“El plan divino de llegar a ser más”, Para la Fortaleza de la Juventud, julio de 2021, págs. 2–5.
El plan divino de llegar a ser más
Cuando vemos la vida mortal en contexto, nos damos cuenta de que la cuestión no es “ser o no ser”, sino “llegar a ser más o no llegar a ser más”.
He tenido la bendición de estar con mi esposa durante el nacimiento de cada uno de nuestros hijos y también de estar presente cuando murieron mi padre y mi madre. Me sorprendí al experimentar lo que sentí tanto en el momento de un nacimiento como en el momento de una muerte; sentí que estaba ocurriendo algo sagrado. Nuestro tiempo en la tierra es una parte eternamente significativa de nuestra existencia. El cielo marca el inicio y el final de cada vida mortal.
Lo que debemos hacer mientras estamos aquí en la tierra se puede comprender solamente a través del conocimiento de lo que sucedió antes del nacimiento y lo que pasará después de la muerte. Si nuestra vida en la tierra fuera todo lo que tenemos, todos podríamos “come[r], bebe[r] y divert[irnos]” (2 Nefi 28:7) sin preocuparnos demasiado por los demás. Sin embargo, cuando vemos la vida mortal en contexto, nos damos cuenta de que la cuestión no es “ser o no ser”, sino “llegar a ser más o no llegar a ser más”1.
El comprender el Plan de Salvación —nuestra vida antes de nacer, el propósito de nuestra vida en la tierra y nuestra vida después de la muerte— y la función esencial que nuestro Salvador Jesucristo desempeña en el plan nos muestra que Él siempre nos ayudará a lo largo de esta vida. A medida que hacemos convenios con Él, nos colocamos en la senda de los convenios y llegamos a ser más semejantes a Él y a nuestro Padre Celestial, paso a paso.
Nuestra vida antes de nacer
La revelación nos enseña que somos hijos de Dios procreados como espíritus y que vivimos con Él mucho tiempo antes de venir a la tierra. Nuestro Padre Celestial preparó el camino para que llegáramos a ser semejantes a Él. Aquellos que escogimos el Plan de Salvación o el plan de felicidad del Padre en la vida premortal —o sea, todos nosotros— escogimos “llegar a ser más”.
Nuestro tiempo en la tierra
Vinimos a una tierra creada por Dios y Su Hijo, Jesucristo, y recibimos un cuerpo físico. El tener un cuerpo es esencial a fin de recibir la gloria que Dios disfruta. Si demostramos que guardaremos los mandamientos de Dios, nos “será aumentada gloria sobre [nuestra] cabeza para siempre jamás” (Abraham 3:26). Esto significa que llegaremos a ser semejantes a nuestros padres celestiales y viviremos con ellos para siempre. Exclamamos con gozo ante estas gloriosas posibilidades.
Ustedes y yo esperamos mucho tiempo, pero ahora estamos aquí en la tierra. Esperamos con anhelo el momento en que resucitaremos con un cuerpo inmortal y perfecto y entraremos en el Reino Celestial para disfrutar la vida eterna, algo tan maravilloso que ni siquiera podemos imaginarlo. Por el momento, estamos aprendiendo y esforzándonos por “ha[cer] todas las cosas que el Señor [nuestro] Dios [nos] mand[e]” (Abraham 3:25). Ya que conocemos el plan de Dios, sabemos que estos mandamientos no se han dado para restringir nuestra libertad o felicidad, sino todo lo contrario. Los mandamientos son nuestra guía hacia la libertad y el gozo supremos.
Él proveyó un Salvador
Aun así, la vida es difícil. Todos tropezamos a medida que aprendemos a vivir por la fe; pero Dios nos prometió, antes de la creación de la tierra, que Él nos daría un Salvador para rescatarnos del pecado y de la muerte. Por medio de Su sufrimiento y muerte —Su expiación—, Jesucristo pagó por nuestros pecados y nos ofrece el don del arrepentimiento. De este modo, cuando nos arrepentimos, Él nos perdona los pecados y nos purifica de sus efectos. Y, mediante Su resurrección, el Salvador nos brinda el don de nuestra propia resurrección e inmortalidad.
Caminar por la senda de los convenios
Así como nacemos físicamente en este mundo mortal, también debemos nacer de nuevo espiritualmente en el reino de los cielos. Lo hacemos al ejercer la fe en Cristo, arrepentirnos, ser bautizados y recibir el Espíritu Santo. Este es el inicio de una transformación espiritual que dura toda nuestra vida en la tierra. A veces lo llamamos “perseverar hasta el fin”, lo cual significa que nos esforzamos por guardar nuestro convenio bautismal de obediencia durante toda la vida, arrepintiéndonos según sea necesario y avanzando de nuevo. Jesucristo dice: “Sí, y cuantas veces mi pueblo se arrepienta, le perdonaré sus transgresiones contra mí” (Mosíah 26:30).
Puedes contar con la ayuda de Dios
Durante tu vida antes de nacer, escogiste a Dios, escogiste a Cristo, escogiste “llegar a ser más” con la ayuda de Ellos; y puedes contar con Su ayuda. Los miembros de la Trinidad no son observadores desinteresados de nuestra vida. Nos aman infinitamente y utilizan Sus poderes para ayudarnos, tanto como se lo permitamos. Ellos siempre respetan nuestro albedrío, pero ansían bendecirnos. Jesús nos asegura: “… [¡]yo nunca me olvidaré de ti, oh casa de Israel! Pues he aquí, te tengo grabada en las palmas de mis manos” (1 Nefi 21:15–16).
Llegar a ser mejores paso a paso
Hay quienes piensan que el Reino Celestial es una esperanza realista para los demás, pero, de alguna manera, no para ellos mismos. La verdad es que nadie se hace merecedor de él sin la gracia de Jesucristo. Afortunadamente, puedes tener acceso a Su gracia. Jesús nos dijo que Él ha vencido al mundo. Con tu bautismo y otros convenios, te unes a Él para que, con Él, tú también puedas vencer al mundo.
No tienes que alcanzar la perfección aquí en la tierra. El profeta José Smith lo comparó con subir una escalera: se empieza por la parte de abajo y se sube peldaño por peldaño al aprender y vivir los principios del Evangelio. Y enseñó que ese aprendizaje continúa después de esta vida: “No todo se va a entender en este mundo”2.
Cualesquiera que sean las debilidades, dificultades o sufrimientos que afrontemos en la tierra, Dios promete a Sus hijos fieles que no se retendrá ninguna bendición si permanecemos en la senda de los convenios (o si regresamos rápidamente a ella). Entonces todo saldrá bien. ¡Ese es el plan divino de llegar a ser más!