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¿Te sientes aislado debido a la ansiedad? Estos tres consejos pueden ayudarte
La autora vive en la Samoa Estadounidense.
Mi lucha con la soledad y la ansiedad me ha acercado más al Padre Celestial y a Jesucristo y me ha ayudado a comprender mi lugar en el Evangelio.
A veces, sentir que perteneces a un grupo como joven adulto soltero es difícil.
Muchas veces siento que no encajo. Intento construir mi propia vida, pero sigo sintiendo la responsabilidad de cuidar de mi familia. Y aunque quiero conectarme con los demás, siento que me alejo lentamente de ellos y de las cosas que me gusta hacer.
En estos momentos, mi trastorno de ansiedad me dificulta hacer todas estas cosas y aún tener un sentido de pertenencia. Esta suele ser la raíz de muchos de mis desafíos.
La ansiedad hace que quiera escribir mis pensamientos en un diario personal en lugar de conectarme con los demás, sobre todo porque siento que nadie entiende mi experiencia. Aquí, en Samoa Estadounidense, no se habla mucho de la salud mental. Siento que los demás tienen una actitud de “sé más fuerte” cuando intento explicar mi lucha con la ansiedad. Así que, en lugar de pedir ayuda, me aíslo.
Sin embargo, mi lucha con la ansiedad me ha enseñado lo importantes que son las conexiones con los demás, especialmente con el Padre Celestial y Jesucristo.
Las siguientes son algunas maneras en que esa lucha me ha acercado más al Padre Celestial y me ha ayudado a darme cuenta de que realmente pertenezco a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
Ampliar el poder de la oración
Aunque siempre he luchado con la ansiedad, este desafío se ha vuelto mucho más difícil en la edad adulta, ya que me enfrento a nuevas oportunidades y a muchos cambios. Vivir con este miedo y esta preocupación constantes me hace dudar a veces de mi autoestima y de que soy amada.
Sin embargo, algo que me ha ayudado a darme cuenta realmente de que pertenezco es hablar con el Padre Celestial por medio de la oración.
Como el presidente M. Russell Ballard (1928–2023) aconsejó: “La oración puede cambiar nuestras vidas. Motivados por la oración sincera, podemos mejorar y ayudar a otras personas a hacer lo mismo”1.
Debido a la ansiedad, he recurrido mucho a la oración y eso me ha ayudado a profundizar tanto mi relación con el Padre Celestial como mi fe en que Él escucha todas las oraciones. Con el tiempo, mis oraciones han cobrado más sentido a medida que me he enfrentado a este desafío y que he confiado en la ayuda de Jesucristo y del Padre Celestial.
Hablo con el Padre Celestial sobre mis sentimientos, mi día, mis preocupaciones, sobre cualquier cosa, en realidad. Incluso si Él no elimina los pensamientos y sentimientos de ansiedad, cuando acudo a Él en busca de ayuda, siento como si me pusiera la mano sobre el hombro y me asegurara que Él está conmigo.
Él me ayuda a saber que soy Suya y que no estoy sola.
Profundizar la comprensión de la Expiación de Jesucristo
De todos los principios del Evangelio, uno del que tengo el testimonio más fuerte es el poder sanador de mi Salvador, Jesucristo.
Cuando reconozco la manera en que el Salvador me ha ayudado, soy capaz de tener un sentido de pertenencia y la seguridad de que Él me conoce. Mi lucha con la ansiedad me motiva a buscar la presencia reconfortante del Espíritu y, por eso, practico hábitos espirituales pequeños y sencillos (véase Alma 37:6) cada día para atraer el poder de Cristo a mi vida.
Tener fe en Su gracia y en Su sacrificio es realmente la clave más importante que necesito para afrontar todas las dificultades y los desafíos de la vida. Como Él enseñó: “Yo soy la luz del mundo” (Juan 8:12), lo cual, para mí, significa que ninguna oscuridad que experimentemos puede sofocar Su luz.
El élder Jeffrey R. Holland, del Cuórum de los Doce Apóstoles, también enseñó con amor la importancia de buscar herramientas para quienes luchan con la salud mental, él dijo: “Busquen el consejo de personas certificadas y con buena reputación, aptitud profesional y buenos valores. Sean sinceros con ellos acerca de su historial y sus dificultades. Consideren con espíritu de oración y de manera responsable el consejo que les brinden y las soluciones que les prescriban. Nuestro Padre en los Cielos espera que usemos todos los maravillosos dones que Él nos ha proporcionado en esta gloriosa dispensación”2.
Con el apoyo del Salvador, veremos la luz conforme progresemos.
Desarrollar conexiones significativas
Hace un tiempo, estaba teniendo muchas dificultades con la ansiedad. Sin embargo, en lugar de alejarme de los demás, oré al Padre Celestial pidiendo ayuda y el Espíritu me ayudó a ver una verdad que me cambiaría la vida:
Nos necesitamos los unos a los otros.
Aunque la ansiedad puede hacer que quiera alejarme de los demás, que me aísle no es lo que el Padre Celestial quiere para mí. El adversario quiere que nos sintamos desconectados, que creamos que no pertenecemos, especialmente durante nuestros desafíos, pero cuando confío en que el Salvador me dará fuerzas para hablar con mis hermanos o amigos sobre mis dificultades, ellos responden con amor y me ayudan a seguir adelante.
He visto que, cuando todos estamos dispuestos a conectarnos unos con otros (sobre todo cuando preferiríamos distanciarnos en silencio), podemos sentir ese sentido de pertenencia, ese sentido de unión y de esperanza en Cristo.
El Evangelio de pertenencia
No sé por qué algunos desafíos tienen que ser tan difíciles, pero sí sé que, a lo largo de mis experiencias con la ansiedad, he podido profundizar mi testimonio del Padre Celestial, de Jesucristo y de nuestra necesidad de conexión. Después de encontrar ayuda a través del Evangelio y de las herramientas de salud mental, puedo ver mejor que realmente tengo un lugar en el Evangelio de Jesucristo, que todo el mundo lo tiene, sin importar sus circunstancias.
Sé que siempre se puede mejorar para ayudar a todos a sentirse queridos en la Iglesia, especialmente a los jóvenes adultos, pero sigo viendo que ocurren milagros.
Si tienes problemas de salud mental, espero que sepas que el Evangelio de Jesucristo es un Evangelio de sanación, de gozo y, lo más importante, de pertenencia, para todos los hijos del Padre Celestial.
Siento esa verdad en mi corazón.