Conferencia General
¡La vida terrenal funciona!
Conferencia General de octubre de 2024


10:59

¡La vida terrenal funciona!

A pesar de los desafíos que todos enfrentamos, nuestro amoroso Padre Celestial ha diseñado el plan de felicidad de tal manera que no estamos destinados a fracasar.

Durante varios años, tuve la asignación de ministrar a una hermana mayor de mi barrio. Ella no tenía una vida fácil. Padecía varios problemas de salud y había experimentado una vida llena de dolor debido a un accidente que había sufrido en el patio del colegio. Se divorció a los treinta y dos años, tenía cuatro hijos pequeños que criar y mantener. Se volvió a casar a los cincuenta años. Su segundo esposo falleció cuando ella tenía sesenta y seis años, y esta hermana vivió veintiséis años más como viuda.

A pesar de los desafíos de su vida, fue fiel a sus convenios hasta el fin. Esta hermana era una ávida genealogista, asistía al templo y recopilaba y escribía historias familiares. Aun cuando tuvo que hacer frente a muchas pruebas difíciles, y sin duda en ocasiones sentía tristeza y soledad, tenía un semblante alegre y una personalidad amable y agradable.

Nueve meses después de su muerte, uno de sus hijos tuvo una experiencia extraordinaria en el templo. Supo por medio del poder del Espíritu Santo que su madre tenía un mensaje para él. Ella se comunicó con él, pero no fue por medio de una visión o de palabras audibles. El siguiente mensaje inconfundible llegó a la mente de su hijo: “Quiero que sepas que la vida terrenal funciona y que ahora entiendo por qué todo sucedió [en mi vida] de la manera en que sucedió, y todo está bien”.

Este mensaje es aún más notable si se considera la situación de esta hermana y las dificultades que tuvo que soportar y superar.

Hermanos y hermanas, ¡la vida terrenal funciona! ¡Está diseñada para funcionar! A pesar de los desafíos, las angustias y las dificultades que todos enfrentamos, nuestro amoroso, sabio y perfecto Padre Celestial ha diseñado el plan de felicidad de tal manera que no estamos destinados a fracasar. Su plan nos proporciona una manera de elevarnos por encima de nuestros fracasos terrenales. El Señor ha dicho: “Esta es mi obra y mi gloria: Llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre”.

Sin embargo, si hemos de ser beneficiarios de la “obra y […] gloria” del Señor, incluso de la “inmortalidad y vida eterna”, debemos esperar ser instruidos y enseñados, y pasar por el fuego purificador, a veces hasta nuestros límites más extremos. Evitar por completo los problemas, desafíos y dificultades de este mundo sería eludir el proceso que es verdaderamente necesario para que la vida terrenal funcione.

Por lo tanto, no deberíamos sorprendernos cuando nos sobrevengan tiempos difíciles. Encontraremos situaciones que nos pondrán a prueba y personas que nos permitirán practicar verdadera caridad y paciencia; pero debemos soportar nuestras dificultades y recordar lo que el Señor dijo:

“Y el que diere su vida en mi causa, por mi nombre, la hallará otra vez, sí, vida eterna.

“No temáis, pues, a vuestros enemigos [ni a vuestros problemas, desafíos o pruebas de esta vida], porque he decretado […] probaros en todas las cosas, dice el Señor, para ver si permanecéis en mi convenio […] a fin de que seáis hallados dignos”.

Cuando nos sintamos angustiados o ansiosos por nuestros problemas o sintamos que estamos recibiendo más de lo que nos corresponde de las dificultades de la vida, podemos recordar lo que el Señor dijo a los hijos de Israel:

“Y te acordarás de todo el camino por donde te ha traído Jehová tu Dios estos cuarenta años en el desierto, para humillarte, para ponerte a prueba, para saber lo que est[á] en tu corazón, si habías de guardar o no sus mandamientos”.

Como Lehi le enseñó a su hijo Jacob:

“Tú has padecido aflicciones y mucho pesar […]. No obstante, […] [Dios] consagrará tus aflicciones para tu provecho. […] Por tanto, yo sé que tú estás redimido a causa de la justicia de tu Redentor”.

Debido a que esta vida es un campo de pruebas y que hay “peligros que amenazan quitarnos la paz”, es útil recordar este consejo y promesa que se encuentran en Mosíah 23 en cuanto a los desafíos de la vida: “Sin embargo, quien pone su confianza en [el Señor] será enaltecido en el postrer día”.

Cuando era joven, experimenté personalmente gran dolor emocional y vergüenza como resultado de las acciones injustas de otra persona, lo que durante muchos años afectó mi autoestima y mi sentido de dignidad ante el Señor. No obstante, doy testimonio personal de que el Señor puede fortalecernos y sostenernos en cualquier dificultad que nos toque experimentar durante nuestra permanencia en este valle de lágrimas.

Conocemos la experiencia de Pablo:

“Y para que la grandeza de las revelaciones [que he recibido] no me exaltase desmedidamente, me fue dado un aguijón en mi carne, un mensajero de Satanás que me abofetee, para que no me enaltezca sobremanera.

“Con respecto a lo cual tres veces he rogado al Señor que lo quite de mí.

“Y me ha dicho: Te basta mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad. Por tanto, de buena gana me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo”.

No sabemos cuál era el “aguijón en la carne” de Pablo. Eligió no describir si se trataba de una dolencia física, una enfermedad mental o emocional o una tentación; pero no necesitamos conocer ese detalle para saber que luchó y suplicó ayuda al Señor y que, en última instancia, fue la fortaleza y el poder del Señor lo que lo ayudó a superarlo.

