1990–1999
El Sacerdocio Aarónico: “Regresemos con honor”
Abril 1990


El Sacerdocio Aarónico: “Regresemos con honor”

“Jóvenes poseedores del Sacerdocio Aarónico, sean obedientes y ejerciten e1 libre albedrío con dignidad Sean dignos y prepárense para cumplir debidamente con sus llamamientos.”

Mis queridos hermanos, agradezco la oportunidad que tengo de dirigíos la palabra esta noche, como obispo. Me gustaría decir algo acerca del Sacerdocio Aarónico. Primero, quiero decir lo que no es: No es un programa de actividades; no es un sacerdocio en el que se avance por la edad sino por dignidad. Segundo, deseo hablar de lo que es.

Los años del Sacerdocio Aarónico son un periodo de acondicionamiento en nuestra vida en los que nos preparamos, en esta etapa terrenal, para ser dignos de regresar con honor a la presencia de nuestro Padre Celestial.

No recordamos que una vez vivimos con nuestro Padre Celestial y Jesucristo, ni que es muy posible que hayamos asistido a reuniones como esta, donde se nos explicó el plan que nuestro Padre tenia para nosotros. No recordamos que Lucifer, un hijo de Dios el Padre, un hermano de Jesucristo, se rebeló en contra del plan de Dios y, en su rebeldía, prometió que nos salvaría a todos. Pero el nos habría quitado nuestro libre albedrío, o sea, la libertad de tomar decisiones. No podemos recordar que su plan no fue aceptado porque, al no tener la libertad de escoger por nosotros mismos, no habría habido necesidad de venir a este periodo de probación; no habríamos tenido la oportunidad de experimentar la oposición ni el arrepentimiento. No habríamos aprendido a obedecer.

No seguimos a Lucifer porque, de haberlo hecho, nunca habríamos podido progresar en la tierra con la meta de regresar a la presencia de nuestro Padre Celestial.

Todos los habitantes de la tierra escogimos venir a esta etapa de probación mortal, la cual Alma describe como un estado de preparación.

Si comprendemos estos conceptos, veremos las decisiones importantes que tengamos que tomar con una perspectiva eterna.

Cuando era joven, tuve la oportunidad de estar en las Fuerzas Armadas; era piloto de aviones de combate. Para motivarnos, todas las unidades de nuestro escuadrón tenían un lema. El de nuestra unidad, que estaba en un costado del avión, era: “Regresar con honor”, y era un recordatorio de nuestra determinación de volver a la base con honor, sólo después de haber hecho todo lo posible por completar con éxito todos los aspectos de nuestra misión.

El lema “regresar con honor” también se aplica a todos nosotros en nuestro plan de progreso eterno. Después de haber vivido con nuestro Padre Celestial y de haber venido a la tierra, debemos tener la determinación de regresar a nuestra morada eterna con honor.

¿Que debemos hacer para regresar a nuestro Padre con honor?

Al igual que los pilotos deben obedecer ciertas reglas a fin de evitar un desastre, hay leyes, ordenanzas y convenios que nosotros debemos comprender y obedecer en este periodo de preparación si hemos de lograr la meta de la vida eterna.

El evangelio preparatorio es esa parte importante de la totalidad del plan del evangelio que nos brinda la oportunidad de prepararnos para prestar mis servicio y para recibir las ordenanzas del santo templo y ganar la vida eterna.

El cuarto Articulo de Fe resume los primeros principios y ordenanzas del evangelio. Estos son:

“Primero: Fe en el Señor Jesucristo.

“Segundo: Arrepentimiento.

“Tercero: Bautismo por inmersión para la remisión de pecados.

“Cuarto: Imposición de manos para comunicar el don del Espíritu Santo.”

El élder Bruce R. McConkie, un hombre de mucha fe, dijo:

“La fe es un don de Dios que se otorga como recompensa por la dignidad de una persona … cuanto mayor sea el grado de obediencia a las leyes de Dios, tanto mayor será el don de la fe.” (Mormon Doctrine, segunda edición, Salt Lake City, Bookcraft, 1966, pág. 264.)

