1990–1999
La fe de un gorrión: la fe y la confianza en el Señor Jesucristo
October 1999


La fe de un gorrión:

la fe y la confianza en el Señor Jesucristo

“Cuando por medio de nuestro profeta actual el Señor nos revela que es necesario que nos esforcemos más… entonces debemos dar un paso al frente y decir: ʻHeme aquí, envíame a míʼ”.

Quisiera hablarles acerca de un pajarito que se encontraba inmóvil en el suelo de un estacionamiento. Durante la noche, los fuertes vientos de la tormenta lo habían hecho caer del nido. Al parecer, había nacido apenas unos días antes y aunque tenía muy pocas plumas, era posible darse cuenta de que se trataba de un gorrión común y corriente.

Mientras yacía ahí, esperando la suerte que le depararía el destino, una joven que caminaba por el estacionamiento en dirección a su automóvil vio el gorrión y lo recogió, y sintiendo pena por el indefenso pajarito, lo llevó a casa para cuidarlo. Preparó un nido en una canasta con pañuelos de papel, los cuales cambiaba a menudo para que el pajarito tuviera un lugar limpio y cómodo.

Ella lo alimentaba varias veces al día, viendo cómo se fortalecía, y a los pocos días abrió éste los ojos y pudo ver por primera vez. Vio a la joven que le daba de comer y a la familia que vivía en la casa; se acostumbró a los ruidos que oía a su alrededor y no sentía temor.

Con el correr de los días, empezó a dar saltitos; lo sacaron de la canasta y lo pusieron en una jaula limpia.

El pajarito confiaba en la joven y en la familia; cuando quería comer, gorjeaba y movía sus alitas rápidamente, y apenas abrían la puerta de la jaula, saltaba a la mano de la joven y esperaba pacientemente a que ella lo alimentara.

Se quedaba muy quieto sobre la mano mientras ella andaba de un lado a otro en la casa e incluso cuando salía. Para que se fuera acostumbrando al mundo exterior, lugar en el que pronto tendría que vivir, ella lo sacaba al jardín en donde ella y su hermana se sentaban bajo un árbol y conversaban mientras el pajarillo observaba y miraba todo a su alrededor.

Cuando llegó el momento en que la jovencita y su hermana fueran al campamento de las jóvenes, el pajarito fue con ellas a pasar una semana en las montañas. Fue allí donde trató de volar por primera vez, volando desde la mano de la joven hasta las ramas bajas de un árbol cercano.

Pero se sentía contento de volver a la mano familiar y a la seguridad del cariño de la joven, y aunque estaba aprendiendo a volar, no se fue. Cuando el campamento de las jóvenes llegó a su fin, el pájaro regresó a casa con ellas y siguió con las lecciones de vuelo.

La joven, al darse cuenta de que muy pronto el pájaro se tendría que unir a los de su propia clase, lo llevó al jardín y lo instó a que volara. El ave voló hasta un pequeño pino, se posó en una rama y comenzó a mirar a su alrededor. La jovencita lo dejó allí y regresó a casa, pensando que el pajarillo pronto se iría con otros pájaros.

Al poco tiempo se escuchó el gorjeo del pájaro en el frente de la casa. Cuando la joven fue a ver qué le pasaba, el pájaro salió volando del árbol y se posó nuevamente en la mano de ella, quien le dio de comer.

Durante las primeras noches, el pájaro volvía a la casa y quería permanecer adentro para pasar la noche con la familia, pero poco después empezó a quedarse afuera en los árboles cercanos a la casa con sus nuevos amigos. Cuando la joven salía al jardín y le silbaba, él respondía y volaba para posarse en su mano, y entonces mi hija Trinilee le daba de comer.

Ese pequeño pájaro y mi hija me enseñaron una gran lección en cuanto a la fe y la confianza. A pesar de que era apenas una fracción del tamaño de su amiga, y de que su vida podía correr peligro entre los humanos, el pajarito confiaba en ella y tenía fe en que no le haría daño y en que lo alimentaría… y acudía inmediatamente a su llamado.

Hermanos, ¿se han preguntado alguna vez acerca de nuestra fe? ¿Tenemos esa clase de confianza y de fe en el Señor? ¿Acudimos nosotros a Su llamado para prestar servicio y ser alimentados por Su mano?

Debemos esforzarnos por estar en Su presencia y acudir a Su llamado; sin embargo, muchos de nosotros carecemos de la fe y de la confianza necesarias para acudir al Señor cuando Él nos llama. En la actualidad, nos llama para que le seamos fieles y tengamos confianza en Él, para que nos pueda alimentar.

“Y Cristo ha dicho: Si tenéis fe en mí, tendréis poder para hacer cualquier cosa que me sea conveniente” (Moroni 7:33).

“Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19).

Hay una obra urgente e importante que llevar a cabo entre todas las naciones y entre todos los pueblos. Hay muchos maravillosos jóvenes y señoritas, hermanas mayores y matrimonios misioneros que han sido llamados a servir y han respondido al llamado, y ahora sirven fielmente una misión para el Señor.

Existe una imperiosa necesidad de tener muchos misioneros más, incluso matrimonios misioneros, tal como lo expresó el presidente Hinckley en una trasmisión vía satélite el 21 de febrero de 1998, cuando dijo: “Con un esfuerzo combinado, con el reconocimiento del deber que recae sobre cada uno de nosotros como miembros de la Iglesia, y con sinceras oraciones al Señor para que nos ayude, podemos duplicar ese número” de bautismos de conversos.

“Pues he aquí, el campo blanco está ya para la siega; y he aquí, quien mete su hoz con su fuerza atesora para sí, de modo que no perece, sino que trae salvación a su alma” (D. y C. 4:4).

No existe obra de mayor importancia o que brinde mayor gozo y satisfacción que podamos llevar a cabo en este momento.

El Señor, al hablarle a John Whitmer por intermedio del profeta José Smith, dijo: “Y ahora bien, he aquí, te dijo que lo que será de mayor valor para ti será declarar el arrepentimiento a este pueblo, a fin de que traigas almas a mí, para que con ellas reposes en el reino de mi Padre. Amén” (D.y C. 15:6).

Hermanos, creo en nuestro Padre Celestial y confío en Él. Cuando por medio de nuestro profeta actual el Señor nos revela que es necesario que nos esforcemos más, que más de nosotros participemos en la obra de traer almas a Cristo, entonces debemos dar un paso al frente y decir: “Heme aquí, envíame a mí” (Isaías 6:8).

De un himno predilecto, paso a citar:

“Venid, los que tenéis de Dios el sacerdocio.

Las nuevas publicad y congregad al pueblo”

(“Venid, los que tenéis de Dios el sacerdocio”, Himnos, N° 206).

Es necesario que después del bautismo los ayudemos a recorrer el camino que lleva a la exaltación, dándoles apoyo hasta que tengan un cimiento y un testimonio sólidos que los conduzca a través del tiempo hasta la vida eterna.

Amo a mi Padre Celestial y a nuestro Salvador, el Señor Jesucristo, y estoy muy agradecido por las muchas bendiciones y oportunidades que me han brindado. Ruego de todo corazón y con toda mi alma estar a la altura de los planes que Ellos tienen para mí, cualesquiera que éstos sean.

Ruego que todos demostremos la misma fe y la misma confianza en el Señor que el pequeño gorrión le demostró a mi hija, y que acudamos al llamado del Señor.

Es mi plegaria que en efecto todos lo hagamos juntos, en el nombre de Jesucristo. Amén.