Conferencia General
Búsquenlo con todo el corazón
Conferencia General de octubre de 2024


12:4

Búsquenlo con todo el corazón

Si Jesucristo buscó momentos de tranquilidad para estar en comunión con Dios y ser fortalecido por Él, sería prudente que nosotros hiciéramos lo mismo.

Hace unos años, mi esposa y yo servimos como líderes de misión en Tokio, Japón. Durante una visita del entonces élder Russell M. Nelson a nuestra misión, uno de los misioneros le preguntó cuál era la mejor manera de responder a alguien que les dijera que estaba demasiado ocupado para escucharlos. Sin dudar, el élder Nelson dijo: “Le preguntaría si está demasiado ocupado para almorzar ese día, y luego le enseñaría que tiene un cuerpo y un espíritu, y que al igual que el cuerpo se muere si no se alimenta, también se muere el espíritu si no se nutre con la buena palabra de Dios”.

Es interesante señalar que la palabra japonesa que significa “ocupado” —isogashii— está compuesta por un carácter con dos símbolos (). El carácter de la izquierda significa “corazón” o “espíritu”, y el de la derecha significa “muerte”, lo que podría sugerir, tal como enseñó el presidente Nelson, que estar demasiado ocupado para nutrir nuestro espíritu puede conducirnos a la muerte espiritual.

El Señor sabía que, en este mundo acelerado, lleno de distracciones y en conmoción, el dedicarle tiempo de calidad a Él sería uno de los mayores retos de nuestra época. Hablando por medio del profeta Isaías, Él nos dio estas palabras de consejo y precaución, que se pueden comparar con los días tumultuosos en los que vivimos:

“En arrepentimiento y en reposo seréis salvos; en la quietud y en la confianza estará vuestra fortaleza. Pero no quisisteis,

“sino que dijisteis: No, antes huiremos en caballos; por tanto, vosotros huiréis. Y sobre corceles veloces cabalgaremos; por tanto, serán veloces vuestros perseguidores”.

En otras palabras, aunque nuestra salvación depende de que volvamos a Él con frecuencia y reposemos de los afanes del mundo, no lo hacemos. Y aunque nuestra confianza provendrá de una fortaleza desarrollada en momentos de quietud, sentados con el Señor, meditando y reflexionando, no lo hacemos. ¿Por qué no? Porque decimos: “No, estamos ocupados con otras cosas” —con huir en caballos, por decirlo así. Por tanto, nos alejaremos cada vez más de Dios; insistiremos en ir cada vez más rápido; y cuanto más rápido vayamos, más veloz será Satanás al perseguirnos.

Quizás esta sea la razón por la que el presidente Nelson nos ha suplicado varias veces que dediquemos tiempo al Señor en nuestra vida, “todos y cada uno de los días”. Él nos recuerda que “los momentos apacibles son momentos sagrados; será un tiempo que facilitará que recibamos revelación personal y que infundirá paz”. Pero a fin de escuchar la voz apacible del Señor, nos aconsejó: “Deben estar tranquilos”.

Sin embargo, el estar tranquilos requiere algo más que dedicar tiempo al Señor; requiere que abandonemos nuestros pensamientos de duda y temor y que centremos el corazón y la mente en Él. El élder Bednar enseñó: “La admonición del Señor de ‘quedarnos tranquilos’ implica mucho más que simplemente no hablar o no moverse”. “‘Quedaos tranquilos’”, sugirió él, “puede ser un modo de recordarnos que nos centremos sin cesar en el Salvador”.

Quedarse tranquilo es un acto de fe y requiere esfuerzo. En Lectures on Faith [Discursos sobre la Fe] se afirma: “Cuando un hombre obra mediante la fe, hace uso de las facultades mentales”. El presidente Nelson declaró: “Nuestro enfoque debe estar anclado en el Salvador y Su Evangelio. Es mentalmente riguroso esforzarnos por mirar hacia Él en todo pensamiento, pero cuando lo hacemos, nuestras dudas y temores desaparecen”. Hablando de esta necesidad de centrar la mente, el presidente David O. McKay dijo: “Creo que prestamos escasa atención al valor de la meditación, un principio de la devoción. […] La meditación es una de las puertas más sagradas […] por las que entramos en la presencia del Señor”.

