Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
Demos a conocer el Evangelio


Capítulo 24

Demos a conocer el Evangelio

Debemos alargar nuestro paso para dar a conocer el Evangelio a otras personas.

De la vida de Spencer W. Kimball

En un viaje que hizo a Quito, Ecuador, cuando era integrante del Quórum de los Doce Apóstoles, el élder Spencer W. Kimball estaba en el restaurante de un hotel formando parte de un grupo en el que había cuatro jóvenes misioneros. “Él comentó a los demás que el mozo que les servía era un joven apuesto y podría ser un buen misionero de la Iglesia. Después de pedir pan y leche, preguntó al camarero si tenía hijos en casa. ‘Un varón’, contestó éste. ‘El pan y la leche los hará saludables’, le dijo el élder Kimball; ‘pero más saludables serían si usted les diera el alimento que estos jóvenes tienen para ofrecer’. El mozo se quedó un tanto perplejo, a lo cual el presidente Kimball le explicó que los jóvenes eran misioneros y que enseñaban el Evangelio de Jesucristo. El hombre demostró interés en que los misioneros le enseñaran” 1.

The Lord promises us great blessings as we share the gospel.

El élder Spencer W. Kimball (a la izquierda) como misionero de tiempo completo en la Misión de los Estados Centrales [EE.UU.], en junio de 1915. En la foto, con su compañero, L. M. Hawkes.

El presidente Kimball se refería a menudo al mandato que dio el Salvador de que el Evangelio se llevara “por todo el mundo” (Marcos 16:15). Pedía más misioneros de tiempo completo, especialmente varones jóvenes y matrimonios maduros, y recordaba a todos los miembros de la Iglesia que debían participar en esa obra divinamente inspirada. “Nuestra gran necesidad y nuestro gran llamamiento”, enseñaba, “es llevar a la gente de este mundo el conocimiento que, como una lámpara, ilumine su camino y la saque de la oscuridad al gozo, la paz y las verdades del Evangelio” 2.

Enseñanzas de Spencer W. Kimball

El Señor nos promete grandes bendiciones si damos a conocer el Evangelio.

Hay una aventura espiritual en la obra misional, en dar referencias, en acompañar a los misioneros cuando van a dar las charlas. Es algo emocionante y compensador. Las horas, el esfuerzo, la expectativa, todo vale la pena si aunque sea un alma expresa arrepentimiento, fe y el deseo de bautizarse. Imaginen lo bien que se sentirían si les dijeran: “Cuando tú estás aquí y hablamos de estas cosas, me parece estar recordando algo que ya sabía antes”, o “No quiero que te vayas hasta que nos hayas dicho todo lo que sepas de esa Iglesia restaurada” 3.

Compartir el Evangelio brinda paz y gozo a nuestra vida, aumenta nuestra capacidad de amar a los demás y preocuparnos por su bienestar, aumenta nuestra propia fe, fortalece la relación que tenemos con el Señor y mejora nuestra comprensión de sus verdades 4.

El Señor ha prometido grandes bendiciones en proporción a nuestros esfuerzos de compartir el Evangelio. Recibiremos ayuda del otro lado del velo al ocurrir los milagros espirituales. El Señor nos ha dicho que nuestros pecados serán perdonados más prontamente a medida que traigamos almas a Cristo y permanezcamos firmes al dar testimonio ante el mundo; y ciertamente, cada uno de nosotros desea y procura el perdón de sus pecados (véase D. y C. 84:61). En uno de los pasajes misionales más importantes de las Escrituras, la sección 4 de Doctrina y Convenios, se nos dice que si servimos al Señor en la obra misional “con todo [n]uestro corazón, alma, mente y fuerza”, podremos aparecer “sin culpa ante Dios en el último día” (vers. 2).

También dice el Señor:

“Y si acontece que trabajáis todos vuestros días proclamando el arrepentimiento a este pueblo y me traéis aun cuando fuere una sola alma, ¡cuán grande será vuestro gozo con ella en el reino de mi Padre!

