Ningún sacrificio es demasiado grande
Durante la Segunda Guerra Mundial, mientras Þorsteinn Jónsson, un pescador, leía literatura antimormona, una persona desconocida se le acercó y lo invitó a leer el Libro de Mormón en su lugar. Años más tarde, Þorsteinn se comunicó con las Oficinas Generales de la Iglesia y se asignó a dos miembros de la Iglesia islandeses a mantener correspondencia con él. Durante los quince años que esperó para ser bautizado, adquirió y leyó “prácticamente todos los libros que la Iglesia había publicado”. Finalmente, unos élderes de la rama militar, situada a unos cincuenta kilómetros de distancia, se comunicaron con él y fue bautizado y ordenado élder en 1974.
Como era el único miembro islandés activo en ese momento, Þorsteinn se alegró muchísimo cuando un año más tarde se reanudó la obra misional en Islandia, con la llegada de los misioneros Byron y Melva Geslison. Para Þorsteinn, ningún sacrificio para ayudarlos parecía demasiado grande. Cuando los Geslison no pudieron encontrar alojamiento, les permitió permanecer en su apartamento mientras él vivía en su barco de pesca. Les proveyó mantas y comida. Tradujo la historia de José Smith al islandés y pasó horas enseñando el idioma a los Geslison y a sus hijos gemelos.
Þorsteinn ponía tanto celo en su servicio a los misioneros, que estos aprendieron a ser cuidadosos al mencionar cualquier necesidad, porque sabían que él siempre estaría dispuesto a sacrificarse para ayudarlos.