2000–2009
Cuídate de lo malo tras los ojos sonrientes
Abril 2005


Cuídate de lo malo tras los ojos sonrientes

A medida que aumentemos nuestro conocimiento y amor por el Salvador, Su luz iluminará todo a nuestro alrededor, y entonces veremos lo malo por lo que realmente es.

Esta noche me dirijo a ustedes, jovencitos, a quienes el presidente Gordon B. Hinckley ha descrito como “la mejor generación”. En todo el mundo vemos su bondad. Ruego que sientas que mis palabras son personales, para ti, un hijo de Dios, que se esfuerza arduamente para hacer lo correcto.

Quiero contarte una experiencia de un fiel Santo de los Últimos Días que es un buen amigo mío. Me referiré a él únicamente como “mi amigo” por razones que luego entenderás.

Como agente especial del FBI, mi amigo investigaba grupos de crimen organizado que transportaban drogas ilegales a los Estados Unidos.

En una ocasión, él y otro agente se acercaron a un apartamento donde pensaban que un conocido narcotraficante distribuía cocaína. Mi amigo describe lo sucedido:

“Tocamos a la puerta del narcotraficante. El sospechoso abrió la puerta y, al vernos, trató de interponerse para que no pudiésemos ver, pero fue demasiado tarde porque pudimos ver la cocaína sobre la mesa.

“El hombre y la mujer que se encontraban frente la mesa empezaron de inmediato a quitar la cocaína. Debíamos evitar que destruyeran la evidencia, de modo que rápidamente empujé a un lado al sospechoso que nos bloqueaba la entrada. Al hacerlo, los dos nos miramos a los ojos y, curiosamente, no parecía estar enojado ni tener miedo, y me sonreía.

“Su mirada y su sonrisa cautivadora me dieron la impresión de que él no le haría daño a nadie, por lo que me alejé de él y me dirigí hacia la mesa. El sospechoso quedó a mis espaldas. En ese instante, vino a mi mente una impresión clara y poderosa: ‘Cuídate de lo malo tras los ojos sonrientes’.

“De inmediato me volví hacia el sospechoso; tenía la mano metida en el bolsillo grande de adelante. Instintivamente, le agarré la mano y se la saqué del bolsillo. Fue entonces que me di cuenta de que tenía firmemente agarrada una pistola semiautomática, lista para disparar. Tras un momento de conmoción, pude desarmarlo”.

Más tarde, en otro caso, el narcotraficante fue declarado culpable de asesinato y se jactó de que también habría matado a mi amigo si éste no se hubiera dado vuelta en ese preciso momento.

A veces me he puesto a pensar en la impresión que acudió a su mente: “Cuídate de lo malo tras los ojos sonrientes”. De eso quiero hablarte esta noche.

Empecemos con lo que sabemos: Lo bueno proviene de Dios; lo malo proviene del diablo. Sin embargo, no son fuerzas semejantes que luchan mutuamente en el universo. A la cabeza de todo lo que es bueno está Cristo, quien es el Unigénito del Padre, quien creó nuestro mundo y muchos otros. Nuestro Redentor es un ser resucitado y perfecto. Yo sé que Él vive.

El diablo, por otro lado, “persuade a los hombres a hacer lo malo”. “[Ha] caído del cielo… [ha] llegado a ser miserable para siempre”, y ahora quiere “que todos los hombres sean miserables como él”. Él es un mentiroso y un fracasado.

El poder del Salvador y el poder del diablo en verdad no se comparan.

Sin embargo, en este planeta se le ha concedido a lo malo un lugar prominente a fin de darnos la oportunidad de escoger entre el bien y el mal. La Escritura dice: “…Dios le concedió al hombre que obrara por sí mismo… [y] el hombre no podía actuar por sí a menos que lo atrajera lo uno o lo otro”.

La elección entre el bien y el mal es esencial en nuestra experiencia terrenal. En el análisis final de nuestras vidas, en realidad no importará si fuimos ricos o pobres, si fuimos atléticos o no, si tuvimos amigos o si se olvidaban de nosotros.

Podemos trabajar, estudiar, reír y divertirnos, bailar, cantar y disfrutar de muchas diferentes experiencias, las cuales forman una parte maravillosa de la vida, pero que no son esenciales para lo que estamos aquí. La oportunidad de elegir lo bueno en vez de lo malo es precisamente la razón por la que estamos aquí.

Ninguno de nosotros diría: “Quiero elegir lo malo”. Todos deseamos elegir lo bueno.

No obstante, la elección de lo bueno en vez de lo malo no siempre es fácil, ya que muchas veces lo malo se esconde tras ojos sonrientes. Escucha estas advertencias:

“Tened cuidado… de que no juzguéis que lo que es malo sea de Dios”.

“Debéis velar y orar siempre, no sea que entréis en tentación; porque Satanás desea poseeros”.