“Y ahora, si vuestro gozo será grande con un alma que me hayáis traído al reino de mi Padre, ¡cuán grande no será vuestro gozo si me trajereis muchas almas!” (D. y C. 18:15–16).

¡Si se trabajara todos los días y se trajera aun cuando fuera una sola alma! ¡Qué gozo! ¡Un alma! ¡Cuán preciosa! ¡Oh, que Dios nos diera esa clase de amor hacia las almas! 5

El Señor ha confiado a todos los miembros de la Iglesia la responsabilidad de servir como mensajeros Suyos.

Quisiera que pudiéramos inculcar más eficaz y fielmente en el corazón de todo miembro de la Iglesia la comprensión de que si una persona tiene edad para ser miembro, tiene edad para ser misionero y no necesita ser apartada especialmente con ese fin. Todo miembro tiene la obligación y el llamamiento de llevar el Evangelio a aquellos que estén a su alrededor. Queremos que todo hombre, toda mujer y todo niño asuma esta justa y legítima responsabilidad. Es fundamental que así sea, pues éste es el mensaje del Evangelio: Recibimos sus bendiciones y luego salimos y compartimos esas bendiciones con los demás.

Ahora bien, sé que todos estamos muy ocupados, pero el Señor no nos dijo: “Si te viene bien, ¿podrías, por favor, considerar la idea de predicar el Evangelio?”. No, sino que Él ha dicho: “…aprenda todo varón su deber” (D. y C. 107:99) y “He aquí… conviene que todo hombre que ha sido amonestado, amoneste a su prójimo” (D. y C. 88:81).

Debemos recordar que Dios es nuestro aliado en esta empresa. Él es nuestra fuente de ayuda y nos abrirá el camino, porque Él fue quien nos dio el mandamiento 6.

¡Cuán emocionante es, queridos hermanos miembros del reino de Dios, recibir del Señor la responsabilidad de servir como mensajeros de Su obra a nuestros hermanos y hermanas que no son miembros de la Iglesia! Supongamos por un momento que los papeles se cambiaran, que usted no fuera miembro de la Iglesia pero que su vecino de al lado sí lo fuera. ¿No le gustaría que esa persona le diera a conocer el Evangelio? ¿No se regocijaría usted con las nuevas verdades que hubiera aprendido? ¿No aumentarían su amor y respeto hacia su vecino por haber él compartido esas verdades con usted? Por supuesto, la respuesta a todas esas preguntas es: ¡Sí! 7

Hermanos y hermanas, me pregunto si estamos haciendo todo lo que podemos. ¿Somos displicentes con respecto a nuestra asignación de enseñar el Evangelio a los demás? ¿Estamos preparados para alargar nuestro paso? ¿Para ampliar nuestra visión? 8

Ha llegado el día de llevar el Evangelio a más personas, en más lugares. Debemos poner primero nuestra obligación de compartir el mensaje del Evangelio y después nuestra propia conveniencia. Los llamamientos del Señor pocas veces resultan cómodos. Ha llegado el momento en que el sacrificio tome un lugar más preponderante en la Iglesia. Nuestra devoción y dedicación deben aumentar para que podamos realizar la obra que el Señor tiene para nosotros… Las palabras de despedida del Maestro a Sus Apóstoles, poco antes de la Ascensión, fueron: “…Id por todo el mundo y predicad el evangelio a toda criatura.

“El que creyere y fuere bautizado, será salvo; mas el que no creyere, será condenado” (Marcos 16:15–16).

No debemos flaquear ni cansarnos de hacer el bien. Tenemos que alargar el paso. No sólo nos estamos jugando nuestro propio bienestar eterno, sino también el de muchos de nuestros hermanos y hermanas que todavía no son miembros de ésta, la Iglesia verdadera. Me emocionan las palabras del profeta José Smith en una carta que mandó a la Iglesia desde Nauvoo el 6 de septiembre de 1842, que dice: “…¿no hemos de seguir adelante en una causa tan grande? Avanzad… ¡Valor …adelante a la victoria!” (D. y C. 128:22) 9.

