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Lo que no entendía sobre el Salvador
Cuando mi enfermedad se prolongó más de lo esperado, aprendí que no tengo que afrontar las pruebas solo.
Cuando comenzó la pandemia en 2020, fui una de las primeras personas infectadas con el COVID-19 en mi región de Escocia. Al principio pensé que era un simple resfrío, pero con el paso del tiempo mi salud empeoró progresivamente, hasta que incluso respirar era una lucha. Tenía la garganta y los senos nasales muy dañados y sufría fatiga crónica.
La recuperación duró más de un año y medio, tiempo durante el cual no pude practicar ningún deporte ni actividad física. Tuve que posponer todo. Incluso dejé la universidad por un año y llegué a estar muy amargado por mis circunstancias y enfadado con el Padre Celestial cuando la recuperación parecía inalcanzable.
Somos más fuertes con Jesucristo
A pesar de mi actitud, seguí viviendo el Evangelio. Seguí yendo a la iglesia y haciendo lo que podía para ayudar y servir a los demás. Gradualmente, mi estado mental comenzó a mejorar.
Cuando el peor de los síntomas comenzó a disiparse, recibí un llamamiento inesperado para servir en el sumo consejo de mi estaca. A pesar de mi recelo, acepté el llamamiento con la esperanza de que el Señor me proporcionaría la manera de cumplirlo a pesar de mi mala salud (véase 1 Nefi 3:7).
Una de las primeras asignaciones que recibí fue hablar sobre el Salvador y Su Expiación. Con cada discurso que daba a otros seguidores de Jesucristo, crecía mi comprensión de Él y de lo que hizo por mí. Me di cuenta de que había estado ignorando una parte vital de Su Expiación: el Señor sufrió y murió no solo por nuestros pecados, sino también por nuestras aflicciones. Él sabe cómo elevarnos en nuestras pruebas (véase Alma 7:12).
La presidenta Camille N. Johnson, Presidenta General de la Sociedad de Socorro, recientemente enseñó:
“Jesucristo puede aligerar nuestro peso.
“Jesucristo puede aliviar nuestras cargas.
“Jesucristo brinda una manera de socorrernos del peso del pecado.
“Jesucristo es nuestro socorro […].
“No puedo hacerlo sola; no tengo que hacerlo y no lo haré. Al optar por unirme a mi Salvador Jesucristo por medio de los convenios que he hecho con Dios, ‘todo lo puedo en Cristo que me fortalece’ [Filipenses 4:13]”1.
También tiendo a confiar en mi propia fortaleza y, en mi orgullo, realmente había pensado que podía superar mi prueba solo. Sin embargo, llegué a darme cuenta de que no estaba fracasando porque la prueba fuera demasiado difícil, sino porque no estaba permitiendo que Jesucristo me ofreciera Su fortaleza y apoyo.
Finalmente, entender lo que Él me ofrece por medio de Su poder sanador lo cambió todo. Aunque mi camino hacia la recuperación no iba a ser fácil ni rápido, pude encontrar paz, gozo y fortaleza a lo largo de la senda al volverme a Él.
Profundizar nuestra relación con Cristo
No tenemos que afrontar solos ninguna prueba. Podemos confiar en nuestro Salvador para recibir fortaleza. Me di cuenta de que las dificultades espirituales que sentía durante mi enfermedad provenían de la falta de comprensión de mi relación con el Padre Celestial y Jesucristo, y de cuánta fortaleza Ellos me podían proporcionar al continuar sirviéndolos, buscándolos y siguiéndolos.
El presidente Dallin H. Oaks, Primer Consejero de la Primera Presidencia, dio un poderoso recordatorio de nuestra relación con el Salvador cuando dijo: “Él conoce nuestros problemas, dolores, tentaciones y sufrimientos, porque por voluntad propia los padeció todos como parte esencial de Su Expiación. Gracias a ello, la Expiación lo faculta para socorrernos, para darnos la fortaleza a fin de soportarlo todo”2.
Afortunadamente, el Señor me motivó a ser más activo en mi esfuerzo por comprenderlo. Al llegar a comprenderlo mejor, he podido ver Su mano en mi vida en mayor abundancia y ver milagros de sanación, aun cuando haya tomado más tiempo de lo previsto. Como también enseñó la presidenta Johnson: “Las personas que guardan los convenios son bendecidas con el socorro del Salvador”3.
Aumentar mi comprensión del Salvador y guardar mis convenios ha sido una enorme bendición en mi vida. Él me ha dado muchísimo socorro espiritual y temporal en las dificultades. Te aseguro que a medida que te esfuerces por hacer lo mismo, el amor del Señor y tu propósito divino se harán evidentes. Hallarás fortaleza que sobrepase la tuya propia, como yo lo he hecho.