Pioneros en toda tierra
El primer discurso de Moira
Sabía que podía hacerlo con la ayuda del Padre Celestial.
Moira iba tarareando suavemente mientras ella y su mamá salían del salón sacramental. Las reuniones de la Iglesia acababan de terminar.
“Hola, Moira”, dijo el presidente Scott. Richard G. Scott era el presidente de misión en Argentina, donde vivía Moira. “¿Estarías dispuesta a dar un discurso en la conferencia de distrito el próximo mes?”.
Moira tragó saliva. ¡Solo tenía doce años y nunca había dado un discurso! “Puedo intentarlo”, respondió.
El presidente Scott sonrió. “¡Gracias! Lo vas a hacer muy bien”.
De camino a casa después de la Iglesia, el corazón de Moira le latía rápidamente. “No sé si pueda hacerlo”, dijo ella.
“El Padre Celestial te ayudará”, le dijo su mamá. “Él te ha ayudado a hacer cosas difíciles antes, ¿verdad?”.
Moira asintió con la cabeza. El Padre Celestial sí la había ayudado anteriormente. Por ejemplo, cuando ella y su mamá se habían unido a la Iglesia un año antes.
Moira estaba entusiasmada de contarle a su mejor amiga, Dorita, acerca de su bautismo, pero cuando los padres de Dorita se enteraron, ya no las dejaron jugar juntas. Moira se sintió muy sola.
Pero el Padre Celestial la ayudó a hacer nuevos amigos. En su primer domingo en la Iglesia, vio a una niña de pie junto a la puerta.
“Hola”, dijo la niña. “Soy Carmen. ¿Te quieres sentar conmigo?”. Al poco tiempo, Carmen y Moira se hicieron buenas amigas.
Moira tendría que ser valiente para hablar en la conferencia de distrito, pero sabía que podía hacerlo con la ayuda del Padre Celestial. Durante las siguientes semanas, Moira se esforzó mucho para preparar su discurso. Escribió lo que iba a decir y luego lo ensayaba en voz alta.
Finalmente llegó el día en que debía dar su discurso. Moira se sentó al frente y miró a todas las personas que estaban en el salón sacramental. ¡Eran muchísimas!
Entonces Moira vio que alguien la estaba saludando. ¡Era Carmen! Moira también la saludó. Ver a su amiga entre la congregación la hizo sentir un poco mejor.
Cuando llegó su turno, Moira se acercó hasta el micrófono. Respiró hondo y luego dio su discurso. Al principio la voz le temblaba, pero podía sentir que el Espíritu Santo la ayudaba. Al final, compartió su testimonio: “Sé que Jesús vive y que nos ama. En el nombre de Jesucristo. Amén”.
Después de la reunión, todos salieron a almorzar al aire libre. Carmen fue a buscar a Moira y le dio un abrazo. “¡Lo hiciste muy bien!”, le dijo.
“¡Gracias! Tenía miedo, pero el Padre Celestial realmente me ayudó”. Moira sonrió. Había hecho algo que nunca antes había hecho, y eso quería decir que era pionera.