En otras palabras, la obediencia a las leyes y las ordenanzas del evangelio es fundamental para tener fe en el Señor Jesucristo.

En Doctrina y Convenios, de una forma muy sencilla, se hace hincapié en la importancia de la obediencia. El Señor dice:

“Guarda mis mandamientos continuamente … Y si no haces esto, no podréis venir donde yo estoy” (D. y C. 25:15).

También nos exhorta muy claramente: “Si me amáis, guardad mis mandamientos” (Juan 14:15).

Cuando nos capacitaban para pilotos, pasábamos horas practicando en un simulador de combate. Allí un instructor nos enseñaba acerca de todas las situaciones de emergencia que se nos podían presentar mientras manejábamos un avión de combate a una velocidad mayor que la del sonido; también nos enseñaba lo que debíamos hacer ante todas las posibles emergencias que podían surgir a fin de evitar un desastre. Practicábamos todas las maniobras, una y otra vez, para que desarrolláramos la habilidad de reaccionar en forma automática, en caso de que realmente mas adelante surgiera algún imprevisto. De esa manera, sabríamos exactamente que hacer si se encendía la luz que indicaba incendio en el avión, o si el tablero indicaba cualquier otra falla; hasta podíamos determinar de antemano la altura apropiada para saltar, en caso de incendio o de que perdiéramos el control del avión.

Ese proceso de aprendizaje se puede comparar a las lecciones que aprendemos en el hogar y en los quórumes del Sacerdocio Aarónico, o sea, nuestro periodo de preparación.

Estamos aquí, en esta reunión, para aprender acerca de esas cosas que son necesarias en nuestra preparación para ser poseedores del sacerdocio fuertes y devotos. Nos estamos preparando para vivir leyes mas altas y para hacer convenios mas elevados, tales como la obediencia, el sacrificio, la castidad, así como el consagrar nuestro tiempo y nuestros talentos ¿Y por que lo hacemos? Mis hermanos, debemos aprender el porque antes de ir al templo ya que nos servirá para ser misioneros valientes, esposos atentos y padres devotos.

El siguiente es un incidente que pone de relieve lo que sucede si no usamos ese periodo de preparación con prudencia.

Yo tenia un amigo que era uno de los mejores jugadores de fútbol de todo el país. Su equipo se clasificó para las finales y, ante cien mil espectadores y una gran audiencia televidente, el equipo contrario les ganó por goleada. Lo que pasó fue que mi amigo y los otros miembros del equipo no habían cumplido con las reglas de capacitación que el entrenador les había indicado. E1 precio que pagaron fue muy alto y tuvieron que enfrentar la realidad de no haber estado preparados para jugar un partido tan importante; tuvieron que enfrentar la realidad del bochornoso resultado final.

Pasaron los años, y dos miembros de ese equipo de fútbol se encontraban en mi unidad de capacitación de pilotos para aviones de combate. Uno de ellos era un alumno ejemplar y muy bien disciplinado; había aprendido muy bien la lección de lo que había pasado en el partido finalista de fútbol.

No obstante, el otro no había aprendido a escuchar a los que tenían mas conocimiento y experiencia; cuando llegaba el momento de practicar en el simulador de combate a fin de reaccionar automática e instantáneamente, aquel buen jugador de football engatusaba al instructor y le decía que le anotara que había practicado tres horas. Entonces, en lugar de practicar, se iba a la piscina, al campo de tiro al blanco o a jugar al golf. El instructor le decía:

-¿Qué vas a hacer cuando haya una emergencia?

A lo que contestaba:

-Nunca voy a tener que saltar del avión; nunca voy a tener una emergencia.

Nunca se molestó en aprender las maniobras de emergencia que debió haber llegado a dominar durante la I capacitación.

