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¿Cómo puedo perdonar cuando es tan difícil?
Perdonar a alguien a veces puede ser difícil, pero el Señor hace que las cosas difíciles sean posibles.
A menudo se nos enseña en el Evangelio que el perdón es esencial para la paz, la felicidad, la sanación y el arrepentimiento. He llegado a saber que esas enseñanzas son verdaderas, aunque, en realidad, el perdón ha sido súper difícil para mí y es algo que no me ha salido de forma natural.
A lo largo de mi vida, luego de que alguien me lastimara u ofendiese, he pensado: “Sí, por supuesto que he perdonado a esa persona”, pero he tenido sentimientos de ira, tristeza y dolor en cuanto he recordado cómo me hicieron daño.
Quizá tú hayas sentido lo mismo.
¿Cómo aprendemos a “perdonar a todos los hombres” (Doctrina y Convenios 64:10), como el Salvador dijo que se requiere de nosotros? Para ser sincera, no lo sé del todo; es algo que el Señor todavía me está ayudando a entender, pero he aprendido algunas cosas en el proceso.
Cristo padeció todo tipo de dolor
Primero, me he dado cuenta de que el poder de Jesucristo y las bendiciones de Su expiación son increíblemente importantes, increíblemente poderosos e increíblemente amplios. Su poder ciertamente es infinito.
Sabemos que por medio de la Expiación, Él padeció por nuestros pecados para que nos arrepintamos. También sabemos que Él tomó sobre Sí nuestros dolores y aflicciones, “para que sus entrañas sean llenas de misericordia, según la carne, a fin de que según la carne sepa cómo socorrer a los de su pueblo, de acuerdo con las debilidades de ellos” (véase Alma 7:11–14). Eso significa que Cristo puede sentir empatía por mí y entender todos los dolores que he experimentado, desde un brazo roto hasta un corazón roto.
Y aunque Él conoce mis pecados y debilidades, aun así está dispuesto a perdonarme cuando me equivoco. Él estuvo dispuesto a sacrificarse por mí.
Me llevó mucho tiempo, pero decidí que si yo creía que Su expiación se aplicaba a mí personalmente, si creía que podía ser perdonada, entonces debía creer que todos aquellos que me han lastimado y las personas que amo también pueden ser perdonados, porque Su sacrificio fue para todos.
El perdón es un proceso
El élder Richard G. Scott (1928–2015), del Cuórum de los Doce Apóstoles, enseñó sobre la sanación que brinda el perdón: “Cuando perdones el agravio, te sentirás libre del dolor y del sufrimiento”. Además, nos aseguró que, si perdonamos, podemos “disfruta[r] de mayor paz” en nuestra vida1.
Sin embargo, el perdón puede ser difícil. Ha habido momentos en mi vida en los que me ha parecido imposible aun considerar la idea de perdonar a alguien. En esas ocasiones, he sentido consuelo con las palabras del élder Scott: “Aunque ahora te parezca imposible, con el tiempo, el alivio que recibirás del Salvador te permitirá perdonar de verdad a la persona que [está en falta]. […] [S]i el pensar en perdonar te causa aún más dolor, deja de lado ese paso hasta que tengas más experiencia con el poder sanador del Salvador en tu propia vida”2.
Yo lo he hecho. He tenido que dar un paso atrás, centrarme en mi relación con el Señor y finalmente confiar en el amor y la sanación que he recibido para volver a abordar el perdón que antes no estaba lista para entender. Sé por experiencia propia que el Señor entiende nuestro corazón y nuestra mente y está con nosotros mientras nos tomamos el tiempo que necesitamos para sanar.
El perdón nos ayuda a sanar
Mi testimonio del poder sanador del perdón crece continuamente. He aprendido a creer en la declaración del élder Scott: “El perdón sana las heridas más trágicas y terribles”3 al permitir que el Señor nos llene de amor y nos ayude a abandonar el odio, sin importar lo que hayamos hecho ni qué nos haya sucedido.
Creo que el Padre Celestial entiende que a veces nos lleva tiempo estar preparados para hacer cosas difíciles. Y creo que cuando estamos listos, Él está preparado para ayudarnos a hacer algo tan difícil como perdonar.