2000–2009
Sientan el amor del Señor
Abril 2002


Sientan el amor del Señor

“Si yo pudiera hacer que ocurriera una cosa por las mujeres de esta Iglesia, sería que cada una de ellas pudiera sentir a diario el amor del Señor en su vida”.

Hermanos y hermanas, existe un dicho que dice: “Si deseas progresar, acepta la oportunidad que te haga superar tu ser banal”. Y estoy segura de que he de progresar. Permítanme expresar nuestro agradecimiento a la hermana Smoot, a la hermana Dew y a la hermana Jensen por el gran servicio que nos han brindado a todos los miembros de la Iglesia. Expreso mi gratitud a mis consejeras, Kathy y Anne, por estar dispuestas a servir: son ellas mujeres de fe.

En este día me siento sumamente agradecida por mi madre y mi padre, por las enseñanzas que me inculcaron, por su amor y por haberme enseñado a trabajar, y yo sí sé trabajar. Estoy agradecida por mi esposo, Jim, un compañero maravilloso a quien amo; y agradezco el apoyo que me da. Él es un hombre de integridad. Estoy agradecida por mis hijos y por sus respectivas esposas que los han ayudado a convertirse en mejores hombres. Siento agradecimiento por mis nietos. La otra noche fuimos a la casa de uno de nuestros cuatro hijos para contarle de este llamamiento. Ya habían acostado a sus hijos. Les dije a Brett y Angie: “Me han llamado a ser la Presidenta General de la Sociedad de Socorro”. Y Brett dijo: “¿A ti? ¿Presidenta de la Sociedad de Socorro de toda la Iglesia?”. ¿Acaso no son maravillosos los hijos? Él expresó lo que yo vengo sintiendo desde hace varias semanas.

Ayer, al llegar a casa, me encontré con un fax que me habían mandado desde Bélgica nuestro hijo David y su esposa, Jennifer. David decía: “Madre, sé que puedes hacerlo. Tal vez no recuerdes, pero tenías un pasaje de las Escrituras pegado en el refrigerador, que decía: ‘Yo y mi casa serviremos a Jehová’ (Josué 24:15)”. Agregaba: “Yo me pasaba abriendo el refrigerador, y sabía que tú y papá se tomaban muy en serio lo que dice esa Escritura”. Estoy muy agradecida por nuestros hijos.

Estoy agradecida a las mujeres de la Iglesia que me han servido de guía, que me han brindado afecto, que me han enseñado y que han creído en mí. Estoy agradecida por los misioneros de la Misión Inglaterra Londres Sur, por su bondad y por la forma en que guardan sus convenios. Estoy agradecida por los santos británicos que me brindaron cariño y me ayudaron a ser parte de ese gran país.

Ahora bien, hermanos y hermanas, no sé por qué fui llamada, mas sé que fui llamada. Les entrego mi amor y mi apoyo, y les pido que tengan paciencia conmigo a medida que aprenda mi nueva función.

Invito a las mujeres jóvenes adultas de la Iglesia, dondequiera que estén, a considerar la Sociedad de Socorro y saber que allí se les necesita, que las amamos y que juntas podemos tener una gran experiencia. Por favor, vengan y formen parte de nosotros.

Como dijo (el autor estadounidense) Wallace Stegner al escribir sobre los mormones: “Sus mujeres eran increíbles”1. ¡Y lo son hoy en día! Yo sé que el Señor ama a las mujeres de la Iglesia. Si yo pudiera hacer que ocurriera una cosa por las mujeres de esta Iglesia, sería que cada una de ellas pudiera sentir a diario el amor del Señor en su vida. He sentido el amor del Señor en mi vida, y estoy tan agradecida por ello. Estoy agradecida por la paz que he experimentado.

Testifico de mi Salvador Jesucristo. Sé que Él vive. He sentido Su amor. He sentido Su perdón. Recuerdo a una misionera que terminaba su misión y que en su último testimonio dijo: “Vine a la misión para hacer saber a nuestro Padre Celestial cuánto lo amo, para expresarle agradecimiento y para pagarle lo debido”, y añadió: “Me voy más en deuda con Él de lo que haya estado antes de venir”.

Doy mi testimonio del poder del profeta de Dios, el presidente Gordon B. Hinckley, y me siento agradecida por él y por su amor y por todos los profetas que han depositado confianza en mí. De estas cosas testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.

  1. The Gathering of Zion: The Story of the Mormon Trail, 1964, pág. 13.