Conferencia General
Todas las cosas para nuestro bien
Conferencia General de abril de 2024


14:14

Todas las cosas para nuestro bien

En esta vida y en la eternidad, el propósito de la Creación y la naturaleza de Dios mismo es que todas las cosas obren juntamente para nuestro bien.

Hoy es seis de abril, aniversario del día en que Jesucristo restauró Su Iglesia de los últimos días y parte de la temporada de Pascua de Resurrección, en la que testificamos con gozo de la vida perfecta, el sacrificio expiatorio y la gloriosa Resurrección de Jesucristo.

Un relato chino comienza contando que el hijo de un hombre encuentra un hermoso caballo.

“¡Qué afortunado!”, dicen los vecinos.

“Ya veremos”, dice el hombre.

El hijo se cae del caballo y sufre daños permanentes.

“¡Qué desafortunado!”, dicen los vecinos.

“Ya veremos”, dice el hombre.

Llega un ejército reclutando personas, pero no se lleva al hijo lesionado.

“¡Qué afortunado!”, dicen los vecinos.

“Ya veremos”, dice el hombre.

Este mundo inconstante suele parecer tempestuoso, incierto, a veces afortunado y, con demasiada frecuencia, desafortunado. Y sin embargo, en este mundo de aflicciones, “sabemos que para los que aman a Dios, todas las cosas obrarán juntamente para su bien”. En efecto, si andamos en rectitud y recordamos nuestros convenios, “todas las cosas obrarán juntamente para [n]uestro bien”.

Todas las cosas para nuestro bien.

¡Una promesa singular! ¡Seguridad reconfortante proveniente de Dios mismo! De manera milagrosa, el propósito de la Creación y la naturaleza de Dios son conocer el principio y el fin, llevar a efecto todo lo que es para nuestro bien y ayudarnos a ser santificados y santos mediante la gracia y la Expiación de Jesucristo.

La Expiación de Jesucristo puede librarnos y redimirnos del pecado; pero, además, Jesucristo comprende de manera profunda cada uno de nuestros dolores, aflicciones, enfermedades, penas y sufrimientos por la separación. En esta vida y en la eternidad, Su triunfo sobre la muerte y el infierno puede enmendar todas las cosas. Él ayuda a sanar a los quebrantados y menospreciados, a reconciliar a los enojados y divididos, a consolar a los solitarios y aislados, a animar a los inseguros e imperfectos y a hacer milagros que son posibles solo para Dios.

¡Cantamos aleluya y exclamamos hosanna! Con poder eterno e infinita bondad, en el plan de felicidad de Dios, todas las cosas pueden obrar juntamente para nuestro bien. Podemos enfrentar la vida con confianza y no temer.

Abandonados a nuestra suerte, tal vez no sepamos cuál es nuestro propio bien. Cuando “me elijo a mí”, también elijo mis propias limitaciones, debilidades y deficiencias. En última instancia, para hacer el mayor bien, debemos ser buenos. Dado que nadie es bueno, sino Dios, procuramos la perfección en Jesucristo. Solamente llegamos a ser la mejor y más verdadera versión de nosotros mismos cuando nos despojamos del hombre o la mujer natural y nos volvemos como un niño ante Dios.

Al poner nuestra confianza y fe en Dios, las pruebas y aflicciones pueden ser consagradas para nuestro bien. José, quien fue vendido como esclavo en Egipto, más adelante salvó a su familia y a su pueblo. El encarcelamiento del profeta José Smith en la cárcel de Liberty le enseñó: “Estas cosas te servirán de experiencia, y serán para tu bien”. Cuando se sobrellevan con fe, las pruebas y los sacrificios que jamás elegiríamos pueden bendecirnos a nosotros y a otras personas de maneras que nunca habríamos imaginado.

Aumentamos la fe y la confianza en el Señor de que todas las cosas pueden obrar juntamente para nuestro bien cuando obtenemos una perspectiva eterna; comprendemos que nuestras pruebas pueden ser “de aquí a poco”; reconocemos que la aflicción puede ser consagrada para nuestro provecho; reconocemos que los accidentes, la muerte prematura, las dolencias debilitantes y las enfermedades son parte de la vida terrenal; y confiamos en que nuestro amoroso Padre Celestial no nos pone pruebas para castigarnos o juzgarnos. Él no daría una piedra a quien le pide pan, ni una serpiente a quien le pide un pez.

