“Recuerda también las promesas”
“El Señor nos ha prometido bendiciones específicos por leer y estudiar los Escrituras. Una es la exaltación. Para mi sorpresa, descubrí que la mayoría de las promesas que recibimos por leer y estudiar las Escrituras pertenecen a la vida terrenal.”
Estoy muy agradecido por mi esposa y por nuestros hijos. El disfrutar de su amor, su confianza y su apoyo es una de las mayores bendiciones de mi vida. Deseo expresar mi profunda gratitud a mis padres, quienes amaban el evangelio y vivían de acuerdo con sus preceptos, así como a mis hermanos, de los cuales he aprendido mucho. Agradezco a mis hermanos, las Autoridades Generales, sus enseñanzas tan amables y bondadosas. También estoy agradecido a todas las personas con quienes he trabajado a lo largo de los años y a aquellos que me han expresado su amor y su apoyo en este nuevo llamamiento. Sigo adelante con fe en el Señor y en Sus lideres, confiando en las promesas del Señor de que no recibimos llamamientos como este a menos que hayamos sido preordenado para ellos.
Poner a prueba el poder de la palabra
Amo las Escrituras. Testifico que son la palabra de Dios. He aplicado a mi vida un versículo de Alma: Las Escrituras han tenido “gran propensión a impulsar[me]… a hacer lo que [es] justo … si, [han] surtido un efecto mas potente en [mi] mente … que … cualquier otra cosa que [me haya] acontecido … por tanto … [he puesto] a prueba la virtud de la palabra de Dios” (Alma 31:5).
El presidente Ezra Taft Benson aconsejó: “Os exhorto … a estudiar las Escrituras. Sumergíos en ellas diariamente para … tener así el poder del Espíritu … “ (“El poder de la palabra”, Liahona, julio de 1986, pág. 74). Y el presidente Spencer W. Kimball dijo lo siguiente:
“He descubierto que cuando me he descuidado en mi relación con la Divinidad, cuando parece que ningún oído divino me escucha y que ninguna voz divina me habla, me voy lejos, muy lejos. Pero si me sumerjo en las Escrituras, la distancia se acorta y la espiritualidad vuelve” (Teachings of Spencer NU Kimball, ed. por Edward L. Kimball, Salt Lake City: Bookcraft, 1982, pág. 135).
Recordar tambien las promesas
Mientras me encontraba presidiendo una misión en América del Sur, viaje hacia una ciudad distante para entrevistar a los misioneros, efectuar una conferencia de zona y dirigir una conferencia de distrito. Descubrí que entre los misioneros había algunos problemas; y en la conferencia de distrito, salieron a relucir otros serios problemas relacionados con los miembros y los lideres. Al reflexionar sobre el asunto, tanto en los casos de los misioneros como en los de los miembros, pesó mas lo negativo que lo positivo, dejándome frustrado y desanimado. Después de cuatro días de entrevistas y reuniones, aborde el avión para regresar a casa llevando el corazón muy apesadumbrado.
Cuando viajo, frecuentemente leo las Escrituras, y en esa ocasión me puse a leerlas en busca de consuelo y dirección. Leí algunos de mis pasajes favoritos. Mientras daba vuelta las hojas, me detuve en la sección tres de Doctrina y Convenios. Los primeros cinco versículos me conmovieron, pues se aplicaban a mis preocupaciones del momento.
Cuando leo un pasaje, frecuentemente incluyo mi nombre en el; así lo hice con el quinto versículo de la sección tres, y encontré la ayuda que necesitaba para librarme de mis sentimientos negativos:
“He aquí, [Jay Jensen,] se te confiaron estas cosas, pero cuan estrictos fueron tus mandamientos; y recuerda también las promesas que te fueron hechas, [Jay Jensen] … “
Las palabras “recuerda también las promesas” me conmovieron con desusada fuerza. Me identifique con el profeta José Smith, cuando el leyó Santiago 1:5. La frase “recuerda también las promesas” “pareció introducirse … en cada fibra de mi corazón. Lo medite repetidas veces” (José Smith-Historia 1:12). Durante aquellos cuatro días no me había concentrado en otra cosa que no fueran problemas. No me había detenido a considerar ni una sola promesa.
Aquel día, llevaba conmigo una copia de mi bendición patriarcal, y la leí, fijándome en varias promesas maravillosas que contiene. Repase mentalmente las promesas que recibí cuando me habían apartado como presidente de misión. Busque otros pasajes de las Escrituras y medité sobre las promesas de cada uno de ellos. Ese día aprendí, y se me ha confirmado esto una y otra vez, que si escudriñamos las Escrituras, llegaremos a saber que son verdaderas “y fieles, y las profecías y promesas que contienen se cumplirán todas” (D. y C. 1:37).
Dos clases de promesas
El Señor nos ha prometido bendiciones específicas por leer y estudiar las Escrituras. Un ejercicio que me ha sido útil para reconocer estas promesas es hacer dos columnas en una hoja de papel, y sobre una de ellas escribir: “Promesas para esta vida”; y sobre la otra columna las palabras: “Promesas para la vida venidera”. Cuando encuentro una, anoto la referencia y la promesa en la columna correspondiente.
