Conferencia General
Consumidas en el gozo de Cristo
Conferencia General de abril de 2024


11:35

Consumidas en el gozo de Cristo

Testifico que nuestro Padre escucha sus emotivas súplicas y siempre responderá con sabiduría perfecta.

Lo amamos, élder Kearon. ¿Me presta ese acento por diez minutos?

Los milagros anhelados

En el Nuevo Testamento aprendemos sobre el ciego Bartimeo, quien clamó a Jesús deseando un milagro. “Jesús le dijo: Ve, tu fe te ha sanado. Y al instante recobró la vista”.

En otra ocasión, un hombre de Betsaida anhelaba ser sanado, pero ese milagro no se produjo al instante. En lugar de eso, Jesús lo bendijo dos veces antes de que “fue[se] restablecido”.

En un tercer ejemplo, el apóstol Pablo “tres veces […] rog[ó] al Señor” en su aflicción y, hasta donde sabemos, su ferviente súplica no le fue concedida.

Tres personas diferentes. Tres experiencias únicas.

De ahí surge la pregunta: ¿Por qué algunas personas reciben rápidamente los milagros que anhelan y otras perseveran con paciencia, esperando en el Señor?. No sabemos el porqué, sin embargo, con agradecimiento, sabemos de Él, quien “[nos] ama” y “hac[e] todas las cosas para [nuestro] bienestar y felicidad”.

Propósitos divinos

Dios, que ve el final desde el principio, nos asegura: “Tu adversidad y tus aflicciones no serán más que por un breve momento” y ellas serán consagradas “para tu provecho”.

Para ayudarnos a hallar un nuevo significado en nuestras pruebas, el élder Orson F. Whitney enseñó: “Ningún dolor que sintamos, ninguna prueba por la que pasemos se desperdicia. Todo ello contribuye a nuestra educación […]. Todo lo que […] sobrellevamos [con paciencia] […] ennoblece el carácter, nos purifica el corazón, nos expande el alma y nos hace más sensibles y caritativos […]; es por medio del pesar y el sufrimiento, de los trabajos y la tribulación, que obtenemos la educación que vinimos a adquirir aquí y que nos hará más parecidos a nuestro[s] padres celestiales”.

Al entender que “repos[aría] sobre [él] el poder de Cristo”, en sus aflicciones, el apóstol Pablo dijo humildemente: “Porque cuando soy débil, entonces soy fuerte”.

Las tribulaciones de la vida nos prueban. Incluso el Salvador “aprendió la obediencia” y se hizo “[perfecto] por aflicciones”.

Y un día Él declarará con compasión: “He aquí, te he purificado; te he escogido en el horno de la aflicción”.

Llegar a confiar en los propósitos divinos de Dios infunde esperanza en el alma cansada y aviva la determinación en los momentos de angustia y dolor.

Perspectivas divinas

Hace años, el presidente Russell M. Nelson compartió esta valiosa reflexión: “El considerar todas las cosas con una perspectiva eterna aligera significativamente nuestras cargas”.

Holly y Trey Porter.

Hace poco, mi esposa Jill y yo fuimos testigos de esta verdad en las fieles vidas de Holly y Rick Porter, cuyo hijo Trey, de doce años, falleció en un trágico incendio. Con graves quemaduras en las manos y los pies a causa del heroico esfuerzo por salvar a su amado hijo, Holly testificó más adelante en una reunión sacramental de la inmensa paz y el gozo que el Señor había derramado sobre su familia en medio de su angustia, empleando palabras como milagroso, increíble y asombroso.

Manos entrelazadas que brindan sanación.

El insoportable dolor de esta preciada madre fue reemplazado por una paz incomparable gracias al siguiente pensamiento: “Mis manos no son las que salvan. ¡Esas manos le pertenecen al Salvador! En lugar de ver mis cicatrices como un recordatorio de lo que no fui capaz de hacer, recuerdo las cicatrices de mi Salvador”.

El testimonio de Holly cumple la promesa de nuestro profeta: “Al pensar de manera celestial, verán las pruebas y la oposición con otros ojos”.

El élder D. Todd Christofferson declaró: “Creo que el desafío de superarnos y crecer a causa de la adversidad nos resultó atractivo cuando Dios presentó Su plan de redención en el mundo preterrenal. Ahora debemos afrontar dicho desafío sabiendo que nuestro Padre Celestial nos sostendrá; no obstante, es crucial que acudamos a Él. Sin Dios, las experiencias sombrías del sufrimiento y de la adversidad tienden a conducir al abatimiento, la desesperación e incluso la amargura”.

Principios divinos

Para evitar la oscuridad del descontento y más bien hallar mayor paz, esperanza y aún gozo durante los momentos difíciles de la vida, les comparto tres principios divinos a modo de invitación.

Uno: una fe más firme proviene al poner a Jesucristo en primer lugar. “Mirad hacia mí en todo pensamiento”, declara Él; “no dudéis; no temáis”. El presidente Nelson enseñó:

“[Nuestra] vida eterna depende de [nuestra] fe en [Cristo] y en Su Expiación”.