En japonés hay una palabra, mui, que, en mi opinión, capta ese sentido más lleno de fe y contemplativo de lo que significa quedarse tranquilo. Está formada por dos caracteres (無為). El carácter de la izquierda significa “nada” o “vacío”, y el de la derecha significa “hacer”; los dos juntos significan “no hacer”. Si se tomara literalmente, esta palabra se podría malinterpretar como “no hacer nada”, de la misma forma que “quedarse tranquilo” podría malinterpretarse como “no hablar o no moverse”. Sin embargo, al igual que la expresión “quedarse tranquilo”, tiene un significado más profundo, que a mí me recuerda que hay que calmarse y vivir con más consciencia de lo espiritual.

Cuando servía en la Presidencia del Área Asia Norte con el élder Takashi Wada, me enteré de que su esposa, la hermana Naomi Wada, es experta en caligrafía japonesa. Le pregunté a la hermana Wada si podría dibujarme los caracteres japoneses de la palabra mui. Quería colgar la caligrafía en la pared como recordatorio de que debo quedarme tranquilo y centrarme en el Salvador. Me sorprendió que ella no accediera de inmediato a aquella petición aparentemente simple.

Al día siguiente, el élder Wada, sabiendo que era probable que yo hubiera malinterpretado la vacilación de ella, me explicó que escribir esos caracteres requería mucho esfuerzo. Ella tenía que pensar y meditar sobre el concepto y los caracteres hasta que entendiera el significado en el fondo de su alma y pudiera expresar esas impresiones genuinas con cada trazo del pincel. Sentí vergüenza por haberle pedido con tanta despreocupación que hiciera algo tan exigente. Le pedí que le transmitiera mis disculpas a ella por mi ignorancia y que le dijera que retiraba mi petición.

Caracteres japoneses en la oficina del obispo Budge.

Se imaginarán mi sorpresa y gratitud cuando, al marcharme de Japón, la hermana Wada, sin que se lo pidiera, me regaló una hermosa caligrafía de los caracteres japoneses de la palabra mui. Ahora cuelga en un lugar destacado de la pared de mi oficina y me recuerda que debo quedarme tranquilo y buscar al Señor cada día con todo el corazón, alma, mente y fuerza. Ella, con aquella acción altruista, había plasmado el significado de mui, o tranquilidad, mejor que cualquier palabra. En lugar de dibujar los caracteres de forma mecánica y diligente, abordaba la caligrafía con íntegro propósito de corazón y verdadera intención.

De manera similar, Dios quiere que abordemos nuestro tiempo con Él con esa misma devoción genuina. Cuando lo hacemos así, nuestra adoración se convierte en la expresión de nuestro amor por Él.

Él anhela que estemos en comunión con Él. En una ocasión, después de ofrecer la primera oración en una reunión con la Primera Presidencia, el presidente Nelson se giró hacia mí y dijo: “Mientras usted oraba, pensé en cuánto debe apreciar Dios que tomemos tiempo de nuestra apretada agenda para reconocer Su existencia”. Aquel fue un recordatorio simple, pero poderoso, de cuánto debe significar para el Padre Celestial que hagamos una pausa para estar en comunión con Él.

Por mucho que desee nuestra atención, no nos obligará a venir a Él. El Señor resucitado dijo a los nefitas: “Cuántas veces os hubiera juntado como la gallina junta sus polluelos, y [vosotros] no quisisteis”. Después, les hizo esta esperanzadora invitación, que también se aplica a nosotros hoy día: “Cuántas veces os juntaré como la gallina junta sus polluelos bajo las alas, si os arrepentís y volvéis a mí con íntegro propósito de corazón”.

El Evangelio de Jesucristo nos da oportunidades de volver a Él con frecuencia. Entre esas oportunidades están las oraciones cotidianas, el estudio de las Escrituras, la ordenanza de la Santa Cena, el día de reposo y la adoración en el templo. ¿Qué pasaría si sacáramos esas oportunidades sagradas de nuestras listas de “cosas por hacer” y las pusiéramos en las listas de “no hacer”? O sea, si las abordáramos con la atención plena y el enfoque con que la hermana Wada aborda su caligrafía.

Quizás estén pensando: “No tengo tiempo para eso”. Yo también me he sentido así a menudo, pero permítanme sugerir que quizá no se necesita más tiempo, sino estar más conscientes de Dios y centrados en Él durante el tiempo que ya hemos apartado para Él.

