2010–2019
Véanse en el templo
Abril 2016


16:23

Véanse en el templo

Ruego que cada uno de nosotros honre al Salvador y haga los cambios necesarios para vernos a nosotros mismos en Sus sagrados templos.

El avance del Plan de Salvación del Señor durante esta dispensación del cumplimiento de los tiempos es casi incomprensible1. Esto se manifestó cuando el presidente Thomas S. Monson anunció cuatro templos nuevos en esta sesión. Cuando él fue llamado como Apóstol en 1963, había doce templos en funcionamiento en el mundo2. Con la dedicación del Templo del Centro de la Ciudad de Provo, hay ahora ciento cincuenta, y habrá ciento setenta y siete cuando se dediquen todos los templos que se han anunciado. Esto es motivo para que nos regocijemos con humildad.

Hace ciento ochenta años, en este mismo día, el 3 de abril de 1836, se desplegó una gloriosa visión al profeta José Smith y a Oliver Cowdery en el Templo de Kirtland. Ocurrió solo una semana después de la dedicación de ese templo. En dicha visión vieron al Señor en el templo sobre el barandal del púlpito. Entre otras cosas, el Salvador dijo:

“Regocíjese el corazón de vuestros hermanos, así como el corazón de todo mi pueblo, que con su fuerza ha construido esta casa a mi nombre.

“Porque he aquí, he aceptado esta casa, y mi nombre estará aquí; y me manifestaré a mi pueblo en misericordia en esta casa”3.

En esa sagrada ocasión, aparecieron profetas antiguos, entre ellos Elías el Profeta, quien otorgó las llaves que son esenciales para las ordenanzas del templo.

Tenemos una idea del gozo que, tanto los miembros como los misioneros, sienten en Quito, Ecuador; Harare, Zimbabwe; Belém, Brasil; y Lima, Perú; basado en lo que ocurrió en Bangkok, Tailandia, hace un año cuando se anunció ese templo. La hermana Shelly Senior, esposa del entonces Presidente de la Misión Tailandia Bangkok, David Senior, mandó correos electrónicos a la familia y amigos para decirles que después de que ella y su esposo habían oído al presidente Monson anunciar ese templo, llevaban “doce horas sin dormir y habían derramado muchas lágrimas de felicidad”. Ellos llamaron a sus asistentes en la misión a las once y media de la noche para darles la noticia y estos llamaron a todos los misioneros. Recibieron un informe de que “toda la misión estaba despierta a medianoche, saltando en las camas”. La hermana Senior advirtió con jovialidad a familiares y amigos: “Por favor, ¡que no llegue a oídos del Departamento Misional!”4.

La profunda reacción espiritual de los miembros de Tailandia se sintió con la misma fuerza. Estoy seguro de que ha habido preparativos espirituales en los corazones y en los hogares, así como manifestaciones del cielo, para preparar a los santos que viven donde se ubicarán los templos que se acaban de anunciar.

Jóvenes tailandesas con un espejo que dice: “Véanse en el templo”.

Cuando estaba en Tailandia, la hermana Senior mandó hacer unos espejos especiales para cuando impartía instrucción, en especial a las hermanas. En el espejo había un templo grabado, con las palabras: “Véanse en el templo”. Al contemplarse en el espejo, las personas se veían en el templo. Los hermanos Senior enseñaron a los investigadores y a los miembros a imaginarse a sí mismos en el templo y a realizar los cambios en su estilo de vida y los preparativos espirituales necesarios para lograr esa meta.

Mi desafío esta mañana es que cada uno de nosotros, dondequiera que vivamos, nos imaginemos en el templo. El presidente Monson ha dicho: “No es sino hasta que hayan entrado en la Casa del Señor, y hayan recibido todas las bendiciones que les esperan allí, que ustedes habrán obtenido todo lo que la Iglesia tiene para ofrecerles. Las bendiciones supremas y de fundamental importancia del ser miembros de la Iglesia son las bendiciones que recibimos en los templos de Dios”5.

A pesar de la falta de rectitud en el mundo hoy en día, vivimos en un tiempo sagrado y santo. Durante siglos, los profetas, con corazones llenos de amor y anhelo, han descrito nuestros días6.

Cuando el profeta José Smith citó Abdías7, en el Antiguo Testamento, y 1 Pedro8, en el Nuevo Testamento, reconoció el grandioso propósito de Dios al proporcionar el bautismo por los muertos y permitirnos ser salvadores en el monte Sion9.

El Señor ha hecho prosperar a nuestra gente y ha proporcionado recursos y orientación profética para que podamos ser fieles en cumplir nuestras responsabilidades tanto para los vivos como por los muertos.

Gracias al Evangelio restaurado de Jesucristo, entendemos el propósito de la vida, el Plan de Salvación del Padre para Sus hijos, el sacrificio redentor del Salvador y el papel central de la familia en la organización de los cielos10.

