Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia
La oración, un pasaporte para obtener fuerza espiritual


Capítulo 5

La oración, un pasaporte para obtener fuerza espiritual

Por medio de la oración honesta y sincera, recibimos amor, potestad y fortaleza de nuestro Padre Celestial.

De la vida de Spencer W. Kimball

Siempre me ha conmovido la idea de la oración y el poder y las bendiciones que se reciben por ella”, dijo el presidente Spencer W. Kimball. “En el transcurso de mi vida, he recibido muchas más bendiciones de las que jamás podré agradecer debidamente. El Señor ha sido muy bueno conmigo. He tenido muchas experiencias, en salud y enfermedad, que no me han dejado sombra de duda en el corazón y en la mente de que hay un Dios en los cielos, que Él es nuestro Padre y que escucha y contesta nuestras oraciones”1.

Heartfelt prayer brings blessings from God.

“Ninguno de nosotros debe estar tan ocupado que no tenga tiempo para la meditación y la oración”.

Una de esas experiencias tuvo lugar cuando el presidente Kimball y su esposa, Camilla, viajaron a una conferencia en Nueva Zelanda. Al llegar a la ciudad de Hamilton, estaban tan enfermos que el presidente Kimball le pidió al presidente N. Eldon Tanner, Primer Consejero de la Primera Presidencia, que lo representara en un acto cultural que se había preparado para esa noche. Unas horas después, el presidente Kimball “de pronto despertó y le preguntó al Dr. Russell M. Nelson, que estaba a su lado cuidándolo: ‘Hermano Nelson, ¿a qué hora comenzaba el programa de esta noche?’.

“ ‘A las siete, presidente Kimball’.

“ ‘¿Y qué hora es?’

“ ‘Son casi las siete’.

“El presidente Kimball estaba empapado en transpiración. La fiebre le había bajado… Él dijo: ‘Dígale a la hermana Kimball que vamos’.

“Camilla Kimball se levantó, ambos se vistieron rápidamente y recorrieron en auto la corta distancia hasta el estadio, donde el programa estaba comenzando. El presidente Tanner había explicado al principio de la reunión que los dos estaban demasiado enfermos para asistir; pero en la oración de apertura, un joven de Nueva Zelanda suplicó fervientemente: ‘Somos tres mil jóvenes de este país que nos hemos reunido acá, preparados para cantar y bailar ante Tu profeta. Te rogamos que lo sanes y lo traigas aquí’. Al terminar la oración, el auto que llevaba a Spencer y a Camilla Kimball entró en el lugar y todo el estadio prorrumpió en una exclamación espontánea y ensordecedora ante la respuesta a su oración” 2.

Enseñanzas de Spencer W. Kimball

Se nos requiere que oremos, tal como se nos exige guardar cualquier otro mandamiento.

La oración no es una actividad optativa; es fundamental en nuestra religión 3.

¿Por qué debemos orar? Porque somos los hijos e hijas de nuestro Padre Celestial, de quien dependemos en todo: el alimento y la ropa, la salud, la vida misma, la vista y el oído, la voz, los movimientos, incluso el cerebro.

…¿Se dan a ustedes mismos el aliento, la vida, el ser? ¿Podrían alargar sus días aunque fuera una hora? ¿Serían tan fuertes sin los dones del cielo? ¿Su cerebro se hizo solo y ustedes lo formaron? ¿Podrían dar la vida o prolongarla? ¿Tienen poder para lograr algo sin su Señor? Y no obstante, sé que hay muchas personas que no oran…

Los que oran de vez en cuando, ¿por qué no lo hacen con más regularidad, más seguido, más devotamente? ¿Es el tiempo tan precioso que no puedan hacerlo, la vida tan corta, la fe tan escasa?…

Tenemos una seria obligación para con nuestro Señor. Ninguno de nosotros ha alcanzado la perfección. Ninguno está libre del error. La oración se nos requiere a todos, lo mismo que la castidad, la observación del día de reposo, el diezmo, el guardar la Palabra de Sabiduría, la asistencia a las reuniones y el convenio del matrimonio celestial. Igual que cualquier otro, éste también es un mandamiento del Señor 4.

