Ayudemos a otros a obtener un testimonio
“Para ayudar a los demás hay que valerse del amor, los comentarios positivos y la paciencia. En las relaciones en que se perdona y se olvidan los errores, abundan los momentos felices y la confianza mutua.”
Mis hermanos y hermanas, soy consciente de que muchos de vosotros estáis luchando por mantener la fe y el testimonio. Algunos hasta habéis dejado de lado lo espiritual porque estáis cansados de la batalla. Ruego que el Espíritu me guíe para ayudaros.
Aproximadamente treinta o cuarenta años antes del nacimiento de nuestro Salvador, un padre sabio, Helamán, llamó a sus hijos Nefi y Lehi para darles consejos:
“Y ahora recordad, hijos míos, recordad que es sobre la roca de nuestro Redentor, el cual es Cristo, el Hijo de Dios, que debéis establecer vuestro fundamento, para que cuando el diablo lance sus impetuosos vientos … cuando todo su granizo y furiosa tormenta os azoten, esto no tenga poder para arrastraros …” (Helamán 5:12, cursiva agregada.)
En otras palabras, les dijo que si seguían la senda correcta y tenían un testimonio de la divinidad del Señor Jesucristo, no tendrían que pasar por ninguna prueba que no pudieran vencer.
A medida que edificamos esa base segura, me temo que algunos de nosotros nos hayamos olvidado de nuestro deber de ayudarnos unos a otros a lograrlo.
Muchas veces podemos forzar o intimidar a otros a ser obedientes. Otras veces hasta podemos hacer cambiar a alguien de opinión. Pero no tenemos la capacidad de forzar lo que se arraiga en el corazón.
No podemos forzar el amor, el respeto ni la admiración; ni tampoco la fe ni el testimonio de la verdad.
Aunque no podamos forzar esas cosas que son las mas importantes, hay algo que podemos hacer unos por otros: podemos preparar el corazón de las personas para que obtengan un testimonio duradero de que Jesucristo es el Salvador del mundo.
Este concepto de primero ablandar el corazón de los que nos rodean se aplica a muchas relaciones como la de amigos, la de vecinos, la de compañeros de trabajo; como también la matrimonial y la de padres e hijos. Examinemos algunas formas de nutrir el corazón para que el testimonio se arraigue y crezca.
Si en vuestros hogares todos os queréis incondicionalmente, con un amor que sea independiente de la conducta personal, reinara allí un buen espíritu que preparara el terreno para recibir el testimonio de la verdad. Cuando se ama a los niños y a los jóvenes por lo que son y no por la forma en que se comportan, podemos ayudarlos a cambiar en la forma de ser. Por ejemplo, el joven que siente que lo aceptan como es en su casa tratara de escoger bien a sus amigos.
Puede que estéis pensando: “Me gustaría querer a mi familia, a mis amigos y vecinos incondicionalmente, pero a veces me resulta muy difícil. ¿Cómo puedo aprender a sentir ese amor puro?” Os sugiero lo siguiente:
Primero, buscad las cualidades de cada persona y decídselas a menudo. Es sorprendente cómo se ablanda el corazón, cómo se implantan testimonios y se mejoran las relaciones cuando impartimos dosis diarias de agradecimiento y elogios sinceros. Surte un efecto maravilloso para preparar el espíritu. Incluso el mencionar algo positivo pero sin importancia da buenos resultados. Usualmente si se presta atención y se menciona una acción o una cualidad buena, aunque sea casi imperceptible, se repetirá en el caso de la acción o florecerá si se trata de una cualidad. (Dicho sea de paso, puede que os lleve todo un día encontrar algo positivo, pero se que lo encontrareis.)
Un día. una de nuestras hijas entró en el dormitorio de su hermano y casi se desmaya al verlo sentado en medio de ropa, libros y otros objetos esparcidos por el piso. Parecía que un ciclón había pasado por allí. Pero, como había resuelto fijarse sólo en lo bueno, buscó desesperadamente algo positivo que decir. Al fin miró hacia arriba y comentó con franqueza: “¡Que limpio tienes el cielo raso, Adán!” Al hermano le causó risa y ordenó el dormitorio.
Cuando los cónyuges se proponen no fijarse en las faltas mutuas y buscan lo bueno en lo profundo del corazón, la relación matrimonial fortalece de forma maravillosa.
Otro modo de suavizar el corazón de una persona es proponerse no juzgar hasta que el enojo se haya esfumado, las heridas ya no duelan y hasta que se haya visto el asunto desde varios puntos de vista. La crítica destruye, humilla y hiere la propia estimación.
