El problema de la fiesta
La autora vive en Corrientes, Argentina.
Una parte de Luz solo quería ir a la fiesta, pero todavía se sentía incómoda.
“Debes estudiarlo en tu mente; entonces has de preguntarme si está bien” (Doctrina y Convenios 9:8). Esta historia tiene lugar en Corrientes, Argentina.
Luz se sentía feliz. El curso escolar se acababa y estaban sucediendo muchas cosas emocionantes. Pronto se graduaría de sexto grado. ¡El próximo año estaría en la escuela secundaria!
Le sorprendió lo mucho que había crecido; era más alta y ya no era una niña pequeña. Esos cambios eran emocionantes, pero también se sentía un poco nerviosa.
Decidió hablar de eso con sus padres.
“Este es un momento maravilloso en tu vida, Luz”, dijo el papá. “Es un momento para que aprendas, hagas tu mejor esfuerzo y alcances metas que te ayudarán a llegar a ser la persona que Dios sabe que puedes ser”.
“Pero la vida llega solo un día a la vez”, dijo la mamá. “Crecerás y llegarás a ser esa persona con cada pequeña y buena elección que hagas”.
Eso ayudó a Luz a sentirse mejor. Estaba contenta de no tener que crecer de repente.
Un día en la escuela, sus amigas le dijeron que iba a haber una fiesta de graduación. Estaban súper entusiasmadas. ¡Habría cena, música, luces e incluso un baile!
Pero mientras Luz las escuchaba hablar sobre la fiesta, comenzó a sentirse incómoda. No sonaba como el tipo de fiesta donde ella pudiera sentir el Espíritu Santo.
“Vas a venir, ¿verdad, Luz?”, preguntó una de sus amigas.
“¡Tienes que venir!”, dijo otra. “Les diré a mis padres que hablen con tus padres; verás como te dejarán venir”.
“Tal vez”. Luz sintió que el estómago le daba vueltas. “Les… avisaré”.
Luz pasó el resto del fin de semana pensando en la fiesta; pensaba en ello mientras practicaba el piano, mientras jugaba con su hermanito, y no importaba lo que hiciera, estaba en su mente.
Una parte de ella solo quería ir a la fiesta, pero todavía se sentía incómoda. La sensación de nervios que sentía en el estómago no se le iba.
“¿Estás bien, hija?”, le preguntó la mamá el domingo por la tarde, mientras pasaba los dedos por el cabello largo y oscuro de Luz.
“Bueno…”, dijo Luz.
“¿Todavía estás pensando en la fiesta?”.
“No sé qué hacer”, dijo Luz. “Quiero ir, pero sé que no me sentiré bien allí”.
La mamá sonrió. “Sé que harás una buena elección”, dijo. “Piénsalo, elige y dile al Padre Celestial lo que has decidido. Él te ayudará a saber si es correcto; lo sentirás en el corazón”.
Luz asintió. Respiró hondo y fue a su habitación a orar.
“Padre Celestial”, susurró. “Mis amigas me invitaron a una fiesta, pero no me siento bien con eso. Les voy a decir que no puedo ir. ¿Es eso lo que debo hacer?”.
Una ola cálida envolvió a Luz. Ya no se sentía confundida y todo parecía estar claro. Sabía que estaba haciendo la elección correcta.
Cuando Luz salió de su habitación, le dio un fuerte abrazo a su mamá.
“Decidí no ir”, le dijo Luz.
“Estoy orgullosa de ti”, dijo la mamá.
El papá también le dio un abrazo. “Tengo una idea”, dijo él. “Tengamos nuestra propia fiesta de graduación. ¡Podemos tomar un helado y celebrarlo en familia!
Luz sonrió. ¡Le encantaba el helado! Y le encantaba saber que podía hacer lo correcto, incluso cuando era difícil. Con cada pequeña y buena elección que hiciera, podría crecer para ser la persona que Dios sabía que podía llegar a ser. ●