En años pasados, cuando acostumbraba a viajar por las estacas y misiones de la Iglesia, muchas veces me encontraba con personas que tenían dificultades o grandes necesidades. La primera pregunta que les hacía era: “¿Cómo son sus oraciones? ¿Con qué frecuencia ora? ¿Cuán profunda es su devoción cuando ora?”. He observado que, en general, el pecado se presenta cuando las líneas de comunicación [con el Señor] están cerradas. Por esa razón, el Señor dijo al profeta José Smith: “Lo que digo a uno lo digo a todos; orad en todo tiempo, no sea que aquel inicuo logre poder en vosotros…” (D. y C. 93:49)5.

En el mundo actual existe una gran necesidad de la oración que puede mantenernos en contacto con Dios y mantener abiertos los canales de comunicación con Él. Ninguno de nosotros debe estar tan ocupado que no tenga tiempo para la meditación y la oración; ésta es el pasaporte para obtener fuerza espiritual 6.

Nuestras oraciones deben incluir expresiones de gratitud y de súplica humilde al Padre Celestial para que nos bendiga, a nosotros y a los que nos rodean.

¿Qué debemos decir en nuestras oraciones? Debemos expresar gratitud gozosa y sincera por las bendiciones recibidas. El Señor ha dicho: “y habéis de dar gracias a Dios en el Espíritu por cualquier bendición con que seáis bendecidos” (D. y C. 46:32). Un espíritu maravilloso y tranquilizador nos invade al expresar gratitud sincera al Padre Celestial por las bendiciones que recibimos: por el Evangelio y el conocimiento de él con que hemos sido bendecidos; por los esfuerzos de nuestros padres y de otras personas en nuestro favor; por nuestra familia y por nuestros amigos; por las oportunidades que tenemos; por la mente, el cuerpo y la vida misma; por las buenas y beneficiosas experiencias que hemos tenido; por toda la ayuda de nuestro Padre, Sus bondades y las oraciones que nos ha contestado.

Podemos orar por nuestros líderes. Pablo escribió lo siguiente:

“Exhorto ante todo, a que se hagan rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres;

“por los reyes y por todos los que están en eminencia…” (1 Timoteo 2:1–2).

Si oramos así, desarrollaremos lealtad al país y a las leyes que nos gobiernan. Y desarrollaremos amor y fe hacia los líderes de nuestra Iglesia, y nuestros hijos llegarán a respetarlos. Porque si se ofrecen oraciones sinceras por ellos, difícilmente se les criticará. Siento gozo porque toda mi vida he sostenido a mis líderes y orado por su bienestar; y en años recientes, he recibido una gran fuerza debido a que los santos han elevado al cielo oraciones similares en mi beneficio.

La extensa obra misional debería ser tema constante en nuestras oraciones. Oramos pidiendo que las puertas de las naciones se abran para recibir el Evangelio; oramos pidiendo la oportunidad y la guía para dar a conocer las gloriosas nuevas a otras personas. El niño que haya orado toda su vida por la obra misional será un buen misionero.

…Oramos por esa persona a quien hayamos considerado enemiga, porque recordamos el hermoso y potente consejo del Señor que dice: “Pero a vosotros los que oís, os digo: Amad a vuestros enemigos, haced bien a los que os aborrecen; bendecid a los que os maldicen, y orad por los que os calumnian” (Lucas 6:27–28). La persona que ore por aquellos que la rodeen y hacia los cuales pueda tener malos sentimientos, ¿tendrá un enemigo por mucho tiempo?

Oramos pidiendo sabiduría, buen juicio y comprensión. Oramos para tener protección en lugares peligrosos, para tener fortaleza en momentos de tentación. Recordamos a nuestros seres queridos y a nuestros amigos. Pronunciamos oraciones breves vocales o en pensamiento, en voz alta o en el más profundo silencio. Siempre llevamos una oración en el corazón para que nos vaya bien en nuestras actividades diarias. ¿Puede uno hacer mal si tiene en su corazón o a flor de labios una oración sincera?

