Devocionales de 2024
La preparación y la adoración en el templo


La preparación y la adoración en el templo

Devocional mundial para jóvenes adultos

Domingo 18 de febrero de 2024

Élder Ulisses Soares: Hemos recibido muchas buenas preguntas relacionadas con uno de los temas favoritos del presidente Russell M. Nelson: “Prepararse para entrar y adorar en el templo”.

Hermano y hermana Webb, ¿podrían comunicarnos también sus pensamientos acerca de este tema después de escuchar estas preguntas grabadas?

EDMONTON, CANADÁ - PREGUNTA 1

Élder Soares, mi pregunta es: ¿Cómo puedo prepararme para ir al templo por primera vez y recibir mi investidura?

EDMONTON, CANADÁ - PREGUNTA 2

Élder Soares, ¿cómo sé cuándo estoy lista para recibir mi investidura?

CONCEPCIÓN, CHILE — PREGUNTA 2

Hola, élder Soares. Tengo una pregunta. ¿Cómo puedo hacer que la asistencia al templo sea más significativa y una parte más central de mi vida?

Hermano Chad H Webb: Esa es una pregunta buenísima y muy importante.

Lo primero que me gustaría sugerir es que se preparen espiritualmente. Aprendan a escuchar la voz del Señor y a responder a las impresiones que reciban. Esfuércense por ser moralmente limpios y eviten las cosas que limiten el Espíritu en su vida. Si han cometido errores, arrepiéntanse y lleguen a ser dignos de estar en la Casa del Señor. Al margen de dónde hayan estado en su vida, la Expiación de Jesucristo se aplica a ustedes. Gracias a Él, pueden ser dignos. Él los ayudará.

Hermana Kristi Webb: Otra sugerencia sería que hablen del templo con familiares, líderes o amigos de confianza. El templo es sagrado, pero no todo en cuanto a él es confidencial, y podemos hablar más del templo de lo que en ocasiones lo hacemos. Creo que eso puede ser útil tanto antes como después de que asistan por primera vez. Es fantástico tener preguntas; así es como aprendemos. Así que hagan sus preguntas a personas en las que confíen, que amen el templo y lo consideren sagrado. Sobre todo, planteen sus preguntas al Señor. Tener preguntas es la mejor manera para que el Señor nos enseñe por medio de la revelación. Y cuanto más asistan al templo, más les enseñará Él.

Hermano Webb: Una última sugerencia es que estudien. Aprendan todo lo que puedan en cuanto al templo. Un buen recurso para hacerlo es ChurchofJesusChrist.org/temples, donde pueden aprender más acerca de la investidura, el gárment del templo y, especialmente, acerca de cada uno de los convenios que harán en el templo. Este sitio es muy útil.

Como parte de su estudio, aprendan todo lo que puedan en cuanto al simbolismo del templo. Para mí, una de las mejores maneras de prepararme para entender lo que se hace en el templo ha sido aprender acerca del antiguo tabernáculo que se describe en el Antiguo Testamento. Los símbolos en los templos modernos son diferentes de los de la época antigua, pero los principios y los propósitos son muy similares y pueden ayudarnos a prepararnos para nuestra propia experiencia en el templo.

Quienes entraban en el antiguo tabernáculo se acercaban primero al altar, donde ofrecían sacrificios a semejanza del sacrificio expiatorio del Salvador. Eran lavados en una fuente o lavatorio y eran ungidos con aceite y se les daban prendas sagradas. En el tabernáculo también había una tienda llamada el Lugar Santo en la cual se encontraba la menorá, que simbolizaba vivir con el Espíritu o la luz de Dios. La mesa del pan de la proposición y el vino, símbolos similares a la Santa Cena. También había un altar de incienso, que representaba la oración. La última parte del tabernáculo era el Lugar Santísimo, que contenía el arca del convenio y el propiciatorio. El sumo sacerdote era el único que podía pasar a través del velo y entrar en el Lugar Santísimo, y solamente podía hacerlo una vez al año: el Día de la Expiación. El atrio exterior representaba el Reino Telestial; el Lugar Santo, el Reino Terrestre; y el Lugar Santísimo, el Reino Celestial. Esta progresión a través del tabernáculo enseñaba al antiguo Israel acerca de su trayecto por la vida terrenal, con el objetivo principal de entrar en la presencia de Dios.