Por nuestra influencia y esfuerzos rectos, podemos ayudar a otras personas a recibir el Evangelio restaurado.

La labor de los miembros misioneros es la clave del futuro crecimiento de la Iglesia 10.

Pienso que el Señor ha puesto, de una forma muy natural, entre nuestros amigos y conocidos a muchas personas que están listas para entrar en Su Iglesia. Les pedimos que oren para reconocer a esas personas y luego soliciten la ayuda del Señor para presentarles el mensaje del Evangelio11.

Debe ser obvio para nosotros que, por lo general, tenemos que acercarnos a nuestros vecinos antes de poder aconsejarles debidamente. Debemos hacerles sentir amistad y afecto sinceros. Queremos que los miembros los persuadan a escuchar, no reprenderlos ni alarmarlos 12.

El Evangelio es verdadero. Cualquier investigador sincero puede llegar a saber que así es mediante el estudio y la obediencia de sus principios, tratando de buscar la inspiración y ayuda del Espíritu Santo. Pero ¡cuánto más fácil es comprenderlo y aceptarlo cuando el que busca la verdad puede, a la vez, observar los principios del Evangelio en acción en la vida de los creyentes! No existe un servicio mayor que se pueda prestar al llamamiento misional de esta Iglesia que el de un ejemplo positivo de las virtudes cristianas en nuestra vida 13.

Los miembros rectos y el vivir el Evangelio dando el ejemplo y cumpliendo los preceptos son la mejor propaganda para la Iglesia 14.

Lo que todo miembro debería hacer, tanto por el buen ejemplo como por la expresión de su testimonio, es demostrar a los que no son miembros el gozo de vivir y comprender el Evangelio a fin de conducirlos a una etapa en la que acepten una enseñanza más formal 15.

La verdadera meta del proselitismo eficaz es que los miembros proporcionen investigadores y los misioneros de tiempo completo les enseñen… Cuando los miembros son quienes consiguen los investigadores, sienten un interés personal en el hermanamiento, se pierden menos investigadores antes del bautismo y los que se bautizan tienden a permanecer activos 16.

We can help others receive the restored gospel of Jesus Christ.

“La verdadera meta del proselitismo eficaz es que los miembros proporcionen investigadores y los misioneros de tiempo completo les enseñen”.

Nuestra meta debe consistir en reconocer lo antes posible cuáles de los hijos de nuestro Padre están espiritualmente preparados para seguir hasta recibir el bautismo en el reino. Una de las mejores maneras de saberlo es presentar cuanto antes a los misioneros de tiempo completo a sus amigos, parientes, vecinos y conocidos 17.

A veces olvidamos que es mejor arriesgar un pequeño tropiezo en la relación con un amigo que guardar silencio y privarlo así de la vida eterna 18.

No dejen pasar mucho tiempo en el proceso de hermanamiento ni esperen el momento preciso y perfecto. Lo que deben hacer es averiguar si esas personas están entre los elegidos. “…mis escogidos… escuchan mi voz y no endurecen su corazón” (D. y C. 29:7). Si ellos escuchan y abren el corazón al Evangelio, de inmediato se hará evidente. Si no escuchan y el escepticismo y los comentarios negativos han endurecido su corazón, es porque no están preparados. En tal caso, sigan amándolos y hermanándolos, y esperen hasta la próxima oportunidad para ver si están preparados. No perderán su amistad, sino que ganarán su respeto.

Por supuesto, surgen situaciones desalentadoras; pero al final nada se pierde. Nadie ha perdido a un amigo porque éste desee que se ponga fin a las visitas de los misioneros. El miembro puede continuar su amistad con ellos sin temor a que esa amistad o relación especial que haya con esa familia se vea amenazada. A veces, a unos les toma más tiempo que a otros convertirse a la Iglesia; en esos casos, el miembro debe continuar hermanando y tratar de lograr la conversión en una próxima oportunidad. No se desalienten por una momentánea falta de progreso; hay cientos de relatos referentes al valor de la perseverancia en la obra misional 19.