En diferentes lugares, he encontrado repetidamente dos grandes promesas por leer y estudiar las Escrituras, ambas concernientes a la vida venidera: una es la exaltación y la otra la vida eterna. Por ejemplo, Nefi dijo: “Por tanto, si marcháis adelante, deleitándoos en la palabra de Cristo, y perseveráis hasta el fin … Tendréis la vida eterna” (2 Nefi 31:20).
Para mi sorpresa, descubrí que la mayoría de las promesas que recibimos por leer y estudiar las Escrituras pertenecen a la vida terrenal. Podemos considerar estas promesas en tres categorías: las de poder, las de aumento y “otras”. El tiempo me permitirá citar sólo unas cuantas.
Consideremos las siguientes cinco promesas de poder:
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Poder para vencer al mal. Nefi enseñó: “… quienes escucharan la palabra de Dios y se asieran a ella, no … los vencerían … los ardientes dardos del adversario para cegarlos y llevarlos hasta la destrucción” (1 Nefi 15:24; véase también Salmos 17:4, 119:98-101, 104; Helamán 3:29-30).
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Poder para vivir rectamente. Alma les predicó “la palabra de Dios … para despertar en ellos el recuerdo de sus deberes” (Alma 4:19). Y el salmista dijo: “Lampara es a mis pies tu palabra, y lumbrera a mi camino … “ (Salmos 119 :105; véase también 2 Timoteo 3:15-17; Helamán 15:7-8).
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Poder para enseñar convincentemente. Alma y los hijos de Mosíah “habían escudriñado diligentemente las Escrituras … y cuando enseñaban, lo hacían con poder y autoridad de Dios” (-3; véase también 2 Timoteo 3: 16). El Señor le dijo a Hyrum Smith:
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Poder para convocar los poderes del cielo. Jacob dijo: “… escudriñamos los profetas … y nuestra fe se vuelve inflexible, al grado de que verdaderamente podemos mandar en el nombre de Jesús, y los arboles mismos nos obedecen, o los montes, o las olas del mar” (Jacob 4:6; véase también Helamán 10:4-5).
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Poder para cambiar el corazón y la disposición de las personas. Samuel enseñó a los nefitas que los lamanitas habían sido “conducidos a creer en las Santas Escrituras … que los llevan a la fe en el Señor y al arrepentimiento, esa fe y arrepentimiento que efectúan un cambio de corazón en ellos” (Helamán 15:7; véase también 1 Nefi 15:20). Tres maravillosas promesas.
Consideremos ahora las siguientes promesas de aumento:
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Aumento de la esperanza y del gozo. El apóstol Pablo enseñó lo siguiente: “… a fin de que por la paciencia y la consolación de las Escrituras, tengamos esperanza” (Romanos 15:4; véase también 1 Nefi 11:25; Jacob 2:8, 4:6; Alma 44:5; D. y C. 19:23).
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Aumento de la espiritualidad. “… la predicación de la palabra tenia gran propensión a impulsar a la gente a hacer lo que era justo” (Alma 31:5; véase también 2 Nefi 4:15-16; Moroni 6:4).
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Aumento de conocimiento y entendimiento. Nefi enseñó: “… las palabras de Cristo os dirán todas las cosas que debéis hacer” (2 Nefi 32:3). Y el Señor le dijo a José Smith: “… las Santas Escrituras de mi proceden para vuestra instrucción … “ (D. y C. 33:16; véase también Salmos 19:7; 119:98-101; 2 Timoteo 3:15-17; Alma 12:10; 17:2-3; D. y C. 18:34-36).
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Aumento del poder de discernimiento. “La palabra de Dios, que es viva y poderosa … partirá por medio toda la astucia, los lazos y las artimañas del diablo” (Helamán 3:29). “Y el que atesore mi palabra no será engañado” (José Smith-Mateo 1:37; véase también Hebreos 12:4).
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Aumento del testimonio. Doctrina y Convenios dice esto: “Por tanto, podéis testificar que habéis oído mi voz y que conocéis mis palabras” (D. y C: 18:36; véase también Salmos 19:7).
OTRAS PROMESAS
Además de estas promesas generales de poder y de aumento, hay otras como por ejemplo: “porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien” (Josué 1:8). Y José Smith dijo: “La fe viene por escuchar la palabra de Dios” (History of the Church, 3:379).
El presidente Howard W. Hunter enseñó:
“Cuando seguimos el consejo … de leer y estudiar las Escrituras, recibimos toda clase de beneficios y bendiciones. Este es el estudio mas provechoso al que podemos dedicarnos … “ (“El estudio de las Escrituras”, Liahona, enero de 1980, pág. 96).
Que recordemos “también las promesas”. Testifico que las Escrituras son la palabra de Dios, y las amo. Testifico que Dios vive; El es nuestro Padre. Jesucristo es el Hijo de Dios. Ellos aparecieron al profeta José Smith, tal como el dijo que había sucedido. El presidente Ezra Taft Benson es el Profeta de Dios hoy en día. En el nombre de Jesucristo. Amén.