“Satanás ha intentado engañaros, para destruiros”.

El mensaje es éste: “¡Cuídate de lo malo tras los ojos sonrientes!”.

He conocido a algunos jovencitos que empezaron con todas las intenciones de permanecer firmes en su lealtad al Salvador, pero que se desviaron del camino porque no vieron lo malo tras unos ojos que aparentaban ser muy inofensivos. Vieron la diversión, el placer, la aceptación, pero no vieron las otras consecuencias.

Entonces, ¿cómo podemos discernir lo malo que se esconde tras algo que no parece ser malo?

Tú ya sabes las respuestas, pero aquí te presento unas ideas:

Primero, habla con tus padres. ¿Te parece esa una idea radical? Como padres, sabemos que nos falta mucho para ser perfectos, pero te amamos y, junto con tu madre, hay un profundo interés en que elijas lo bueno.

En seguida, sigue al profeta. A estos quince hombres a quienes sostenemos como profetas, videntes y reveladores se les da poder divino para ver lo que nosotros a veces no vemos. El presidente Hinckley nos ha dado consejos claros y específicos en cuanto a “lo malo tras los ojos sonrientes”. Y cuentan con la guía inspirada del folleto “Para la fortaleza de la juventud”. Si aplicas el consejo del presidente Hinckley, el Señor ha prometido que Él “dispersará los poderes de las tinieblas de ante vosotros”. Podrás ver “lo malo tras los ojos sonrientes” y su atractivo no te llamará la atención.

Algo de suma importancia es que permitas que el Espíritu Santo sea tu guía. El Señor ha prometido que si vivimos rectamente, la voz suave y apacible vendrá a nuestra mente y a nuestro corazón. Tú has sentido esa influencia; tú conoces esa voz.

El don del Espíritu Santo es un don espiritual; es algo sensible que no se relacionará con la indignidad. No puedes ofenderlo o despreciarlo un día, y esperar que te fortalezca al día siguiente, pero, a medida que des oído a sus impresiones y permanezcas digno, se fortalecerá en tu interior. Así como el Espíritu Santo previno a mi amigo del peligro físico, así también te advertirá del peligro espiritual.

Por último, logra tu propio testimonio del Salvador; ora fervientemente; lee el Libro de Mormón cuando nadie te vea; toma tiempo para pensar en quién es Jesús en realidad y la forma en que Su vida y Su sacrificio son importantes para ti.

Recuerda el ejemplo del joven José Smith. Cuando por la noche encendía la vela para leer la Biblia, era porque deseaba hacerlo; cuando fue a la arboleda a orar, fue solo.

A medida que aumentemos nuestro conocimiento y nuestro amor por el Salvador, Su luz iluminará todo a nuestro alrededor, y entonces veremos lo malo por lo que realmente es.

Sé que Jesucristo es nuestro Salvador. Las palabras no pueden describir Su grandeza y gloria, Su majestad y magnificencia. Él se apareció con Su Padre al profeta José Smith. El presidente Gordon B. Hinckley es el profeta de Dios hoy día. Hermanos, nosotros poseemos Su santo sacerdocio. Si permanecemos dignos, seremos bendecidos para “ver lo malo tras los ojos sonrientes”. De ello testifico en el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. “Linaje escogido”, Liahona, julio de 1992, pág. 76.

  2. Carta personal fechada el 7 de marzo de 2005.

  3. Véase Moroni 7:12.

  4. Véase, Lucas 24:36–39; Juan 1:14; 3 Nefi 12:48; D. y C. 76:23–24.

  5. Moroni 7:17.

  6. 2 Nefi 2:18.

  7. 2 Nefi 2:27.

  8. Véase D. y C. 93:25, véase también Guía para el Estudio de las Escrituras, “Diablo”, pág. 52.

  9. Véase Moisés 1:1–22.

  10. 2 Nefi 2:16.

  11. Véase Gordon B. Hinckley, “El consejo y la oración de un profeta en beneficio de la juventud”, Liahona, abril de 2001, pág. 30; “Los conversos y los hombres jóvenes”, Liahona, julio de 1997, pág. 53; “Sean dignos de la joven con la cual se van a casar algún día”, Liahona, julio de 1998, pág. 53.

  12. Véase 2 Nefi 2:27.

  13. Véase Moroni 7:14.

  14. 3 Nefi 18:18.

  15. D. y C. 50:3.

  16. Véase Liahona, abril 2001, 30.

  17. En Internet, lds.org/Idiomas-Español/ Materiales para los jóvenes/Para la fortaleza de la juventud.

  18. D. y C. 21:6.

  19. Véase D. y C. 8:2.

  20. Véase D. y C. 18:36.

  21. Véase José Smith—Historia 1:11–20.

  22. Véase Moisés 1:1–22.