Conferencia de BYU para mujeres
Sobrellevar las pruebas con fe y optimismo


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Sobrellevar las pruebas con fe y optimismo

Conferencia de BYU para mujeres 2021

Jueves 29 de abril de 2021

Presentación

Agradezco esta oportunidad de participar en esta Conferencia de BYU para mujeres. Agradezco quienes son ustedes y su legado de fe, son una gran bendición para toda la Iglesia. Ruego que el Espíritu Santo nos acompañe para que las eleve e inspire y confirme a su corazón y mente las verdades dichas y no dichas.

He estado orando por ustedes y pidiéndole al Señor que las bendiga mientras participan en esta sesión. No conozco todas las cargas y pruebas que puedan afrontar, ¡pero sé que las afrontan! Ellas son una parte esencial de esta experiencia terrenal.

En varias ocasiones, el presidente Henry B. Eyring ha enseñado: “Cuando conozcas a alguien, trátalo como si estuviera en serios problemas, y acertarás la mayoría de las veces”1. Esa afirmación nos hace sonreír porque reconocemos cuán cierta es. Las personas que nos rodean conocen algunas de nuestras pruebas; otras solo son conocidas por el Señor. Ruego que Él llene sus almas de paz, ministrándolas como solo Él puede hacerlo, mientras aprendemos más sobre cómo sobrellevar nuestras pruebas con fe y optimismo.

Al meditar en este tema con espíritu de oración, el Señor ha iluminado mi entendimiento línea por línea y precepto por precepto. Me ha enseñado dos principios fundamentales que me he sentido inspirado a compartir con ustedes hoy:

  1. En el plan del Padre Celestial para esta vida terrenal hay pruebas, desafíos, enfermedades y oposición; son parte del plan para nuestro crecimiento espiritual personal.

  2. Mediante Su sacrificio expiatorio por nosotros, Jesucristo ha sentido y vencido cada prueba, cada desafío, cada enfermedad y cada angustia que sin duda encontraremos. Él ha vencido al mundo, Él caminará con nosotros, no estamos solos.

Cuanto más profundamente comprendamos y creamos estas dos verdades básicas, más podremos sobrellevar con éxito las pruebas de la vida.

Analicemos estos dos principios con más detalle.

El plan del Padre para esta vida terrenal

En la Perla de Gran Precio recibimos esta amplia visión del plan de nuestro Padre Celestial por medio de la visión que Abraham tuvo de los espíritus “que fueron organizad[os] antes que existiera el mundo”:

“Y estaba entre ellos uno que era semejante a Dios, y dijo a los que se hallaban con él: Descenderemos, pues hay espacio allá, y tomaremos de estos materiales y haremos una tierra sobre la cual estos puedan morar;

“y con esto los probaremos, para ver si harán todas las cosas que el Señor su Dios les mandare;

“y a los que guarden su primer estado les será añadido […]; y a quienes guarden su segundo estado, les será aumentada gloria sobre su cabeza para siempre jamás”2.

La frase “con esto los probaremos” implica una “prueba” o una “verificación” de quiénes somos en realidad. Por lo tanto, esta vida es una prueba; ese es el plan.

No sería una gran prueba sin desafíos ni oposición de algún tipo. Como Lehi le enseñó a su hijo Jacob:

“[P]orque es preciso que haya una oposición en todas las cosas. Pues de otro modo, mi primer hijo nacido en el desierto, no se podría llevar a efecto la rectitud ni la iniquidad, ni tampoco la santidad ni la miseria, ni el bien ni el mal”3.

La rectitud se lleva a efecto cuando utilizamos nuestro albedrío para tomar decisiones justas, para elegir la rectitud mientras rechazamos lo opuesto. Sin oposición, esa elección no tiene sentido. La oposición les da a nuestras elecciones la tracción que nos impulsa hacia adelante en la senda de los convenios.

