La prueba de orientación vocacional
¡Esto tiene que ser un error!
“¿Qué tipo de trabajo quieren hacer cuando sean grandes?”, preguntó la señora Lu a la clase.
Eso era fácil de responder: yo quería ser científico. Me imaginaba con una bata de laboratorio y haciendo experimentos asombrosos.
“Hoy, cada uno de ustedes hará una prueba en la computadora que les dirá qué empleos podrían gustarles algún día”, dijo la señora Lu.
Al poco tiempo, estaba en la computadora, tomando la prueba. Contesté todas las preguntas y respiré hondo al pulsar el botón “Terminar”.
¡Científico!, ¡artista!, ¡astronauta!, pensaba mientras se cargaban los resultados. Esos empleos serían asombrosos.
Sin embargo, los resultados no mencionaban ninguno de esos trabajos. Miré la lista: lo de ser diseñador gráfico sonaba más o menos bien, pero no estaba tan seguro de querer ser panadero o coordinador de eventos.
El resultado más sorprendente fue el número uno, que decía que lo que más me gustaría ser era… florista.
¿Qué? ¿Alguien que hace arreglos con flores?, pensé. ¡Esto tiene que ser un error!
Sin embargo, sabía que había respondido cada pregunta con sinceridad. Me ardía el rostro, no quería que mis amigos vieran mis resultados, así que me apresuré a apagar la computadora.
“¡Genial!”, dijo mi mejor amigo, Dan. “¡Mi resultado principal es diseñador de sitios web!”.
“Eso es fenomenal”, murmuré, “¿pero crees que esta prueba indica correctamente cuál debería ser nuestro trabajo?”.
“Bueno, solo es una prueba”, dijo Dan, encogiéndose de hombros. “¿Qué te salió como empleo principal?”.
Me quedé paralizado. “Probablemente sea un error, pero me dijo que debía ser florista”.
Mis peores temores se cumplieron, Dan comenzó a reírse.
“¡Sabía que te gustaría trabajar recogiendo flores!, siempre te han gustado ese tipo de cosas raras”, bromeó Dan.
“¡Claro que no!”, exclamé enojado. “Ni siquiera me gustan las flores”.
Dan sonrió y regresó a su computadora. Comencé a sentir dolor de estómago y me sentí muy avergonzado. ¿Era correcta la prueba? ¿Y si Dan tenía razón?
Al regresar a casa de la escuela, todavía me sentía avergonzado por los resultados de la prueba y pensé en todas las cosas que me encantaban, como hacer cosas artísticas y tocar el piano. Eran cosas muy diferentes de las que les gustaban a algunos de los demás niños de mi clase.
Tal vez soy raro, pensé, y los ojos se me llenaron de lágrimas al entrar en casa.
“¿Qué te pasa, Jeff?”, preguntó su papá. “¿Ocurrió algo en la escuela?”.
Me senté y le conté todo sobre la prueba de orientación vocacional y cómo me sentía diferente de muchos de los otros niños.
“Sabes, Jeff”, dijo, “el Padre Celestial te dio tus talentos, Dios te ama y desea que los desarrolles. ¡Y yo también te quiero! El que te gusten cosas diferentes a las de tus amigos no significa que seas raro”.
“¿De veras?”, le pregunté.
Su papá asintió: “Se supone que todos debemos ser diferentes. Quiero que te guste ser quién eres. Recuerda que la prueba era solo para darles ideas de lo que quizás les gustaría hacer, pero no quiere decir que al final terminarás con uno de esos empleos. Puedes tomar tus propias decisiones, pero si algún día decides ser florista, ¡estoy seguro de que lo harás muy bien!”.
“Gracias, papá”, y le di un abrazo. El estómago ya no me dolía.
Al día siguiente, en la escuela, Dan se sentó junto a mí durante el almuerzo. “Oye, Jeff”, dijo, “siento haberme reído de ti, ¡creo que serías genial en cualquier trabajo que hagas!”.
“Gracias, Dan”, le dije. “¿Quién sabe? ¡Tal vez me convierta en dueño de una floristería y tú diseñes el sitio web de mi tienda!”.
“Trato hecho”, dijo Dan sonriendo. “¡Tal vez yo también sea tu primer cliente!”.