Cuando llegan las pruebas, a menudo lo que más deseamos es que alguien nos escuche y esté con nosotros. En esos momentos, las respuestas trilladas no aportan ayuda, aunque se pronuncien con la intención de consolar. Algunas veces anhelamos que alguien se aflija, se duela y llore con nosotros; que nos permita expresar nuestro dolor, nuestra frustración, a veces incluso rabia; y que reconozca con nosotros que hay cosas que no sabemos.

Cuando confiamos en Dios y en Su amor por nosotros, incluso nuestras más grandes zozobras pueden, finalmente, obrar juntamente para nuestro bien.

Recuerdo el día en que llegó a mis oídos la noticia de un serio accidente automovilístico que afectó a personas a las que amo. En tales momentos, con angustia y fe, solo podemos decir junto con Job: “Jehová dio y Jehová quitó: ¡Bendito sea el nombre de Jehová!”.

Por toda la Iglesia a nivel mundial, unas 3500 estacas y distritos y unos 30 000 barrios y ramas proporcionan refugio y seguridad; pero dentro de nuestras estacas y barrios, muchas familias y personas fieles afrontan arduas dificultades, incluso mientras (sin saber todavía cómo) saben que las cosas obrarán juntamente para nuestro bien.

En Huddersfield, Inglaterra, al hermano Samuel Bridgstock se le diagnosticó cáncer en estadio IV poco tiempo antes de que se fuera a llamar a un nuevo presidente de estaca. Dado el grave diagnóstico, él le preguntó a su esposa, Anna, por qué razón debería siquiera acudir a ser entrevistado.

“Porque”, dijo la hermana Bridgstock, “te van a llamar como presidente de estaca”.

La familia Bridgstock.

Con un diagnóstico de solo un año o dos más de vida en aquel entonces, el presidente Bridgstock (quien hoy se encuentra aquí) lleva ya cuatro años de servicio. Pasa por días buenos y días malos. Su estaca está creciendo en fe, servicio y bondad. No es fácil, pero su esposa y su familia viven con fe, gratitud y una tristeza comprensible que ellos confían en que se convertirá en gozo eterno gracias a la Expiación restauradora de Jesucristo.

Cuando estamos tranquilos, receptivos y reverentes, podemos sentir la belleza, el propósito y la serenidad de la pertenencia por convenio que ofrece el Señor. En momentos sagrados, Él puede permitirnos entrever la realidad eterna más amplia de la que forma parte nuestra vida diaria, en la que las cosas pequeñas y sencillas obran juntamente para el bien de los que dan y de los que reciben.

Rebekah, la hija de mi primer presidente de misión, relató cómo el Señor dio respuesta a su oración en la que pedía consuelo por medio de una oportunidad inesperada para ser la respuesta a la oración de otra persona.

Rebekah entregó a esta mujer la máquina de oxígeno de su madre.

Una noche, ya tarde, Rebekah, afligida por el reciente fallecimiento de su madre, tuvo la impresión clara de que debía ir a comprar combustible para su auto. Cuando llegó a la estación de servicio, encontró a una anciana mujer respirando con dificultad con la ayuda de un gran tanque de oxígeno. Más tarde, Rebekah pudo darle a esta mujer la máquina de oxígeno portátil de su madre. Esta hermana le dijo con gratitud: “Me has devuelto la libertad”. Las cosas obran juntamente para bien cuando ministramos como Jesucristo lo haría.

Un padre que tenía la asignación de actuar como hermano ministrante junto con su hijo en edad del oficio de maestro explicó que “ministrar es cuando pasamos de ser vecinos que llevan galletas a ser amigos dignos de confianza, personas que atienden emergencias espirituales”. El sentido de pertenencia a Jesucristo por convenio aporta consuelo, conecta y consagra.

Incluso en las tragedias, la preparación espiritual puede recordarnos que nuestro Padre Celestial sabía cuándo nos encontrábamos más vulnerables y solos. Por ejemplo, una familia cuyo hijo fue trasladado al hospital encontró consuelo más adelante al recordar que el Espíritu Santo había susurrado con anterioridad con qué se iban a encontrar.

Algunas veces, la realidad eterna más amplia que el Señor nos permite sentir incluye a la familia al otro lado del velo. Una hermana encontró gozo al convertirse al Evangelio restaurado de Jesucristo. Sin embargo, dos traumas habían hecho mella en su vida: ver un accidente de barco y la trágica pérdida de su madre por suicidio.

La hermana venció su temor y fue bautizada.

Sin embargo, esta hermana superó su miedo al agua lo suficiente como para ser bautizada por inmersión. Y en el que vino a ser un día muy feliz, ella fue testigo del bautismo en el templo de alguien que actuaba como representante de su madre fallecida. “El bautismo en el templo sanó a mi madre y me liberó a mí”, dijo la hermana. “Fue la primera vez que sentí paz desde que falleció mi madre”.