“Al lidiar con el intenso dolor que me causó mi reciente lesión, he sentido un aprecio aun mayor por Jesucristo y el incomprensible don de Su Expiación. ¡Piensen en ello! El Salvador sufrió ‘dolores, aflicciones y tentaciones de toda clase’ para que Él nos pudiera consolar, sanar [y] rescatar en los momentos de necesidad”.

Él continuó: “Mi lesión me ha llevado a reflexionar una y otra vez sobre ‘la grandeza del Santo de Israel’. En mi proceso de sanación, el Señor ha manifestado Su poder divino de maneras apacibles e inequívocas”.

“En el mundo tendréis aflicción. Pero confiad”, nuestro Salvador nos alienta, “yo he vencido al mundo”.

Dos: una esperanza más resplandeciente proviene al visualizar nuestro destino eterno. Al hablar del poder inherente de mantener “la visión de las increíbles bendiciones prometidas de nuestro Padre […] ante nuestra vista cada día”, la hermana Linda Reeves testificó: “No sé la razón por la que tenemos las muchas pruebas que tenemos, pero yo pienso que la recompensa es tan grande […], tan gozosa y más allá de nuestro entendimiento, que en ese día de recompensa quizás queramos decir a nuestro misericordioso y amoroso Padre: ‘¿Era eso todo lo que se requería?’ […]. ¿Qué importará lo que suframos aquí si, al final, esas pruebas nos prepararán para la vida eterna en el Reino de Dios?”.

El presidente Nelson compartió este pensamiento: “Piensen en la respuesta del Señor a José Smith cuando él suplicó alivio en la cárcel de Liberty. El Señor enseñó al Profeta que el trato inhumano que estaba recibiendo le serviría de experiencia y sería para su bien. ‘Si lo sobrellevas bien’, [le] prometió el Señor, ‘Dios te exaltará’. El Señor estaba enseñando a José a pensar de manera celestial y a visualizar una recompensa eterna en lugar de centrarse en las insoportables dificultades de aquel momento”.

Este cambio de perspectiva produjo en José Smith una santificación más profunda, tal como se refleja en esta carta a un amigo: “Tras haber pasado cinco meses encerrado entre los muros de una prisión, me parece que mi corazón siempre será más sensible de lo que jamás lo ha sido […]. Creo que nunca habría llegado a sentirme así de no haber sufrido las injusticias que padecí”.

Tres: un mayor poder proviene al centrarse en el gozo. Durante los momentos más cruciales y angustiosos de la eternidad, nuestro Salvador no desmayó, sino que bebió la amarga copa. ¿Cómo lo hizo? Aprendemos que “por el gozo puesto delante de él, [Cristo] sufrió la cruz”, Su voluntad fue “absorbida en la voluntad del Padre”.

Cristo en Getsemaní

La palabra “absorbida” me conmueve profundamente. Mi interés en ella ha aumentado al aprender que en español se ha traducido como “consumida”, en alemán como “devorada” y en chino como “engullida”. Así que, cuando las dificultades de la vida son más dolorosas y abrumadoras, recuerdo la promesa del Señor de que “no padec[eremos] ningún género de aflicciones que no [sean] consumidas [absorbidas, devoradas o engullidas] en el gozo de Cristo”.

Veo en muchos de ustedes este gozo, que “[desafía] la comprensión mortal”, aunque no han pasado todavía de sus amargas copas. Gracias por guardar sus convenios y ser testigos de Dios. Gracias por tender la mano para bendecirnos a todos, mientras que “en [sus] corazones se esconden penas que no se pueden ver”. Porque cuando ustedes lleven el socorro del Salvador a los demás, lo hallarán también para ustedes, enseñó la presidenta Camille N. Johnson.

Promesas divinas

Volvamos ahora a aquella reunión sacramental donde presenciamos el milagro de la familia de Holly Porter a quienes el Señor socorrió. Mientras me hallaba en el estrado, reflexionando sobre lo que podría decir para brindar consuelo a esta extraordinaria familia y a sus amigos, me vino este pensamiento: “Usa las palabras del Salvador”. Así que hoy concluyo como lo hice aquel día de reposo, con Sus palabras, “que sana[n] el alma herida”.

“Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar”.

“También aliviaré las cargas que pongan sobre vuestros hombros, de manera que no podréis sentirlas sobre vuestras espaldas, mientras estéis en servidumbre; […] para que sepáis de seguro que yo, el Señor Dios, visito a mi pueblo en sus aflicciones”.

“No os dejaré huérfanos; vendré a vosotros”.

Mi testimonio

Con gozosa reverencia, testifico que nuestro Salvador vive y que “Sus promesas son ciertas”. En especial para ustedes que tienen tribulaciones o aquellos que están “afligidos de manera alguna”, testifico que nuestro Padre Celestial escucha sus emotivas súplicas y siempre responderá con sabiduría perfecta. Así como lo ha hecho con nuestra familia en momentos de gran necesidad, “que Dios [les] conceda que sean ligeras [sus] cargas”, sí, “consumidas en el gozo de Cristo”. En el sagrado nombre de Jesucristo. Amén.