Conferencia General
Aceptar el don del Señor del arrepentimiento
Conferencia General de octubre de 2024


11:35

Aceptar el don del Señor del arrepentimiento

No esperemos a que las cosas se pongan difíciles antes de volvernos a Dios. No esperemos al final de la vida terrenal para arrepentirnos de verdad.

Testifico de un Padre Celestial amoroso. En la Conferencia General de abril de 2019, unos momentos después de haber sido sostenido en mi nueva responsabilidad como Setenta Autoridad General, el coro hizo una interpretación de “Asombro me da” que me conmovió el corazón y el alma.

“Me cuesta entender que quisiera Jesús bajar

del trono divino para mi alma rescatar;

que Él extendiera perdón a tal pecador

y me redimiera y diera Su gran amor”.

Al oír esas palabras, sentí tanto asombro. Sentí que, a pesar de sentirme inadecuado y ver mis defectos, el Señor me bendijo para que supiera que “con su fuerza puedo hacer todas las cosas”.

El sentirse inadecuado, débil o indigno es algo contra lo que muchos de nosotros luchamos a veces. Yo sigo luchando contra ese sentimiento desde el día en que fui llamado. Lo he sentido muchas veces y lo siento ahora mismo, mientras les hablo. Sin embargo, he descubierto que no soy el único que tiene esos sentimientos. De hecho, hay muchos relatos en las Escrituras de personas que parecen haberse sentido de manera similar. Por ejemplo, recordamos a Nefi como un siervo del Señor fiel y valiente. A veces, incluso él luchó contra esto también, se sintió indigno, débil e inadecuado.

Él dijo: “Sin embargo, a pesar de la gran bondad del Señor al mostrarme sus grandes y maravillosas obras, mi corazón exclama: ¡Oh, miserable hombre que soy! Sí, mi corazón se entristece a causa de mi carne. Mi alma se aflige a causa de mis iniquidades”.

El profeta José Smith habló acerca de sentirse “censurado” a menudo en su juventud, “a causa de [su]s debilidades e imperfecciones”. Pero los sentimientos de insuficiencia y preocupación que tenía José formaron parte de lo que lo llevó a meditar, estudiar, aprender y orar. Como recordarán, se fue a orar a una arboleda cercana a su casa para hallar verdad, paz y perdón. Escuchó al Señor decir: “José, hijo mío, tus pecados te son perdonados. Sigue tu camino, anda en mis decretos y guarda mis mandamientos. He aquí, Yo soy el Señor de gloria. Fui crucificado por causa del mundo para que todos los que crean en mi nombre tengan vida eterna”.

El deseo sincero de José de arrepentirse y buscar la salvación de su alma lo ayudó a venir a Jesucristo y recibir el perdón de sus pecados. Este esfuerzo continuo abrió la puerta a la restauración continua del Evangelio de Jesucristo.

Esa experiencia notable del profeta José Smith ilustra cómo el sentirse débil o inadecuado nos puede ayudar a reconocer nuestra naturaleza caída. Si somos humildes, esto nos ayudará a reconocer nuestra dependencia de Jesucristo y despertar en nuestro corazón un deseo sincero de volvernos al Salvador y arrepentirnos de nuestros pecados.

Mis amigos, ¡el arrepentimiento es gozo!. El dulce arrepentimiento forma parte de un proceso diario por medio del cual, “línea por línea, precepto por precepto”, el Señor nos enseña a llevar una vida centrada en Sus enseñanzas. Como José y Nefi, podemos “implora[r] misericordia [a Dios], porque es poderoso para salvar”. Él puede cumplir cualquier deseo o anhelo justo y puede sanar cualquier herida que tengamos en nuestra vida.

En el Libro de Mormón: Otro Testamento de Jesucristo, ustedes y yo podemos encontrar incontables relatos de personas que aprendieron a venir a Cristo por medio del arrepentimiento sincero.

Me gustaría mostrarles un ejemplo de las tiernas misericordias del Señor mediante una experiencia que ocurrió en mi amada isla donde nací, Puerto Rico.

Yo estaba en mi ciudad natal, Ponce, donde una hermana de la Iglesia, Célia Cruz Ayala, decidió que iba a regalar el Libro de Mormón a una amiga. Lo envolvió y fue a entregar este regalo, más preciado para ella que los diamantes o los rubíes. De camino, un ladrón se acercó a ella, le quitó el bolso y salió corriendo con aquel regalo especial en su interior.

Cuando contó la historia en la iglesia, una amiga le dijo: “¿Quién sabe? ¡Quizá esa fue tu oportunidad de compartir el Evangelio!”.

Pues bien, unos días más tarde, ¿saben lo que ocurrió? Célia recibió una carta. La tengo aquí hoy, en la mano, Célia la compartió conmigo. Dice así:

“Señora Cruz:

“Perdóneme, perdóneme. Jamás sabrá cuánto siento haberla atacado; pero, gracias a ello, mi vida ha cambiado y seguirá cambiando.

“Ese libro [el Libro de Mormón] me ha ayudado en mi vida. El sueño de ese hombre de Dios me ha sacudido. […] Le devuelvo sus cinco [dólares], pues no puedo gastarlos. Quiero que sepa que usted parecía tener un resplandor y esa luz pareció impedirme [que le hiciera daño, así que] salí corriendo.