Oramos por nuestro matrimonio, nuestros hijos, nuestros vecinos, nuestro trabajo; por las decisiones que tomamos, por las asignaciones de la Iglesia, por nuestro testimonio, nuestros sentimientos, nuestras metas. En verdad, seguimos el gran consejo de Amulek y oramos pidiendo misericordia, suplicamos por nuestros medios de vida, por nuestra casa y para que nuestros enemigos no tengan poder; oramos “contra el diablo, que es el enemigo de toda rectitud”; y por nuestras cosechas. Y cuando no estamos clamando al Señor, dejamos rebosar nuestros “corazones, entregados continuamente en oración a él por [nuestro] bienestar, así como por el bienestar de los que [nos] rodean” (véase Alma 34:18–27) 7.

Every human concern is a topic for prayer.

“Oramos por nuestro matrimonio, nuestros hijos, nuestros vecinos, nuestro trabajo; por las decisiones que tomamos, por las asignaciones de la Iglesia, por nuestro testimonio, nuestros sentimientos, nuestras metas”.

Oramos suplicando perdón. He entrevistado a un gran número de futuros misioneros, y son muchos los casos en que me entero de que no oran, aun cuando han cometido errores por los que todavía no han recibido el perdón. “¿Por qué no ora si tiene una deuda tan grande que pagar?”, les pregunto. “¿Piensa que puede olvidarla, encogerse de hombros y justificarse diciendo que es una práctica común? ¿Tiene vergüenza de arrodillarse, vergüenza de Cristo? ¿Duda de Dios? ¿No sabe que Él vive y nos ama, que perdona cuando ve que hay arrepentimiento? ¿No sabe que los pecados no se borran, que las transgresiones no se perdonan sólo por evadir el asunto y tratar de olvidarlo?…”

Oramos por todo lo que sea necesario, digno y apropiado. Una vez oí a un muchacho de unos catorce años implorar al Señor en la oración familiar que protegiera las ovejas de la familia que estaban en la colina, porque nevaba y el frío era intenso. Oí a una familia orar pidiendo lluvia durante una terrible sequía que los había dejado en condiciones desesperadas. Oí a una jovencita orar suplicando ayuda para los exámenes que debía rendir ese día.

Hacemos nuestras peticiones también por los enfermos y los afligidos. El Señor escuchará nuestras oraciones sinceras; tal vez no siempre los sane, pero puede que les dé paz, valor o fortaleza para sobrellevar bien lo que venga. Y en nuestras oraciones no olvidamos a aquellas personas que necesitan bendiciones tal vez más que los que tienen imperfecciones físicas: los que están confusos y frustrados, los tentados, los pecadores, los perturbados.

Elevamos nuestras oraciones por el bienestar de nuestros hijos. A veces, a medida que crecen, adquieren una actitud de rebeldía a pesar de todo lo que les digamos o hagamos por ellos. Alma se dio cuenta de que las exhortaciones que hacía a su hijo eran inútiles y oró por él, y sus oraciones fueron potentes. A veces, eso es todo lo que pueden hacer los padres. La oración del hombre justo tiene gran valor, según dice la Escritura, y así sucedió en ese caso [véase Santiago 5:16; Mosíah 27:14] 8.

El orar a nuestro Padre Celestial es un gran privilegio y gozo, una bendición para nosotros. Pero nuestra experiencia no termina al fin de la oración, sino como lo enseñó correctamente Amulek: “Y he aquí, amados hermanos míos… si después de haber [orado], volvéis la espalda al indigente y al desnudo, y no visitáis al enfermo y afligido, y si no dais de vuestros bienes, si los tenéis, a los necesitados, os digo que si no hacéis ninguna de estas cosas, he aquí, vuestra oración es en vano y no os vale nada, y sois como los hipócritas que niegan la fe” (Alma 34:28). Nunca debemos olvidar que es preciso que vivamos el Evangelio con la misma sinceridad y fervor con que oramos 9.