En nuestra vida preterrenal, aceptamos el plan de nuestro Padre para la vida terrenal. Nos dimos cuenta de que se nos pondría a prueba; nos dimos cuenta de que habría “oposición en todas las cosas”.

Todos nosotros experimentamos hoy esa oposición y no debemos sorprendernos. Nuestros desafíos pueden fortalecer nuestra determinación de andar con fidelidad por la senda de los convenios. Qué plan tan maravilloso creó nuestro Padre: una experiencia terrenal creada específicamente para cada uno de nosotros.

El Padre envió a Su Hijo Jesucristo

El Padre Celestial conoce nuestras pruebas y tentaciones, y no nos ha dejado para que las enfrentemos solos. Él envió a Su Hijo, Jesucristo, para ayudarnos.

El profeta Alma proporciona una comprensión inspiradora de todo lo que el Salvador hizo y hace por nosotros mediante Su sacrificio expiatorio:

“Y él saldrá, sufriendo dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases; y esto para que se cumpla la palabra que dice: Tomará sobre sí los dolores y las enfermedades de su pueblo.

“Y tomará sobre sí la muerte, para soltar las ligaduras de la muerte que sujetan a su pueblo; y sus debilidades tomará él sobre sí, para que sus entrañas sean llenas de misericordia, según la carne, a fin de que según la carne sepa cómo socorrer a los de su pueblo, de acuerdo con las debilidades de ellos.

“Ahora bien, el Espíritu sabe todas las cosas; sin embargo, el Hijo de Dios padece según la carne, a fin de tomar sobre sí los pecados de su pueblo, para borrar sus transgresiones según el poder de su liberación; y he aquí, este es el testimonio que hay en mí”4.

Fíjense en lo que Jesucristo tomó sobre Sí y por qué lo hizo:

  • Tomó sobre Sí la muerte a fin de “soltar las ligaduras de la muerte”;

  • tomó sobre Sí nuestros pecados para que pudiera borrarlos;

  • y tomó sobre Sí nuestros “dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases”, incluso nuestras enfermedades y dolencias, para que Él supiera cómo socorrernos cuando enfrentemos estos desafíos.

La palabra socorrer significa “ir en ayuda de” o “aliviar”. El Salvador no quería que enfrentáramos solos esas pruebas. Él “h[a] pisado […] solo el lagar” para que nosotros no tuviésemos que hacerlo5. Sea lo que sea que enfrentemos, el Salvador nos apoyará y sostendrá. Podemos salir victoriosos de los desafíos, las pruebas y las angustias de esta vida terrenal.

Con gran devoción y gratitud por Jesucristo cantamos: “¡Grande eres Tú!”6.

Estas dos verdades, de que las pruebas son parte del plan de Dios y que Él envió a Su Hijo para ayudarnos, son tan básicas para nuestras creencias que puede ser fácil subestimar su poder. Consideren cómo estas verdades pueden afectar lo que pensamos y sentimos acerca de la adversidad. Ya que entendemos el propósito del plan de Dios, sabemos que nuestra adversidad no es una señal de que estemos fallando o de que el plan esté fallando; significa que estamos progresando. Y, debido a que comprendemos el alcance de la expiación de Jesucristo, sabemos que nunca tenemos que enfrentar nuestras pruebas solos. El Salvador comprende incluso nuestras luchas más íntimas y personales, y sabe exactamente cómo ayudarnos a superarlas.

“Gracias sean dadas a Dios por la dádiva incomparable de Su Hijo divino”7.

Quizás pueda ilustrar cómo la comprensión del plan del Padre y de la misión divina del Salvador nos capacita para enfrentar los desafíos de la vida.

Todas las cosas obrarán juntamente para el bien de ustedes

Me gustaría presentarles a nuestra familia; Anne Marie y yo hemos sido bendecidos con siete hijos maravillosos. Ellos y sus cónyuges nos honran con la bondad de sus vidas. Tenemos veintiún nietos; conozco todos sus nombres y son un placer en todos los sentidos.

