2010–2019
Al rescate: ¡Podemos hacerlo!
Abril 2016


10:41

Al rescate: ¡Podemos hacerlo!

El Señor ha brindado todas las herramientas necesarias para que vayamos al rescate de nuestros amigos menos activos y no miembros.

El Salvador comprendió claramente Su misión de rescatar a los hijos de nuestro Padre Celestial, ya que declaró:

“… el Hijo del Hombre ha venido para salvar lo que se había perdido.

[Porque] no es la voluntad de vuestro Padre que está en los cielos que se pierda uno de estos pequeños”1.

Mi angelical madre, Jasmine Bennion Arnold, comprendió claramente su función de ayudar en el rescate de las ovejas perdidas o lastimadas de nuestro Padre Celestial, incluso a sus propios hijos y nietos. ¡Qué maravillosa función pueden tener los abuelos en la vida de sus nietos!

A mamá generalmente se le asignaba visitar a quienes estaban batallando con su fe, a los menos activos y a las familias en las que no todos eran miembros; sin embargo, su rebaño incluía a muchos otros que nadie le había asignado visitar. Por lo general, sus visitas no eran solamente una vez al mes, en las que calladamente escuchaba, cuidaba de los enfermos y daba aliento amoroso. Durante sus últimos meses de vida, mi madre estuvo confinada en casa, así que pasó horas escribiéndoles cartas, expresando su amor, compartiendo su testimonio y dando ánimo a quienes la visitaban.

Al ir al rescate, Dios nos da poder, ánimo y bendiciones. Cuando Él mandó a Moisés que rescatara a los hijos de Israel, Moisés sintió temor, tal como muchos de nosotros. Moisés se excusó diciendo: “… Yo no soy hombre de fácil palabra… porque soy tardo en el habla y torpe de lengua”2.

El Señor tranquilizó a Moisés diciendo:

“… ¿Quién dio la boca al hombre?… ¿No soy yo, Jehová?

“Ahora pues, ve, que yo estaré en tu boca, y te enseñaré lo que has de decir”3.

En efecto, el Señor dijo a Moisés, “¡Puedes hacerlo!”. ¿Y saben qué? ¡Nosotros también podemos!

Permítanme compartir cuatro principios que ayudarán en nuestros esfuerzos de rescate.

Principio 1: No debemos demorar en ir al rescate

El élder Alejandro Patanía, quien prestó servicio como Setenta de Área, relata la historia de su hermano menor, Daniel, que salió a pescar al mar con su tripulación. Después de un tiempo, Daniel recibió el aviso urgente de que una fuerte tormenta se avecinaba rápidamente. Daniel y su tripulación se dirigieron de inmediato hacia el puerto.

Navegar en el mar

Conforme la tormenta se intensificaba, el motor de un bote de pesca que estaba cerca de ellos dejó de funcionar. La tripulación de Daniel enganchó con un cable el bote averiado y empezó a remolcarlo hacia un lugar seguro. Pidieron ayuda por radio, sabiendo que, con la creciente tormenta necesitaban ayuda inmediata.

Intensificación de la tormenta

Mientras los seres queridos esperaban ansiosamente, los representantes de la guardia costera, la asociación de pescadores y la marina se reunieron para decidir cuál sería la mejor estrategia de rescate. Algunos querían salir enseguida, pero se les dijo que esperaran un plan. Mientras que los que se encontraban en la tormenta continuaban implorando ayuda, los representantes continuaban reunidos, tratando de definir el protocolo adecuado y un plan de acción.

Seres queridos esperan ansiosamente

Cuando finalmente se organizó un grupo de rescate, vino un último llamado desesperado. La furiosa tormenta había roto el cable entre los dos botes, y la tripulación de Daniel iba a retroceder para ver si podían salvar a sus compañeros pescadores. Al final, ambos botes se hundieron y sus tripulantes, incluyendo a Daniel, el hermano del élder Patanía, murieron.

Ambos botes se hundieron

El élder Patanía comparó su tragedia a la amonestación del Señor cuando dijo: “No fortalecisteis… ni hicisteis volver a la descarriada ni buscasteis a la perdida… y exigiré mis ovejas de [vuestras manos]”4.

El élder Patanía explicó que, mientras debemos estar organizados en nuestros consejos, cuórums, organizaciones auxiliares e incluso como personas, no debemos demorar en ir al rescate. En ocasiones pasan muchas semanas mientras hablamos acerca de cómo ayudar a las familias o a las personas que están necesitadas. Deliberamos acerca de quién las visitará y cómo lo harán. Mientras tanto, nuestros hermanos y hermanas perdidos continúan necesitando, y a veces incluso pidiendo y rogando, ayuda. No debemos demorar.

Principio 2: Nunca debemos rendirnos

El presidente Thomas S. Monson, quien ha hecho sonar el llamado del clarín para ir al rescate, indicó: “Necesitamos recordar a nuestros miembros que nunca es demasiado tarde cuando se trata de nuestros… miembros menos activos… a quienes se les podría haber considerado una causa perdida”5.