En nuestras oraciones privadas y personales, entramos en comunión con Dios y aprendemos Su voluntad.

Hay algunos asuntos sobre los cuales es mejor orar en privado, donde no haya que preocuparse por el tiempo ni la confidencialidad. La oración en soledad es productiva y provechosa. El orar a solas contribuye a librarnos de la vergüenza o el fingimiento, de cualquier tipo de engaño; nos ayuda a abrir el corazón y a ser completamente sinceros y honorables al expresar todas nuestras esperanzas y maneras de pensar.

Durante mucho tiempo he estado convencido de la importancia de hacer en privado nuestras oraciones personales. A veces, el Salvador consideró necesario retirarse a las montañas o al desierto para orar. Así también el apóstol Pablo buscó el desierto y la soledad después de recibir su grandioso llamamiento; Enós fue a lugares solitarios para entrar en comunión con Dios; José Smith halló su lugar privado en la arboleda, donde sólo los pájaros, los árboles y Dios escucharon su oración. Fíjense en algunas claves de su relato: “Por consiguiente, de acuerdo con esta resolución mía de recurrir a Dios, me retiré al bosque para hacer la prueba… Era la primera vez en mi vida que hacía tal intento, porque en medio de toda mi ansiedad, hasta ahora no había procurado orar vocalmente” (José Smith—Historia 1:14; cursiva agregada).

También nosotros debemos, siempre que sea posible, buscar un cuarto, un rincón, un lugar adonde podamos retirarnos a “orar vocalmente” y en secreto. Recordemos las muchas veces en que el Señor nos instruye a orar vocalmente: “Y además, te mando que ores vocalmente así como en tu corazón; sí, ante el mundo como también en secreto; así en público como en privado” (D. y C. 19:28)10.

Si en esos momentos especiales de devoción no le confiamos todo al Señor, Él quizás tampoco nos dé algunas de las bendiciones que tenga para nosotros. Después de todo, nos presentamos como solicitantes ante un omnisciente Padre Celestial; por lo tanto, ¿por qué habríamos de pensar siquiera en ocultar sentimientos o pensamientos que sean esenciales para nuestras necesidades y bendiciones? 11

En nuestras oraciones, no debe haber disimulos ni hipocresía, puesto que en ellas no puede haber engaño. El Señor conoce nuestra verdadera situación. ¿Debemos decirle cuán buenos somos, o cuán débiles? Ante Él estamos desnudos. ¿Le ofrecemos nuestras súplicas con modestia, sinceridad y con un “corazón quebrantado y un espíritu contrito”? ¿O como el fariseo que se enorgullecía de lo bien que cumplía la ley de Moisés? [Véase Éter 4:15; Lucas 18:11–12.] ¿Le ofrecemos unas pocas palabras repetidas y frases gastadas, o conversamos íntimamente con el Señor durante todo el tiempo que la ocasión lo exija? ¿Oramos de tiempo en tiempo, cuando deberíamos hacerlo regularmente, con frecuencia, en forma constante? 12

La oración es un enorme privilegio, no sólo por hablar con nuestro Padre Celestial sino también por recibir amor e inspiración de Él. Y al finalizar nuestras oraciones, debemos escuchar atentamente, incluso durante varios minutos. Hemos orado pidiendo consejo y ayuda; a continuación, debemos estar “quietos, y conoce[r] que [Él es] Dios (Salmos 46:10)13.

Todos los días debemos disponer de tiempo para la oración familiar.

La Iglesia exhorta a tener la oración familiar por la noche y por la mañana. Para hacerlo, todos los miembros de la familia que puedan estar presentes se arrodillan juntos… Todos, incluso los pequeños, deben tener la oportunidad de ofrecer la oración cuando les toque el turno, dirigidos por el que presida; por lo general éste será el padre que posee el sacerdocio, o en su ausencia la madre, y en ausencia de ambos, el mayor de los hijos 14.

