La asombrosa Grace
A ella le encantaba su cuerpo, sin importarle lo que pensaran los demás.
“¡Mamá!, mira esto”. Grace deslizó los pies por el piso de la cocina dando golpecitos con sus zapatos de tap (zapateo americano).
“¡Increíble!”, dijo su mamá, “lo haces cada vez mejor”.
Grace dio un giro, le encantaba bailar.
Su hermano mayor, Nate, bajó por las escaleras. Era la hora de salir en bicicleta a la escuela.
“¡Adiós, mamá! ¡Adiós, Grace!”, dijo él, mientras salía corriendo por la puerta.
“¿Puedo correr hasta el final de la calle con él y luego regresar?”, le preguntó Grace a su mamá.
La mamá miró el reloj. “Claro”, respondió, “todavía tienes tiempo antes de ir a la escuela”.
Grace se quitó los zapatos de tap y rápidamente se puso las zapatillas deportivas. Salió de repente por la puerta cuando Nate se estaba subiendo a la bicicleta. Grace corrió a su lado hasta llegar al final de la calle y se despidió de él al girar la esquina. Luego se dio la vuelta y corrió de regreso a casa.
“¡Ya he vuelto!”, dijo Grace llamando a su mamá y se tumbó en el sofá.
“¡Qué veloz!”, dijo su mamá, y se sentó junto a Grace. “Piensa en todas las cosas asombrosas que puedes hacer: bailar, correr; tu cuerpo es un don magnífico”.
Grace pensó en ello, no creía que su cuerpo fuera tan maravilloso, sobre todo cuando se comparaba con los demás niños de la escuela. En ocasiones, incluso se quejaba del cuerpo que tenía.
Sin embargo, sí le encantaba correr y se sentía muy feliz cuando bailaba, y todo eso era gracias a su cuerpo. Movió las piernas y sonrió. Tal vez su cuerpo sí era maravilloso.
Unos días después, la mamá fue a buscar a Grace a la escuela. “¿Qué tal el día?”, preguntó la mamá.
“Bien”. Grace se subió al auto y se abrochó el cinturón. “Bueno, casi todo bien; durante el almuerzo, un niño dijo algo cruel sobre mi cuerpo”.
La mamá la miró por el espejo retrovisor. “¡Oh, cariño!, lo siento mucho”.
Grace se encogió de hombros. “Le respondí que lo que dijo no era bondadoso y después me fui a hablar con otros niños”.
“Estoy orgullosa de ti”, dijo su mamá. “¿Cómo te mantuviste tan tranquila?”.
Grace movió los pies y dijo: “Bueno, recordé lo que me dijiste acerca de que mi cuerpo es un don del Padre Celestial. Sé que si cuido de mi cuerpo, Él me bendecirá para que pueda hacer lo que tengo que hacer”.
La mamá estacionó frente a su casa. “¡Es verdad! ¿Estás bien?”.
“Sí, estoy bien. Voy a dar un paseo en bicicleta antes de hacer las tareas, ¿te parece bien?”. Grace saltó del auto y no tardó en estar montada en la bicicleta, pedaleando rápidamente por la acera.
A ella le encantaba su cuerpo, sin importarle lo que pensaran los demás. Su cuerpo era un don.
Grace se inclinó y pedaleó con más rapidez.