Unos meses después, por la tarde, estando en un vuelo sobre el estado de Tejas, el avión se incendió; la luz de advertencia de fuego se encendió, y cuando el avión perdió altura, cayendo a menos de mil quinientos metros de altura, el joven piloto que estaba con el le dijo: “Saltemos”. Y luchando en contra de la fuerza centrifuga, el joven que tomó en serio su capacitación saltó del avión. El paracaídas se abrió de inmediato y el piloto aterrizó; tuvo heridas graves, pero se salvó.

Mi amigo, el que pensó que no era necesario prepararse, no pudo salir del avión y se mató. Pagó con la vida el no haber aprendido la lección que se la habría salvado.

Si en la vida hacemos caso omiso de las luces de advertencia, es muy posible que el precio que tengamos que pagar sea el detener nuestro progreso eterno; si no les prestamos atención, es probable que no regresemos con honor.

En la vida contamos con muchas luces de advertencia. Por ejemplo, el uso del alcohol, el tabaco y otras drogas debe activar las luces de advertencia, porque cuando decidimos tomar estas substancias, nos esclavizamos y limitamos nuestro libre albedrío. Debemos estar preparados para reaccionar en forma automática en contra de esas substancias dañinas, o de lo contrario arriesgamos el derecho que tenemos de contar con la guía del Espíritu así como la posibilidad de regresar a nuestro Padre Celestial con honor.

A veces no es fácil escoger buenos amigos; ellos influyen en las decisiones importantes que tomemos en la vida, pero no podemos justificar nuestra conducta por lo que ellos hagan o por la presión que hayan puesto en nosotros.

¿Cómo se reconoce a un buen amigo? Un verdadero amigo nos quiere y nos protege. Para que una persona sea un buen amigo, debe haber en la amistad dos elementos importantes:

Cuando estamos con un verdadero amigo, nos es fácil cumplir con los principios del evangelio.

De la misma manera, un verdadero amigo no nos hace elegir entre el y las vías del Señor. Un verdadero amigo nos ayudara a regresar con honor a la presencia de nuestro Padre Celestial.

Si seleccionamos a nuestros amigos basándonos en estos dos principios fundamentales, estaremos en condiciones de determinar la clase de amigos que tendremos y la clase de amigo que seremos nosotros.

Como poseedores del Sacerdocio Aarónico, ¿qué clase de amigos somos? ¿Somos la clase de amigo que siempre se asegura de que los que lo rodean sepan que, estando a su lado, les será mas fácil cumplir con los principios del evangelio, tales como la Palabra de Sabiduría y la ley de castidad? ¿Saben nuestros amigos que nunca tendrán que elegir entre lo que nosotros queremos hacer y la voluntad del Señor?

No hay nada mas doloroso para un obispo o un padre que una jovencita diga que el joven a quien ama y en quien ha confiado le ha dicho que si realmente lo quiere, deberá demostrárselo violando las sagradas leyes de la castidad. Ruego que esta noche tomen la determinación de que cuando se encienda la luz de advertencia en este caso en particular, ya hayan decidido de antemano hacer lo justo, y que recuerden quienes son y obren de acuerdo a ello.

El aprender las responsabilidades del Sacerdocio Aarónico se puede comparar con la capacitación del piloto para casos de emergencia. E1 joven poseedor del Sacerdocio Aarónico debe estar preparado de antemano con una reacción automática de cumplir con las normas del evangelio. El joven habrá establecido por adelantado lo que ha de hacer; sabrá cómo va a reaccionar, y el adversario no podrá vencerlo porque el habrá tomado la determinación de cumplir con los mandamientos aun estando en situaciones difíciles.

Espero que los poseedores del Sacerdocio Aarónico comprendan la importancia de preparar, bendecir y repartir la Santa Cena, ya que es importante que lo hagamos con las manos limpias y con un corazón puro; es importante que lo hagamos de manera que los jóvenes con quienes sirvamos en el Sacerdocio Aarónico sepan que somos dignos para ello y que todos los miembros de la congregación puedan mirar hacia la mesa sacramental y tener la seguridad de que los poseedores del sacerdocio son dignos de hacer esas ordenanzas del Señor.

