“Iré y haré lo que el Señor ha mandado”
“Mis consejeras y yo estamos deseosas de prestar servicio, y queremos hacerlo de tal manera que nos permita ayudar a las mujeres de todas partes a cooperar con el gran movimiento de avance de la Iglesia.”
Mis queridos hermanos, primero deseo aseverar mi creencia en estas palabras de Nefi: “Iré y haré lo que el Señor ha mandado, porque se que el nunca da mandamientos a los hijos de los hombres sin prepararles la vía para que puedan cumplir lo que les ha mandado” (1 Nefi 3:7).
Sin esta convicción seria imposible aceptar la tremenda responsabilidad de servir como Presidenta General de la Sociedad de Socorro.
Siento una profunda gratitud por las hermanas que me han precedido en este llamamiento, hermanas como Barbara Winder, quien ha tenido una gran influencia en mi vida. Todos los días, en mis oraciones, doy gracias por el efecto positivo que tiene en mi vida mucha gente buena que me rodea: agradezco los amigos, los atentos vecinos, el personal de las oficinas de las Mujeres Jóvenes, la hermana Jayne Malan y las hermanas miembros de la mesa general de las Mujeres Jóvenes, con las que tengo un vinculo especial.
Siento el amor y la gran fortaleza que recibo de mis cuatro hijos y sus respectivas familias. Aprecio la imparcialidad y el buen sentido del humor que tienen, y me parece oírlos, en los dos extremos del país, mirando la transmisión de esta conferencia, y diciendo: “¡Que! ¿Mama? ¡No puede ser!” Ayer le comenté a mi hijo mayor, David, que el presidente Monson me había dicho que era posible que me llamaran para que dijera unas palabras. Le cité las palabras del presidente Monson: “No es preciso que de un sermón”. Mi hijo entonces me dijo: “Mama, ¡eso es lo que te hemos estado diciendo desde hace años!” Me siento agradecida de que tengan el deseo de hacer lo correcto.
Doy gracias por mi hermana, que es también mi amiga. ¡Bendecida es la mujer que tiene una hermana como ella, y muy bendecida si tiene mas de una! La hermana Ardeth Kapp es como una verdadera hermana para mi, y quiero rendirle tributo por ser una mujer de gran visión, llamada por el Señor para guiar a las Mujeres Jóvenes de todo el mundo en una época muy difícil de la historia. Ella me ha enseñado y alentado, y me ha ayudado a progresar. Ha sido un placer para mi servir como consejera de la organización de las Mujeres Jóvenes.
Deseo que todas las jóvenes sepan que las quiero. Y se que ellas comprenden la importancia de los Valores de las Mujeres Jóvenes, esos principios del evangelio que les ayudan a prepararse para hacer convenios sagrados y cumplirlos.
Una mujer que sea dedicada al hogar y a la familia, y a su propio progreso, como yo, no podría prestar servicio en este llamamiento sin el amor y el apoyo de un marido que sea devoto al evangelio. Mi esposo, Joe, lo es y le da gran fortaleza y estabilidad a mi vida.
Yo se que Ezra Taft Benson es un Profeta de Dios. Seguiré su consejo y el de las demás Autoridades Generales que han sido llamadas a servir con el. Se que Jesús es el Cristo y que, si merezco su guía, El dirigirá mis pasos.
Creo que las hermanas de la Iglesia tienen un aporte muy particular para hacer; como lo dicen las palabras de un Profeta de nuestros días: “Gran parte del progreso y crecimiento que tendrá la Iglesia en estos últimos días … sólo puede suceder si las mujeres de la Iglesia viven en forma justa y prudente, hasta el punto de que las consideren diferentes de las del mundo”. (Spencer W. Kimball, “Vuestro papel como mujeres justas”, Liahona, enero de 1980, pág. 171.)
¡Este es un evangelio de gozo!
Mis consejeras y yo estamos deseosas de prestar servicio, y queremos hacerlo de tal manera que nos permita ayudar a las mujeres de todas partes a cooperar con el gran movimiento de avance de la Iglesia. Se que con la fortaleza que nos da el Señor podremos hacer todo lo que se requiera de nosotras. En el nombre de Jesucristo. Amen.