Nuestro Padre Celestial nos ha dado la bendición de orar para ayudarnos a tener éxito en todas las actividades importantes del hogar y de la vida. Sé que si oramos fervientemente y con rectitud, tanto individualmente como en familia, al levantarnos de mañana y antes de retirarnos por la noche, así como alrededor de la mesa a las horas de comer, no sólo estaremos más unidos por el amor sino que también progresaremos espiritualmente. Es muy grande la necesidad que tenemos de la ayuda de nuestro Padre Celestial al tratar de aprender las verdades del Evangelio y de aplicarlas después, y al procurar Su inspiración en las decisiones que tomemos 15.

La oración familiar debe tener la duración y el contenido apropiados para todo el grupo. La oración… de un matrimonio será diferente de la que haga una familia con hijos crecidos o una con hijos pequeños. Naturalmente, si hay niños pequeños, la oración no debe ser larga, no sea que pierdan interés o se cansen, y después no quieran participar. Cuando los niños oran, no es probable que lo hagan por largo tiempo. Como muestra, la oración del Señor no duraría más de unos treinta segundos y, sin duda, es mucho lo que podemos agradecer y pedir en uno, dos o tres minutos; sin embargo, habrá veces en que obviamente será conveniente tener una comunicación más prolongada con Dios16.

Cuando nos arrodillamos para tener la oración familiar, nuestros hijos, de rodillas a nuestro lado, están aprendiendo hábitos que perdurarán con ellos toda su vida. Si no nos damos tiempo para hacer la oración, lo que de hecho estamos diciendo a nuestros hijos es: “Pues, al cabo no es muy importante; no nos preocuparemos al respecto. Si resulta cómodo hacerlo, tendremos nuestra oración; pero si suena la campana de la escuela o viene el autobús o nos llama nuestro empleo, bueno, la oración no es tan importante y la haremos cuando sea oportuno”. A menos que se la tenga prevista, la oración jamás parece ser oportuna17.

Ninguna madre, por descuido, mandaría a sus niños a la escuela una mañana de invierno sin ropa de abrigo que los protegiera de la nieve, la lluvia y el frío. Pero son muchos los padres y las madres que mandan a sus hijos a la escuela sin la cubierta protectora que les ofrece la oración: una protección de peligros desconocidos, de mala gente, de tentaciones bajas 18.

En el pasado, la oración familiar una vez por día tal vez haya sido suficiente; pero en el futuro no lo será si es que queremos salvar a nuestras familias 19.

En el círculo familiar, al escuchar a sus padres, nuestros hijos aprenderán cómo hablar con su Padre Celestial y fácilmente se darán cuenta de lo sinceras y correctas que son nuestras oraciones. Si oramos con apuro, y hasta con la tendencia de que sea un ritual repetido al cual no le damos mucha importancia, también se darán cuenta de ello. Sería bueno que, tanto en familia como en privado, hiciéramos lo que Mormón aconseja: “Por consiguiente, amados hermanos míos, pedid al Padre con toda la energía de vuestros corazones…” (Moroni 7:48)20.

La oración familiar va más allá de la súplica y las expresiones de gratitud: Es un paso adelante hacia la unidad y la solidaridad de la familia, crea una conciencia familiar y establece un espíritu de interdependencia entre los miembros de la familia. Es un momento del agitado día en que se acalla la radio fuerte, se baja la luz y todas las mentes y todos los corazones se unen entre sí y se vuelven hacia el Infinito; un momento en que se deja el mundo fuera y se trae el cielo al hogar 21.

Cuando oramos en un grupo, la oración debe ser apropiada para el momento.