Todos los domingos, durante la Santa Cena, al bendecir el presbítero el pan y el agua, prometemos tres cosas; en la oración, el joven representa a todos los presentes para que todos renovemos nuestros convenios:

Primero, prometemos que siempre recordaremos al Salvador, Jesucristo, y su sacrificio expiatorio.

Segundo, tomamos sobre nosotros el nombre de Jesucristo, lo que nos permite renovar nuestro convenio bautismal.

Tercero, al renovar nuestros convenios de obediencia, prometemos guardar Sus mandamientos. (Véase D. y C.20:77-79.)

Si cumplimos con esas tres promesas, recibimos una de las bendiciones mas grandes que nos puedan dar: Tendremos el Espíritu siempre con nosotros, lo que significa que tendremos al Espíritu Santo para que nos guíe y nos proteja diariamente.

Asistimos a la reunión sacramental todas las semanas para renovar esos convenios a fin de tener el Espíritu y conservamos en el camino recto y estrecho que nos conduce a la vida eterna, a fin de regresar con honor. (Véase 2 Nefi 31:17-21.)

He destacado la importancia de ser obediente. No obstante, hay quienes se engañan a si mismos y obedecen sólo algunos mandamientos. Hay jóvenes que saben muy bien lo que deben hacer para ser obedientes y, sin embargo, hacen sólo parte de lo que se les requiere que hagan.

El Señor ha dicho:

“Si, y habrá muchos que dirán: Comed, bebed y divertíos, porque mañana moriremos; y nos ira bien.

“Y también habrá muchos que dirán: Comed, bebed y divertíos; no obstante, temed a Dios, pues el justificara la comisión de unos cuantos pecados; si, mentid un poco, aprovechaos de uno por causa de sus palabras, tended trampa a vuestro prójimo; en esto no hay mal; y haced todas estas cosas, porque mañana moriremos; y si es que somos culpables, Dios nos dará algunos correazos, y al fin nos salvaremos en el reino de Dios.” (2 Nefi 28:7-8.)

Esto es un engaño. “La maldad …”, por poca que sea, “… nunca fue felicidad” (Alma 41:10) y nunca lo será. La maldad nos impide regresar a nuestro Padre Celestial con honor. Recuerden que el Señor nos dijo: “Guarda mis mandamientos continuamente … Y si no haces esto, no podrás venir donde yo estoy” (D. y C. 25:15).

Muchos jóvenes llegan al campo misional habiendo hecho grandes sacrificios. Es posible que hayan tenido que posponer sus planes deportivos o artísticos, así como becas o una carrera, y que sus familias hayan hecho grandes sacrificios económicos. Hasta corren el riesgo de que otro joven que regrese de la misión primero que el se lleve a la jovencita que dejaron al ir a la misión y de la que estaban enamorados.

Pero sea cual fuere el sacrificio que una persona o familia haga por una misión u cualquier otra cosa, si no escoge la obediencia, si no consagra todo su tiempo, sus talentos y sus recursos al servicio del Señor, nunca llegara a recibir todas las grandes bendiciones que el Señor le tiene reservadas.

A fin de regresar con honor, es preciso tener el Espíritu Santo con nosotros todos los días. Jóvenes poseedores del Sacerdocio Aarónico, sean obedientes y ejerciten el libre albedrío con dignidad. Sean dignos y prepárense para cumplir debidamente con sus llamamientos.

Como padre, acostumbraba a abrazar a cada uno de mis hijos antes de que salieran al campo misional, y les susurraba al oído: “Regresa con honor”. Puedo imaginar a nuestro Padre Celestial abrazar a cada uno de nosotros, en el momento de partir de su presencia, y susurramos al oído: “Regresa con honor”.

Recordemos quienes somos y seamos obedientes a los mandamientos del Señor para regresar juntos con honor, es mi oración, en el nombre de Jesucristo. Amén.