Por ejemplo, al orar, ¿qué pasaría si dedicáramos menos tiempo a hablar y más tiempo simplemente a estar con Dios; y que a la hora de hablar expresáramos de forma más genuina y específica nuestra gratitud y nuestro amor?

El presidente Nelson ha aconsejado que no solo leamos las Escrituras, sino que las saboreemos. ¿Qué diferencia habría si leyéramos menos y saboreáramos más?

¿Qué pasaría si hiciéramos más para preparar la mente para participar de la Santa Cena y, con gozo, meditáramos en las bendiciones de la Expiación de Jesucristo durante esta sagrada ordenanza?

En domingo, que en hebreo es Sabbath y significa “día de reposo”, ¿qué pasaría si descansáramos de otros asuntos y dedicáramos tiempo a sentarnos tranquilos con el Señor para rendir nuestras devociones a Él?

Durante nuestra adoración en el templo, ¿qué pasaría si hiciéramos un esfuerzo más disciplinado por prestar atención o quedarnos un poco más de tiempo en el salón celestial reflexionando en silencio?

Si nos centramos menos en hacer y más en fortalecer nuestra conexión por convenio con el Padre Celestial y con Jesucristo, testifico que cada uno de esos momentos sagrados se enriquecerá y recibiremos la guía que necesitemos en nuestra vida personal. Al igual que Marta en el relato de Lucas, solemos estar “afanados y turbados con muchas cosas”, pero si estamos en comunión con el Señor cada día, Él nos ayudará a saber qué es lo más necesario.

También el Salvador dedicó tiempo en Su ministerio a estar tranquilo. Las Escrituras están repletas de ejemplos en los que el Señor se retira a un lugar solitario, a un monte, al desierto o a un lugar apartado, o se aleja “un poco”, para orar al Padre. Si Jesucristo buscó momentos de tranquilidad para estar en comunión con Dios y ser fortalecido por Él, sería prudente que nosotros hiciéramos lo mismo.

Conforme concentremos el corazón y la mente en el Padre Celestial y en Jesucristo, y escuchemos la voz suave y apacible del Espíritu Santo, sabremos con más claridad qué es lo más necesario, desarrollaremos una compasión más profunda y hallaremos reposo y fortaleza en Él. Paradójicamente, para ayudar a Dios a acelerar Su obra de salvación y exaltación, quizá debamos ir más despacio. Es posible que el estar siempre en movimiento esté agravando la conmoción en nuestra vida y nos esté robando la paz que buscamos.

Testifico que si volvemos al Señor con frecuencia, con íntegro propósito de corazón, llegaremos con tranquilidad y confianza a conocerlo y a sentir Su infinito amor por convenio por nosotros.

El Señor prometió:

“Allegaos a mí, y yo me allegaré a vosotros; buscadme diligentemente, y me hallaréis”.

“Y me buscaréis y me hallaréis cuando me busquéis con todo vuestro corazón”.

Testifico que esta promesa es cierta. En el nombre de Jesucristo. Amén.

Notas

  1. Véase Éter 2:14–15.

  2. Isaías 30:15–16; cursiva agregada.

  3. En 2 Nefi 10:24 se nos invita a re-con-ciliar nuestra voluntad con la voluntad de Dios. El prefijo “re-” significa “repetición”, “con-” significa “en compañía” y “-ciliar” proviene del latín “sella”, que significa “silla” o “trono”. Reconciliar nuestra voluntad con la de Dios puede significar, literalmente, sentarse de nuevo con Dios.

  4. Russell M. Nelson, “Dediquen tiempo al Señor”, Liahona, noviembre de 2021, pág. 120.

  5. Russell M. Nelson, “Lo que estamos aprendiendo y que jamás olvidaremos”, Liahona, mayo de 2021, pág. 80.

  6. Véase Russell M. Nelson, “Lo que estamos aprendiendo y que jamás olvidaremos”, pág. 80.

  7. David A. Bednar, “Quedaos tranquilos, y sabed que yo soy Dios”, Liahona, mayo de 2024, pág. 28.

  8. Véase Hebreos 11:6.

  9. Lectures on Faith,1985, pág. 72.

  10. Russell M. Nelson, “Cómo obtener el poder de Jesucristo en nuestra vida”, Liahona, mayo de 2017, págs. 40–41.

  11. David O. McKay, “Consciousness of God: Supreme Goal of Life”, Improvement Era, junio de 1967, págs. 80–82.

  12. Véase Doctrina y Convenios 4:2.

  13. Véanse Mosíah 7:33; Éter 2:14.

  14. “Un corazón sano, que funcione bien, es fundamental para la salud y el bienestar de cada uno de nosotros. Sin embargo, lo que he aprendido como siervo y testigo de Jesucristo es que un corazón físico sano es solo la mitad del desafío. Me tomo muy en serio el mandato de amar a Dios con todo el corazón, porque amarlo a Él es lo que hace que sigamos con vida” (Russell M. Nelson, The Heart of the Matter: What 100 Years of Living Have Taught Me, 2023, pág. 8; cursiva agregada).