Nuestra música sagrada se hace eco de la seguridad que Él da de que todas las cosas pueden obrar juntamente para nuestro bien.

Tranquila, alma mía: tu Dios se compromete

a guiarte en el futuro como en el pasado lo ha hecho ya.

Nada perturbe tu esperanza ni seguridad;

Todo misterio finalmente revelado será.

Santos, venid, sin miedo, sin temor,

mas con gozo andad.

Aunque cruel jornada esta es,

Dios nos da Su bondad […].

Aunque morir nos toque sin llegar,

¡oh, qué gozo y paz! […]. ¡Oh, está todo bien!”.

El Libro de Mormón es la evidencia que podemos sostener con nuestras manos de que Jesús es el Cristo y que Dios cumple Sus profecías. Escrito por profetas inspirados que vieron nuestros días, el Libro de Mormón comienza con un doloroso drama: el de una familia que tiene que lidiar con serias desavenencias entre ellos. Sin embargo, al estudiar y meditar desde 1 Nefi 1 hasta Moroni 10, somos atraídos hacia Jesucristo con un firme testimonio de que lo que ocurrió allí y en aquel entonces puede bendecirnos aquí y ahora.

A medida que el Señor, por medio de Su profeta viviente, acerca más Casas del Señor a más lugares, las bendiciones del templo obran juntamente para nuestro bien. Nos allegamos mediante convenio y ordenanza a Dios, nuestro Padre, y a Jesucristo y obtenemos una perspectiva eterna de la vida terrenal. Una por una, nombre por nombre, ofrecemos a los amados miembros de la familia, los antepasados, sagradas ordenanzas y bendiciones por convenio siguiendo el modelo del Señor de ser salvadores en el monte Sion.

A medida que los templos se construyen más cerca de nosotros en muchos lugares, un sacrificio relacionado con el templo que podemos ofrecer es el de buscar la santidad en la Casa del Señor con más frecuencia. Durante muchos años hemos ahorrado, planeado y sacrificado para venir al templo. Ahora bien, según lo permitan las circunstancias, vengan, por favor, incluso más asiduamente al Señor en Su Santa Casa. Dejen que la adoración y el servicio habituales en el templo los bendigan, protejan e inspiren a ustedes y a sus familias; a la familia que ya tienen o a la que tendrán y llegarán a ser algún día.

Abuela en el exterior del templo.

También, según lo permitan sus circunstancias, consideren la posibilidad de tener su propia ropa del templo. Una abuela de una familia humilde dijo que la cosa que más deseaba en el mundo era tener su propia ropa del templo. Su nieto afirmó que la abuela susurró: “Serviré con mi propia ropa del templo y, al morir, seré enterrada con ella”. Y cuando llegó el momento, así fue.

Como enseña el presidente Russell M. Nelson: “Todo lo que creemos y cada promesa que Dios ha hecho a Sus hijos del convenio confluyen en el templo”.

En esta vida y en la eternidad, el propósito de la Creación y la naturaleza de Dios mismo es que todas las cosas obren juntamente para nuestro bien.

Este es el propósito eterno del Señor. Es Su perspectiva eterna; es Su promesa eterna.

Cuando la vida sea agobiante y el propósito no esté claro, cuando quieran vivir mejor pero no sepan cómo, por favor acudan a Dios, nuestro Padre, y a Jesucristo. Confíen en que Ellos viven, los aman y quieren que todas las cosas obren para su bien. Testifico que Ellos lo hacen, de manera infinita y eterna, en el sagrado y santo nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Véase Juan 16:33.

  2. Romanos 8:28.

  3. Doctrina y Convenios 90:24. La conocida frase “todo va bien” a menudo implica que las cosas están bien y en orden, sin querer decir necesariamente que en verdad sean para nuestro bien.

  4. Véase Moisés 1:3.

  5. Véase Alma 7:11.

  6. Véase 2 Nefi 9:10–12. Dios respeta el albedrío moral, permitiendo algunas veces que incluso las acciones injustas de otras personas nos afecten. Pero a medida que buscamos diligentemente hacer todo lo que podemos, la gracia de Jesucristo y Su poder habilitador y expiatorio pueden limpiarnos, sanarnos, vendarnos, reconciliarnos con nosotros mismos y unos con otros, a ambos lados del velo.