El otro día, Anne Marie y yo estábamos mirando este cuadro que cuelga en la pared de nuestra casa. Al hacerlo, me di cuenta de que cada familia en esta foto tiene su porción de desafíos: cada familia, sin excepciones. Sus desafíos varían ampliamente, pero cada familia tiene algunos. Ellos trabajan, oran y avanzan con fe; a veces lloran y se lamentan, pero entienden el Plan de Salvación. Se dan cuenta de que la oposición es parte del plan y entienden la expiación del Salvador. Saben que pueden acudir a Jesucristo en busca de ayuda.

El verano pasado, comencé a sentir dolor en el hombro izquierdo y no podía entender por qué. El dolor no desaparecía, así que finalmente, a fines de octubre, consulté con un médico, quien miró una radiografía y sugirió una tomografía computarizada. A la noche siguiente, el médico me llamó a casa —probablemente no es una buena señal— y me dijo que la tomografía había identificado una enfermedad metastásica en mi hombro. En otras palabras, dijo que tenía cáncer. También dijo que parecía haberse extendido de otra parte del cuerpo al hombro.

Me levanté de la silla, entré en la otra habitación y le dije a Anne Marie que tenía cáncer. Esa noche, nuestras vidas cambiaron; todo pareció cambiar.

Me comuniqué con mi padre y le pregunté si me daría una bendición; él tiene noventa y cinco años. Nos reunimos como familia en la casa de mis padres, todos nuestros hijos se unieron a nosotros y fue un milagro que todos estuvieran en la ciudad. Tuvimos cuidado de usar nuestras mascarillas, excepto en esta imagen. (¡Mi papá miró esta foto y preguntó cómo había llegado a ser tan bajito!).

Yo tenía la esperanza de que, en la bendición, mi padre diera en el clavo y ordenara que el cáncer desapareciera, pero esa no es la bendición que brindó. Me bendijo para que pudiesen identificar el cáncer, que hubiese un tratamiento, que yo lo siguiera y que eso restableciera mi salud.

Desde el momento en que él y mis hijos apartaron las manos de mi cabeza, sentí una sensación de paz. Sabía que ese sentimiento de paz provenía de la influencia del Espíritu Santo.

Durante el mes siguiente, hablando desde el punto de vista médico, yo no entendía nada. Sabía que tenía cáncer en el hombro y al menos en otro lugar de mi cuerpo; no sabía qué tipo de cáncer era o cuánto se había generalizado; simplemente no sabía nada en absoluto.

Sin embargo, lo que sí sabía era que mi padre, en compañía de mis cuatro hijos, había pronunciado una bendición sobre mí por la autoridad del Sacerdocio de Melquisedec. Yo tenía gran fe en el poder de esa bendición y también tenía fe en que la bendición era de acuerdo con la voluntad del Señor.

Los estudios médicos continuaron durante todo el mes de noviembre. Al esperar los resultados, Anne Marie y yo hablamos mucho sobre el futuro y nuestra fe en el plan de nuestro Padre Celestial. Hablamos sobre la posibilidad de que tal vez mi estancia en la tierra fuera un poquito más breve de lo previsto, pero, sin importar en cuál lado del velo estuviera, no cambió nuestro amor mutuo, por nuestro matrimonio o por nuestra familia. No cambió nuestra gratitud al Padre Celestial por el don de Su Hijo Jesucristo y por la bendición de participar en esta maravillosa experiencia terrenal.

En nuestras oraciones como matrimonio, oramos para que mi vida fuese preservada, pero si el plan era que regresara a casa en ese momento, también lo aceptaríamos. También oré para poder aprender lo que el Señor quería que aprendiera de esa experiencia. Recordé que el élder Neal A. Maxwell dijo en una ocasión que el Señor le dio cáncer para que pudiera enseñar a la gente con autenticidad8. Yo sigo reflexionando sobre eso.

