Oliver, el valiente
La autora vive en California, EE. UU.
“¡Ah!”, gritó Oliver, mientras se subía de un salto a la cama de la mamá y del papá. “¡Un monstruo me persigue!”.
“Tuviste una pesadilla”, dijo la mamá. “El monstruo no es real”. Ella lo rodeó con el brazo, y se acurrucaron con fuerza.
Oliver temblaba. “Era muy alto; tenía ojos amarillos y dientes verdes”, dijo. “Hice una oración, ¡pero todavía lo veía acercarse!”.
“Me alegra que le hayas pedido ayuda al Padre Celestial”, dijo el papá. “¿Qué más puedes hacer?”.
“¿Qué quieres decir?”, dijo Oliver.
“¿Recuerdas cuando diste un discurso en la Primaria?; oraste para pedir ayuda. Pero ¿eso fue todo lo que hiciste?”.
“Practiqué”, dijo Oliver. “Me paré frente al espejo y dije mi discurso una y otra vez”.
“¡Y diste un gran discurso!”, le dijo el papá.
“¿Y recuerdas cuando perdiste tu auto de juguete?”, dijo la mamá. “Oraste para encontrarlo, ¿y simplemente te quedaste de rodillas?”.
“No; busqué y busqué. Busqué debajo de mi cama, después detrás del sofá”.
“¡Y ahí estaba!”, dijo la mamá.
“Entonces”, dijo su papá, “¿cómo puedes deshacerte del monstruo?”.
Oliver se imaginó a sí mismo con una armadura.
“Primero”, dijo, “orar”.
“Bien, ¿y luego?”.
“Puedo respirar profundo y cantar ‘Soy un hijo de Dios’”.
“¡Ese es un gran plan!”, dijo su mamá. “Ahora, a dormir”.
A la mañana siguiente, Oliver corrió a hablar con la mamá y el papá.
“Tuve otro sueño sobre el monstruo”, dijo. “Pero hice una oración, seguí mi plan, ¡y el monstruo se fue!”.
“Me alegra mucho que el monstruo se haya ido”, dijo el papá. “El Padre Celestial de verdad escucha tus oraciones”. ●