Él nos pide que seamos Sus manos
El verdadero servicio cristiano es abnegado y se centra en los demás.
“Que os améis unos a otros; como yo os he amado”1. Esas palabras, entonadas por este extraordinario coro, fueron dichas por Jesús horas antes de Su gran sacrificio expiatorio, un sacrificio que el élder Jeffrey R. Holland describió como “la manifestación más majestuosa de amor puro que jamás se haya manifestado en la historia del mundo”2.
Jesús no solo nos enseñó a amar, sino que vivía lo que enseñaba. Durante Su ministerio, Jesús “anduvo haciendo bienes”3 y “suplicó a todos que siguieran Su ejemplo”4. Él enseñó: “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, este la salvará”5.
El presidente Thomas S. Monson, quien ha entendido y vivido la admonición de amar, dijo: “Creo que el Salvador nos está diciendo que a menos que nos perdamos en dar servicio a los demás, nuestra vida no tiene mayor propósito. Aquellos que viven únicamente para sí mismos, al final, se marchitan y… pierden la vida, mientras que aquellos que se pierden a sí mismos en prestar servicio a los demás progresan y florecen… y en efecto salvan su vida”6.
El verdadero servicio cristiano es abnegado y se centra en los demás. Una mujer que cuidó de su esposo discapacitado explicó: “No piensen en su tarea como una carga; considérenla como una oportunidad de aprender qué es realmente el amor”7.
En un devocional de BYU, la hermana Sondra D. Heaston preguntó: “¿Qué pasaría si pudiésemos realmente ver lo que hay dentro del corazón de los demás? ¿Nos entenderíamos mejor? Al sentir lo que los demás sienten, ver lo que otros ven y oír lo que otros oyen, ¿nos haríamos tiempo y tomaríamos el tiempo para prestar servicio a otros? ¿Los trataríamos diferente? ¿Los trataríamos con más paciencia, más bondad y más tolerancia?”.
La hermana Heaston compartió una experiencia que tuvo cuando prestó servicio en un campamento de las Mujeres Jóvenes. Ella dijo:
“Una de las… oradoras del devocional… nos enseñó acerca de cómo ‘llegar a ser’. Una de sus declaraciones… fue: ‘Sean de las personas que se acercan a otros para conocerlos y brindarles servicio; desháganse de los espejos y miren por la ventana’.
“Para demostrar esto, llamó a una de las jovencitas y le pidió que se pusiera frente a ella; tras lo cual sacó un espejo y lo colocó entre ella y la jovencita, de modo que [la oradora] estaba mirando al espejo mientras trataba de hablar con la joven. Como era de esperar, ni siquiera se acercaba a ser una conversación eficaz ni sincera. Esa fue una poderosa lección práctica que ejemplificó cuán difícil es comunicarse y servir a otros si estamos demasiado preocupados por nosotros mismos y sólo nos vemos a nosotros mismos y a nuestras necesidades. Entonces ella dejó el espejo, sacó un marco para una ventana y lo colocó entre su cara y la de la jovencita… Pudimos darnos cuenta que la joven había pasado a ser [su] foco de atención y que el verdadero servicio requiere que nos centremos en las necesidades y los sentimientos de los demás. A menudo estamos tan preocupados por nosotros y nuestra vida ocupada, mirando al espejo mientras tratamos de encontrar oportunidades de servir, que no vemos con claridad a través de las ventanas del servicio”8.
El presidente Monson muchas veces nos recordó que “estamos rodeados de personas que necesitan nuestra atención, nuestro estímulo, apoyo, consuelo y bondad, ya sean familiares, amigos, conocidos o extraños”. Él dijo: “Nosotros somos las manos del Señor aquí sobre la tierra, con el mandato de prestar servicio y edificar a Sus hijos. Él depende de cada uno de nosotros”9.
El año pasado, en enero, las revistas Friend y Liahona invitaron a los niños de todo el mundo a seguir el consejo del presidente Monson: ser las manos del Señor. Se invitó a los niños a realizar actos de servicio, grandes y pequeños; y luego, también se los instó a delinear su mano sobre un papel, recortarla, escribir en ella el servicio que prestaron y enviarla a las revistas. Muchas de ustedes que están escuchando hoy quizás sean parte de los miles de niños que brindaron servicio con amor y las mandaron10.
Si los niños aprenden a amar y servir a otros cuando son pequeños, establecen un hábito de servicio para el resto de su vida. A menudo los niños nos enseñan que mostrar amor y prestar servicio no tienen que ser cosas grandes ni ostentosas para ser significativas y marcar una diferencia.