Mientras esperábamos el diagnóstico, seguí sintiéndome en paz. Estaba muy agradecido por la bendición de mi padre. Él dio en el clavo y me sanó; me sanó espiritualmente.

Durante este período, sentí la fe y las oraciones de amigos, familiares y seres queridos. Es algo extraordinario darse cuenta de que los hijos, sus cónyuges y los nietos de uno están orando con gran fe. Los misioneros y los santos con quienes servimos en la Misión España Barcelona también están ejerciendo su fe y oraciones en mi favor. ¿Qué mayores bendiciones podría haber? Esas oraciones de fe y el apoyo de tantas personas han creado un tsunami gigantesco de amor que me ha dejado pasmado.

Por fin, recibimos el diagnóstico. Tengo cáncer en el riñón derecho, que ha hecho metástasis en mi hombro izquierdo. He tenido el cáncer del hombro durante aproximadamente un año y, por lo tanto, incluso más tiempo en el riñón. Por alguna razón que no conozco, no tengo cáncer en el cerebro ni en los pulmones. El Señor es muy bondadoso. Hay un curso de tratamiento, lo estoy siguiendo y confío en que dentro de un año más o menos estaré sano. “Y si no”9, estoy dispuesto a aceptar la voluntad del Señor para conmigo.

Ahora bien, no soy el único en esta audiencia con problemas de salud o preocupaciones o dolores. Al igual que ustedes, tengo fe en el Señor Jesucristo; al igual que ustedes, tengo fe en el plan del Padre Celestial, y, como ustedes, tengo fe en que “todas las cosas obrarán juntamente para vuestro bien, si andáis en la rectitud y recordáis el convenio que habéis hecho el uno con el otro”10.

Nuestra fe no elimina necesariamente nuestras pruebas, pero nos da el poder y la perspectiva para sobrellevar esas pruebas con éxito.

Enseñanzas proféticas de los últimos días

Teniendo en cuenta lo mucho que nos ama el Señor, no debería sorprendernos que a menudo inspire a Sus apóstoles y profetas a testificar de la ayuda celestial que tenemos al enfrentar los desafíos de la vida. Estos son solo algunos ejemplos de la guía y la perspectiva inspirada que nos ha dado a través de Sus siervos.

El élder Orson F. Whitney enseñó: “Ningún dolor que suframos ni ninguna prueba que experimentemos es en vano, sino más bien contribuyen a nuestra educación, al desarrollo de virtudes como la paciencia, la fe, el valor y la humildad. Todo lo que sufrimos y todo lo que soportamos, especialmente cuando lo hacemos con paciencia, edifica nuestro carácter, purifica nuestro corazón, ensancha nuestra alma y nos hace más tiernos y caritativos, más dignos de ser llamados hijos de Dios […], y es a través del dolor y del sufrimiento, del afán y de las tribulaciones, que adquirimos la educación que venimos a adquirir aquí, y que nos hará más semejantes a nuestro Padre y a nuestra Madre Celestiales”11.

El élder Neal A. Maxwell hizo estas penetrantes preguntas: “… ¿[C]ómo podría haber un fuego refinador sin que tuviéramos que soportar algo de calor? ¿O una mayor paciencia sin aguantar una espera que nos la enseñe? ¿O más comprensión sin llevar unos las cargas de los otros, no solo para aliviar las de los demás, sino para que nosotros seamos iluminados por esa comprensión más grande? ¿Cómo podemos ser magnificados más adelante sin soportar algo de privación en el presente?”12.

Recientemente, el élder Jeffrey R. Holland dijo: “… [F]e significa confiar en Dios en los buenos tiempos y en los malos, aunque eso incluya algo de sufrimiento hasta que veamos Su brazo revelarse a nuestro favor. Aquello puede ser difícil en nuestro mundo moderno, cuando muchos han llegado a creer que el mayor bien de la vida es evitar todo sufrimiento, y que nadie debe angustiarse por nada. Pero esa creencia jamás nos conducirá a ‘la medida de la estatura de la plenitud de Cristo’ [Efesios 4:13]”13.