La combinación de un mayor número de templos y de tecnología avanzada para cumplir con nuestras responsabilidades sagradas en cuanto a la historia familiar por nuestros antepasados hace que este sea el momento más bendito de toda la historia. Me regocijo en la extraordinaria fidelidad de nuestros jóvenes al indexar y buscar a sus antepasados, y luego efectuar el bautismo y la confirmación en el templo. Ustedes están literalmente entre los salvadores en el monte Sion de quienes se profetizó.

¿Cómo nos preparamos para el templo?

Sabemos que la rectitud y la santificación son partes esenciales de prepararnos para el templo.

En Doctrina y Convenios sección 97 dice: “Y si mi pueblo me edifica una casa en el nombre del Señor, y no permite que entre en ella ninguna cosa inmunda para profanarla, mi gloria descansará sobre ella”11.

Hasta 1891, el Presidente de la Iglesia firmaba cada recomendación para el templo a fin de proteger la santidad del templo. Más tarde, esa responsabilidad se delegó a los obispos y a los presidentes de estaca.

Es nuestro gran deseo que los miembros de la Iglesia sean dignos de tener una recomendación para el templo. Por favor, no vean el templo como una meta distante y quizá inalcanzable. Trabajando con su obispo, la mayoría de los miembros pueden lograr todos los requisitos rectos en un período relativamente corto, si están resueltos a reunir los requisitos y a arrepentirse totalmente de las transgresiones. Eso incluye estar dispuestos a perdonarnos a nosotros mismos y a no centrarnos en nuestras imperfecciones o pecados como algo que nos descalifica para no entrar jamás en un templo sagrado.

La expiación del Salvador se llevó a cabo por todos los hijos de Dios. Su sacrificio expiatorio satisface las demandas de la justicia para todos los que verdaderamente se arrepientan. Las Escrituras lo describen de manera muy bella:

“… aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos”12.

“… y no me acordaré más de [ellos]”13.

Les aseguramos que el vivir principios de rectitud traerá para ustedes y su familia felicidad, realización y paz14. Los miembros, tanto adultos como jóvenes15, dan fe de su dignidad cuando contestan las preguntas de la recomendación para el templo. El requisito esencial es aumentar nuestro testimonio de Dios el Padre, de Su Hijo Jesucristo y de la restauración de Su evangelio, y experimentar la ministración del Espíritu Santo.

Las bendiciones del templo son numerosas

Las bendiciones principales del templo son las ordenanzas de la exaltación. El plan del Evangelio tiene que ver con la exaltación y con hacer convenios sagrados con Dios y guardarlos. Excepto por el bautismo y la confirmación, esas ordenanzas y convenios se realizan y se reciben en el templo para los vivos; y todas las ordenanzas y convenios de salvación se reciben en el templo por los muertos.

Brigham Young enseñó: “No hay cosa alguna que el Señor pudiera hacer para la salvación de la familia humana que Él no haya hecho… todo lo que se puede hacer para su salvación se ha realizado ya en el Salvador y mediante Él”16.

Los líderes de la Iglesia organizan estacas, barrios, cuórums, organizaciones auxiliares de la Iglesia, misiones y demás en nuestras capillas y otros edificios. El Señor organiza familias eternas solamente en los templos.

Es obvio que quienes tienen corazones quebrantados y espíritus contritos y que en verdad se han arrepentido de sus pecados son completamente aceptables para el Señor en Su santa casa17. Sabemos que “Dios no hace acepción de personas”18. Una de las cosas hermosas que me gusta del templo es que entre quienes entran en él no hay distinciones de riqueza, rango o posición de ningún tipo. Todos somos iguales ante Dios; todos se visten de blanco para manifestar que somos un pueblo puro y recto19; todos se sientan lado a lado con un deseo en el corazón de ser hijos e hijas dignos de un Padre Celestial amoroso.

Sala de sellamientos de un templo

Piensen en que los hombres y las mujeres del mundo, mediante “convenios sagrados disponibles en los santos templos… [pueden regresar] a la presencia de Dios y… [ser] unidos eternamente”20. Lo hacen en una hermosa y sagrada sala de sellamientos disponible para todos los miembros dignos. Después de hacer esos convenios, se pueden “ver a sí mismos en los espejos del templo” que están frente a frente. “Juntos, los espejos del templo reflejan hacia adelante y hacia atrás las imágenes que se prolongan aparentemente hasta la eternidad”21. El reflejo de esas imágenes nos ayuda a contemplar a los padres, los abuelos y a todas las generaciones previas; nos ayuda a reconocer los convenios sagrados que nos conectan a las generaciones posteriores. Esto es de suma importancia y empieza cuando “se ven a ustedes mismos en el templo”.

Espejos de la sala de sellamientos de un templo

El presidente Howard W. Hunter nos aconsejó: “Analicemos las enseñanzas majestuosas de la grandiosa oración dedicatoria del Templo de Kirtland, oración que el profeta José Smith dijo se le dio por medio de la revelación. Es una oración que continúa bendiciéndonos como personas, como familias y como pueblo, debido al poder del sacerdocio que el Señor nos ha otorgado para ejercer en Sus santos templos”22. Haríamos bien en estudiar la sección 109 de Doctrina y Convenios y seguir la admonición del presidente Hunter de “establecer el templo del Señor como el símbolo supremo de [nuestra] condición de miembro”23.