La obra misional implica el amor y el hermanamiento perseverante de los nuevos conversos y de los miembros menos activos.

Cuando logramos que alguien se bautice, es un crimen dejar que se deslice y desaparezca de la Iglesia sólo por falta de hermanamiento; éste constituye una importante responsabilidad. Deberíamos poder hermanar a todo el que venga a la Iglesia; ésa es la razón por la que queremos que los miembros trabajen en la obra misional además de buscar la ayuda de los misioneros. Queremos que la gente… salga a hacer esta obra, porque la persona sigue siendo su prójimo después de bautizarse. Todavía la pueden hermanar; todavía pueden ir a buscarla y, si es un varón, llevarlo a la reunión del sacerdocio; todavía pueden alentarla y ayudarle con sus noches de hogar y otras cosas 20.

Recalcamos vigorosamente la necesidad de llevar a cabo la obra misional bajo el sistema de correlación del sacerdocio para que los investigadores sean hermanados dentro de los programas de la Iglesia y ligados a ellos de tal modo que muy pronto sean miembros fieles y activos. Ésta es, entonces, otra manera en la que todos los miembros de la Iglesia se dediquen en forma activa y constante al servicio misional, hermanando, haciendo amistades y alentando a los nuevos miembros…21

Es imperativo que a aquellos que son bautizados como conversos se les asignen inmediatamente maestros orientadores que los hermanen en una forma personal y con real interés. Estos maestros orientadores, trabajando con los oficiales del sacerdocio, deben asegurarse de que cada converso adulto reciba alguna asignación importante, del mismo modo que una oportunidad y el aliento para aumentar su conocimiento del Evangelio. Debe también recibir ayuda para establecer relaciones sociales con los miembros de la Iglesia para que no se sienta solo al comenzar su vida como miembro activo Santo de los Últimos Días 22.

Es una inspiración y un gozo ver… a los santos acercarse a los que diariamente entran al reino de nuestro Señor, ayudarles y orar por ellos. Continúen interesándose los unos en los otros, y en los muchos más que entrarán en la Iglesia. Denles la bienvenida, ámenlos y háganles sentir que son parte de la hermandad 23.

Nuestra responsabilidad como hermanos y hermanas en la Iglesia consiste en ayudar a los que estén perdidos a encontrar su camino y a hallar su tesoro a los que hayan extraviado lo que es precioso. Las Escrituras nos enseñan con claridad que todo miembro tiene la obligación de fortalecer a sus hermanos.

El Salvador, con amor pero con firmeza, recalcó esto cuando le dijo a Pedro: “…y tú, una vez vuelto [convertido] confirma a tus hermanos” (Lucas 22:32). Permítanme decir lo mismo a cada uno de ustedes: Una vez que se hayan convertido, por favor, fortalezcan a sus hermanos y hermanas. Hay tantos que padecen hambre, a veces sin conocer la causa de lo que sienten. Hay verdades y principios espirituales que pueden ser un firme cimiento para su vida, seguridad para su alma y paz para su corazón y mente si tan sólo dirigimos nuestras oraciones y nuestro interés activo hacia ellos…

Tal vez haya quien diga: “Es que conocemos a una persona en la que no podemos tener ninguna influencia”. Claro que se puede tener influencia. A esa persona siempre se le puede bendecir y ayudar. Está la promesa de las Escrituras que nos dice: “El amor nunca deja de ser” (1 Corintios 13:8). ¡Nunca! El amor, o caridad, si se hace sentir bastante tiempo, nunca deja de obrar su milagro ni en el individuo ni en nosotros, o en ambos, o en los que rodeen a la persona.