Del presidente Dallin H. Oaks aprendemos: “Todos nosotros experimentamos situaciones de oposición que nos ponen a prueba. Algunas de esas pruebas son tentaciones para que pequemos. Algunas son desafíos de la vida mortal no relacionados con el pecado personal. Algunas son inmensas y otras son menores. Algunas son continuas y otras no son más que episodios. Ninguno de nosotros está exento. La oposición nos permite progresar hacia lo que nuestro Padre Celestial desea que lleguemos a ser”14.

El presidente Russell M. Nelson ha enseñado: “Usted, que quizás esté momentáneamente descorazonado, recuerde que la vida no tiene como fin ser fácil. Habrá que soportar pruebas y sobrellevar pesares por el camino. Conforme recuerde que ‘ninguna cosa es imposible para Dios’ [Lucas 1:37], sepa que Él es su Padre. Usted es un hijo o una hija creado a Su imagen, con el derecho —mediante la dignidad— de recibir revelación que le ayude en sus rectos esfuerzos”15.

El ejemplo de Alma: paciencia y fe

Además de esas potentes palabras de apóstoles modernos, en las Escrituras hay muchos ejemplos inspiradores de personas que sobrellevaron las pruebas con fe y optimismo. Por medio de ellos podemos ver cómo los discípulos de Jesucristo lidian con todo tipo de desafíos y permanecen fieles y verdaderos a pesar de todo.

El Libro de Mosíah cuenta la inspiradora historia de Alma y su pueblo. Como recordarán, Alma había sido uno de los sacerdotes del rey Noé. Estuvo presente cuando Abinadí enseñó y testificó de Jesucristo. A diferencia de los otros sacerdotes, Alma creyó las palabras de Abinadí y le suplicó al rey Noé que lo liberara. El rey Noé estaba enojado con Alma y envió a sus siervos a matarlo. Alma huyó, se escondió y escribió las palabras de Abinadí16. ¡Qué bendición es su historia para nosotros hoy en día!

Alma predicó en secreto las palabras de Abinadí al pueblo. Muchos aceptaron el Evangelio y se bautizaron en las aguas de Mormón, que se convirtió en un lugar sagrado para esos valerosos creyentes.

Sin embargo, el rey pronto descubrió dónde se escondían Alma y su pueblo y envió a su ejército para destruirlos. Temiendo por sus vidas, tomaron a sus familias y partieron al desierto.

Viajaron durante ocho días hasta que llegaron a un lugar seguro y pacífico, al que llamaron la tierra de Helam. Eran trabajadores y establecieron una comunidad feliz y próspera. Eran personas fieles que eligieron seguir al Salvador arriesgando sus vidas. Merecían algo de paz y prosperidad, ¿no es así?

“Con todo, el Señor considera conveniente disciplinar a su pueblo [aun a los fieles]; sí, él prueba su paciencia y su fe.

“Sin embargo, quien pone su confianza en él será enaltecido en el postrer día. Sí, y así fue con este pueblo”17.

Luego de una serie de circunstancias desafortunadas, los lamanitas capturaron al pueblo de Alma y lo pusieron bajo el gobierno de Amulón, otro de los exsacerdotes del rey Noé. Amulón se acordó de Alma y aprovechó su posición de autoridad para perseguir al pueblo de Alma y ponerles cargas pesadas. Cuando el pueblo de Alma clamó “fervorosamente a Dios” para recibir alivio, Amulón les puso guardias para vigilarlos y mandó que “al que descubriesen invocando a Dios fuese muerto”18. Alma y su pueblo dejaron de orar en voz alta, pero Amulón no pudo evitar que derramaran sus corazones al Señor.

“Y aconteció que la voz del Señor vino a ellos en sus aflicciones, diciendo: Alzad vuestras cabezas y animaos, pues sé del convenio que habéis hecho conmigo; y yo haré convenio con mi pueblo y lo libraré del cautiverio.

