Vivan a la altura de sus privilegios
Aprendan cómo las ordenanzas del sacerdocio y las promesas por convenio permitirán que el poder de Dios fluya en su vida.
Recientemente, mi esposo, Greg, recibió un diagnóstico que requeriría una cirugía intensiva y meses de quimioterapia. Como muchos de ustedes que han afrontado alguna situación similar, inmediatamente comenzamos a orar para pedir la ayuda del cielo y el poder de Dios. El domingo después de la cirugía de Greg, nos llevaron la Santa Cena a la habitación del hospital.
En esa ocasión, yo fui la única que tomó la Santa Cena. Un trocito de pan; un vasito de agua. En la iglesia, mi mente a menudo se centra en la forma en que se administra la Santa Cena: en cómo se prepara, se bendice y se reparte. Pero aquella tarde, medité en el don del poder de Dios que está disponible para mí a través de esta sagrada ordenanza por sí misma y en la promesa por convenio que yo estaba haciendo al tomar ese trocito de pan y ese vasito de agua. Se trataba de un momento en el que necesitaba poder del cielo. En medio de gran aflicción, agotamiento e incertidumbre, reflexioné en cuanto a ese don que me permitiría recurrir al poder de Él que tan desesperadamente necesitaba. Tomar la Santa Cena aumentaría la compañía que tendría del Espíritu del Señor, permitiéndome recurrir al don del poder de Dios, e incluso a la ministración de ángeles y la fortaleza habilitadora del Salvador para vencer.
Creo que nunca había comprendido con tanta claridad que no solo importa quién oficia en la ordenanza, sino que también merece nuestra mayor atención aquello a lo que dicha ordenanza y nuestra promesa por convenio que la acompaña nos dan acceso. Las ordenanzas del sacerdocio y las promesas por convenio permiten que Dios nos santifique y que luego obre maravillas en nuestra vida; pero ¿cómo sucede eso?.
Primero, para que una ordenanza haga que se manifieste el poder de Dios en nuestra vida, debe realizarse con la autoridad del Hijo de Dios. El proceso de administrarla es importante. El Padre confió a Jesucristo las llaves y la autoridad para supervisar la administración de Sus ordenanzas del sacerdocio. Bajo Su dirección, dentro del orden de Su sacerdocio, los hijos de Dios han sido ordenados para actuar en representación del Hijo de Dios.
Segundo, no solo hemos de hacer promesas por convenio; debemos cumplirlas. En muchas ordenanzas del Evangelio, hacemos convenios sagrados con Dios; Él promete bendecirnos si guardamos dichos convenios. ¿Nos damos cuenta de que es la combinación de las ordenanzas del sacerdocio y el cumplimiento de las promesas por convenio lo que nos permite acceder al poder de Dios?
Esa tarde me pregunté si yo, una hija de Dios por convenio, comprendía plenamente cómo acceder al don del poder de Dios mediante las ordenanzas del sacerdocio, y si reconocía realmente cómo el poder de Dios obra en mí.
En 2019, se extendió una invitación profética a las mujeres de la Iglesia, en la que se nos enseñaba cómo invocar el poder del Salvador en nuestra vida. El presidente Russell M. Nelson nos invitó a estudiar Doctrina y Convenios 25, una revelación dada a Emma Smith en Harmony, Pensilvania. Aceptar esa invitación cambió mi vida.
El mes pasado tuve una oportunidad inesperada de visitar Harmony. Allí, bajo los arces, se restauró el sacerdocio a José Smith y Oliver Cowdery. Cerca de esos árboles está la puerta principal de la casa de José y Emma. Frente a la chimenea de la casa hay una ventana; me paré junto a esa ventana y me pregunté lo que pensaría Emma al observar los árboles.
En julio de 1830, Emma tenía veintiséis años; era muy joven. Llevaba casada tres años y medio. Había perdido un bebé varón, su primer hijo. Su pequeña tumba se halla cerca, siguiendo una senda que sale de su casa. Al estar de pie en aquella ventana, no me fue difícil imaginar lo que podría haber inundado sus pensamientos. De seguro se preocupaba por la economía, por la creciente persecución que amenazaba su seguridad, y sobre su futuro. Y, sin embargo, la obra de Dios estaba por todas partes a su alrededor. ¿Se preguntaría también sobre el lugar que ocupaba en el plan, su propósito en Su reino y su potencial a los ojos de Dios?
Pienso que pudo haberlo hecho.
Apenas al otro lado del camino, el don de la autoridad y las llaves del sacerdocio de Dios se había restaurado en la tierra. Se trataba de un momento en el que Emma en verdad necesitaba el poder del cielo. En medio de gran aflicción, agotamiento e incertidumbre, imagino que Emma se habría preguntado sobre aquel don del sacerdocio de Dios que podría darle acceso al poder que necesitaba desesperadamente.
Pero Emma no se limitó a quedarse en la ventana haciéndose preguntas.
Mientras al profeta José se le instruía sobre las llaves, los oficios, las ordenanzas y sobre cómo asistir en el servicio del sacerdocio, el Señor mismo, a través de Su profeta, dio una revelación a Emma. No a “Emma, la presidenta de la Sociedad de Socorro de Nauvoo”, sino que esta revelación se dio para Emma, la joven de veintiséis años de Harmony. Mediante revelación, Emma aprendería sobre la santificación interior y la conexión por convenio que aumentaría la capacidad de tales ordenanzas del sacerdocio de obrar en su vida.