“Quiero que sepa que volverá a verme, pero cuando lo haga, no me reconocerá, porque seré su hermano […]. Aquí, donde vivo, tengo que encontrar al Señor e ir a la iglesia a la que usted pertenece.

“El mensaje que usted escribió en ese libro hizo que se me saltaran las lágrimas. Desde el miércoles por la noche no he podido dejar de leerlo. He orado y he pedido a Dios que me perdone [y] le pido a usted que me perdone. […] Pensé que aquel regalo envuelto era algo que podía vender; [en cambio], me ha hecho desear cambiar mi vida. […] Perdóneme, perdóneme, se lo ruego.

“Su amigo ausente”.

Hermanos y hermanas, la luz del Salvador puede alcanzarnos a todos, sean cuales sean nuestras circunstancias. “No es posible que se hundan tan profundamente que no los alcance el brillo de la infinita luz de la Expiación de Cristo”, dijo el presidente Jeffrey R. Holland.

Aquel hermano que involuntariamente había recibido el regalo de Célia, el Libro de Mormón, tuvo más oportunidades de presenciar la misericordia del Señor. Aunque a ese hermano le llevó tiempo perdonarse a sí mismo, halló gozo en el arrepentimiento. ¡Qué milagro! Una hermana fiel, un Libro de Mormón, arrepentimiento sincero y el poder del Salvador le llevaron a disfrutar el gozo de la plenitud de las bendiciones del Evangelio y de los sagrados convenios en la Casa del Señor. Otros miembros de la familia siguieron y aceptaron responsabilidades sagradas en la viña del Señor, incluso el servicio misional de tiempo completo.

A medida que venimos a Jesucristo, nuestra senda de arrepentimiento sincero nos conducirá finalmente al santo templo del Salvador.

¡Qué motivo tan justo para esforzarse por ser limpio, por ser digno de la plenitud de las bendiciones que nuestro Padre Celestial y Su Hijo hacen posibles por medio de convenios sagrados en el templo! Servir con frecuencia en la Casa del Señor y esforzarnos por guardar los convenios sagrados que hacemos allí aumentará tanto nuestro deseo como nuestra habilidad de experimentar el cambio de corazón, alma, mente y fuerza que necesitamos para poder llegar a ser más semejantes a nuestro Salvador. El presidente Russell M. Nelson ha testificado: “Nada abrirá más los cielos [que adorar en el templo]. ¡Nada!”.

Mis queridos hermanos, ¿se sienten inadecuados? ¿Se sienten indignos? ¿Se cuestionan a sí mismos? Quizás se preocupen y se pregunten: ¿Estoy a la altura? ¿Es demasiado tarde para mí? ¿Por qué sigo cayendo cuando estoy intentándolo con todas mis fuerzas?.

Hermanos y hermanas, sin duda cometeremos errores a lo largo del camino; pero, por favor, recuerden que, tal como ha enseñado el élder Gerrit W. Gong: “La Expiación de nuestro Salvador es infinita y eterna. Cada uno de nosotros se aparta y se queda corto. Quizá, por un tiempo, nos perdamos. Dios amorosamente nos asegura que, sin importar dónde estemos o qué hayamos hecho, no hay punto del que no podamos volver. Él espera listo para abrazarnos”.

Como mi amada esposa, Cari Lu, también me ha enseñado, todos necesitamos arrepentirnos, dar cuerda al reloj y ponerlo a las “cero horas en punto” todos los días.

Tendremos obstáculos; no esperemos a que las cosas se pongan difíciles antes de volvernos a Dios. No esperemos al final de la vida terrenal para arrepentirnos de verdad. Por el contrario, enfoquémonos, sin importar en qué parte de la senda de los convenios nos encontremos, en el poder redentor de Jesucristo y en el deseo que tiene el Padre Celestial de que volvamos a Él.

La Casa del Señor, Sus Sagradas Escrituras, Sus santos profetas y apóstoles nos inspiran para esforzarnos por alcanzar la santidad personal por medio de la doctrina de Cristo.

Y Nefi dijo: “Y ahora bien, amados hermanos míos, esta es la senda; y no hay otro camino, ni nombre dado debajo del cielo por el cual el hombre [y la mujer] pueda[n] salvarse en el reino de Dios. Y ahora bien, he aquí, esta es la doctrina de Cristo, y la única y verdadera doctrina del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”.

Nuestro proceso de “llegar a ser uno” con Dios quizá parezca difícil, pero ustedes y yo podemos detenernos, tranquilizarnos, mirar hacia el Salvador y hacer el esfuerzo de buscar y actuar sobre aquello que Él quiera que cambiemos. Si así lo hacemos con íntegro propósito, seremos testigos de Su sanación. ¡Y piensen en cómo será bendecida nuestra posteridad cuando abracemos el regalo del arrepentimiento que nos da el Señor!.