En lo que considero uno de los símbolos más grandiosos de la historia del mundo, cuando Jesús fue crucificado hubo un terremoto y el velo del templo de Herodes se rasgó por la mitad, simbolizando que, ahora que la Expiación se había efectuado, todos tenían la oportunidad de entrar en el Reino Celestial, o la presencia de Dios.

Incluso los colores del tabernáculo —azul, púrpura, rojo y blanco— pueden tener un significado simbólico. El azul a menudo se piensa que representa el cielo; el púrpura es un antiguo símbolo de la realeza; el rojo nos recuerda la sangre de Jesucristo; y el blanco se ha usado con frecuencia como símbolo de pureza. Juntos, en las cortinas del tabernáculo y en las vestiduras de los sacerdotes, pueden señalar a nuestra mente la idea de que es por medio de la sangre real de los cielos que somos hechos puros.

Por esa razón vamos al templo: para aprender la manera de tener acceso a todo el poder del sacrificio expiatorio de Jesucristo en nuestra vida. Aprendemos que, mediante los convenios y las ordenanzas del templo y por medio del Salvador, podemos prepararnos para regresar a la presencia de Dios, limpios y puros. En el templo aprendemos acerca de Adán y Eva, de cómo fueron desterrados de la presencia de Dios y cómo se prepararon para volver a Él. Por medio de su historia aprendemos cómo podemos prepararnos para ese maravilloso día. El presidente David O. McKay dijo que el templo “es el ascenso paso a paso hasta la presencia eterna. Si nuestros jóvenes pudieran tener una idea de lo que es, sería la motivación espiritual más poderosa de sus vidas”.

Así pues, cuando vayan al templo, busquen a Jesucristo y lo que aprenden en cuanto al modo de prepararse para estar en la presencia del Padre Celestial, y tendrán una maravillosa experiencia.

Hermana Webb: Permítanme responder a la pregunta: “¿Cómo sé cuándo estoy listo para recibir mi investidura?”.

Por alguna razón, esta pregunta me hizo pensar en el profeta Abraham. Llegó un momento en la vida de Abraham en el que sintió un inspirado deseo de recibir más luz y conocimiento espirituales. Deseaba tener una relación más estrecha con Dios y una mayor capacidad para servirlo. En Abraham 1:2 leemos: “Y hallando que había mayor felicidad, paz y reposo para mí, busqué las bendiciones de los padres”. Aquí, Abraham se describe como un “seguidor de la rectitud, deseando también ser el poseedor de gran conocimiento, y ser un seguidor más fiel de la rectitud, y lograr un conocimiento mayor […], y anhelando recibir instrucciones y guardar los mandamientos de Dios”.

Así es como me sentía cuando comencé a pensar en la posibilidad de ir al templo para recibir mi investidura. Ya me había comprometido plenamente a vivir el Evangelio. Estaba aprendiendo mucho de mi estudio de las Escrituras y estaba progresando y sirviendo con gozo en mi barrio, pero sentía un profundo apetito por aprender aún más acerca del Padre Celestial y de Su plan para mí. Era más que curiosidad; sentía un fuerte deseo de aprender el modo de acercarme más a Dios y llegar a ser una discípula más firme de Jesucristo. Realmente deseaba dejar que Dios prevaleciera en mi vida. Mis mejores amigos y mi obispo se dieron cuenta de que estaba lista para hacer convenios en el templo y me ayudaron a prepararme para recibir mi propia investidura.

Élder Soares: Maravilloso. Muchas gracias por sus maravillosos comentarios, hermano y hermana Webb. Mis queridos amigos, como enseñó el presidente Nelson: “La dignidad personal para entrar en la Casa del Señor requiere mucha preparación espiritual personal […]. La dignidad personal exige una conversión total de la mente y el corazón para ser más semejantes al Señor […], ser un mejor ejemplo y una persona más santa”. Por lo tanto, si nos centramos con rectitud en nuestra preparación para entrar en el templo, cambiaremos nuestra experiencia dentro del templo, lo cual transformará nuestra vida fuera de él.

Notas

  1. Véase Éxodo 29:4–9.

  2. Truman G. Madsen, “House of Glory”, charla fogonera para diez estacas de la Universidad Brigham Young, 5 de marzo de 1972, pág. 7.

  3. Russell M. Nelson, “Palabras de clausura”, Liahona, noviembre de 2019, págs. 121–122.