  7. Véase Moroni 7:6, 10–12. El profesor Terry Warner escribe de una manera muy perceptiva sobre este tema.

  8. Véanse Romanos 3:10; Moroni 10:25.

  9. Véase Moroni 10:32.

  10. Véase Doctrina y Convenios 122:4, 7.

  11. Aprendemos gracias a experiencias que jamás elegiríamos. Algunas veces, llevar las cargas con la ayuda del Señor puede aumentar nuestra capacidad de soportarlas; en Mosíah 24:10–15 se ilustra la promesa del Señor de que “visito a mi pueblo en sus aflicciones” y de que “los fortale[zco] de modo que pu[eden] soportar sus cargas”. En Alma 33:23 se enseña que “se[rán] ligeras vuestras cargas mediante el gozo de su Hijo”. En Mosíah 18:8 se nos recuerda que cuando estamos “dispuestos a llevar las cargas los unos de los otros”, estas pueden “se[r] ligeras”.

  12. El profeta Isaías dice del Mesías: “El espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ha ungido Jehová para proclamar buenas nuevas a los mansos; me ha enviado a vendar a los quebrantados de corazón, […] a consolar a todos los que lloran; a ordenar que a los que están de duelo en Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, aceite de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar de espíritu apesadumbrado” (Isaías 61:1–3). De igual manera, el salmista ofrece la perspectiva prometida del Señor: “Por la noche durará el llanto, y a la mañana vendrá la alegría” (Salmo 30:5). Esto abarca las promesas gloriosas hechas a los justos para la mañana de la Primera Resurrección.

  13. Doctrina y Convenios 121:7. Creer que las pruebas pueden durar lo que para la eternidad es un “breve momento” no implica que se reste importancia o se haga menos intenso y difícil el dolor angustioso o el sufrimiento que podemos experimentar día tras día en esta vida, las insoportables noches de insomnio o las atroces incertidumbres de cada nuevo día. Quizás la promesa de ser capaces de mirar hacia atrás y ver nuestro sufrimiento terrenal a la luz de la compasión y la visión eterna de Dios añade algo de perspectiva a nuestra comprensión de la vida mortal y a nuestra esperanza de perseverar con fe y confianza en Él hasta el fin. Asimismo, cuando tenemos ojos para ver, a menudo hay cosas buenas en el ahora; no nos hace falta necesariamente esperar al futuro para ver lo positivo.

  14. Véase 2 Nefi 2:2.

  15. Véase Mateo 7:9–10. Dejar que Dios prevalezca en nuestras vidas no significa aceptar de manera pasiva lo que pueda venir. Es creer de manera activa que el Padre Celestial y nuestro Salvador, Jesucristo, quieren solo y siempre lo que es mejor para nosotros. Cuando la tragedia nos golpea, podemos preguntar con fe, no “¿por qué a mí?” sino “¿qué puedo aprender?”. Y podemos lamentar con corazones quebrantados y espíritus contritos sabiendo que, en Su tiempo y a Su manera, las bendiciones y oportunidades compensadoras llegarán.

  16. Hemos hecho convenio de llorar con los que lloran y consolar a los que necesitan de consuelo (véase Mosíah 18:9).

  17. Job 1:21.

  18. Véase Doctrina y Convenios 115:6.

  19. La fe ante la dificultad es lo opuesto de la angustia y la desesperación existenciales que el Libro de Mormón describe al hablar de aquellos que “maldecían a Dios, y deseaban morir” pero que “no obstante, luchaban con la espada por sus vidas” (Mormón 2:14).

  20. “Be Still, My Soul”, Hymns, nro. 124, traducción libre.

  21. “¡Oh, está todo bien!”, Himnos, nro. 17. Consideren también:

    Jesús, en la corte celestial, mostró su gran amor […],

    el plan de redención:

    merced, justicia y amor

    en celestial unión.

    (“Jesús, en la corte celestial”, Himnos, nro. 116).

    En medio de las incertidumbres de la vida, sabemos que el gran designio de la redención traerá justicia, amor y misericordia juntamente para nuestro bien.

  22. Véase Abdías 1:21. El profeta José Smith enseñó: “¿Cómo van [los Santos de los Últimos Días] a llegar a ser salvadores en el monte de Sion? Edificando sus templos, construyendo sus pilas bautismales y yendo a recibir todas las ordenanzas […] en bien de todos sus antepasados que han muerto” (Enseñanzas de los Presidentes de la Iglesia: José Smith, 2007, pág. 505).

  23. Los miembros que asisten al templo por primera vez pueden comprar la ropa del templo con descuentos significativos.

  24. Russell M. Nelson, “El templo y el cimiento espiritual de ustedes”, Liahona, noviembre de 2021, pág. 94.