres importantes de otros gobiernos. Al finalizar cada una de esas ocasiones, he reflexionado en la experiencia tan gratificante de sentir confianza en la presencia de un líder reconocido. Y después he pensado, qué cosa tan maravillosa sería sentir confianza, no tener miedo ni vergüenza ni pena, en la presencia de Dios. Ésta es la promesa que se hace a todos los hombres y mujeres virtuosos”2.
Los hijos madurarán en esa confianza al aprender a vivir de manera fiel y virtuosa. Para ayudarles a desarrollar confianza en el Señor, sus padres deben esforzarse por vivir fiel y virtuosamente, demostrando así su propia fe. Los hijos aprenden mejor cuando sus padres viven una vida ejemplar. Los padres deben “criar a [sus] hijos en la luz y la verdad” (D. y C. 93:40), haciendo que las actividades espirituales formen parte de la vida cotidiana (la oración familiar, el estudio de las Escrituras, el diálogo sobre temas del Evangelio, y la participación en la Iglesia).
Ayudar a los hijos a desarrollar la integridad personal
A los niños se les ha dado la luz de Cristo (véase Juan 1:9; Moroni 7:16; D. y C. 93:2) y, al llegar a la edad de responsabilidad, son capaces de discernir entre el bien y el mal. Cuando los niños escuchan su conciencia y siguen su propio buen juicio, llegan a depender menos de los demás y desarrollan más confianza en sí mismos y en su habilidad para tomar buenas decisiones. Aunque es necesario enseñarles a seguir el buen consejo de los padres y de los líderes de la Iglesia, también deben aprender a pensar por sí mismos y desarrollar confianza en su propia habilidad para manejar su vida. Esa habilidad aumenta a medida que los niños van madurando y aprenden a seguir la inspiración que reciben en su interior. Los padres pueden fomentar el crecimiento ayudando a sus hijos a escuchar sus propios pensamientos de autoevaluación y a vivir en armonía con la luz de Cristo que llevan en su interior.
En una ocasión, los escribas y los fariseos llevaron ante Jesús a una mujer adúltera, y le preguntaron si debían apedrearla según lo que especificaba la ley. Jesús invocó la autoevaluación de ellos: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (Juan 8:7). Cuando esos escribas y fariseos evaluaron su propia conducta, quedaron atónitos y, “acusados por su conciencia, salían uno a uno” (vers. 9).
Cuando una persona participa en una conducta que considera aceptable, los pensamientos de autoevaluación son positivos, lo que produce la aprobación de sí misma y la confianza en sí misma. Cuando la persona participa en una conducta inaceptable, el resultado suele ser la desaprobación de sí misma y la pérdida de dignidad propia.
Estos ejemplos ilustran cómo funciona el proceso de la autoevaluación:
Rogelio, Rebeca Y Carlos
Rogelio resuelve un problema de matemáticas muy difícil. Su autoevaluación es positiva: “Esto lo puedo hacer. Puedo sacar buenas notas en esta clase”. Aumenta su confianza en sí mismo.
Rebeca cuenta una mentira, lo que la hace verse bien ante sus amigas y ellas la abrazan. Por el momento, Rebeca se siente eufórica, pero sufre por el remordimiento de conciencia. Sus pensamientos de autoevaluación son negativos: “Mentí. Eso estuvo muy mal. Me hizo verme bien, pero basada en una falsedad”. Disminuyen su confianza en sí misma y su autoestima.
Carlos rehúsa seguirles la corriente a sus amigos y burlarse de Tomás, un compañero de clase incapacitado. Los amigos de Carlos comienzan a excluirlo del grupo. Carlos se siente herido, pero también sabe que hizo lo correcto. Sus pensamientos de auto evaluación son positivos.