  15. Véanse Salmo 14:2; Apocalipsis 3:20.

  16. 3 Nefi 10:5; cursiva agregada.

  17. El élder Dale G. Renlund enseñó: “Cambiar el comportamiento y regresar al ‘camino correcto’ son parte del arrepentimiento, pero solo una parte. El verdadero arrepentimiento también incluye entregar nuestro corazón y voluntad a Dios y abandonar el pecado” (“El arrepentimiento: Una gozosa elección”, Liahona, noviembre de 2016, pág. 122; cursiva agregada).

  18. 3 Nefi 10:6; cursiva agregada.

  19. El élder Neal A. Maxwell enseñó: “Una mayor consagración no es tanto una exigencia de más horas de trabajo en la Iglesia, sino que seamos más conscientes de a quién pertenece en verdad esta obra” (véase “Resolved esto en vuestros corazones”, Liahona, enero de 1993, pág. 75).

  20. Desmond Tutu, comentando cómo habían evolucionado sus oraciones a lo largo del tiempo, dijo: “Creo que intento mejorar solamente estando allí. Como cuando uno se sienta frente al fuego en invierno. Uno está allí, delante del fuego, y no tiene que ser inteligente ni hacer nada: el fuego simplemente nos calienta” (“Desmond Tutu, Insisting We Are ‘Made for Goodness’”, en una entrevista del canal NPR realizada por Renee Montagne, 11 de marzo de 2010, npr.org).

  21. Véase Russell M. Nelson, “¡Piensen de manera celestial!”, Liahona, noviembre de 2023, págs. 117–120.

  22. Véase Russell M. Nelson, “El vivir mediante la guía de las Escrituras”, Liahona, enero de 2001, págs. 19–22; véase también Russell M. Nelson, “La respuesta siempre es Jesucristo”, Liahona, mayo de 2023, págs. 127–128.

  23. Véase 3 Nefi 17:3. El presidente David O. McKay declaró:

    “Creo que el corto período de la administración de la Santa Cena es una de las mejores oportunidades que tenemos para ese tipo de meditación, y durante ese tiempo no debería haber nada que nos distrajera y apartara nuestra atención del propósito de la ordenanza. […]

    “Los insto encarecidamente a crear para esta sagrada ordenanza un ambiente de más reverencia, de orden perfecto, a fin de que todo el que vaya a la casa de Dios pueda meditar sobre Su bondad y expresar gratitud por ella en oración silenciosa. […] Hagamos que el momento de la Santa Cena sea una experiencia del día en la cual el que haya ido a adorar se esfuerce por sentir dentro de sí que le es posible estar en comunión con su Dios” (“Consciousness of God: Supreme Goal of Life”, Improvement Era, junio de 1967, págs. 80–81).

  24. Véase Doctrina y Convenios 59:10.

  25. “Cuando vayan a la casa de instrucción del Señor con su recomendación para el templo, con un corazón contrito y una mente inquisitiva, Él les enseñará” (Russell M. Nelson, “El templo y el cimiento espiritual de ustedes”, Liahona, noviembre de 2021, pág. 95).

  26. “Él los dirigirá y guiará a ustedes en su vida personal si le dedican tiempo a Él en su vida, todos y cada uno de los días” (Russell M. Nelson, “Dediquen tiempo al Señor”, Liahona, noviembre de 2021, pág. 121).

  27. Véase Lucas 10:40–42.

  28. 3 Nefi 19:19; véanse también Traducción de José Smith, Mateo 4:1 (en Mateo 4:1, nota a al pie de página); Mateo 5:1; 14:13, 23; Marcos 1:35; 6:46; Lucas 5:16; 6:12.

  29. Véase 3 Nefi 21:29.

  30. Doctrina y Convenios 88:63.

  31. Jeremías 29:13; véase también Lamentaciones 3:25.