Al igual que muchos de ustedes, he compartido el Evangelio con algunas personas que rápidamente son bautizadas o se activan, y otras, como mi amigo Tim y su esposa menos activa, Charlene, toman mucho más tiempo.

Por más de veinticinco años hablé con Tim acerca del Evangelio y lo llevé junto con Charlene a los programas de puertas abiertas de los templos. Otras personas se unieron al rescate; sin embargo, Tim rechazó cada invitación que se le hizo para reunirse con los misioneros.

Un fin de semana se me asignó presidir una conferencia de estaca. Le había pedido al presidente de estaca que ayunara y orara para saber a quién debíamos visitar. Me quedé atónito cuando él me dio el nombre de mi amigo Tim. Cuando el obispo de Tim, su presidente de estaca y yo tocamos a la puerta, Tim abrió, me miró, miró al obispo y luego dijo: “¡Obispo, pensé que había dicho que iba a traer a alguien especial!”.

Entonces Tim se rio y dijo: “Pasa, Merv”. Ese día ocurrió un milagro. Tim se bautizó y él y Charlene se sellaron en el templo. Nunca debemos darnos por vencidos.

Tim y Charlene en el templo

Principio 3: ¡Cuán grande será vuestro gozo si trajereis aun cuando fuere una sola alma a Cristo!

Hace muchos años en una conferencia general, hablé de cómo José de Souza Marques comprendió las palabras del Salvador de que “… si de entre vosotros uno es fuerte en el Espíritu, lleve consigo al que es débil, a fin de que… se haga fuerte también”6.

El hermano Marques conocía el nombre de cada oveja en su cuórum y se dio cuenta de que Fernando faltaba. Buscó a Fernando en su casa, después lo buscó en la casa de un amigo e incluso fue a la playa.

Rescatando a Fernando

Finalmente encontró a Fernando haciendo surf en el océano. Él no esperó hasta que el bote se hundiera, como en la historia de Daniel. Entró inmediatamente al agua a rescatar a la oveja perdida, regocijándose al traerlo a casa7.

Asegurarse de que Fernando no abandone el redil

Después, se aseguró, mediante la ministración constante, que Fernando nunca más abandonara el redil8.

Quisiera actualizarlos en cuanto a lo que ha ocurrido desde que Fernando fue rescatado, y compartir el gozo que viene al rescatar tan solo a una oveja perdida. Fernando se casó en el templo con María, el amor de su vida. Ahora tienen cinco hijos y trece nietos, todos son activos en la Iglesia. Muchos de sus familiares también se han unido a la Iglesia. Juntos han enviado miles de nombres de sus antepasados para que reciban las ordenanzas del templo; y las bendiciones siguen llegando.

Familia de Fernando

Fernando sirve actualmente como obispo por tercera vez y continúa rescatando, tal como él fue rescatado. Recientemente compartió: “En nuestro barrio tenemos treinta y dos jóvenes activos en el Sacerdocio Aarónico, veintiuno de los cuales fueron rescatados en los últimos dieciocho meses”. Como personas, familias, cuórums, organizaciones auxiliares, clases, maestras visitantes y maestros orientadores, ¡podemos hacerlo!

Hombres jóvenes de Fernando

Principio 4: No importa la edad que tengamos, todos hemos sido llamados para ir al rescate

El presidente Henry B. Eyring declaró: “Sea cual sea nuestra edad, capacidad, llamamiento eclesiástico o lugar donde nos encontremos, se nos llama a trabajar unidos para ayudarlo a Él en Su cosecha de almas, hasta que Él vuelva”9.

Cada día más y más de nuestros niños, nuestros jóvenes, nuestros jóvenes adultos y nuestros miembros adultos de todas las edades están prestando atención al llamado del clarín del Salvador para ir al rescate. ¡Gracias por su esfuerzo! Quisiera compartir algunos ejemplos:

Amy, de siete años, invitó a su amiga Arianna y a su familia al programa anual de la Primaria en la reunión sacramental. Unos meses después, Arianna y su familia se bautizaron.

Allan, un joven adulto soltero, sintió la inspiración de compartir los videos de la Iglesia, Mensajes Mormones y versículos de las Escrituras con todos sus amigos a través de las redes sociales.

La hermana Reeves comenzó a compartir el Evangelio con cada uno de los vendedores que la llamaba por teléfono.

James invitó a Shane, su amigo no miembro, al bautismo de su hija.

Spencer envió a su hermana menos activa un vínculo del mensaje de la conferencia del presidente Russell M. Nelson y dijo: “Ella leyó el discurso y se abrió una ventana”.

El Señor ha brindado todas las herramientas necesarias para que vayamos al rescate de nuestros amigos menos activos y no miembros. ¡Todos podemos hacerlo!

Invito a cada uno de ustedes a prestar atención al llamado del Salvador de ir al rescate. ¡Podemos hacerlo!

Testifico solemnemente que sé que Jesús es el Buen Pastor, que Él nos ama y que nos bendecirá a medida que vayamos al rescate. Sé que Él vive, lo sé. En el nombre de Jesucristo. Amén.