8 sugerencias para equilibrar las exigencias de la vida
De un discurso de la Conferencia General de abril de 1987.
Deseo hacer unas sugerencias que espero sean de valor para aquellos que se preocupan por equilibrar las exigencias de la vida.
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En primer lugar, reflexionen sobre su vida y establezcan un orden de prioridad. Dediquen regularmente unos momentos de paz para pensar profundamente sobre dónde quieren llegar y qué deben hacer para lograrlo. Jesús, nuestro ejemplo, muchas veces “se apartaba a lugares desiertos y oraba” (Lucas 5:16). Nosotros debemos hacer lo mismo de vez en cuando para renovarnos espiritualmente como lo hizo el Salvador. Anoten diariamente lo que desearían hacer cada día; al hacerlo, lo primero que deben tener presente son sus convenios sagrados con el Señor.
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Segundo, establezcan metas a corto plazo que puedan alcanzar; metas bien equilibradas; no muchas ni muy pocas, y no muy altas ni muy bajas. Pónganlas en una lista y esfuércense por alcanzarlas según su orden de importancia. Al establecer metas, siempre debemos pedir la guía divina.
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Tercero, por medio de un presupuesto prudente, evalúen sus verdaderas necesidades y compárenlas minuciosamente con todo lo que desean. Son demasiadas las personas y las familias que han incurrido en excesivas deudas. Cuídense de las atractivas ofertas de préstamos; es mucho más fácil pedir prestado que devolverlo. No hay ningún atajo que nos lleve a la seguridad económica. Jamás lograremos el equilibrio en nuestra vida a menos que controlemos firmemente nuestras finanzas.
Recuerden siempre pagar un diezmo íntegro.
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Cuarto, manténganse cerca de su cónyuge, sus hijos, parientes y amigos, que les ayudarán a vivir de forma equilibrada. Las relaciones con familiares y amigos deben edificarse por medio de la comunicación abierta y sincera.
Mediante una comunicación serena, cariñosa y considerada se pueden mantener un buen matrimonio y buenas relaciones familiares. Recuerden que muchas veces una mirada, un guiño, un gesto o un breve contacto físico pueden decir más que las palabras. El sentido del humor y el saber escuchar son también partes vitales de una buena comunicación.
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Quinto, estudien las Escrituras. Nos ofrecen uno de los mejores recursos que conocemos para mantenernos en armonía con el Espíritu del Señor. Una de las formas en que he logrado mi certeza de que Jesús es el Cristo es el estudio de las Escrituras. El presidente Russell M. Nelson ha pedido a los miembros de la Iglesia que estudien con espíritu de oreación el Libro de Mormón todos los días.
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Sexto, debemos programar tiempo en nuestro calendario para tener suficiente descanso, ejercicio y relajación, si queremos disfrutar de una vida equilibrada y saludable. Una buena apariencia física realza nuestra dignidad y aumenta nuestra autoestima.
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Séptimo, llevar a cabo la noche de hogar semanalmente. No debemos perder esa oportunidad especial de enseñarnos “el uno al otro la doctrina del reino” (D. y C. 88:77) que llevará a las familias a la vida eterna.
Satanás siempre trata de destruir nuestro testimonio, pero mientras estudiemos el Evangelio y guardemos los mandamientos, él no tendrá poder para tentarnos ni perturbarnos más de lo que tengamos fuerzas para resistir.
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Mi última sugerencia es que oremos a menudo. Mediante la oración constante y sincera, pueden tomar las decisiones apropiadas para vencer los problemas cotidianos. Cuando estoy en armonía con el Espíritu, me resulta mucho más fácil lograr un equilibrio en todo.
Comprendo que a estas sugerencias podrían agregarse otras. Sin embargo, creo que si nos concentramos en unos pocos objetivos fundamentales, es más probable que logremos afrontar las muchas exigencias de la vida. Recuerden que un exceso en cualquier aspecto de la vida puede hacernos perder el equilibrio; al mismo tiempo, muy poco de las cosas importantes puede tener el mismo efecto. El rey Benjamín aconsejó “que se hagan todas estas cosas con prudencia y orden” (Mosíah 4:27).
Muchas veces, la falta de dirección y metas claras puede hacernos perder tiempo y energía, y contribuir a desequilibrarnos. Nuestra meta principal debe ser procurar “la inmortalidad y la vida eterna” (Moisés 1:39). Con esa meta, ¿por qué no eliminar de nuestra vida todo aquello que exige y desgasta nuestros pensamientos, sentimientos y energía sin contribuir en nada a que alcancemos esa meta?
Den lo mejor de sí cada día. Cumplan con lo básico y, antes de que se den cuenta, su vida se llenará de entendimiento espiritual que confirmará que nuestro Padre Celestial los ama. Cuando una persona sabe eso, la vida estará llena de propósito y significado, lo cual hace que sea más fácil mantener el equilibrio.