Conferencia General
Vestíos del Señor Jesucristo
Conferencia General de abril de 2024


11:56

Vestíos del Señor Jesucristo

Al honrar nuestros convenios, permitimos que Dios derrame una multitud de bendiciones prometidas que corresponden a dichos convenios.

A medida que mis dos hijos menores crecían, descubrí libros que eran entretenidos y cautivantes, pero que también usaban simbolismos en sus relatos. Cuando leíamos juntos por la noche, me encantaba ayudarlos a entender el simbolismo que el autor utilizaba para enseñar principios más profundos, incluso principios del Evangelio.

Cierto día, mientras mi hijo menor transitaba los primeros años de la adolescencia, supe que había comenzado a comprenderlo. Él había empezado un libro nuevo y solo quería disfrutar de la historia, pero su mente seguía intentando hallar algún significado más profundo en todo lo que leía. Él se sentía frustrado, pero por dentro yo me reía.

Jesús enseñaba mediante relatos y símbolos: una semilla de mostaza para enseñar el poder de la fe, una oveja perdida para enseñar el valor de las almas y un hijo pródigo para enseñar el carácter de Dios. Sus parábolas eran símbolos mediante los cuales Él podía enseñar lecciones más profundas a quienes tenían “oídos para oír”. Sin embargo, quienes no buscaban el significado más profundo no entendían, tal como muchos de los que leen los mismos libros que yo les leía a mis hijos jamás supieron que en esos relatos había significados más profundos y mucho más para aprender.

Cuando Dios el Padre ofreció a Su Hijo Unigénito como sacrificio por nosotros, Jesucristo mismo llegó a ser el máximo símbolo del imperecedero amor de nuestro Padre Celestial por cada uno de nosotros; Jesucristo se convirtió en el Cordero de Dios.

Tenemos el privilegio y la bendición de que se nos invite a tener una relación por convenio con Dios, en la cual nuestra propia vida puede convertirse en un símbolo de dicho convenio. Los convenios crean la clase de relación que permite a Dios moldearnos y cambiarnos con el tiempo, y elevarnos para que lleguemos a ser más como el Salvador, acercándonos más y más a Él y a nuestro Padre y, con el tiempo, preparándonos para entrar en la presencia de Ellos.

Cada persona en la tierra es un amado hijo o hija de Dios. Cuando escogemos ser parte de un convenio, este profundiza y mejora nuestra relación con Él. El presidente Russell M. Nelson ha enseñado que cuando escogemos hacer convenios con Dios, nuestra relación con Él puede llegar a ser mucho más cercana de lo que era antes del convenio y eso permite que Él nos bendiga con una medida adicional de Su misericordia y amor, un amor por convenio al que se hace referencia como hesed en el idioma hebreo. La senda de los convenios se trata ante todo de nuestra relación con Dios; nuestra relación por hesed con Él.

Nuestro Padre quiere tener una relación más profunda con todos Sus hijos e hijas, pero esa es nuestra decisión. Cuando escogemos acercarnos más a Él mediante una relación por convenio, eso le permite a Él acercarse más a nosotros y bendecirnos más plenamente.

Dios establece las condiciones y obligaciones de los convenios que hacemos. Cuando decidimos concertar esa relación, testificamos ante Él, mediante las acciones simbólicas de cada convenio, que estamos dispuestos a cumplir las condiciones que Él ha establecido. Al honrar nuestros convenios, permitimos que Dios derrame una multitud de bendiciones prometidas que corresponden a dichos convenios, entre ellas mayor poder para cambiar y llegar a ser más como nuestro Salvador. Jesucristo ocupa el lugar central en todos los convenios que hacemos y las bendiciones de los convenios son posibles gracias a Su sacrificio expiatorio.

El bautismo por inmersión es la puerta simbólica por la cual entramos en una relación de convenio con Dios. Ser sumergidos en el agua y salir de nuevo es un símbolo de la muerte y de la Resurrección del Salvador a una nueva vida. Cuando nosotros somos bautizados, morimos simbólicamente y nacemos de nuevo en la familia de Cristo y demostramos que estamos dispuestos a tomar Su nombre sobre nosotros. Nosotros mismos personificamos ese simbolismo del convenio. En el Nuevo Testamento, leemos: “Pues todos los que habéis sido bautizados en Cristo, de Cristo estáis revestidos”. En nuestro bautismo, nos revestimos o vestimos de Cristo simbólicamente.

La ordenanza de la Santa Cena también señala hacia el Salvador. El pan y el agua son símbolos de la carne y la sangre de Cristo que se derramó por nosotros. El don de Su Expiación se nos ofrece simbólicamente cada semana cuando un poseedor del sacerdocio, en representación del Salvador mismo, nos ofrece el pan y el agua. Al realizar la acción de comer y beber los emblemas de Su carne y Su sangre, Cristo llega a ser parte de nosotros simbólicamente. Nuevamente nos vestimos de Cristo al hacer un nuevo convenio cada semana.

Conforme hacemos convenios con Dios en la Casa del Señor, profundizamos aún más nuestra relación con Él. Todo lo que hacemos en el templo señala hacia el plan de nuestro Padre para nosotros, cuya esencia es el Salvador y Su sacrificio expiatorio. El Señor nos enseñará línea por línea mediante el simbolismo de las ordenanzas y los convenios a medida que abramos el corazón y busquemos comprender los significados más profundos con espíritu de oración.