Algunos maridos esperan la perfección y, cuando no la encuentran, se vuelven criticones. Una hermana me escribió: “La vida es una lucha constante para una mujer en mi situación. Mi esposo me recuerda continuamente mis fallas y me dice que no estoy cumpliendo con lo que espera de mi. ¿Cómo puede una mujer creer que algún día será como nuestro Padre Celestial quiere que sea si a pesar de todos sus esfuerzos nunca complace al marido?”
Es doloroso ver cómo la critica hiere a los niños y les roba la propia estimación. Una familia que conozco dejó de tener la noche de hogar porque se peleaban tanto. E1 padre, a pesar de que tal vez se diera cuenta de que era su deber ayudar a su familia a mejorar, se pasaba todo el tiempo criticándolos. Aunque algunas veces les decía algo positivo a los hijos, no era suficiente para contrarrestar la critica.
Una estudiante universitaria se sentía muy disgustada con su compañera de cuarto hasta que se propuso examinar mejor la situación. Cuando lo hizo, se dio cuenta de que las costumbres que la molestaban de aquella joven eran apropiadas en el país del que provenía.
Un poseedor del sacerdocio, o cualquier persona que este en una posición de ejercer influencia sobre otra, se da cuenta de que para ayudar a los demás hay que valerse del amor, los comentarios positivos y la paciencia. En las relaciones en que se perdona y se olvidan los errores, abundan los momentos felices y la confianza mutua.
A1 desarrollar la capacidad de querer incondicionalmente, recordad que escuchar con atención también se considera una demostración de amor. Si escucháis a vuestros hijos, incluso cuando lo que digan no tenga importancia o penséis que no tenéis tiempo, estáis preparando sus corazones. ¿Somos capaces de escuchar sin prejuicios cuando alguien nos cuenta algo chocante, y de no alarmarnos ni reaccionar con palabras severas? Todos sabemos que hay momentos para hablar y momentos para escuchar. Nuestros hijos sin duda se sentirán sumamente agradecidos si escuchamos con paciencia las explicaciones que nos. dan después de haber cometido un error. Además, recordemos que escuchamos para comprender mejor, pero eso no quiere decir que tengamos que estar de acuerdo con lo que nos digan. A veces enseñamos las mejores lecciones cuando escuchamos. Las relaciones matrimoniales se nutren y fortalecen cuando los cónyuges se escuchan el uno al otro, porque así se ablanda el corazón de los dos.
Por ultimo, las oraciones pueden demostrar amor. ¿Escuchan vuestros hijos cuando oráis por ellos específicamente? Por ejemplo, cuando uno de vuestros hijos esta enfermo, ¿oye a la familia orar para que se recupere? Cuando otro de los hijos necesita trabajo, le ayuda que las oraciones de la familia expresen confianza en su capacidad. En la familia que inculca la fe, los hijos oyen que los padres oran por cada uno de ellos a diario. En un ambiente así, las personas cambian y pueden llegar a ser hijos de Cristo.
Después de las maravillosas palabras del rey Benjamin que se encuentran en los primeros capítulos de Mosíah, “… [el rey] indagó entre ellos, deseando saber si creían las palabras que les había hablado”. (Mosíah 5:1.) Al concluir estos dos días hermosos de la conferencia general, espero que, si se nos preguntara, nuestra respuesta fuera igual a la de ellos, porque contestaron:
“Si, creemos todas las palabras que nos has hablado; y además, sabemos de su certeza y verdad por motivo del Espíritu del Señor Omnipotente, el cual ha efectuado un potente cambio en nosotros o en nuestros corazones, por lo que ya no tenemos mas disposición a obrar mal, sino a hacer lo bueno continuamente.
“Y estamos dispuestos a concertar un convenio con nuestro Dios de hacer su voluntad y ser obedientes a sus mandamientos …” (Mosíah 5:2, 5.)
Y el les contesto:
“Ahora pues, a causa del convenio que habéis hecho, seréis llamados progenie de Cristo, hijos e hijas de el, porque he aquí, hoy el os ha engendrado espiritualmente; pues decís que vuestros corazones han cambiado por medio de la fe en su nombre; por tanto, habéis nacido de el y habéis llegado a ser sus hijos y sus hijas.
“Y bajo este titulo sois librados … quisiera que tomaseis sobre vosotros el nombre de Cristo … [y que seáis] obedientes hasta el fin de vuestras vidas.” (Mosíah 5:74, cursiva agregada.)
A esto, hermanos y hermanas, agrego mi testimonio de la divinidad del Señor Jesucristo. El es nuestro Salvador y Redentor y vive. En el nombre de Jesucristo. Amen.