“Las ventanas de los cielos”, Para la Fortaleza de la Juventud, diciembre de 2022.
Ven, sígueme
Las ventanas de los cielos
He sido bendecido durante toda mi vida al vivir la ley del diezmo.
Cuando mis padres se convirtieron a La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, mi padre no tenía ingresos estables. En aquel entonces, como en la actualidad, había mucha pobreza en Filipinas; era difícil encontrar trabajo.
Así que oró y le dijo a Dios que tenía un testimonio de la ley del diezmo, pero que debía encontrar empleo para poder vivirla. Le prometió al Padre Celestial que pagaría un diezmo íntegro toda su vida.
Bueno, mi padre consiguió un empleo; encontró trabajo como encargado de la limpieza en una planta manufacturera local de Coca-Cola. Al comenzar a pagar el diezmo, su vida comenzó a cambiar.
Bendecido sobremanera
Solíamos caminar hasta la Iglesia, ya que no teníamos suficiente dinero para pagar el transporte público. Eso comenzó a cambiar. Mi papá trabajó arduamente en su humilde empleo y comenzó a ascender de manera gradual hasta llegar a ser finalmente gerente de ventas. Podíamos pagar el transporte además de la comida. Un verdadero milagro es que los seis hijos de mis padres pudimos terminar la universidad.
En cuanto a ese milagro en particular, incluso los compañeros de trabajo de mi padre parecían sorprendidos. “¿Cómo puede enviar a todos sus hijos a la universidad?”, preguntaban. “Usted gana la misma cantidad de dinero que nosotros. ¡No tiene sentido!”.
Mi padre siempre sonreía y decía: “He sido bendecido por vivir el Evangelio. He sido bendecido porque pago el diezmo”.
Promesas y protección
Malaquías, el profeta del Antiguo Testamento, enseñó: “Traed todos los diezmos al alfolí […] y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde” (Malaquías 3:10).
He sido testigo de las bendiciones temporales y espirituales que mi familia y yo hemos recibido al vivir este mandamiento. He tenido varias dificultades en mi vida en las que se me protegió de peligros físicos o espirituales. Creo que el Señor me protegió porque fui fiel en pagar mis diezmos.
Cuando pagar el diezmo es difícil
En Filipinas, vi la pobreza en todas partes. Hablé con muchos miembros de la Iglesia sobre la importancia de pagar los diezmos y las ofrendas, aun cuando no fuera fácil.
Recuerdo a un hombre que acababa de unirse a la Iglesia; en ese entonces yo era su presidente de estaca. “Presidente, ¿cómo puedo pagar el diezmo?”, preguntó él. “Mis ingresos no alcanzan para comprar suficiente comida”.
Este buen hermano era conductor de un triciclo motorizado y trabajaba arduamente para obtener lo necesario. “Se requiere fe”, le respondí, “pero le prometo que, si vive la ley del diezmo, el Señor lo bendecirá”.
Así lo hizo. Varios meses después, volví a reunirme con ese hermano. Me dijo que el Señor en verdad lo había bendecido con todo lo que necesitaba.
El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) una vez visitó Filipinas y se sintió acongojado por la pobreza que encontró allí. “Creo con todo el corazón”, dijo el presidente Hinckley, “que si aceptan el Evangelio y viven de acuerdo con sus principios, pagan sus diezmos y ofrendas, no importa cuán mínimos sean, el Señor cumplirá con ellos Su antigua promesa y tendrán arroz en sus platos, abrigo sobre sus espaldas y refugio sobre su cabeza”1.
He visto cumplirse esa promesa.
El impacto de las ofrendas
Quiero compartir un pensamiento sobre las ofrendas. Es posible que algunos jóvenes no se den cuenta del increíble bien que proviene de las ofrendas de ayuno, las ofrendas de ayuda humanitaria y otros donativos. Sin embargo, fui testigo del impacto de esos donativos de primera mano en Filipinas.
He visto a familias salvarse del hambre gracias a las ofrendas de ayuno. Además, se hace mucho bien por medio de las ofrendas de ayuda humanitaria y de otro tipo. La donación del costo de una comida para ayuda humanitaria, por ejemplo, podría alimentar a una familia en otra parte del mundo por un día o más.
Al vivir la ley del diezmo y las ofrendas, testifico junto con Malaquías que el Señor abrirá las ventanas de los cielos “y derramar[á] sobre vosotros bendición”.
Solo se requiere fe en Jesucristo.