Al igual que lo fue para Pablo, fue gracias a la ayuda del Señor que con el tiempo fui fortalecido emocional y espiritualmente, y al final reconocí, después de muchos años, que siempre he sido una persona valiosa y digna de las bendiciones del Evangelio. El Salvador me ayudó a superar mis sentimientos de indignidad y a extender un perdón sincero al ofensor. Finalmente comprendí que la Expiación del Salvador fue un regalo personal para mí y que mi Padre Celestial y Su Hijo me aman perfectamente. Gracias a la Expiación del Salvador, la vida terrenal funciona.

Si bien al final tuve la bendición de reconocer cómo el Salvador me rescató y estuvo a mi lado durante esas experiencias, comprendo claramente que la desafortunada situación de mis años de adolescencia fueron mi trayecto y experiencia personales, cuya resolución y desenlace final no pueden proyectarse sobre aquellos que han sufrido y continúan sufriendo por el comportamiento injusto de otras personas.

Reconozco que las experiencias de la vida, buenas y malas, pueden enseñarnos lecciones importantes. Ahora sé y doy testimonio de que ¡la vida terrenal funciona! Espero que, como resultado de la suma de las experiencias de mi vida, tanto las buenas como las malas, tenga yo compasión por las víctimas inocentes de las acciones de otras personas y empatía por los oprimidos.

Sinceramente espero que, como resultado de las experiencias de mi vida, tanto las buenas como las malas, sea yo más amable con los demás, trate a los demás como lo haría el Salvador, y tenga una mayor comprensión hacia los pecadores y yo sea totalmente íntegro. Conforme lleguemos a confiar en la gracia del Salvador y guardemos nuestros convenios, podremos ser ejemplo de los efectos de largo alcance de la Expiación del Salvador.

Les comparto un último ejemplo de que la vida terrenal funciona.

La tía y la madre del élder Hales.

La tía del élder Hales, Lois VandenBosch, y la madre de él, Klea VandenBosch.

Mi madre no tuvo un trayecto fácil a través de la vida terrenal; no recibió galardones ni honores del mundo y no tuvo oportunidades educativas más allá de la escuela secundaria. Contrajo polio de pequeña, lo que le ocasionó toda una vida de dolor y molestias en la pierna izquierda. De adulta, experimentó muchas circunstancias físicas y económicas difíciles y desafiantes, pero fue fiel a sus convenios y amaba al Señor.

Cuando mi madre tenía cincuenta y cinco años, la hermana que me sigue falleció y dejó huérfana a una niña de ocho meses, mi sobrina. Por diversas razones, mamá terminó criando en gran medida a mi sobrina durante los siguientes diecisiete años, a menudo en circunstancias muy difíciles. Sin embargo, a pesar de estas experiencias, ella sirvió feliz y de buen grado a su familia, a sus vecinos y a los miembros del barrio, y trabajó como obrera de las ordenanzas en el templo por muchos años. Durante los últimos años de su vida, mamá sufrió una forma de demencia y a menudo estaba confundida, por lo que fue ingresada en un centro asistencial. Lamentablemente, estaba sola cuando falleció inesperadamente.

Varios meses después de su fallecimiento, tuve un sueño que nunca olvidaré. En mi sueño, estaba sentado en mi oficina en el Edificio de la Administración de la Iglesia y mamá entró en la oficina. Yo sabía que había venido del mundo de los espíritus. Siempre recordaré los sentimientos que tuve; no dijo nada, pero irradiaba una belleza espiritual que yo nunca antes había experimentado y que me resulta difícil describir.

¡Su semblante y su presencia eran verdaderamente deslumbrantes! Recuerdo haberle dicho: “Madre, ¡eres tan hermosa!”, refiriéndome a su poder y belleza espirituales. Ella me agradeció, nuevamente sin hablar. Sentí su amor por mí y en ese momento supe que ella era feliz, que había sanado de sus preocupaciones y desafíos terrenales y que esperaba con ansias “una gloriosa resurrección”. Sé que para mamá la vida terrenal funcionó, y que también funciona para nosotros.

La obra y gloria de Dios es llevar a cabo la inmortalidad y la vida eterna del hombre. Las experiencias de la vida terrenal forman parte del viaje que nos permite crecer y progresar hacia esa inmortalidad y vida eterna. No se nos ha enviado aquí para fracasar sino para tener éxito en el plan que Dios tiene para nosotros.

Como enseñó el rey Benjamín: “Y además, quisiera que consideraseis el bendito y feliz estado de aquellos que guardan los mandamientos de Dios. Porque he aquí, ellos son bendecidos en todas las cosas, tanto temporales como espirituales; y si continúan fieles hasta el fin, son recibidos en el cielo, para que así moren con Dios en un estado de interminable felicidad”. En otras palabras, ¡la vida terrenal funciona!

Testifico que a medida que recibimos las ordenanzas del Evangelio, concertamos convenios con Dios y luego guardamos esos convenios, nos arrepentimos, servimos a los demás y perseveramos hasta el fin, ¡también nosotros podemos tener la seguridad y la confianza plena en el Señor de que la vida terrenal funciona! Testifico de Jesucristo y que nuestro glorioso futuro con nuestro Padre Celestial es posible mediante la gracia y la Expiación del Salvador. En el nombre de Jesucristo. Amén.