“El sitio web malo”, El Amigo, junio de 2023, págs. 40–41.
Para niños mayores
El sitio web malo
Kevin tenía miedo de hablar con su mamá.
Esta historia ocurrió en EE. UU.
Kevin se dio la vuelta en la silla de la computadora. Pulsó teclas al azar en el teclado.
“Mamá, ¿todavía puedo jugar el juego de carreras?”, preguntó él.
Mamá miró desde la cocina. “Después de que termines las tareas”.
Kevin suspiró. ¿Cómo se suponía que debía centrarse en las tareas? Estaba muy cerca de superar el siguiente nivel de su juego favorito de computadora, y sus tareas eran, bueno, tareas.
Se resignó a, por lo menos, comenzar a hacerlas. Navegó por un sitio web, la verdad es que no le llamaba tanto la atención como el juego de carreras.
Entonces Kevin vio un vínculo e hizo clic en él. El vínculo lo llevó a un sitio web con fotos de personas que no llevaban ropa.
Esto es malo, pensó él. Debería salir de aquí. Kevin miró por encima del hombro; nadie lo estaba mirando, así que miró algunas fotografías más. Simplemente sentía curiosidad.
Kevin comenzó a sentirse un poco mal. Cerró el sitio web rápidamente e intentó seguir haciendo las tareas. No pasa nada, pensó Kevin. Solo vi unas cuantas fotos. Pero el mal sentimiento no desapareció.
Kevin sintió que debía hablar con su mamá sobre el sitio web, pero le daba miedo. ¿Y si ella se enojaba?
Esa noche, después de la cena, Kevin ayudó a su mamá a lavar los platos.
“¿Te sientes bien?”, preguntó su mamá.
“Sí”, respondió Kevin.
Pero no estaba bien. Le parecía que iba a comenzar a llorar y volvió a sentir que debía contárselo a su mamá, pero Kevin seguía teniendo miedo.
Padre Celestial, por favor, ayúdame, oró en silencio y se sintió un poco mejor.
“¿Puedo hablar contigo?”, preguntó Kevin.
“Por supuesto”, respondió la mamá. “¿Sobre qué quieres hablar?”.
Kevin miró al suelo, no estaba seguro de cómo empezar. “Cuando estaba haciendo las tareas, miré un sitio web que tenía fotos de personas sin ropa. Tenía curiosidad, pero ahora no puedo olvidar lo que vi”.
“Me alegro de que me lo hayas contado”, dijo su mamá y abrazó a Kevin. “La curiosidad es normal. Sabes que esas cosas son malas y no deberías mirarlas, pero lo bueno es que fuiste sincero. Te sentirás mejor ahora porque me lo has contado”.
“¿No estás enojada?”, preguntó Kevin.
“Por supuesto que no”, dijo la mamá. “Te quiero y quiero ayudarte, al igual que el Padre Celestial. Él siempre puede ayudarte a arreglar las cosas”.
A Kevin se le fue el malestar del estómago.
“Tenía miedo de contártelo”, dijo él, “pero me sentí mejor después de hacer una oración”.
“¡Parece que el Espíritu Santo te ayudó a ser valiente!”, dijo la mamá.
Kevin había sentido calma y paz cuando oró, pero incluso antes de orar, había sentido que debía hablar con su mamá.
“Creo que el Espíritu Santo me ayudó todo el tiempo”, dijo Kevin. “Me dijo que las fotos eran malas y me dijo que tenía que contarte lo que sucedió”.
“Siempre estoy aquí si necesitas hablar de cosas como esta”, dijo la mamá. “No me enojaré. Trabajemos juntos para elaborar un plan de seguridad con la computadora”.
Kevin sonrió. “Me parece una buena idea”.