Primero, el Señor le recordó a Emma el lugar que ocupaba en Su plan, incluso quién era y a quién pertenecía: una hija en Su reino. Se le invitó a “anda[r] por las sendas de la virtud”, un camino que incluía ordenanzas que darían acceso al poder de Dios si Emma se adhería a sus convenios.
Segundo, en esos momentos de profundo duelo, el Señor le indicó su propósito. Emma no solo era una testigo privilegiada de la Restauración; era una partícipe esencial en la obra que se estaba efectuando. Se le apartaría “para explicar las Escrituras y para exhortar a la iglesia”. Debía dedicar su tiempo a “escribir, y a aprender mucho”. A Emma se le dio la función sagrada de ayudar a preparar a los santos para adorar; sus cantos al Señor se recibirían como oraciones y serían “contestada[s] con una bendición sobre su cabeza”.
Por último, el Señor describió el proceso de santificación interior que prepararía a Emma para la exaltación. “Y si no haces esto, no podrás venir a donde yo estoy”, le explicó el Señor.
Si leemos detenidamente la sección 25, descubrimos que tiene lugar un importante proceso de avance. Emma pasaría de ser una hija en el reino a “una dama elegida”, y luego una reina. Las ordenanzas del Sacerdocio Aarónico y de Melquisedec, en combinación con el cumplimiento de sus promesas por convenio, aumentarían la compañía del Espíritu y de ángeles, dándole poder para atravesar los obstáculos de la vida con guía divina. A través de Su poder divino, Dios le sanaría el corazón, aumentaría su capacidad y la transformaría en la versión de Emma que Él sabía que ella podía llegar a ser. Y mediante las ordenanzas del Sacerdocio de Melquisedec, “se manifiesta[ría] el poder de la divinidad” en su vida, y el Señor descorrería el velo para que pudiera recibir entendimiento de Él. Así es cómo el poder de Dios obra en nuestro interior.
El presidente Russell M. Nelson enseñó lo siguiente:
“Todo lo que sucedió en [Harmony] tiene implicaciones profundas para la vida de ustedes. La restauración del sacerdocio, junto con el consejo que el Señor le dio a Emma, pueden ser una guía y una bendición para cada una de ustedes […].
“Tener acceso al poder de Dios en su vida requiere las mismas cosas que el Señor les indicó a Emma y a cada una de [nosotras] que hici[éramos]”.
Había cosas importantes que sucedían a ambos lados de aquella ventana en Harmony, incluso la revelación dada a la dama elegida a quien el Señor había llamado; una revelación que fortalecería, animaría e instruiría a Emma Smith, la hija de Dios.
Cuando a nuestra nieta Isabelle se le dio un nombre y una bendición, su padre la bendijo con entendimiento sobre el sacerdocio; y para que continuara creciendo en él y aprendiendo sobre las bendiciones que le brindará en la vida; y para que su fe en el sacerdocio creciera conforme continuara progresando en entendimiento.
No es común que a una niña pequeña se la bendiga para entender el sacerdocio y para aprender cómo esas ordenanzas del sacerdocio y las promesas por convenio la ayudarán a acceder al poder de Dios. Pero recordé a Emma y pensé: ¿Por qué no? Esa pequeña hija tiene el potencial de llegar a ser una dama elegida en Su reino y, con el tiempo, una reina. Mediante Sus ordenanzas del sacerdocio y si cumple las promesas por convenio, el poder de Dios obrará en ella y por medio de ella para ayudarla a superar cualquier cosa que la vida le depare y llegar a ser la mujer que Dios sabe que puede ser. Esto es algo que quiero que cada jovencita del reino comprenda.
“Vivan a la altura de sus privilegios”.
Aprendan cómo las ordenanzas del sacerdocio y las promesas por convenio permitirán que el poder de Dios fluya en su vida con mayor eficacia, obrando en ustedes y a través de ustedes, dándoles poder y lo necesario para alcanzar su pleno propósito y potencial.
Estudien y mediten detenidamente sobre las ordenanzas del Sacerdocio Aarónico y de Melquisedec, sobre las promesas por convenio que hacemos en cada una de ellas, y sobre el poder de Dios al que accedemos mediante dichas ordenanzas.
Recuerden, no solo importa quién oficia en la ordenanza; también merece su mayor atención aquello a lo que nos da acceso la ordenanza y las promesas por convenio que ustedes han hecho.
Participar del pan y del agua es un recordatorio semanal de Su poder que obra en ustedes para ayudarlas a vencer. Usar el gárment del santo sacerdocio es un recordatorio diario del don de Su poder que obra en ustedes para ayudarlas a alcanzar su potencial.
Todos tenemos acceso al don del poder de Dios.
Cada vez que tomamos la Santa Cena.
Cada vez que cruzamos el umbral de un templo.
Ese es el momento culminante de mi día de reposo. Esa es la razón por la cual valoro mi recomendación para el templo.
“En sus ordenanzas se manifiesta el poder de la divinidad”.
De este don doy testimonio en el nombre de Jesucristo. Amén.