1990–1999
El paseo en motocicleta
Abril 1990


El paseo en motocicleta

“Ese día tome la determinación de que nunca más dejaría que nadie ejerciera control sobre mi.”

Se que esta vida es la época en que el hombre debe prepararse para comparecer ante Dios, pero nunca pense que tan pronto iba a estar tan cerca.

Al meditar acerca de este nuevo llamamiento, no puedo menos que pensar en mis amigos, los hombres jóvenes de la Iglesia. Me acuerdo de que hace unos pocos años, cuando yo tenia dieciséis y era aprendiz en una imprenta, uno de mis compañeros, otro aprendiz, estaba fascinado con las motocicletas. En aquella época sólo había motocicletas británicas, y el tenia una con un motor muy poderoso.

Un soleado día de verano me dijo:

-¿Te gustaría ir a dar una vuelta conmigo en la moto?-lo que me pareció una buena idea.

En aquel entonces no se usaba ropa especial para protegerse del frío, así que, usando vestimenta muy liviana, pase a ser el pasajero de su motocicleta. Mi amigo recorrió las calles serpenteantes de Norwich [Inglaterra], hasta que llegamos a una calle recta y larga. Inclinándose hacia atrás me preguntó:

-¿Has ido alguna vez a más de ciento cincuenta kilómetros por hora?

-¡No!-le conteste.

-Bueno, pues ¡apróntate!-me dijo.

-¡No! ¡No es necesario!-exclamé.

Pero comenzó a acelerar la motocicleta y la maquina avanzó rugiente. Cuando pasamos los ciento cincuenta kilómetros por hora, sentí que el viento me golpeaba con fuerza en la cara y me agitaba violentamente la ropa. Ese día tome la determinación de que nunca mas dejaría que nadie ejerciera control sobre mi.

Jóvenes, aseguraos de que todas las invitaciones que extendáis y que recibáis sean invitaciones para venir a Cristo.

En el año 1959, yo recibí una invitación de esas. Nunca había oído hablar de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días hasta el día en que, en un baile, conocí a una jovencita que había crecido conociendo y obedeciendo el evangelio. Ella me gustaba mucho, pero una vez me dijo: “Mira, quiero que sepas que no podría pensar en casarme contigo a menos que fuera en el templo”.

Yo fui receptivo a esa invitación y recibí el mensaje del evangelio. Ella es ahora mi compañera eterna y le estaré siempre agradecido de que me haya extendido esa invitación, porque cambió mi vida.

Tenemos un hijo, y este primero nos salió tan bueno que el Señor no vio la necesidad de bendecirnos con otros. Lo he visto progresar a medida que ha hecho los convenios con el Señor; lo acompañe cuando fue al templo por primera vez; lo vi partir al campo misional; y ahora estoy pendiente del momento en que, en este mes de julio, lleve a su compañera escogida al altar del templo. El ejemplo de su vida me ha hecho venir a Cristo.

Jóvenes varones, dentro de vosotros tenéis un gran poder para hacer lo mismo. Permitidme deciros que para mi hay algo mas sagrado que este llamamiento (y no me seria posible expresar cuán sagrado es): me refiero a los convenios que hice antes de recibirlo y cuyo alcance va mucho mas allá del llamamiento en si, porque sellan a mí todo lo mas preciado y sagrado de mi vida.

En las Islas Británicas hay muchos jóvenes y jovencitas que tendrán un papel muy importante en llevar adelante esta gran obra de una forma en que nadie mas podría hacerlo. Se que lo harán si se les extiende una invitación de venir a Cristo.

Al igual que el Jacob de la antigüedad, habiendo recibido este ministerio del Señor, magnificare mi llamamiento ante El, “tomando sobre [mil la responsabilidad, trayendo sobre [mi] propia cabeza los pecados del pueblo si no [les enseño] la palabra de Dios con toda diligencia” (véase Jacob 1: 19).

Se que Jesús vive, que El es el Cristo y que esta a la cabeza de esta Iglesia. He llegado a saber estas cosas gracias a muchas personas buenas que a lo largo de mi vida me han invitado a venir a El, y eso es precisamente lo que he tratado de hacer. Y expreso mi sentir en el sagrado nombre de Jesucristo. Amen.