“Y […] aliviaré las cargas que pongan sobre vuestros hombros, de manera que no podréis sentirlas sobre vuestras espaldas, mientras estéis en servidumbre; y esto haré yo para que me seáis testigos en lo futuro, y para que sepáis de seguro que yo, el Señor Dios, visito a mi pueblo en sus aflicciones.

“Y aconteció que las cargas que se imponían sobre Alma y sus hermanos fueron aliviadas; sí, el Señor los fortaleció de modo que pudieron soportar sus cargas con facilidad, y se sometieron alegre y pacientemente a toda la voluntad del Señor”19.

¿Pueden verse a ustedes mismas en esta historia? ¿Se han fijado que el Señor no siempre quita nuestras cargas, aunque las hace sentir más ligeras al darnos más fuerza, para que podamos estar alegres incluso “mientras [estamos] en servidumbre”? ¿Y por qué lo hace así? Para probar nuestra paciencia y fe. Recuerden, esta vida es una prueba.

Aun así, el Señor siempre recuerda los convenios que ha hecho con nosotros y nos librará a Su debido tiempo. Así fue con el pueblo de Alma:

“… era tan grande su fe y su paciencia, que la voz del Señor vino a ellos otra vez, diciendo: Consolaos, porque mañana os libraré del cautiverio”20.

Con esa promesa, pero sin muchos detalles sobre cómo sucedería, el pueblo se preparó toda la noche, juntando sus rebaños. Por la mañana, después de que el pueblo hubo ejercido su fe, “el Señor hizo que cayera un profundo sueño sobre los lamanitas” y el pueblo de Alma literalmente salió caminando del cautiverio21. Viajaron a la tierra de Zarahemla, donde Alma y su pueblo pudieron “[ser] testigos” —testigos presenciales— de que el Señor en verdad “visit[a] a [Su] pueblo en sus aflicciones”.

Por supuesto, la historia no terminó ahí y tampoco la prueba de Alma. En tanto estemos en la mortalidad, la prueba continúa. Más tarde, Alma enfrentó una prueba conocida para muchos de nosotros: tuvo un hijo que se alejó de la fe. Alma, hijo, junto con los hijos del rey Mosíah, incluso “lleg[aron] a ser un gran estorbo para la prosperidad de la iglesia de Dios, granjeándose el corazón del pueblo”22.

¿Se imaginan la angustia de Alma? Estoy seguro de que ustedes pueden comprender. No sabemos todo lo que Alma hizo para ayudar a su hijo, pero sí sabemos que oró con gran fe.

Ustedes conocen la historia. Un ángel de Dios se apareció a Alma, hijo, y a los hijos de Mosíah. Fíjense en las palabras que dijo Alma:

“Y dijo además el ángel: He aquí, el Señor ha oído las oraciones de su pueblo, y también las oraciones de su siervo Alma, que es tu padre; porque él ha orado con mucha fe en cuanto a ti, para que seas traído al conocimiento de la verdad; por tanto, con este fin he venido para convencerte del poder y la autoridad de Dios, para que las oraciones de sus siervos sean contestadas según su fe23.

A veces, todo lo que podemos hacer es orar con toda la fe que podamos reunir. Creo que el Señor escucha y contesta las oraciones de los padres que oran con gran fe por el bienestar de sus hijos. Aunque es posible que Sus respuestas a esas oraciones no siempre lleguen en el momento o en la forma que deseamos, las respuestas siempre llegarán de acuerdo con Su conocimiento y tiempo perfectos.

Alma, hijo, se arrepintió y volvió su corazón a Cristo. Su vida se convirtió en una de gran devoción y servicio al Señor y a Su Iglesia. El legado de fe continuó de Alma a Alma, hijo, y de generación en generación. Como resultado, es interesante considerar que cuando el Salvador resucitado apareció, un tataranieto de Alma fue el que estuvo presente y “se inclinó ante el Señor, y le besó los pies”24.