Al juntarnos para orar, ya sea en el hogar, en la Iglesia o en ambientes sociales o públicos, debemos recordar que el propósito de nuestras oraciones es comunicarnos con nuestro Padre Celestial. Aun cuando parezca difícil, me he dado cuenta de que al orar con otras personas, es mejor ocuparnos de tener una comunicación amorosa y sincera con Dios que estar pendientes de lo que los demás puedan pensar. Por supuesto, es importante tener presente la situación en la que oramos, y ésa es una razón por la que no podemos limitar nuestras oraciones sólo a las que hagamos en público e incluso en familia 22.

Las oraciones en público siempre deben ser apropiadas a la ocasión. Una oración dedicatoria será más larga, pero la primera oración de una reunión será mucho más corta y debe limitarse a solicitar lo que sea necesario para esa oportunidad en particular. La última oración debe ser aún más breve, puesto que es de agradecimiento y despedida. La unción con aceite es una parte breve y específica de una ordenanza y no debe extenderse a expresiones apropiadas para el sellamiento de la unción, que se hace a continuación y que puede alargarse según lo que sea oportuno para invocar bendiciones sobre quien la reciba. La oración a la hora de comer no tiene por qué ser larga, pero en ella se debe expresar gratitud y pedir bendiciones para los alimentos; no debe ser una repetición de la oración familiar que se haya ofrecido anteriormente 23.

¿Cuántas veces escuchamos a personas que oran con gran elocuencia, hasta el punto de pronunciar todo un discurso? Los que escuchan se cansan y se pierde el efecto 24.

Debido a que nuestro Padre Celestial nos conoce y nos ama perfectamente, podemos confiar en Sus respuestas a nuestras oraciones.

¿Es la oración una comunicación sólo de nuestra parte? ¡No!…

El aprendizaje del lenguaje de la oración es una experiencia gozosa que dura toda la vida. A veces, al escuchar después de una oración, la mente se nos llena de ideas; a veces son sentimientos que nos invaden y percibimos un espíritu de calma que nos asegura que todo irá bien. Pero, si hemos sido sinceros y fervientes, sentiremos siempre bienestar, un sentimiento de amor por nuestro Padre Celestial y de Su amor por nosotros. Me entristece saber que hay algunos que no han comprendido el significado de esa calidez serena y espiritual, porque es un testimonio que recibimos de que se han escuchado nuestras oraciones. Y, puesto que nuestro Padre Celestial nos ama con un amor mayor que el que sentimos por nosotros mismos, significa que podemos confiar en Su bondad, confiar en Él; quiere decir que si continuamos orando y viviendo como es debido, la mano de nuestro Padre nos guiará y bendecirá.

Por eso, decimos en nuestras oraciones: “Que se haga Tu voluntad”, y lo sentimos así. No pediríamos consejo a un líder para después no hacerle caso. No debemos pedir bendiciones al Señor para luego no prestar atención a la respuesta. Por eso oramos diciendo: “Que se haga Tu voluntad, Señor. Tú sabes qué es lo mejor, querido Padre. Aceptaré de buena gana Tu dirección y la seguiré” 25.

Debemos orar con fe, pero conscientes de que cuando el Señor conteste, quizás Su contestación no sea lo que esperamos o deseamos. Debemos tener la fe de que lo que Dios escoja para nosotros será lo mejor 26.

Después de toda una vida de orar, he conocido el amor, la potestad y la fortaleza que se reciben de la oración honesta y sincera. Conozco la disposición de nuestro Padre a ayudarnos en nuestra experiencia terrenal, a enseñarnos, a dirigirnos, a guiarnos. Por eso es que, con gran amor, el Salvador ha dicho: “Lo que digo a uno lo digo a todos; orad en todo tiempo…” (D. y C. 93:49).

Si lo hacemos, obtendremos el conocimiento personal de que nuestro Padre que está en los cielos verdaderamente escucha y contesta las oraciones. Él quiere que cada uno de nosotros tenga ese conocimiento. ¡Búsquenlo, mis amados hermanos y hermanas! ¡Búsquenlo! 27

Sugerencias para el estudio y la enseñanza

Al estudiar el capítulo o al prepararse para enseñar su contenido, tenga en cuenta estos conceptos. Para obtener ayuda adicional, vea las páginas V–X.