…Yo creo que no hay nadie que no pueda ser convertido —o podría decir reactivado— si la persona apropiada hace el intento apropiado, en el momento apropiado, de la manera apropiada y con el espíritu apropiado. Sé que las bendiciones de nuestro Padre Celestial se unirán a nuestros esfuerzos si nos preparamos, si vivimos felizmente los principios del Evangelio y si buscamos Su ayuda…

Que los maestros orientadores de los quórumes del sacerdocio, las maestras visitantes de la Sociedad de Socorro, los matrimonios, los padres e hijos y los miembros de cualquier parte que amen al Señor y deseen hacer Su voluntad extiendan los brazos y, con amor e inspiración, realicen las labores de rectitud que se requieren ayudando a quienes lo necesiten. Los arranques temporarios de interés y entusiasmo no acarrearán los resultados deseados; pero obtendremos éstos, y los obtendremos más a menudo de lo que cualquiera de nosotros se imagine, si con oración aumentamos nuestros esfuerzos. No sólo recibiremos las bendiciones escogidas del Señor, nosotros y otras personas, sino que nos acercaremos más a Él y sentiremos Su amor y Su Espíritu 24.

Los padres deben ayudar a sus hijos a prepararse para el servicio misional de tiempo completo.

Es necesario que haya aún más jóvenes que den un paso adelante para asumir su debida responsabilidad, privilegio y bendición como siervos del Señor en la obra misional. ¡Cuánta fortaleza recibiríamos nosotros y ellos si todos los muchachos de la Iglesia se prepararan para la obra del Señor! 25

Cuando pido más misioneros, no pido misioneros… sin un testimonio, ni misioneros que no sean dignos; pido que comencemos a preparar a nuestros jóvenes más temprano y mejor en todas las ramas y en todos los barrios de la Iglesia en el mundo. He aquí otro cometido: que nuestros jóvenes lleguen a comprender que cumplir una misión constituye un gran privilegio, y que deben hallarse en buenas condiciones físicas, mentales y espirituales; y además, que “yo, el Señor, no puedo considerar el pecado con el más mínimo grado de tolerancia” (D. y C. 1:31).

Pido misioneros que hayan sido cuidadosamente instruidos y preparados, tanto en el seno familiar como en las organizaciones de la Iglesia, y que lleven a la misión grandes anhelos. Pido… que capacitemos a nuestros futuros misioneros mucho mejor, con más anticipación y durante más tiempo, de manera que cada uno espere su llamamiento con gran gozo 26.

Debemos aspirar a algo más grande. Debemos preparar mejor a nuestros misioneros, no sólo en idiomas nuevos sino en las Escrituras y, sobre todo, inculcarles un testimonio y un fuego ardiente en el pecho que dé poder a sus palabras 27.

Envíen a sus muchachos a la misión. En el mismo momento en que los tomen en sus brazos por primera vez, empiecen a enseñarles. Ellos los oyen orar de noche y de mañana; los oyen cuando piden al Señor que abra las puertas de todas las naciones; los oyen hablar de la obra misional. Los escuchan cuando oran por el obispo, por el presidente de la misión y por todos los demás que les prestan servicio, y la idea va abriéndose paso en su conciencia gradualmente 28.

Casi todas las veces en que me encuentro con un niño, le digo: “Vas a ser un gran misionero, ¿verdad?” Se planta una semilla en su mente, que es como cualquier planta; germina y crece, y si el padre y la madre hablan a sus hijitos… de ir a cumplir una misión —casi desde que son bebés—, esa pequeña semilla germinará y crecerá 29.

Es bueno que los padres comiencen a preparar a sus hijos a temprana edad a ahorrar; que tengan el espíritu de ahorro; que también les inculquen el deseo de estudiar las Escrituras y de orar en cuanto al Evangelio, y de observar por sí mismos el efecto que tiene el Evangelio en su vida y en la vida de aquellos que los rodean. Que aprendan a sentir el espíritu del servicio en sus años formativos y que tengan la experiencia de ayudar a otras personas a analizar el gozo que el mensaje del Evangelio haya llevado a su vida. Que aprovechen las clases de seminario e instituto y sus experiencias personales como capacitación y fuente de conocimiento espiritual sumamente valioso, no sólo para ellos mismos sino para los demás también. Que se preparen viviendo en forma limpia y digna y sintiendo de todo corazón el deseo de ayudar al Señor a llevar el Evangelio a todos los que estén preparados para recibirlo 30.