La fe y la devoción de Alma no lo libraron de los desafíos y las dificultades de la vida, pero lo ayudaron a volverse hacia el Señor cuando llegaron esos desafíos. Confió en el Señor y confió en Su tiempo. El resultado fueron bendiciones abundantes para sus generaciones.

El ejemplo de José Smith: soportarlo bien

Podemos ser inspirados aún más con el ejemplo del profeta José Smith. Cuando tenía solo 24 años, el Señor le dio este consejo inquietante, pero reconfortante:

“Sé paciente en las aflicciones, porque tendrás muchas; pero sopórtalas, pues he aquí, estoy contigo hasta el fin de tus días”25.

Desde el momento de la Primera Visión hasta su martirio, José Smith sufrió muchas aflicciones y el Señor estuvo con él a través de todas ellas, incluso hasta el final.

Un buen ejemplo es la experiencia que el Profeta tuvo en la cárcel de Liberty, donde exclamó:

“Oh Dios, ¿en dónde estás? ¿Y dónde está el pabellón que cubre tu morada oculta?

“¿Hasta cuándo se detendrá tu mano, y tu ojo, sí, tu ojo puro, contemplará desde los cielos eternos los agravios de tu pueblo y de tus siervos, y penetrarán sus lamentos en tus oídos?

“Sí, oh Señor, ¿hasta cuándo sufrirán estas injurias y opresiones ilícitas, antes que tu corazón se ablande y tus entrañas se llenen de compasión por ellos?”26.

En respuesta, el Señor lo bendijo a él, y a todos nosotros, con este inspirado consejo:

“Hijo mío, paz a tu alma; tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento;

“y entonces, si lo sobrellevas bien, Dios te exaltará; triunfarás sobre todos tus enemigos”27.

El profeta José Smith aprendió que incluso cuando parece que Dios está lejos, está muy cerca, en especial durante nuestras pruebas. Y debido a que el Profeta lo soportó todo tan bien, pudo bendecirnos con revelaciones, doctrina restaurada, Escrituras de los últimos días y ordenanzas del sacerdocio, a pesar de enfrentar una oposición casi constante.

El ejemplo del Salvador: no se haga mi voluntad, sino la tuya

Nuestro Salvador, quien es nuestro ejemplo en todas las cosas, nos ha enseñado cómo soportar fielmente la adversidad. La más conmovedora es Su experiencia en Getsemaní:

“Y él se apartó de ellos a una distancia como de un tiro de piedra; y puesto de rodillas oró,

“diciendo: Padre, si quieres, pasa de mí esta copa; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya.

“Entonces se le apareció un ángel del cielo para fortalecerle”28.

Como hemos visto en los muchos ejemplos que hemos explorado hoy, el Padre no quitó esta copa de sufrimiento, pero tampoco abandonó a Su Hijo Amado. Envió un ángel para fortalecerlo y con esa fuerza el Salvador pudo llevar a cabo la Expiación infinita.

Del mismo modo, cuando enfrentamos desafíos, el Padre no siempre quita la carga, pero cuando nos sometemos a Su voluntad, podemos contar con Él para que nos dé la fuerza a la altura del desafío.

Paz

El Salvador enseñó esta consoladora doctrina:

“Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad; yo he vencido al mundo”29.

Testifico de Jesucristo, la verdadera fuente de paz duradera. Debido a que venció al mundo, nos da la fuerza para enfrentar todas las pruebas que el mundo nos puede dar. Proporciona una perspectiva eterna a través de Su evangelio restaurado y consuelo a través de la influencia del Espíritu Santo. De hecho, el evangelio de Jesucristo es la respuesta a todos los problemas que enfrentamos en la vida.

“La paz os dejo”, dijo el Salvador, “mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón ni tenga miedo”30.

En el nombre de Jesucristo. Amén.