El Maestro Alfarero, enseñó mi papá, nos moldeará y refinará, lo cual puede ser difícil. Sin embargo, el Maestro Sanador también nos purificará. He experimentado y sigo experimentando ese poder sanador. Testifico que proviene de la fe en Jesucristo y del arrepentimiento diario.

Oh, cuán asombroso es que por amarme así

¡muriera Él por mí!.

Testifico del amor de Dios y del infinito poder de la Expiación de Su Hijo. Podemos sentirlo profundamente si nos arrepentimos con sinceridad y de todo corazón.

Mis amigos, soy testigo de la gloriosa restauración del Evangelio a través del profeta José Smith y de la divina guía actual del Salvador a través de Su profeta y portavoz, el presidente Russell M. Nelson. Sé que Jesucristo vive y que Él es el Maestro Sanador de nuestra alma. Lo sé y testifico que estas cosas son verdaderas. En el santo nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. “Asombro me da”, Himnos, nro. 118.

  2. Alma 26:12.

  3. 2 Nefi 4:17; véanse también los versículos 18–19.

  4. José Smith—Historia 1:29.

  5. José Smith, “History, circa Summer 1832”, pág. 3, josephsmithpapers.org; se ha estandarizado la ortografía y la puntuación.

  6. Véase Mosíah 4:11–12.

  7. El presidente Russell M. Nelson enseñó: “Al escoger arrepentirnos, ¡escogemos cambiar! Permitimos que el Salvador nos transforme en la mejor versión de nosotros. Escogemos crecer espiritualmente y recibir gozo; el gozo de la redención en Él. Al escoger arrepentirnos, escogemos llegar a ser más semejantes a Jesucristo” (“Podemos actuar mejor y ser mejores”, Liahona, mayo de 2019, pág. 67).

  8. 2 Nefi 28:30.

  9. Alma 34:18.

  10. “Mis hermanos y hermanas, ¿cuán preciado es el Libro de Mormón para ustedes? Si se les diera a elegir entre diamantes y rubíes o el Libro de Mormón, ¿qué escogerían? Con toda honestidad, ¿cuál es de mayor valor para ustedes?” (Russell M. Nelson, “El Libro de Mormón: ¿Cómo sería su vida sin él?”, Liahona, noviembre de 2017, pág. 61).

  11. En F. Burton Howard, “Missionary Moments: ‘My Life Has Changed’”, Church News, 6 de enero de 1996, thechurchnews.com; véase también Santos: La historia de la Iglesia de Jesucristo en los últimos días, tomo 4, Resonado en todo oído, 1955–2020, 2024, págs. 472–474, 477–479.

  12. Jeffrey R. Holland, “Los obreros de la viña”, Liahona, mayo de 2012, pág. 33.

  13. ¿Podemos detenernos un momento y pensar en nuestra posteridad? Debido a nuestra vista miope, no podemos verlo ahora, pero nuestra disposición a volvernos al Señor con íntegro propósito de corazón, cambiar, arrepentirnos y aceptar el Evangelio de Jesucristo puede influir en muchas generaciones. ¡Imaginen las bendiciones adicionales que podrían florecer de la humildad, la mansedumbre y la fe en Jesucristo de un alma, incluso en las circunstancias más inconvenientes!

  14. La hermana Célia Cruz Ayala relató estos detalles al élder Jorge M. Alvarado en una conversación personal el 10 de septiembre de 2024.

  15. Russell M. Nelson, “Regocíjense en el don de las llaves del sacerdocio”, Liahona, mayo de 2024, pág. 122.

  16. Cuando nos encontramos haciéndonos preguntas como estas, es importante recordar las palabras del apóstol Pablo:

    “¿Quién nos apartará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? […].

    “Antes bien, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó.

    “Por lo cual estoy convencido de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir,

    “ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá apartar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús, Señor nuestro” (Romanos 8:35, 37–39).

  17. Gerrit W. Gong, “Nuestra fogata de fe”, Liahona, noviembre de 2018, pág. 41.

  18. Nefi es un buen ejemplo de ello, él exclamó:

    “¡Despierta, alma mía! No desfallezcas más en el pecado. ¡Regocíjate, oh corazón mío, y no des más lugar al enemigo de mi alma! […].

    “¿Redimirás mi alma, oh Señor? ¿Me librarás de las manos de mis enemigos? ¿Harás que yo tiemble al aparecer el pecado?” (2 Nefi 4:28, 31).

  19. El presidente Dallin H. Oaks enseñó: “Cuando una persona ha pasado por el proceso de arrepentimiento, el Salvador hace algo más que limpiarla del pecado: le da una nueva fortaleza. Ese fortalecimiento es esencial para que nos demos cuenta del propósito de la purificación, que es volver a nuestro Padre Celestial. Para ser admitidos en Su presencia, debemos estar más que limpios; también debemos cambiar de ser una persona moralmente débil que ha pecado a una fuerte que tenga la estatura espiritual para morar en la presencia de Dios” (véase “La Expiación y la fe”, Liahona, abril de 2008, págs. 12–13).

  20. 2 Nefi 31:21.

  21. Honramos a nuestra familia y al Padre Celestial al aceptar el arrepentimiento y esforzarnos por vivir una buena vida.

  22. Véase Himnos, nro. 118.