Espero que todas las familias tengan su noche de hogar sin falta cada lunes por la noche. Uno de los temas principales de esa noche debe ser la obra misional; y padres e hijos, cuando les toque el turno, deben ofrecer oraciones cuyo punto central sea este importante elemento: que las puertas de las naciones se nos abran, y segundo, que los misioneros, los hombres y las mujeres jóvenes de la Iglesia, estén ansiosos por cumplir esa misión y traer almas a la Iglesia 31.

Parents should help their children prepare for full-time missionary service.

“Espero que todas las familias tengan su noche de hogar sin falta cada lunes por la noche. Uno de los temas principales de esa noche debe ser la obra misional”.

La Iglesia necesita matrimonios que presten servicio misional.

…Si la salud y otras condiciones lo permiten, los padres pueden tener la expectativa del día en que a ellos también les sea posible prestar servicio en una misión 32.

Creo que es un asunto que hemos pasado por alto: nosotros, las personas mayores, que nos hemos jubilado y encontramos lugares fáciles adonde ir con nuestro equipo de campamento y otras oportunidades de diversión. Hemos descubierto una manera muy fácil de satisfacer nuestros pensamientos y nuestra conciencia con respecto al hecho de que la obra debe seguir avanzando: decimos que mandaremos a nuestros muchachos.

Todos tenemos esa responsabilidad. No todos estamos en condiciones de hacerlo, pero para muchos, muchísimos de nosotros es posible 33.

Podríamos utilizar a cientos de matrimonios, personas mayores como algunos de ustedes, que ya han criado a su familia, que se han jubilado de su trabajo, que podrían salir… y enseñar el Evangelio. Cientos de matrimonios nos serían útiles. Decídanse y vayan a hablar con el obispo; eso es todo lo que tienen que hacer. Díganle: “Estamos prontos para salir si usted quiere”. Creo que es muy probable que reciban un llamamiento 34.

Ésta es la labor del Señor; estamos en Su obra. Él nos ha dado mandamientos precisos y, sin embargo, somos desconocidos para muchas personas en el mundo. Es tiempo de ceñir los lomos e ir adelante con nueva resolución en esta gran obra. Hemos hecho el convenio, ustedes y yo, de cumplir. Ruego que todos digamos como aquel jovencito a quien sus ansiosos padres encontraron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley: “…en los negocios de mi Padre me es necesario estar” (Lucas 2:49) 35.

Sugerencias para el estudio y la enseñanza

Al estudiar el capítulo o al prepararse para enseñar su contenido, tenga en cuenta estos conceptos. Para ayuda adicional, vea las páginas V–X.

  • ¿En qué sentido es la obra misional “una aventura espiritual”? (pág. 285). Cuando damos a conocer el Evangelio, ¿qué experiencias “emocionantes y compensadoras” podemos tener? (Para un ejemplo, véase el relato en la pág. 284.)

  • Repase las páginas 259–260, fijándose en cuáles son las bendiciones que recibimos cuando hablamos del Evangelio a los que no son miembros. ¿Cuándo ha recibido usted alguna de esas bendiciones?

  • Lea el cuarto párrafo completo de la página 287. ¿Qué quiere decir “alargar nuestro paso” y “ampliar nuestra visión”? ¿Qué debemos hacer para seguir ese consejo en la obra misional?

  • Repase la sección que empieza en la página 288. Medite o analice con otras personas el consejo que se nos da sobre dar a conocer el Evangelio a familiares y amigos. Por ejemplo: (a) ¿Qué podemos hacer para “acercarnos a nuestros vecinos”? (b) ¿En qué sentido somos “una propaganda” de la Iglesia? (c) ¿Qué posibles problemas puede presentar el esperar “el momento preciso y perfecto” para hablar del Evangelio? (d) ¿Cómo debemos reaccionar si nuestros familiares y amigos no aceptan nuestra invitación a escuchar el Evangelio?

  • ¿Cuáles son algunas de las cosas que necesita un miembro nuevo? ¿O uno menos activo? ¿Qué podemos hacer para ayudarles? (Véanse las págs. 291–293.)