Como parte de la investidura del templo, estamos autorizados a vestir el gárment del santo sacerdocio. Este es tanto una obligación sagrada como un privilegio sagrado.

En muchas tradiciones religiosas, se visten prendas exteriores especiales como símbolo de las creencias y el compromiso de las personas para con Dios y, con frecuencia, quienes dirigen los servicios de adoración usan ropa ceremonial. Esas prendas sagradas tienen un profundo significado para quienes las visten. Leemos en las Escrituras que en la antigüedad también se usaba ropa ceremonial sagrada durante los ritos del templo.

Como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, aquellos de nosotros que hemos elegido hacer convenios con Dios en la Casa del Señor usamos ropa ceremonial exterior sagrada durante la adoración en el templo, la cual simboliza la ropa que se vestía en los antiguos ritos del templo. También vestimos el gárment del santo sacerdocio, tanto durante la adoración en el templo como también en nuestra vida diaria.

El gárment del santo sacerdocio es profundamente simbólico y también señala hacia el Salvador. Cuando Adán y Eva comieron del fruto y tuvieron que abandonar el Jardín de Edén, se les dieron túnicas de pieles para cubrirse. Es probable que se haya sacrificado un animal para hacer dichas túnicas de pieles, como símbolo del sacrificio del Salvador por nosotros. Kaphar es la palabra hebrea básica que significa expiación y una de sus acepciones es “cubrir”. Nuestro gárment del templo nos recuerda que el Salvador y las bendiciones de Su Expiación nos cubren durante toda la vida. Al vestir el gárment del santo sacerdocio cada día, ese bello símbolo se convierte en parte de nosotros.

En el libro de Romanos, en el Nuevo Testamento, leemos: “La noche ha avanzado, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras de las tinieblas, y vistámonos con las armas de la luz […]; vestíos del Señor Jesucristo”.

Estoy muy agradecida por el privilegio de vestir el gárment del santo sacerdocio para recordarme que el Salvador y las bendiciones de Su Expiación infinita me cubren constantemente a lo largo de mi travesía terrenal. También me recuerda que, en tanto yo guarde los convenios que he hecho con Dios en la Casa del Señor, estoy vestida simbólicamente de Cristo, quien es la Armadura de luz. Él me protegerá del mal, me dará poder y mayor capacidad y será mi luz y mi guía a través de la oscuridad y las dificultades de este mundo.

Hay un significado simbólico profundo y hermoso en el gárment del santo sacerdocio y su relación con Cristo. Creo que mi voluntad de vestir el santo gárment se convierte en mi símbolo para Él. Es mi propia señal personal a Dios y no una señal para los demás.

Me siento muy agradecida por mi Salvador, Jesucristo. Su sacrificio expiatorio por nosotros se convirtió en el mayor símbolo del infinito amor que Él y nuestro Padre Celestial tienen por cada uno de nosotros, con los símbolos tangibles de dicho amor y sacrificio —las marcas en las manos, en los pies y en el costado del Salvador— aún presentes, incluso después de Su Resurrección.

Al guardar mis convenios y obligaciones con Dios, incluyendo el llevar puesto el gárment del santo sacerdocio, mi vida misma puede llegar a ser un símbolo personal de mi amor y profunda gratitud por mi Salvador, Jesucristo, y de mi deseo de tenerlo a Él conmigo siempre.

Si aún no lo han hecho, los invito a elegir tener una relación más profunda con Dios al hacer convenios con Él en la Casa del Señor. Estudien los discursos de nuestro profeta (incluyendo las bellas enseñanzas que están en las notas al pie de página de sus discursos, las cuales están en la mayoría de los discursos de la conferencia). Por años, él ha hablado repetidamente sobre los convenios y en especial desde que llegó a ser el Presidente de la Iglesia. Aprendan de sus enseñanzas sobre las bellas bendiciones y el poder y la capacidad mayores que ustedes pueden recibir mediante los convenios del templo con Dios.

El Manual General establece que no se requiere tener un llamamiento misional o estar comprometido para casarse para hacer convenios del templo. Una persona debe tener al menos dieciocho años, no estar asistiendo a la escuela secundaria o su equivalente, y haber sido miembro de la Iglesia durante al menos un año. También se requieren normas de santidad personal. Si tienen el deseo de profundizar su relación con su Padre Celestial y Jesucristo al hacer convenios sagrados en la Casa del Señor, los invito a que hablen con su obispo o presidente de rama y háganle saber de su deseo. Él les ayudará a saber cómo prepararse para recibir y honrar esos convenios.

Mediante una relación por convenio con Dios, nuestra propia vida puede llegar a ser un símbolo viviente de nuestro compromiso y profundo amor por nuestro Padre Celestial, nuestro hesed por Él y nuestro deseo de progresar y, con el tiempo, llegar a ser semejantes a nuestro Salvador, estando preparados para entrar en la presencia de Ellos algún día. Testifico que las grandes bendiciones de dicha relación por convenio son un precio que vale la pena pagar. En el nombre de Jesucristo. Amén.