Un detalle destacado en el relato de la curación de un paralítico por parte del Salvador (véase Marcos 2:1–12) es el esfuerzo que se requiere para acercar al hombre hasta donde se encuentra Él. La casa donde se hospeda Jesús está llena de personas, así que los cuatro amigos del hombre lo llevan hasta el techo, abren un agujero y lo bajan por él.
¡Eso sí que es esfuerzo en grupo! (Supongamos que después repararon el agujero).
El hombre no podía caminar. Necesitaba la ayuda del Salvador, y necesitaba la ayuda de otras personas. El élder Chi Hong (Sam) Wong, de los Setenta, dio un discurso en la conferencia general en el que comparó a los amigos del hombre con los miembros del barrio que se ayudan unos a otros.
“Esta tarea de rescate necesitaba que todos trabajaran juntos”, dijo el élder Wong. “En el momento crucial, necesitarían una buena coordinación para poder bajar al enfermo desde el techo. Los cuatro tendrían que trabajar unidos y en armonía. No podía haber discordia entre ellos”1.
El hombre paralítico obviamente tenía fe. Pero Marcos señala un detalle importante: “…al ver Jesús la fe de ellos” (Marcos 2:5; cursiva agregada). ¡Jesús quedó impresionado no solo por la fe del hombre enfermo, sino también por la fe de sus amigos! Aquellas personas debían haber amado al hombre y aparentemente compartían la creencia de que Jesús podía sanarlo.
Salir adelante en la vida suele ser un esfuerzo en grupo. A Dios le agrada que Sus hijos se ayuden unos a otros, y si una persona puede ser bendecida por la fe, ¡piensen cuán grandes pueden ser las bendiciones cuando las personas trabajan juntas!
1. Chi Hong (Sam) Wong, “Unidos en el rescate”, Conferencia General, octubre de 2014.