  • ¿Qué cualidades buscan los líderes de la Iglesia en los misioneros de tiempo completo? (Para algunos ejemplos, véanse las págs. 293–295.) ¿Qué deben hacer los padres y otras personas para ayudar a los niños y jovencitos a desarrollar esas cualidades? El presidente Kimball aconseja que se ahorre dinero para la misión. ¿Qué pueden hacer padres e hijos para seguir ese consejo?

  • El presidente Kimball exhorta a los matrimonios mayores a cumplir una misión (págs. 295–296). ¿Qué opciones y oportunidades ofrece la Iglesia a los matrimonios misioneros? ¿Qué deben hacer los matrimonios para prepararse a prestar servicio? ¿Cómo hace usted obra misional en esta etapa de su vida?

Pasajes relacionados: Mosíah 3:20; Alma 26:1–16; Helamán 6:3; Moroni 6:3–4; D. y C. 84:88.

Notas

  1. Edward L. Kimball y Andrew E. Kimball, hijo, Spencer W. Kimball, 1977, pág. 354.

  2. “¿Es esto todo lo que podemos hacer?”, Liahona, junio de 1983, pág. 5.

  3. “It Becometh Every Man”, Ensign, octubre de 1977, pág. 7.

  4. Liahona, junio de 1983, pág. 3.

  5. Véase “El servicio misional”, Liahona, abril de 1982, págs. 51–52.

  6. Liahona, junio de 1983, pág. 2.

  7. Véase “Me seréis testigos”, Liahona, noviembre de 1977, págs. 1–2.

  8. Véase “Cuando el mundo sea convertido”, Liahona, septiembre de 1984, pág. 3.

  9. Véase “La obra de los últimos días”, Liahona, enero de 1983, págs. 6–7.

  10. Seminario para representantes regionales, 3 de octubre de 1980, Archivos de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, pág. 2.

  11. Véase Liahona, junio de 1983, pág. 3.

  12. Seminario para representantes regionales, 30 de septiembre de 1976, Archivos de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, pág. 2.

  13. Véase “La barra de hierro”, Liahona, febrero de 1979, pág. 8.

  14. Seminario para representantes regionales, 3 de octubre de 1980, pág. 2.

  15. “President Kimball Speaks Out on Service to Others”, New Era, marzo de 1981, págs. 48–49.

  16. Véase Liahona, noviembre de 1977, pág. 3.

  17. Véase Liahona, noviembre de 1977, pág. 3.

  18. Seminario para representantes regionales, 3 de abril de 1975, Archivos de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, pág. 7.

  19. Véase Liahona, noviembre de 1977, pág. 3.

  20. En Conference Report, Conferencia de Área de Glasgow, Escocia, 1976, pág. 23.

  21. Liahona, noviembre de 1977, pág. 3.

  22. Véase “El poder del perdón”, Liahona, febrero de 1978, pág. 59.

  23. “Always a Convert Church: Some Lessons to Learn and Apply This Year”, Ensign, septiembre de 1975, pág. 4.

  24. Véase “Ayudemos a otros a alcanzar…”, Liahona, marzo de 1984, págs. 2, 6.

  25. Véase Liahona, junio de 1983, pág. 2.

  26. Véase “Id por todo el mundo”, Liahona, noviembre de 1974, págs. 3–4.

  27. Seminario para representantes regionales, 5 de abril de 1976, Archivos de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, pág. 14.

  28. En Conference Report, Conferencia de Área de Glasgow, Escocia, 1976, pág. 6.

  29. The Teachings of Spencer W. Kimball, pág. 556.

  30. Véase Liahona, junio de 1983, pág. 4.

  31. Véase “Vivamos de acuerdo con estos principios”, Liahona, febrero de 1979, pág. 62.

  32. “Therefore I Was Taught”, Ensign, enero de 1982, pág. 4.

  33. . The Teachings of Spencer W. Kimball, pág. 551.

  34. The Teachings of Spencer W. Kimball, pág. 551.

  35. Liahona, abril de 1982, pág. 52.