“Jesucristo nos ofrece esperanza”, Para la Fortaleza de la Juventud, septiembre de 2022.
Jesucristo nos ofrece esperanza
Cuando servimos a los demás, Jesucristo nos da la esperanza de que las cosas saldrán bien en nuestra vida.
Esta vida está llena de desafíos y es probable que ya hayas experimentado algunos. Hay muchas cosas que provocan estrés y preocupación, temor y ansiedad. Cuando experimentamos estas cosas, tenemos la tendencia a centrarnos en nosotros, ocuparnos de nosotros y de nuestras necesidades por encima de todo lo demás. Pensamos que si dedicamos nuestro tiempo y energía a tratar de “arreglar” las cosas, podremos encontrar una solución para nuestros problemas.
Sin embargo, Jesús nos mostró una manera mejor. Él enseñó: “Todo el que procure salvar su vida, la perderá; y todo el que la pierda, la salvará” (Lucas 17:33). La manera más rápida de hallar esperanza en tus pruebas consiste en volver el corazón hacia el Salvador, seguir Su ejemplo y servir a los demás.
La vida del Salvador fue el ejemplo perfecto de amor y buena voluntad para con los hombres. Él siempre se olvidaba de Sí mismo para centrarse en los demás. Sus acciones desinteresadas quedaron expresadas en todo lo que Él hizo cada día de Su vida y no se limitaron a una época específica.
Conforme volvamos el corazón hacia los demás como lo hizo el Salvador, les garantizo que hallaremos un sinfín de oportunidades para dar de nosotros mismos, con discreción y amabilidad, a las personas que nos necesitan.
Esto nos ayudará a conocer mejor al Salvador y a hallar por nosotros mismos paz en la tierra, al tiempo que desarrollamos más caridad con los demás. A medida que “pierdas tu vida” ayudando a los demás, siguiendo el ejemplo del Salvador, Él te ayudará.
Ángeles cotidianos
Con frecuencia, el Salvador dirigirá a otras personas a nuestra vida para brindarnos la paz y el consuelo que necesitamos en épocas de pruebas. Esas benditas personas nos parecen ángeles enviados del cielo, porque ciertamente lo son.
Mi familia y yo hemos experimentado en varias y distintas ocasiones los sentimientos de consuelo y paz que puede darnos una hueste de ángeles modernos. Quisiera reflexionar sobre una de esas ocasiones. En 2003, nos mudamos de Brasil, nuestro país natal, a Utah, en los Estados Unidos.
Ese invierno tuvimos una de las peores tormentas de nieve que había habido en Utah en varios años. Nunca habíamos visto algo así antes, ya que nos criamos en una zona de palmeras y playas de arena. Nuestra casa estaba situada en la esquina de una colina que tenía una acera muy larga.
Cuando empezó a nevar, mi esposa, valientemente, comenzó a retirar la nieve de la entrada y las aceras. Yo no podía ayudarla porque, unos días antes, había resbalado sobre el hielo y me había quebrado la muñeca. Por causa de mi accidente, me operaron y me colocaron un gran yeso en el brazo.
Cuando mi querida esposa empezó a retirar la nieve por primera vez en su vida con la máquina quitanieves, ella no tenía ni idea de cómo conseguir que la máquina expulsara la nieve hacia un sitio donde no molestara. De modo que, cuando cambiaba de lado con la máquina, sin querer, volvía a cubrir de nieve lo que acababa de limpiar. Lo intentó una y otra vez, sin conseguirlo. ¡Aquello era un desastre!
Debido a su prolongada exposición al frío, contrajo una infección en los dos oídos y estuvo casi completamente sorda por dos meses. Al mismo tiempo, mi hijo de dieciséis años se había lastimado la espalda en un trineo y tenía que permanecer en cama para poder sanar. Y así estábamos: uno en la cama, otra sorda y el otro con un yeso, y todos muertos de frío.
Estoy seguro de que éramos todo un espectáculo para nuestros vecinos. Una de esas mañanas gélidas, alrededor de las cinco de la mañana, me despertó el sonido de una máquina quitanieves al otro lado de la ventana. Al mirar afuera, vi a mi vecino del otro lado de la calle, el hermano Blaine Williams. Con casi setenta años, había dejado su cálida y cómoda casa y, discretamente, había limpiado la nieve de la entrada y la acera de nuestra casa, porque sabía que nosotros no podíamos hacerlo.
Otro amigo, el hermano Daniel Almeida, se presentó en mi casa para llevarme a Salt Lake City al trabajo, ya que yo no podía conducir debido al molesto yeso. Estaban allí para ayudarme cada mañana, demostrando su amor con esos sencillos actos de bondad, hasta que mi familia sanó y pudimos volver a hacer las cosas por nosotros mismos.
Durante ese frío invierno de 2003, se nos enviaron esos hermanos angelicales, que siguieron el ejemplo del Salvador y antepusieron nuestras necesidades a las de ellos.
El Salvador ofrece paz
El servir a los demás nos brinda una perspectiva más elevada y santa. Cuando servimos a los demás, Jesucristo nos da la esperanza de que las cosas saldrán bien en nuestra vida.
Volver el corazón hacia los demás como lo hizo el Salvador nos bendecirá con un sinfín de oportunidades para dar de nosotros mismos, con discreción y amabilidad, a las personas que nos necesitan. Vivir como lo hizo el Salvador también nos ayuda a desarrollar más caridad cristiana hacia los demás. Eso nos ayuda a encontrar amor, paz, luz y fortaleza renovada en mayor medida.
El Salvador nos invita a buscarlo en todo pensamiento y a seguirlo, lo cual nos da la promesa de que podemos andar en Su luz y que Su guía evita la influencia de la oscuridad en nuestra vida. Conforme “pierdas” tu vida en el Señor, Él te ayudará a encontrarte a ti mismo.
Acude a Cristo siempre
Testifico solemnemente que Jesús se levantó de entre los muertos y que Él vive. Testifico que, por medio de Él y de Su expiación infinita, el Salvador nos proporcionó la vía para vencer la muerte, tanto la física como la espiritual.
Además, Él nos ofrece consuelo y seguridad durante los momentos difíciles. Te aseguro que, si confiamos en Jesucristo y Su sacrificio expiatorio supremo, perseverando en nuestra fe hasta el fin, disfrutaremos de las promesas de nuestro amado Padre Celestial, quien hace todo lo que está en Su poder para ayudarnos a regresar a Su presencia algún día.