  • ¿En qué sentido sería su vida diferente si no orara? Medite sobre las razones por las cuales el Señor nos manda orar (páginas 54–55).

  • Repase las páginas 55–59. ¿Qué tipo de influencia tiene en nosotros el hecho de expresar gratitud en la oración? ¿Y el de orar por otras personas?

  • Repase el cuarto párrafo en la página 58. ¿Por qué son incompletas nuestras oraciones si no vivimos “el Evangelio con la misma sinceridad y fervor con que oramos”?

  • El presidente Kimball dijo: “La oración en soledad es productiva y provechosa” (pág. 59). ¿Cómo podemos hacernos tiempo para ofrecer oraciones personales que sean significativas? Al orar solos, ¿por qué será bueno que de vez en cuando oremos en voz alta? ¿Por qué, al orar, es importante saber escuchar?

  • En las páginas 61–62, el presidente Kimball habla de las bendiciones que se reciben como resultado de la oración familiar. ¿Qué experiencias ha tenido usted con respecto a esas bendiciones? ¿Qué pueden hacer las familias para tener tiempo de hacer la oración familiar de mañana y de noche?

  • El presidente Kimball enseñó que las oraciones que se dan en un grupo deben ser apropiadas para la ocasión (pág. 63). ¿Qué responsabilidad tenemos cuando se nos pide que ofrezcamos ese tipo de oración? ¿Qué aprendemos del ejemplo del joven de Nueva Zelanda que se menciona en las páginas 53–54?

  • Lea el segundo párrafo de la página 64. ¿Cómo ha influido la oración en la relación que usted tiene con el Padre Celestial?

Pasajes relacionados: Salmos 55:17; Mateo 6:5–15; Santiago 1:5–6; 2 Nefi 32:8–9; 3 Nefi 18:18–21.

Notas

  1. Véase “La voluntad de Dios”, Liahona, enero de 1980, pág. 6.

  2. Caroline Eyring Miner y Edward L. Kimball, Camilla: A Biography of Camilla Eyring Kimball, 1980, págs. 182–184; véase también Liahona, noviembre de 2005, págs. 85–86.

  3. Véase La fe precede al milagro, 1972, pág. 202.

  4. Véase “La oración”, Liahona, mayo de 1980, págs. 1–6.

  5. “Pray Always”, Ensign, octubre de 1981, pág. 3.

  6. “Fortalezcamos nuestros hogares…”, Liahona, agosto de 1979, pág. 8.

  7. Ensign, octubre de 1981, págs. 4–5.

  8. Véase La fe precede al milagro, págs. 207–209.

  9. Ensign, octubre de 1981, pág. 6.

  10. Ensign, octubre de 1981, pág. 4.

  11. Véase “La voluntad de Dios”, Liahona, enero de 1980, pág. 5.

  12. Véase La fe precede al milagro, pág. 210.

  13. Ensign, octubre de 1981, pág. 5.

  14. Véase La fe precede al milagro, págs. 202–203.

  15. Véase “Recibí… instrucción en toda la ciencia…”, Liahona, septiembre de 1982, pág. 4.

  16. Véase La fe precede al milagro, págs. 203–204.

  17. Véase El milagro del perdón, pág. 259.

  18. Véase La fe precede al milagro, pág. 209.

  19. Véase la cita de James E. Faust en Liahona, enero de 1991, pág. 38.

  20. Ensign, octubre de 1981, pág. 4.

  21. “Family Prayer”, Children’s Friend, enero de 1946, pág. 30.

  22. Ensign, octubre de 1981, pág. 4.

  23. Véase La fe precede al milagro, pág. 203.

  24. The Teachings of Spencer W. Kimball, ed. por Edward L. Kimball, 1982, págs. 119–120.

  25. Ensign, octubre de 1981, pág. 5.

  26. Véase La fe precede al milagro, pág. 210.

  27. Ensign, octubre de 1981, pág. 6.