Cuando un niño se acerca a su padre o a su madre con un problema, el padre o la madre debe animarle, a un nivel que el niño comprenda a considerar sus convicciones personales y la inspiración espiritual. El padre o la madre puede hacer preguntas apropiadas, tales como: “¿Qué sientes en cuanto a esto?”. “¿Apruebas la forma en que has manejado el problema?”. “Me has dicho que tus amigos piensan que es lo correcto, pero me interesa saber lo que tú piensas”. “¿Qué es lo correcto?”.
Cuando los padres le piden al hijo que evalúe su propia conducta, deben hacerlo con calma y sin acusarle ni castigarle.
En el siguiente ejemplo, una mamá ayudó a su hija para que considerara sus propias convicciones personales dándole una guía para su conducta.
Gisela
Gisela, de 14 años de edad, y su amiga Juanita empezaron a eludir a Alicia y trataron de excluirla de las actividades del vecindario y del colegio. Alicia se sintió ofendida y rechazada. La mamá de Gisela observó lo que ocurría y confrontó a su hija.
Mamá: |
Estoy preocupada por tu relación con Alicia. ¿Qué está pasando? |
Gisela: |
Ella cree ser la Señorita Popularidad. Simplemente le estamos demostrando que no lo es. |
Mamá: |
¿Y cómo lo están haciendo? |
Gisela: |
Ni Juanita ni yo nos juntamos con ella. Si llega Alicia, no le hablamos. Eso es todo. |
Mamá: |
¿Alicia te ha ofendido? |
Gisela: |
Realmente no. Sencillamente nos cae mal. Puede portarse como la Señorita Arrogante en la escuela, pero aquí no. |
Mamá: |
Tengo curiosidad, Gisela. Cuando tratas así a Alicia, ¿cómo te sientes acerca de ti misma? |
Gisela: |
(A la defensiva.) Pues, ella se lo merece. Alguien tiene que ponerla en su lugar. |
Mamá: |
Pero tú dices que no ha hecho nada para ofenderte. Me gustaría saber qué sientes acerca de tratar mal a otra persona simplemente porque te cae mal. |
Gisela: |
Me siento perfectamente bien, y además, no quiero hablar de eso. |
Mamá: |
Está bien, si así lo deseas. Espero que lo pienses más detenidamente. Te quiero mucho, pero no logro entender lo que me has dicho. |
A la tarde del día siguiente, Gisela buscó a su mamá. | |
Gisela: |
Tenías razón, mamá. No me parece bien mi manera de actuar. Tú me ayudaste a mirarme a mí misma, y no me gustó lo que vi. La pura verdad es que le tengo celos a Alicia. Ella tiene muchas amigas en el colegio. Yo quisiera tener la mitad de las que ella tiene. Sé que ésa no es una razón para tratarla mal. Fui y me disculpé con ella, y ahora me siento mucho mejor. Gracias por ayudarme. |
Aunque no todos los niños responderán de manera tan dramática, el pedirles que evalúen su conducta puede ser una potente manera de ayudarles a vivir en armonía con sus creencias y expectativas personales. A menudo resulta eficaz ayudarlos a juzgar su propia conducta, ya que el juicio no viene del padre o la madre.
Cuando los padres invocan la autoevaluación de manera dura, juzgando y condenando al hijo, éste puede perder de vista lo que ha hecho mal y concentrarse en la conducta excesiva e inapropiada de los padres, o puede responder con sentimientos innecesariamente severos de culpabilidad y censura de sí mismo.
Los padres deben tener precaución al fomentar la auto evaluación en niños que tienden a reprocharse en exceso. Tendrán que guiar a esos niños cuidadosamente en sus autoevaluaciones, las cuales deben ser precisas y no el producto del pensamiento distorsionado que el niño tiene como resultado de la depresión o de experiencias malsanas.
Ayudar a los hijos a ser competentes
Cuando los padres tienen expectativas altas pero razonables, sus hijos tienden a desarrollar confianza en que pueden tener éxito en lo que hagan, especialmente cuando sus padres les proporcionan un ambiente de apoyo afectuoso en el cual pueden aprender mediante el ensayo, sin que se les degrade o condene si fracasan. Los hijos aprenden rápidamente de los reveses cuando sienten amor y apoyo, y que se les anima a volver a intentar. Los hijos también deben saber que nuestro Padre Celestial los ama aunque cometan errores.