El templo es también un lugar de refugio, de acción de gracias, de instrucción y de entendimiento para “que [nos perfeccionemos] en todas las cosas pertenecientes al reino de Dios sobre la tierra”24. Durante mi vida ha sido un lugar de tranquilidad y paz en un mundo que está literalmente en conmoción25. Es maravilloso dejar atrás las preocupaciones del mundo en ese entorno sagrado.

A veces, en el templo y al ocuparnos de la investigación de historia familiar, sentimos los susurros y las impresiones del Espíritu Santo26. Allí, a veces, el velo entre nosotros y los que están al otro lado se vuelve muy tenue. Recibimos ayuda adicional en nuestra labor de ser salvadores en el monte Sion.

Hace algunos años, en un templo en Centroamérica, la esposa de una de nuestras Autoridades Generales, ya emérita, ayudó a un padre, a una madre y a sus hijos a recibir los convenios eternos en una sala de sellamientos donde se encuentran los espejos. Al terminar y ponerse frente a esos espejos, ella se dio cuenta de que en el espejo había una cara que no se encontraba en la habitación. Le preguntó a la madre y se enteró de que una hija había fallecido y que, en efecto, no se encontraba físicamente presente. Entonces, se incluyó en la ordenanza sagrada a la hija fallecida por medio de una representante27. Nunca subestimemos la ayuda que se recibe en los templos desde el otro lado del velo.

Sepan cuánto deseamos que cada uno realice los cambios necesarios para hacerse merecedores de ir al templo. Con oración, analicen el lugar en que se encuentran en la vida, busquen la guía del Espíritu y hablen con su obispo acerca de prepararse para el templo. El presidente Thomas S. Monson ha dicho: “… no existe meta más importante para ustedes que la de esforzarse por ser dignos de ir al templo”28.

El Salvador “es la piedra angular principal e inamovible de nuestra fe y de Su Iglesia”.

Tuve el privilegio de participar con el presidente Henry B. Eyring en la rededicación del Templo de Suva, Fiji, hace dos meses. Fue una ocasión especial y sagrada. El valor y las fuertes impresiones espirituales del presidente Eyring permitieron que la rededicación siguiera adelante a pesar del peor ciclón jamás registrado en el hemisferio sur. Se proporcionó protección física y espiritual a los jóvenes, a los misioneros y a los miembros29. La mano del Señor se manifestó claramente. La rededicación del Templo de Suva, Fiji, fue un refugio de la tormenta. Muchas veces, al pasar por las tormentas de la vida, presenciamos la mano del Señor que brinda protección eterna.

La dedicación original del Templo de Suva, Fiji, el 18 de junio de 2000, fue también notable. Estando a punto de finalizar la construcción, un grupo de rebeldes tomó como rehenes a miembros del parlamento; saquearon e incendiaron el centro de Suva y el ejército declaró toque de queda.

Como Presidente de Área, fui con los cuatro presidentes de estaca de Fiji y nos reunimos con los líderes militares en el cuartel Reina Elizabet. Tras explicar el objetivo de la dedicación, nos dieron su apoyo, pero sentían preocupación por la seguridad del presidente Gordon B. Hinckley. Propusieron que se efectuara una pequeña dedicación sin eventos afuera del templo, tales como la ceremonia de la piedra angular, haciendo hincapié en que quien se encontrara fuera del templo podría ser un posible blanco de la violencia.

El presidente Hinckley aprobó una pequeña sesión dedicatoria con solo la nueva presidencia del templo y unos líderes locales; no se invitó a nadie más a causa del peligro. Sin embargo, recalcó categóricamente: “Si dedicamos el templo, tendremos la ceremonia de la piedra angular porque Jesucristo es la piedra angular principal y esta es Su Iglesia”.

En el momento en que salimos para la ceremonia de la piedra angular, no había personas no miembros, ni niños, ni representantes de la prensa ni otras personas presentes; pero un profeta fiel demostró su valentía e inquebrantable dedicación al Salvador.

Más tarde, el presidente Hinckley, refiriéndose al Salvador, dijo: “No hay nadie como Él. Nunca lo ha habido y nunca lo habrá. Demos gracias a Dios por la dádiva de Su Hijo Amado que dio Su vida para que pudiéramos vivir y que es la piedra angular principal e inamovible de nuestra fe y de Su Iglesia”30.

Hermanos y hermanas, ruego que cada uno de nosotros honre al Salvador y haga los cambios necesarios para “vernos a nosotros mismos en Sus sagrados templos”. Al hacerlo, podemos lograr Sus santos propósitos y prepararnos a nosotros mismos y a nuestra familia para todas las bendiciones que el Señor y Su Iglesia pueden otorgar en esta vida y en la eternidad. Doy firme testimonio de que el Salvador vive. En el nombre de Jesucristo. Amén.