Una maestra de la Primaria compartió el siguiente ejemplo: “Hoy”, dijo ella, “la clase de cinco y seis años hizo collares de amor. Cada niño hizo dibujos en tiras de papel: uno de sí mismos, otro de Jesús y algunos de los integrantes de su familia y seres queridos. Pegamos las tiras para crear círculos que se entrelazaran, formaran una cadena y se convirtieran en collares de amor. Mientras dibujaban, los niños hablaron sobre su familia.
“Heather dijo: ‘Creo que mi hermana no me quiere. Siempre estamos peleando… Aún yo me detesto. Mi vida no es buena’. Y puso la cabeza entre sus manos.
“Me puse a pensar en las circunstancias de su familia y sentí que quizás su vida fuera difícil; pero después de que Heather hubo dicho eso, Anna, desde el otro extremo de la mesa, respondió: ‘Heather, te voy a poner en mi collar entre Jesús y yo, porque Él te ama y yo también’.
“Cuando Anna dijo eso, Heather fue por debajo de la mesa hasta llegar a Anna y la abrazó bien fuerte.
“Al final de la clase, cuando su abuela fue a recogerla, Heather dijo: ‘Adivina qué, abuela. Jesús me ama’”.
Al mostrar amor y prestar servicio, por más pequeño que parezca, se produce un cambio en el corazón y éste se ablanda cuando las personas sienten el amor del Señor.
Sin embargo, en ocasiones, debido a la cantidad de personas que nos rodean y necesitan ayuda y alivio de sus cargas, puede ser difícil cubrir todas las necesidades urgentes.
Hermanas, algunas de ustedes quizá sientan que ya hacen todo lo que está dentro de sus posibilidades para cubrir las necesidades de su familia. Recuerden que en esas tareas rutinarias y a menudo mundanales, están “al servicio de vuestro Dios”11.
Otras quizá sientan un vacío que podría llenarse al buscar en su vecindario o comunidad oportunidades para ayudar a aligerar las cargas de los demás.
Todos podemos incorporar un poco de servicio en nuestra vida diaria. Vivimos en un mundo contencioso. Brindamos servicio al no criticar, al negarnos a chismear, al no juzgar, al sonreír, al decir gracias, y al ser pacientes y amables.
Otros tipos de servicio requieren tiempo, planificación deliberada y energía extra; aunque cada esfuerzo vale la pena. Quizás podríamos empezar haciéndonos estas preguntas:
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¿A quién conozco que podría ayudar hoy?
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¿De cuánto tiempo y recursos dispongo?
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¿De qué manera puedo usar mis talentos y habilidades para bendecir a otros?
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¿Qué podríamos hacer como familia?
El presidente Dieter F. Uchtdorf enseñó:
“Deben hacer… lo que los discípulos de Cristo han hecho en toda dispensación: sentarse en consejo, usar todos los recursos disponibles, buscar la inspiración del Espíritu Santo, pedir la confirmación del Señor y ponerse a trabajar.
“Les doy una promesa”, dijo, “si siguen este modelo, recibirán guía específica en cuanto a quién, qué, cuándoy dónde proveer conforme a la manera del Señor”12.
Siempre que pienso en cómo será cuando venga el Salvador de nuevo, pienso en Su visita a los nefitas cuando dijo:
“¿Tenéis enfermos entre vosotros? Traedlos aquí. ¿Tenéis cojos, o ciegos, o lisiados, o mutilados, o leprosos, o atrofiados, o sordos, o quienes estén afligidos de manera alguna? Traedlos aquí y yo los sanaré, porque tengo compasión de vosotros; mis entrañas rebosan de misericordia.
“… [El Salvador] los sanaba a todos”13.
Por el momento, Él nos pide que seamos Sus manos.
Me he dado cuenta de que es el amor hacia Dios y hacia nuestros semejantes lo que le da sentido a la vida. Ruego que sigamos el ejemplo del Salvador y Su admonición de tender la mano a los demás con amor.
Testifico de la realidad de la promesa del presidente Henry B. Eyring de que “si [usamos nuestros] dones para prestar servicio a otra persona, [sentiremos] el amor del Señor por esa persona. Además [sentiremos] Su amor por [nosotros]”14. En el nombre de Jesucristo. Amén.
Nota: El 2 de abril de 2016, se relevó a la hermana Esplin de su llamamiento como Primera Consejera de la Presidencia General de la Primaria.