Los padres deben ayudar a sus hijos para que lleguen a ser competentes en los aspectos importantes para su futuro: deben aprender a trabajar, a estudiar, a lograr metas, a vivir de conformidad con las reglas y a llevarse bien con los demás. Cuando los hijos logran ser competentes en esos aspectos, se fortalece la confianza que tienen en sí mismos. Los padres deben trabajar al lado de sus hijos para enseñarles a trabajar, especialmente cuando éstos son pequeños, siendo amables y pacientes, y esforzándose por que los hijos disfruten del trabajo. Deben animarlos a participar en actividades en las que puedan tener éxito y facilitarles el desarrollo de talentos y habilidades naturales. Los padres no deben permitir que sus hijos se dediquen a actividades que simplemente satisfagan las ambiciones que tengan para ellos, particularmente cuando dichas actividades no sean esenciales para el bienestar de sus hijos, ya que ambos se frustrarán.
Los padres deben reconocer los logros de sus hijos y elogiarlos cuando hagan algo bueno y especial.
A continuación se mencionan las pautas para elogiar a los hijos. Los padres deben:
-
Ser sinceros. El hijo percibirá y rechazará las adulaciones que no sean sinceras.
-
Concentrarse en el comportamiento y en el efecto que tiene en los padres; por ejemplo: “Realmente me agrada cuando estás aquí con nosotros y podemos hablar con tranquilidad y sin contención. Eso significa mucho para mí”. Los padres deben evitar concentrarse en el hijo al decir cosas como las siguientes: “Eres un buen niño (o una buena niña)”. El hijo tal vez no crea ser una buena persona y considere que el elogio sea falso y manipulador.
-
Ser breves. Es mejor usar pocas palabras que muchas. Los padres que hablan y hablan sin parar avergonzarán al hijo y harán negativa una experiencia que podría haber sido positiva.
-
Hacerlo al azar. Si se elogia al hijo por cada cosa que hace, se disminuye el impacto de las palabras del padre, pero si no se le elogia, se le priva del cariño que tanto necesita. Los elogios que se dan al azar son los que tendrán el mayor impacto. Los padres deben asegurarse de reconocer las cosas significativas que sus hijos hagan.
Dar a los hijos oportunidades de servir al prójimo
Los proyectos de servicio enseñan a los hijos a no ser egoístas y les ayudan a tomar en cuenta el bienestar de los demás. El presidente Spencer W. Kimball enseñó el valor del servicio:
“En medio del milagro del servicio, tenemos la promesa de Jesús de que al perdernos, ¡nos encontramos a nosotros mismos!
“No sólo nos ‘encontramos’ en el sentido que agradecemos la guía que recibimos en nuestra vida, sino que cuando más servimos a nuestros semejantes de maneras adecuadas, más sustancia tiene nuestra alma. Llegamos a ser personas más importantes y de más sustancia al servir a los demás; de hecho, es más fácil encontrarnos a nosotros mismos, ya que hay más para encontrar”3.
Confianza en el Señor
Los hijos ganarán confianza a medida que desarrollen su fe, virtud e integridad. Los padres también pueden inculcar la confianza en sus hijos al amarlos y respetarlos, al ayudarles a llegar a ser competentes y al brindarles oportunidades de servir a los demás.
Respecto a la fe en el Señor, el presidente Ezra Taft Benson declaró: “Mi mensaje y testimonio son éstos: Jesucristo es el único que está capacitado para otorgarnos la esperanza, la confianza y la fortaleza necesarias para vencer al mundo y despojarnos de nuestras debilidades mundanas. Para lograr esto último debemos depositar en Él nuestra [fe] y vivir de acuerdo con Sus mandamientos y enseñanzas”4.